Guerras frías
Cuando se habla de que el «choque de civilizaciones» terminará fraguando en una especie de guerra fría, con el terrorismo internacional como principal foco de inestabilidad, entre los países occidentales y los islámicos, no se puede perder de vista la enorme trascendencia del despertar chino como potencia mundial. China terminará compitiendo de igual a igual con EEUU, en un escenario en el que Asia será el centro del mundo. Xulio Ríos pone sobre la mesa un análisis riguroso de las relaciones bilaterales entre estos dos polos:
A EE UU le vendría bien una guerra fría con China. Pero Pekín parece tener claro que su principal arma es la economía y, sin dejar de modernizar su defensa, no caerá en la trampa de competir con Washington sobre capacidades militares, terreno en el que perdería antes de empezar. Reducir algo la ventaja militar le supondría hipotecar su crecimiento. Su apuesta es otra. Por ejemplo, los dos tercios de las reservas chinas (820.000 millones de dólares en 2005) están depositados en dólares, la mitad en bonos del Tesoro estadounidense (247.000 millones de dólares) y cualquier insinuación de diversificación de la cartera produce una enorme intranquilidad en Washington. Aunque China no abandera un proyecto ideológico y político tan abiertamente antagónico como en el caso de la URSS, apuesta por la multipolaridad y define su emergencia como pacífica. Pero también como civilizatoria. O nacionalista, si se prefiere. Pero la única soberanía que EEUU puede admitir es la suya propia y ninguna más. Y ahí los polos pueden repelerse.
«¿Una segunda guerra fría?» (El Correo, 18/4/06)
