Precios
No está mal que el periodismo sirva de vez en cuando para relativizar y colocar las situaciones en perspectiva. Por ejemplo, la inflación en los alimentos. No hay por qué quitar importancia al diferencial del IPC español o al problema en los precios de productos básicos. Pero no es menos cierto que la inflación actual, determinada en parte por la economía global para alivio del gobierno y de sus buscadores de excusas, es un problema insignificante al lado de la espiral que esta misma inflación produce en los países subdesarrollados. El aumento del precio de los alimentos en el mercado internacional ahoga a economías como la haitiana. El país más pobre de América une a su crisis política una sangrante dependencia alimentaria. En otros países del continente la situación agraria coloca en el centro del debate las políticas sobre los biocombustibles. El periodista de Público Thilo Schäfer escribe sobre Haití:
Haití sufre la fuerza destructiva de los huracanes y las bandas armadas se cobran decenas de vidas cada mes. Desde el final de la dictadura de los Duvalier -Papa Doc y su hijo Baby Doc- en los años ochenta, el país ha tenido más gobiernos que Italia. Todas las intervenciones internacionales -y han sido muchas- han fracasado.
La actual misión de la ONU -la séptima, que cuenta con unos 9.000 efectivos, entre soldados y policías- pasa por un momento crítico. Cuando parecía que, por fin, estaban logrando avances en todos los frentes, estallaron graves disturbios a principios de este mes, que se saldaron con la muerte de cinco haitianos y un casco azul nigeriano. (…)
El motivo de los disturbios fue el incremento del precio de los alimentos. «La vida aquí es muy cara. Todo se ha encarecido mucho», dice Jean-Claude, que se gana la vida como taxista. En lo que va de año, los precios de los alimentos han aumentado un 40%. Haití gasta casi una tercera parte de su renta nacional en importar comida.
La subida de los precios de productos agrícolas en los mercados globales es una ruina para esta pobre nación caribeña. La comunidad internacional ha entendido que lo más urgente es paliar el hambre de los haitianos para evitar nuevas protestas violentas.
Mientras tanto, hay medios de comunicación que nos meten el miedo a la crisis en el cuerpo con falsos racionamientos de comida en los EEUU. Véase para ello el comentario de Egócrata sobre las restricciones al arroz en algunos clubes de compra de aquel país.
De ministras, ministros y ministriles
Resulta impresionante la cantidad y la variedad de críticas que se han podido leer desde que se filtrara la composición del nuevo gobierno de Zapatero en periódicos, columnas y blogs. De los tradicionales cien días de tregua que se les daba a los ministros novatos, se ha pasado a realizar mil interpretaciones apresuradas sobre cada nombramiento. Es como si cada ministra o ministro encerrara innumerables mensajes que ha querido lanzar el presidente con el gesto de su designación, muchos de ellos contradictorios. En definitiva, la resaca del anuncio del gobierno está siendo la apoteosis de los zapaterólogos.
Entre los críticos, además, se han esgrimido interpretaciones que bien se podrían desmentir con contraejemplos, que no faltan. Y es que con diecisiete ministras y ministros siempre hay un caso que echa por tierra las más aventuradas afirmaciones. Por ejemplo: el nombramiento de ministras jóvenes para cargos de responsabilidad ha sido titulado por algún periódico con la palabra «inexperiencia»; la realidad es bien diferente: la mayoría de los ministros es mayor que Zapatero y bastantes de ellos llevan media vida política en puestos de la Administración. Sobre las cuotas regionales, descontado el equilibrio que al parecer ha buscado entre catalanes y andaluces, queda desmentida la presión de las federaciones del partido habida cuenta del número de independientes, sin carné del PSOE, que formarán parte del consejo de ministros.
En los nombramientos más jugosos para el comentario hay hechos que avalan tesis contrarias y no permiten interpretaciones a la ligera. Por ejemplo: el peso político del PSC en el gobierno crece considerablemente con Chacón y Corbacho en Defensa y Trabajo respectivamente, pero resulta que ninguno de los dos ministerios interviene mucho en las políticas territoriales que interesaban a los socialistas catalanes. La continuidad de Álvarez en Fomento es seguramente un «pago» al peso de los andaluces en el PSOE, pero quizás el aval de Solbes para mantener a la ministra en el principal «ministerio del gasto» haya tirado más. Sobre todo, tras la «entrega al adversario» de la mitad de los ministerios económicos que supone para Solbes la entrada de Sebastián en Industria y dos nuevas incorporaciones del entorno de éste en Innovación y en Vivienda.
