Diario de un aspirante a tertuliano

El telediario de Lorenzo Milá

Publicado en Uncategorized por el 29 de abril, 2004

Uno de los cambios más esperados cuando cambia el Gobierno es el que se produce en RTVE. El ente público es casi un ministerio más: por el volumen de recursos que maneja -de deuda, mejor dicho- merecería un lugar preferente en el organigrama de la administración. Pero su vocación es la de organismo independiente. Vocación frustrada porque nunca lo ha sido: los comisarios del partido político de turno siempre se han ocupado de poner orden en la radio y en la tele gubernamentales. Como tras la etapa Urdaci a peor no se puede ir, los nuevos responsables de RTVE están prometiendo con grandilocuentes palabras que el respeto por el pluralismo estará a partir de ahora por encima de todo. El cambio en el modelo de radiotelevisión estatal que le ha encargado Zapatero al ‘comité de sabios’, a buen seguro con la BBC como referente, tendrá que esperar unos meses. Lo que significa que el equipo de Carmen Caffarel en RTVE, durante esta frase provisional, intentará realizar un trabajo ejemplar para mostrar un nuevo estilo en el que la manipulación no tenga cabida y así ganarse el cargo por méritos propios.

Si lo consigue, saldremos ganando todos: mantener en antena esos nueve o diez meses unos informativos plurales generaría en el público una exigencia aún mayor de calidad. Una vez se han hecho bien las cosas un tiempo, se entra en «un camino sin retorno», como ha dicho Caffarel, que hace algo difícil volver a la manipulación rampante. La nueva directora del ente tiene el perfil adecuado para esa tarea. Pero, eso sí, que no se confíe: vamos a seguir con lupa los movimientos que se produzcan en RTVE y de qué forma avanzan hacia un modelo distinto de radiotelevisión pública.

Por el momento, la reordenación de los informativos no parece que deba ser objeto de severa crítica. Qué mejor que colocar a alguien de la casa al frente. La semana pasada se postuló a Lorenzo Milá como director de informativos de TVE, aunque con un procedimiento un tanto lamentable, pues parecía que era el propio Gobierno el que no había perdido ni un minuto en llamar a ofrecerle el puesto al interesado. Finalmente, tras declinar la oferta, ha sido Fran Llorente, editor de La 2 Noticias y sucesor de Milá en la presentación de ese programa, el elegido por la nueva dirección para hacerse cargo de la parte de la programación de la televisión pública que más gente ve con un interés que supera lo informativo: tratar de adivinar la intención del Gobierno tras la presentación de cada noticia. Tanto Milá como Llorente son periodistas de probada independencia; esperemos que la designación mediante el dedo de los nuevos mandamases no implique una nueva sumisión, aun indirecta, por aquello de no querer molestar a quien se acuerda de ti para tan importante puesto.

Y si Llorente aceptó la nueva responsabilidad, a Lorenzo Milá le han encargado la dirección del telediario de la noche en TVE. El ‘desembarco’ de los chicos de La 2 en el informativo estrella del prime time, lo han calificado algunos. La 2 Noticias ha recibido múltiples premios y, como le ocurre a los documentales, es objeto de más alabanzas que espectadores tiene. Con todo, lo más curioso es la prevención que se ha manifestado hacia cómo serán los informativos de la nueva RTVE. ¿Realizarán un calco de los que hasta ahora hacían en la segunda cadena? ¿Presentará Milá sin corbata? El telediario de Milá podría empezar cada día con una noticia sobre las focas del Ártico, el apareamiento del oso panda o alguna feria de ‘gadgets’ tipo SIMO, que son noticias habituales en La 2.

Lorenzo Milá hará posiblemente una especie de telediario de autor. Pero no sabemos -pronto lo veremos- qué tipo de informativo llevará adelante. Hay quien dice que lo de La 2 parece un programa de entretenimiento pero no un informativo. Temen que si el telediario se vuelve descafeinado la intención de la nueva dirección sea realizar una cobertura de la política doméstica de ‘baja intensidad’, que es lo que siempre conviene al poder. Se entiende que algunos se lleven las manos a la cabeza por este cambio. Sin embargo, no hay indicios en ese sentido. El telediario tendrá que tener una sección sobre política pura y dura, como parece lógico. Pero si los cambios afectan al resto de noticias, algo bueno pasará.

