Diario de un aspirante a tertuliano

¿Qué se vota el 27-M?

Publicado en Política por el 24 de mayo, 2007

El domingo millones de españoles están llamados a elegir dos papeletas y a introducirlas en las urnas que decidirán qué gobiernos municipales y autonómicos tendremos los próximos cuatro años. En algunas comunidades, como en la que vivo, solo tocan municipales. La democracia de los ayuntamientos es muy particular, compleja administrativamente hablando y de enorme trascendencia para el ciudadano por la proximidad con que se ejerce el poder. No encontramos en los municipios la frescura de un sistema de control del gobierno como el parlamentario, pero al mismo tiempo no hay político más propicio para la crítica que el alcalde. En definitiva, estas elecciones deberían estar en primera línea de atención de la gente porque no es moco de pavo lo que se decide: el presupuesto que administran los ayuntamientos y la importancia de la política urbanística lo atestiguan.

Pero hete aquí que algunos políticos, bastantes periodistas y la plantilla al completo de estrategas electorales de los partidos nos llevan bombardeando desde hace semanas con mensajes que nos presentan las elecciones como una primera vuelta de las generales. Y, oiga, ¿a mí que me cuentan? La web del Ministerio del Interior dice que tengo que elegir entre varias candidaturas para elegir a los concejales de mi municipio. Que no va a ganar nada especialmente valioso para la carrera electoral que viene ni Zapatero ni Rajoy por los resultados del domingo. ¿No ven la disparidad de tendencias que se observan en los resultados históricos entre un tipo de elecciones y otras y las diferencias, considerables, en los niveles de participación? Todo sea por animar a la gente pulsando el botón del voto visceral. «¡Que si no me votan a mí están votando a la ETA!»

¿Qué interés hay en que los ciudadanos abandonen el comportamiento, lógico por otra parte, de votar en clave local para convertir las municipales en un absurdo plebiscito sobre el gobierno y la oposición? Ya puestos, tendríamos que delimitar a priori qué consideraremos victoria o derrota de los partidos mayoritarios, si nos fijaremos para proclamar vencedor a una fuerza política en el total de votos emitidos, en el número de gobiernos que caen de su lado, en las ganancias y pérdidas de plazas importantes respecto de las elecciones de 2003. O, más bien, no tomaremos ningún criterio y con los resultados en la mano elegiremos la perspectiva más favorable a lo que interesadamente queremos mostrar. Reducida la complejidad de unas elecciones en más de 8.000 localidades diferentes al voto unidireccional anti-fulano y anti-mengano, la vida del analista electoral mejora considerablemente.