Las nubes del 2007
La labor propia de forenses que consiste en realizar un resumen del año cuando éste termina ya no está de moda. Quizás porque la autopsia al moribundo año termina convertida en una amalgama de hechos positivos y negativos sin mucho orden ni concierto. Últimamente se llevan más los rankings de lo mejor, de lo peor, de los personajes más influyentes, de las noticias más recordadas. El cambio implica darle la batuta a mentes de consultor que pergeñan una serie de categorías y de escalas para ordenar absolutamente todo lo ocurrido en el año. En cualquier momento, nos soltarán un diagrama de flechas con la dinámica de los acontecimientos de los últimos doce meses y las consecuencias en el estado inicial del año próximo. Siendo un poco menos técnicos, y quizás un poco más prácticos, una herramienta ideal para dibujar lo ocurrido en el año podrían ser las famosas «tag clouds» o nubes de etiquetas. Inspirado por el auge de la web dospuntocero, el resumen del 2007 para este humilde bloguero es el siguiente:
Queda menos elegante que el artículo de fondo estructurado por secciones que suele publicar la prensa, pero nadie me negará que este resumen es eficaz, permite reunir muchas noticias en un solo vistazo y ahorra tiempo al obviar detalles innecesarios de cada acontecimiento del año. Hay varios países, algunos personajes y un puñado de nuevos conceptos que adquieren notable relevancia en este 2007 que se acaba, de modo que la comparación con la nube de etiquetas del próximo año por estas fechas se vuelve realmente interesante. ¿Quién seguirá ascendiendo a nuevas cumbres y quién caerá en el olvido en apenas doce meses? Destaco por último un detalle paradójico de esta «tag cloud» del 2007 que consiste en incluir el 2008 como una etiqueta más. La explicación: este año ha estado muy marcado por las expectativas sobre acontecimientos del 2008, como pueden ser las elecciones previstas en España y en EEUU, que han influido lo suyo en lo sucedido durante este año en el panorama político. Feliz año a todos.
No cuesta nada decir Feliz Navidad
Desear unas felices fiestas es gratis, no tiene costes para el que utiliza esa fórmula de cortesía cuando llegan las últimas semanas del año. Pero entonces, ¿qué valor debe otorgársele a esa frase que se vuelve omnipresente? Decir «Feliz Navidad» no cuesta nada, casi lo mismo que enviar felicitaciones electrónicas vía e-mail o móvil. Hay cosas gratis de incalculable valor, sin las que no podríamos vivir; otras, en cambio, no tienen ningún valor precisamente porque no cuesta nada producirlas. Los buenos deseos son una convención social que cotiza en un mercado de comportamiento cíclico: cada cierto tiempo, la saturación hace caer el valor. Momento que coincide exactamente con ése en el que la felicitación a los seres queridos es igual que la felicitación obligada por la hipocresía social.
Lo explica mejor que yo Mauro Entrialgo en esta viñeta:
Bono y la política transparente
No puedo estar más en desacuerdo con las críticas que ha recibido Zapatero por proponer a Bono como candidato a presidente del Congreso. Me refiero a quienes casi unánimemente han tachado el gesto de prepotente, por designar ya a un candidato a diputado como próximo presidente en caso de ganar las elecciones. No creo que haya interferencia alguna en la división de poderes ni que el PSOE esté repartiendo cargos sin tener en cuenta a los grupos parlamentarios que votarán la presidencia del Congreso. Tales interpretaciones son absurdas porque la misma situación jurídica tiene el puesto de candidato a presidente del Gobierno y nadie pone en duda que lo normal es que conozcamos a los cabezas de cartel de cada partido meses antes de las elecciones. Se da por sentado que, en función de los resultados, serán los diputados recién elegidos los que voten el cargo al que aspira Bono. Pero designarlo candidato antes de las elecciones es más bien un gesto de transparencia que, en principio, ninguna ley impide. Tampoco estaría mal saber qué candidatos tienen los demás partidos, o quienes serán algunos de los ministros si el PSOE o el PP forman el próximo gobierno.
Siguiendo esa idea de hacer más transparente la política, Zapatero bien podía contarnos no sólo que tendrá a Solbes en la vicepresidencia económica o que continuarán Bermejo y Bernat Soria, sino quién ocupará el ministerio de Fomento o qué destino dará al de Vivienda si gana las elecciones. Más transparencia, por favor. Colocar a José Bono en la presidencia del Congreso es interpretable como una apuesta por tranquilizar los ánimos de los votantes de centro: el gesto de recuperar al manchego vale más que todo un programa electoral. Sin embargo, si de mostrar sin ambages las intenciones se trata, al mismo tiempo que se hace la foto con Bono, el candidato a la reelección debería explicar qué reformas constitucionales y del Estado autonómico piensa realizar y en qué se han quedado las que expuso al principio de la legislatura. No estaría mal, por aquello de hacer una política más transparente.
En términos de imagen, que no siempre concuerda con el fondo de las políticas aplicadas, Zapatero ha pasado de presidir un gobierno que impulsaba una segunda era descentralizadora con la reforma de los estatutos a presidir «el Gobierno de España», según reza la publicidad institucional. El puesto de Bono bien podría ser decisivo para la formación de un gobierno que no alcanzara la mayoría absoluta. Pero el gesto de apostar por él desde el principio implica unos puntos de partida muy determinados en cualquier negociación con los demás grupos parlamentarios. En este sentido, un político tan enigmático como Bono, del que se dice que oculta continuamente su ambición de ser presidente del gobierno, sirve para hacer una política transparente en aquello que tantos rumores y misterios alimenta tras las elecciones: el reparto de cargos.