Es bastante probable que las noticias de medio ambiente, las científicas, las que tratan sobre tecnología tengan más peso si se sigue el esquema de La 2. Como debe ser. Ya va siendo hora de que un telediario toque todos los palos y abarque ámbitos que son considerados ‘menores’. Otra tema es si serán noticias tratadas adecuadamente, pero dejémoslo pasar: son temas que merecen más espacio. Las noticias de internacional, y en especial las de la UE, también son bien cubiertas en el ahora informativo de La 2. Por otro lado, en los nuevos telediarios habrían de preocuparse por evitar unas noticias culturales mercantilizadas: las noticia-anuncio. Y sobre la sección de economía, todas las televisiones en general deberían esforzarse por no seguir la patética senda actual: nunca van más allá de las tópicas informaciones sobre el IPC, la bolsa que cae y el par de empresas que se fusiona.

Hay periodistas que ya han criticado el estilo de Llorente y Milá, antes de que empiecen a trabajar. Seguro que temen que cambien la vieja estructura del telediario por una que, además de seguir la actualidad, por supuesto, incorpore noticias que interesen a los espectadores y que no sean la clásica crónica de sucesos de la sección de sociedad. Algún tertuliano se ha burlado de que Milá saque en su informativo a las foquitas deslizándose por el hielo, defendiendo el rancio esquema periodístico al que nos tienen acostumbrados: hay quien no podría sobrevivir sin el tanta veces intrascendente relato de la vida política, con una interminable retahíla de políticos haciendo declaraciones. Más de un tertuliano no sabría de qué hablar si el panorama cambiara y se dejara de darle tanta importancia a la ridícula politiquería de la villa y corte. La política, tomada en serio, ha de tener su justo espacio. El resto, también.

Cachondeo padre

Publicado en Uncategorized por el 27 de abril, 2004

Fuego amigo. Amanece el lunes con una ‘tercera’ de ABC de las que hacen historia. Escribe el ex presidente en la prensa. Por primera vez desde que no es presidente o candidato a serlo: volvemos a un tiempo y un lugar; últimos años de los 70 y La Rioja. Qué artículos aquellos. El de ahora tiene un tono que nos suena familiar. Un artículo paternalista, el de Aznar en la prensa amiga, que nos recuerda a los del abuelo cebolleta: Felipe González y sus dobles páginas en El País. «Estamos avergonzados…», dice, y se refiere a la retirada de las tropas de Irak, no al apoyo servil a la guerra ilegal. Con estas ayuditas, a ver qué cesto teje Mariano en la oposición.

Eslóganes. Y mientras el primer caído de la foto de las Azores hace alta política con artículos ‘marca FAES’, explicando al mundo lo que hace un gobierno de España secuestrado por los terroristas, los demás hacen lo que pueden. No sabemos si Rajoy también podrá ver un bigote a su lado cuando lo necesite. Por el momento, trata de contrarrestar el Nuevo Talante diciendo que la política de la sonrisa puede terminar en el ‘cachondeo padre’. Gran aportación a la ciencia política. Del eslogan al hecho hay un trecho: Rajoy no debe menospreciar el cambio en las formas. La gente prefiere la sonrisa a los modos del ‘gran crispador’. Ojalá Mariano no se deje guiar por los cantos de sirena: los ‘hardcore’ piden más caña a cambio de no llamarle ‘mari complejines’.

La entrevista. El director de periódico metido a hombre de Estado. Un paseo para allá, un paseo para acá, por los jardines de La Moncloa: Pedro Jota oficiando el relevo en las altas instancias. Dos formas de verlo. Una, la de un profesional del árbol que más cobija. Francisco Umbral en El Mundo: Pedro J., maestro de la entrevista; el periódico, testigo ante la sociedad; ZP, ingenuo político al que ya le enseñaremos lo que es el mundo. Umbral: la nadería con complejos de superioridad. Otra visión, la de quien no tiene ganas de callárselo. Antonio Casado en El Confidencial: el narcisismo de Pedro Jota, «lo que cambia, lo que permanece». Un periodismo narcisista: acierta Casado en la definición.