La mayoría de ministras y ministros merecen un margen de confianza, pues únicamente con argumentos sobre su gestión se puede realizar una crítica o un balance constructivo. Los titulares de Justicia, Sanidad y Cultura, por ejemplo, solo llevan en el cargo desde julio pasado. Tiempo suficiente para que se hayan ganado algunas críticas, pero no tan largo como para valorar de manera independiente su política. Tanto de los que siguen como de los nuevos se ha establecido otro juicio que, este sí, puede ser interesante analizar: el gobierno en general tiene poco «peso político». Zapatero tiene cierta preferencia por nombrar ministros con reconocida trayectoria fuera de la política, lo que les convierte en «zapateristas» de última hornada, pues a la postre se convierten en los mejores defensores de la política de la presidencia del gobierno.
Este proliferación de independientes, como son Bernat Soria, César A. Molina, Cristina Garmendia, Mercedes Cabrera o Miguel Sebastián, permite la interpretación de que Zapatero busca un consejo de ministros formado por una mayoría de gestores de sus áreas y un núcleo duro político más bien reducido. El argumento del escaso peso político se convierte, por tanto, en una definición del carácter presidencialista de los gobiernos de Zapatero. Esto no es intrínsecamente malo, pero permite a la oposición jugar con otra categoría distinta de adversarios, que no serían ministros sino ministriles. Considérese a éstos, como en su origen los ministriles medievales eran los juglares que ponían música a los versos de los trovadores, en tanto personajes con más imagen que liderazgo político. Más continente y menos contenido. Hay tiempo para ver, en cualquier caso, cómo gestiona este gobierno y sus gestores, ya sean ministras, ministros o ministriles, la complicada situación del país de los próximos años.
Pocerolandia de capa caída
Desde que hace un par de años se empezó a hablar de la macrourbanización de Seseña, lo tuve claro: en un escenario de pinchazo de la burbuja, Pocerolandia sería la primera candidata para convertirse en una ciudad fantasma. Ahora, la venta de pisos se le ha complicado a Francisco Hernando con la competencia de sus propios clientes, que venden a toda prisa sus «inversiones» en ladrillo. El proyecto de más de 13.000 viviendas queda reducido, a día de hoy, a algo menos de un millar de empadronados en la urbanización erigida en un páramo de la provincia de Toledo. El artículo en portada de «El País» este lunes sirve de necrológica para los sueños inmobiliarios de «Paco el Pocero»:
Una maraña de grúas mustias, en reposo, planea sobre la macrourbanización de Francisco Hernando, Paco El Pocero, en Seseña (Toledo). Tras la pomposa entrada, con un retorcido monumento y el nombre del constructor en letras doradas, aparece una ciudad fantasma. Las persianas de las miles de viviendas están selladas a cal y canto. Apenas hay coches ni personas, y las que hay provocan un inquietante eco sólo con el ruido de sus pasos. La conversación de móvil que una mujer mantiene desde el balcón del cuarto piso de un bloque de casas se convierte, en mitad de nada y de nadie, en un tranquilizador escándalo. Las calles, bautizadas con nombres de pintores, están sembradas de bancos relucientes en los que nadie se sienta y de señales de tráfico que obligan a ceder el paso. ¿A quién? El único signo de vida omnipresente son los carteles de Se vende. Cuelgan de cada fachada y no los ha puesto el constructor, sino sus compradores. Un ejército de especuladores de carne y hueso, la feroz competencia.
«Seseña, capital del fiasco inmobiliario». Por Natalia Junquera (El País, 07/04/08)
Los idus de junio
Ya puede ir Rajoy cuidándose de los idus de junio. En «El Confidencial» publican un artículo firmado por Federico Quevedo que apunta de manera inequívoca hacia un congreso del PP muy distinto del esperado: «Rajoy desata las ‘iras’ en el PP: se preparan candidatos alternativos para el congreso de junio».
La reunión de la Junta Directiva Nacional del PP no ha servido para calmar los encrespados ánimos de buena parte de los dirigentes de este partido. (…) Las mayores críticas se centran, por una parte, en el nombramiento de Sáenz de Santamaría, a quien estas fuentes consideran demasiado “inexperta” para el difícil papel de portavoz en el Congreso. (…) Los otros motivos de crítica se refieren, primero, al discurso de Rajoy ante la Junta Directiva, un discurso “frío, distante, desganado”, dicen estas fuentes que echan en falta una mayor ilusión por parte del líder del PP. Y segundo, al hecho de que Rajoy actúe ejerciendo una autoridad que “no se ha ganado con los resultados electorales”.
Las tertulias de la Cope de estos últimos días han sido buena muestra de este ambiente. La frase de un dirigente del PP cercano a Esperanza Aguirre lo dice todo: «Vamos a ver si Rajoy llega a junio». Levantamos acta de estos primeros intentos de derribar al líder Mariano, primer presidente del PP tras el Dedazo.