Diario de un aspirante a tertuliano

El escándalo de las cartas recaudatorias de ERC, «o me pagas o te despido», dirigidas a trabajadores de la Generalitat ha levantado la consiguiente polvareda. Pero no parece haberse aclarado lo suficiente, pues se trata de un caso que linda el más flagrante delito y supone, en cualquier caso, un polémico sistema de financiación del partido que merece más de una explicación. Juan Francisco Martín Seco: «En tiempos ya lejanos, el PSOE pretendió que sus altos cargos contribuyesen al partido con un porcentaje de su sueldo, pero tal intento no debió de tener mucho éxito y, desde luego, iba dirigido exclusivamente a sus militantes y siempre que éstos ocupasen puestos políticos. Lo inédito en el caso de ERC y de la Generalitat es que el requerimiento se dirige también a los no militantes y a técnicos, administrativos y hasta telefonistas. Las explicaciones dadas por Vendrell de que todos están en sus puestos por tener la confianza del partido tan sólo contribuyen a agravar la situación, porque manifiestan bien a las claras que el empleo público se ha concedido por fidelidades políticas y no por mérito y capacidad, tal como debería ocurrir aun tratándose de interinos o contratados.» «Simonía política».

Hasta hace poco tiempo, eran publicaciones denostadas por los editores de los periódicos tradicionales. Ahora los gratuitos tienen algo que atraen incluso a Polanco, que quiere entrar en el accionariado de uno de ellos. El periódico 20 Minutos es el diario más leído de España. La empresa editora del más vendido, el Marca, ha puesto en marcha con éxito un modelo de «prensa popular» que se asemeja al de otros países. No debe de ser un sector muy despreocupado por la calidad cuando todos los días tienen la atención de millones de lectores y surgen proyectos que van a por la competencia directa con los diarios de pago.

Los terroristas de ETA han declarado un «alto el fuego permanente», en un día sin lugar a dudas histórico en la medida en que se consolide el comunicado difundido hoy como el principio del fin tras 30 años de democracia teñida de sangre. Es un éxito sin paliativos de la lucha policial y de la Justicia contra ETA y, al mismo tiempo, un éxito del electoralismo. Sí, ese fenómeno denostado en democracia llamado electoralismo, que tiene cosas buenas como es ser capaz de convencer a una banda de asesinos de que la única forma viable de perseguir objetivos políticos es presentándose a unas elecciones. Convencido hasta el sector más inepto de la llamada «izquierda abertzale» de que solo sin violencia van a conseguir más votos, el fin de ETA es cosa hecha. Los partidos democráticos tienen ahora ante sí una oportunidad irrepetible para que esta «tregua» sea la definitiva. El escenario es el esperado, aunque únicamente quienes se han opuesto a la decidida voluntad del gobierno de abrir un «proceso de paz» están con el pie cambiado. El PP debería sumar en un amplio consenso que sirva de apoyo a las decisiones que tome el gobierno, si no quiere que permanezca la impresión de que su crítica frontal persigue objetivamente el fracaso de Zapatero, que en este caso iría ligado a la vuelta de ETA a las andadas. Si bien el mensaje lanzado hoy como respuesta al comunicado ha sido correcto, basado en dos palabras, «esperanza» y «cautela», no está de más recordar que nos jugamos mucho en esto y que con las cosas de comer no se juega. O lo que es lo mismo: los partidos deben ser responsables y no moverse por intereses electorales inmediatos que pueden frustrar la posibilidad de derrota definitiva del terrorismo.

La política italiana se ha sacado de la manga una expresión tan pintoresca como «deriva zapaterista» para etiquetar las iniciativas marcadamente progresistas de la oposición a Berlusconi. Se trata de un espantajo que la derecha agita contra la izquierda, lo que demuestra un elevado nivel de popularidad de ZP en la Italia mediática, donde tiene hasta imitadores. Basta decir «deriva zapaterista» para que el político señalado por los dedos acusadores de los palmeros de Berlusconi sea tachado de radical peligroso. En España, un personaje como Polanco sirve para los mismos propósitos pero con la ventaja de la permanencia en el tiempo, pues el enemigo polanquista sigue siendo el mismo en la etapa del felipolanquismo que en la del zapapolanquismo. Así, esos grandes servidores que todos conocemos del único periodismo independiente realmente posible, asumen la tarea de diagnosticar el estado de salud de la prensa que no es de Polanco pero podría serlo algún día. En su toma de temperatura a la línea editorial de cada periódico han percibido una extraña fiebre en el diario por excelencia de la derecha, el ABC. Y, tras rigurosos análisis, detectan unos elevados niveles de polanquina que les han hecho gritar «¡Deriva polanquista, deriva polanquista!». Está demostrado: si hasta han tenido el desparpajo de meterse con la Cope, es porque definitivamente se han pasado al enemigo, abandonando la trinchera en la que resiste la gente de orden que aún queda en este país cuna de la «deriva zapaterista».

La prensa tiene por consigna no publicar informaciones que pudieran molestar a uno de los principales anunciantes del país. Los grandes almacenes de más éxito ejercen una discreta presión para acallar cualquier crítica. El resultado: es francamente difícil encontrar artículos en los periódicos que reflejen aspectos negativos de El Corte Inglés. Pero la reciente aparición del diario El Economista ha supuesto un cambio, quizás influido por la inconsciencia del novato, que se percibe en la portada del pasado miércoles. Titular de portada: «El Corte Inglés discrimina a las mujeres». Como dice su director, Carlos Salas, en las páginas de opinión de hoy, en los kioskos uno puede encontrar toda clase de noticias sobre las principales empresas del país, pero no de los grandes almacenes que han popularizado la marca del triángulo verde. ¿Por qué había de mantenerse esa anomalía? Reproduzco a continuación el artículo publicado en el citado diario económico por su indudable interés.

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