En el Congreso. Interesante será ver en qué términos se desarrolla el debate parlamentario sobre la vuelta de las tropas a casa. ¿Saldrá a relucir el ‘honor perdido’ del Ejército por la ‘huída’ de Irak? ¿Será llamado irresponsable Zapatero por decidir lo que ya todos preveían? Rajoy está condicionado por el paso que le marca Aznar, que actúa como lastre de un partido que no recuperará el tono de una oposición seria hasta que reconozca el porqué de su derrota. Aunque reconocerlo es manchar la imagen del presidente que ahora escribe en ABC y el Wall Street Journal. El 67 por ciento, según la última encuesta, aprueba la decisión. ¿Alejará Rajoy al PP de esa mayoría de españoles que no comparte la obsesión belicista del anterior gobierno?

Tomando medidas

Publicado en Uncategorized por el 25 de abril, 2004

Siento no estar al tanto de todo cuanto acontece en el apasionante panorama político valenciano. Hay detalles que se me escapan. Porque ¿qué vínculo existe entre el ex presidente Aznar y Jesús Mariñas, entre Tómbola y Georgetown? Nadie me puede negar que, al menos, comparten una misma obsesión por las medidas. Recuerden aquel mitin: «Si alguien tiene un metro por ahí, se lo prestáis, y si me quiere medir a ver cómo ando de medidas…». Y ahora, en otro ámbito de similar nivel intelectual, se nos presentan dos colaboradores de Tómbola con la misma inquietud filosófica por el concepto de tamaño… midiendo el pene de uno de los invitados en directo. Son muchos años de gloriosos momentos televisivos los que tiene a sus espaldas el citado programa, pero nunca creímos que se decidiera a hacer este guiño hacia el hombre que alumbró la política testosterónica, en la que Bono apenas es un aprendiz. El modelo de tertulia ‘tombolera’ está amenazado por el Nuevo Talante ZP. Comprendemos, por tanto, que Mariñas recurra como tabla de salvación a un clásico de la talla de Aznar para una ocurrencia semejante: «vamos a tomar las medidas…».

El problema viene cuando el pene entra de lleno (con perdón) en la refriega política. ¿Cabe utilizar los contenidos de un programa para poner en difícil situación a un gobierno? Por lo visto, en la Generalitat valenciana se han dado cuenta de golpe de que Canal 9 es cosa suya, y han considerado el espectáculo de Tómbola «muy lamentable», en un gesto de claro desafecto hacia la doctrina aznarista del tamaño. Camps, que preside el Gobierno autonómico, y Zaplana, que lleva muy mal haberlo dejado, andan a la gresca en una batalla interna del PP valenciano que no se sabe bien cómo acabará. Al parecer, el portavoz Zaplana aprovecha desde Madrid su larga mano en la televisión autonómica para labrar su imagen de hombre de partido a costa de la de Camps. Hay quien dice que se conforma con salir más en la tele pública que cualquier otro político, pero lo que tememos es que a Zaplana le dé por organizar una competición de medidas en su programa preferido para dilucidar quién tiene lo que hay que tener para presidir el partido. El PP valenciano está metido en un lío de mil pares, dicho con lenguaje apropiado para la ocasión. Y, por curiosidad, Aznar ¿qué piensa de todo esto?

Al híper no se va los domingos

Publicado en Uncategorized por el 21 de abril, 2004

Es una cuestión controvertida, qué duda cabe. ¿Han de estar restringidos los horarios comerciales? Es posible que la respuesta más adecuada sea que depende. Pero hay que reconocer que, ciertamente, las posiciones que han venido enfrentándose desde hace algunos años no son muy matizadas. Más bien, son posiciones que defienden una regulación determinada o ninguna regulación según los intereses que se primen. Los consumidores abogarían por la absoluta libertad de horarios; los sindicatos defenderían unas condiciones dignas para los trabajadores del sector comercial; los hipermercados exigen una total liberalización; mientras que el pequeño comercio se quiere resguardar de la competencia de éstos con la protección que les proporciona la actual regulación sobre apertura en domingos y festivos. ¿Es posible hacer converger sus propuestas en una regulación que dé lugar al interés general que busca el Estado? Quizá sea difícil encontrar una vía que contente a todos. En tal caso, lo más fácil sería acudir a soluciones extremas, apelando a una cuestión de principio: prohibir que se abra en domingo, y así se les hace la puñeta a los grandes comercios; o apertura total en nombre de la libertad económica, y que cada uno se apañe como pueda.

