Krugman y el dedo en el ojo
A pesar de haber actuado como asesor de gobiernos, Paul Krugman no se amolda al papel de economista áulico, siempre junto a los que toman las decisiones. Sin duda prefiere ejercer la crítica desde el otro lado de la barrera, en la prensa, por ejemplo. Se ha convertido en el enemigo público nº 1 de la política económica de la era Bush. La concesión del Nobel de Economía, aparte de merecido por su aportación a la teoría económica del comercio, puede y debe interpretarse como que el jurado sueco le mete el dedo en el ojo a la camarilla republicana que, a pocas semanas de las decisivas elecciones presidenciales, está teniendo que capear el temporal de la crisis financiera incubada durante su mandato.
Krugman es quizás uno de los primeros Nobel que puede agradecer el premio y recibir felicitaciones en su propio blog. Su espacio en nytimes.com suele adelantar comentarios y opiniones que aparecen después en sus columnas en el papel. Hoy mismo, sin ir más lejos, se apresura a enfriar los ánimos excesivamente optimistas de quienes podrían ver en la recuperación bursátil la luz al final del túnel. Para no perder la costumbre, le mete el dedo en el ojo a los gobernantes que con anunciar gigantescos planes de rescate ya creen haber solucionado la crisis crediticia: «Let me point something out: while the stock market has been going gangbusters, we haven’t yet seen anything like a return to normality in credit markets.»