Con la aplicación de la ley en manos de las Comunidades Autónomas y un nuevo Gobierno socialista que no tiene una posición muy clara sobre los horarios comerciales, se prevé un pulso político de importantes proporciones en próximas fechas. Los hipermercados quieren que la prevista liberalización absoluta en enero de 2005 sea efectiva. Aunque actualmente la restricción de la apertura de los comercios a un número determinado de domingos al año parece satisfacer a bastantes sectores. El ministro de Industria, Turismo y Comercio, encargado de gestionar la situación, es José Montilla. Socialista del PSC, que defiende la regulación frente a otros responsables del Gobierno que apostaron por la liberalización. Si el apoyo parlamentario de CiU y ERC pesa sobre las decisiones que adopte el PSOE, es probable que la restricción se mantenga en consonancia con lo que estos dos partidos manifestaron en la investidura. La protección de una determinada estructura comercial que no favorezca la desaparición de los pequeños establecimientos urbanos es una razón importante que inspira la negativa a una apertura descontrolada que, además, afecta sobre los usos del tiempo de ocio y la planificación de la vida familiar.

Mientras se decide si queremos una mayor preponderancia de las grandes superficies, que son las beneficiadas por la apertura todo el año, o si es preferible conservar la costumbre de no ir a pasar el domingo al híper, una de las empresas importantes del sector mueve ficha. Para sorpresa de muchos, Mercadona renuncia a abrir los domingos. El argumento que explica la decisión: quieren mejorar la calidad de vida de sus empleados. Es bastante notorio que el crecimiento de estos supermercados se hace a fuerza de ganarse la confianza de nuevos clientes allá donde abren; quizás no sea ajena a este exitoso fenómeno de expansión la política de la empresa que trata de tener a sus trabajadores satisfechos. Su modelo laboral se basa en: empleo fijo, buena remuneración, trabajar cerca de casa. Y ahora, descansar los domingos. No son tontos los de Mercadona, pues en ciertas actividades crear un buen clima de trabajo es vital. Y además se están creando una buena imagen a partir de noticias como esta. ¡Hasta yo les estoy haciendo publicidad sin querer! El ejemplo vale para demostrar que las compras se pueden distribuir de lunes a sábado de forma que benefician al cliente y también a la empresa, que se ahorra los costes de un día más de apertura.

La liberalización de horarios comerciales no es desdeñable: el interés del consumidor es prioritario en una economía de mercado. Sin embargo, el ambiente político actual no parece muy propicio para que se cambie por las bravas la actual regulación. Las comunidades decidirán, posiblemente, teniendo en cuenta las características de su territorio. La saturación de grandes superficies en algunos lugares será relevante en el pulso que echarán los pequeños comercios que aún resisten. Mantener una estructura comercial equilibrada debería ser un objetivo del gobierno. El hábito de no acudir como locos los domingos a ese espectáculo del consumismo consistente en empujar un carrito sería beneficioso de mantener y alimentaría a otras actividades de ocio. La restricción a sólo 8 ó 12 festivos abiertos al año, si los criterios que parece defender Montilla se imponen, es probable que siga operando como principio de la regulación comercial del Gobierno.

Crónica de una decisión anunciada

Publicado en Uncategorized por el 19 de abril, 2004

El título de este comentario es demasiado tópico, pero es el más apropiado para analizar las circunstancias en que se ha tomado la decisión más relevante -también la primera- del recién constituido gobierno de Rodríguez Zapatero. Ordenar la retirada inmediata de las tropas españolas de Irak es más que una decisión: es una suerte de compromiso de cumplimiento automático. La credibilidad del gobierno -y de su presidente en particular- quedaba en suspenso hasta que la promesa se convirtiera en acción, puesto que además es la retirada, y no ningún otro posible gesto, la que marcaba el cambio respecto de la política exterior del anterior gobierno -el que envió las tropas sin el apoyo de la opinión pública- demandado por los electores que votaron la candidatura de Zapatero. El único plazo que se concedía: hasta el 30 de junio. La única condición que variaba el contexto en que se tomaría la decisión: que la ONU asumiera el control total de Irak, en cuyo caso las tropas españolas quedarían integradas -junto a la de países que también se opusieron a la guerra- en una misión multilateral de estabilización del país.

El plazo del 30 de junio señalaba un límite máximo. Ahora sabemos, y el gobierno español sabe desde que pudo ponerse en contacto con la diplomacia de los países participantes de la ocupación, principalmente EEUU, que es prácticamente imposible que antes de esa fecha se apruebe una resolución en la ONU que cumpla con las exigencias de Zapatero. Por tanto, cualquier demora en el momento de ordenar la retirada es inútil. Al parecer, incluso la administración estadounidense pidió al gobierno que si iba a llevarse a los soldados de vuelta lo hiciera pronto. Y es evidente que a Zapatero no le convenía navegar por mucho tiempo en un mar de indecisión en el que existiera incertidumbre acerca de cuál sería finalmente la posición del nuevo gobierno en relación con Irak. Por otra parte, mandar al ministro de Defensa que realice el repliegue de las tropas debía ser inmediato para que, de forma efectiva, la operación se realice en el menor tiempo posible, aunque aún no se sepa cuántas semanas tardarán en regresar. Y debía ser una orden inmediata por razones de seguridad. Habría sido insostenible que se produjeran presiones de todo tipo, incluyendo las terroristas, para condicionar la decisión o para enmarcarla en un contexto difícil. ¿Qué habría ocurrido si, a la espera de que Zapatero ordenara la retirada, se produjera un secuestro que mostrara la posición española como una cesión al chantaje del terrorismo?

La decisión fue el domingo por la tarde, de forma precipitada. Pero la precipitación no significa que la decisión se tomara a la ligera ni se comunicara improvisadamente. Hay fundadas razones para que el mandato del gobierno se ejecutara en los primeros momentos tras su constitución. Debía haber esperado al Consejo de Ministros del lunes; posiblemente se adelantó para evitar filtraciones, muy perjudiciales para una decisión de esta naturaleza. La decisión tenía que ser firme, lo que implica además que únicamente cuando el presidente ha tomado las riendas del Ejecutivo podía ser anunciada: en la investidura en el Congreso insinuó lo que iba a decidir, pero necesariamente no podía avanzar nada. Por otro lado, a nadie se le escapa que, a diferencia de un envío de tropas, el repliegue militar no puede ser decidido tras un debate parlamentario. El apoyo en el Congreso es mayoritario, por supuesto, pero la decisión ejecutiva no puede quedar incierta mientras existe un diálogo entre fuerzas políticas y el gobierno -que es quien ha de asumir finalmente la responsabilidad- tiene la firme determinación de ir en una dirección de forma ineludible: sacar las tropas de un conflicto generado por la intervención ilegal del gobierno de Bush en colaboración con los otros dos integrantes del trío de las Azores.

Siendo tan meridianamente claras las circunstancias de esta decisión más que anunciada, resulta extraño que por el aburrimiento de las labores de oposición hayan salido a relucir tantas objeciones absurdas a lo acordado por el presidente del gobierno. No habrá posiblemente actuación de Zapatero que reciba más apoyo de los ciudadanos. Únicamente el nerviosismo del principal partido de la oposición por que la decisión fuera incluso votada en el Congreso -lo que mostraría a la luz pública el insostenible empecinamiento belicista heredado de la era Aznar– explica que el acierto de Zapatero al «cumplir con la palabra dada» sea recibido por algunos con destemplado humor y extemporáneas llamadas al diálogo. ¿Es que ya no nos acordamos de quién rompió el consenso en política exterior con aquella foto en las conocidas islas del Atlántico?