Marbella (y 3): Quítate tú pa ponerme yo
Finalmente, la moción de censura ha salido adelante. Aunque quizá de un modo excesivamente sobrio, a pesar del autobús que ha llevado al Ayuntamiento al nuevo equipo de gobierno, los numerosísimos periodistas acreditados y la expectación popular a las puertas del edificio. La Reconquista de Marbella para la causa del gilismo se merecía un punto épico que fuera más allá del anuncio de que se entraba en una ‘nueva era’ para la ciudad. El inhabilitado Gil haciendo acto de presencia en la plaza aneja al Consistorio, por ejemplo, subiéndose a una silla para hablarle al Pueblo y dándose un baño de masas. Lo jodido para Don Jesús es que la nómina de palmeros y estómagos agradecidos está ahora con el novio de la Pantoja. Es extraño esto del gilismo en la era post Gil; ni siquiera reconforta pensar lo que vinimos comentando desde el primer día: que, por fin, el GIL como partido-mafia estaba acabado.
Ahora tras la moción el panorama es distinto: habría que reconocer, como ellos mismos dicen, que el gobierno es plural. Plural pero con la nueva alcaldesa, Marisol Yagüe, rindiendo lealtad al Padrino en la sombra. Y con el apoyo -en pro de la gobernabilidad, alegan- de tránsfugas como Isabel García Marcos, que ha querido cobrarse el trabajo de oposición a Gil durante tantos años tocando el sillón del poder, y Carlos Fernández. El PSOE ha expulsado a los concejales socialistas que han apoyado la moción, pero aún deberá decidir en serio qué piensa defender para el futuro de Marbella. El Partido Andalucista ha hecho lo propio abriendo expediente a sus ediles, aunque no hace otra cosa que reclamar un acuerdo entre todos los partidos democráticos para dar salida a este embrollo.
En el PA marbellí, Fernández está representando el papel del hombre honesto que abandonó el GIL, se convirtió en azote de su anterior protector y ahora ha visto la oportunidad de darle la puntilla a la bestia. Pero lo ha hecho pactando con los nuevos terminales de Gil en el Ayuntamiento: toda la buena intención que parece tener esta jugada se puede ver truncada por la oscura trastienda del tripartito de marras. Por su parte, el PP se ha quedado quieto a verlas venir; sin embargo, en interés de todos ya debería estar proponiendo una política de consenso con el PSOE para afrontar la transición hacia un gobierno decente en Marbella, o la disolución del Ayuntamiento si el espectáculo antidemocrático que se está viviendo en la ciudad así lo requiere.
El anterior gerente de Urbanismo de Gil, Juan Antonio Roca, es el muñidor del pacto que nos ha llevado a este golpe de efecto que deja a Julián Muñoz fuera de la alcaldía. Venganza personal de Gil tras la destitución de Roca, y al mismo tiempo rendición ante una imprescindible coordinación con las autoridades autonómicas. La Junta de Andalucía no ha dejado pasar ninguno de los tres planes de urbanismo que el Ayuntamiento gilista ha venido presentando. La construcción en la más absoluta ilegalidad y los continuos atropellos urbanísticos han sido el día a día de Marbella mientras Roca estuvo de mano derecha de Gil. Ahora se pretende volver a la racionalidad sometiendo las decisiones municipales al acuerdo con la Junta en materia de urbanismo. Con Muñoz ya se intentaba esa vía, y cualquiera que sea la composición de la corporación municipal, será lo más razonable.
Porque Marbella no puede seguir creciendo en cemento sin equipamientos, sin zonas verdes. La mayoría de los edificios nuevos son ilegales. Un primer paso para recuperar la autoridad del Estado en ese coto sin ley, en el paraíso diseñado por Gil desde su despacho privado, es hacer cumplir las sentencias que deniegan cientos de licencias urbanísticas. Dinamita para todos, para que con el derribo del resultado de tantos negocios sucios no queden dudas acerca de cuál es la defensa del interés general. Posteriormente, no se puede dejar que con la caída del gilismo se pase página sin sacar a la luz cualquier indicio de delito. El Ayuntamiento se merece una regeneración en la gestión y en las formas, aunque no parece que sobren las personas apropiadas para asumir esa tarea sin la tentación de continuar navegando sobre las olas de corrupción rampante que se atisban a leguas.
Por el momento, habrá que esperar a ver qué ocurre con los nuevos / viejos ocupantes del poder en la ciudad de la Costa del Sol que más da que hablar en la prensa rosa. No rosa, sino amarillo, ha sido el turbulento derrumbamiento del partido que ganó las elecciones el 25 de mayo, convertido ahora en dos bandas rivales con Julián Muñoz y Jesús Gil disputándose el sillón de la alcaldía. Y no desde luego de color de rosa, sino negro es el panorama que espera aún a Marbella si no da con líderes que puedan separar definitivamente la política de lo tipificado en el Código Penal. Cuando los mafiosos estén fuera del Ayuntamiento, por fin se podrá decir que se ha dado carpetazo a este culebrón siniestro que se apoderó, hace demasiado tiempo, de la política marbellí.
La tele se derrite
En verano la caja tonta se vuelve una caja derretida por el calor. Si el resto de la temporada nos quejamos de la bazofia televisiva que se nos cuela por la pantalla amiga, en los meses de estío la relajación de los mínimos de calidad llega a límites insospechados. El espectador, incomprendido por esos congéneres llamados programadores, termina derritiéndose frente a la tele antes de que los tubos catódicos ejerzan su poder narcotizante. Ni para dormir sirve en una noche de insomnio: mejor apagar el televisor, con sus calurosas irradiaciones, y abrir la ventana al ‘fresco’ (casi nunca lo es) bochorno de una noche de agosto.
Las altas temperaturas sólo invitan a encender esa caja, derretida como si la hubiera pintado Dalí, para conocer por el telediario los padecimientos paralelos del europeo acalorado. Porque por lo demás, la programación de TV veraniega está simbolizada por ese engendro llamado Grand Prix: sí, ya saben, la ginkana con vaquilla que presenta Ramón García desde tiempos inmemoriales, en un curioso intento de hacer todos los años exactamente el mismo programa, perpetuándolo cual tradición rancia del régimen anterior. El concurso es similar a esa competición que veíamos hace unos años cada verano, ‘Juegos sin fronteras’, con equipos de diversos países y un atractivo tono europeísta. El ‘Grand Prix’ es parecido pero en cateto y pueblerino.
Ahora los europeos en lo que competimos es en ver quién bate más records de calor. Y para ello la tele ejerce el papel de juez y testigo ocular de la desesperación que se vive en todo el continente por las elevadas temperaturas, con imágenes de cienes y cienes de personas sudando por la calle y bañándose en las fuentes públicas -con lo poco higiénico que debe de ser eso. Ante tanta desdicha, el papa Wojtyla ha pedido a los fieles que recen pidiendo la lluvia, como si esos remedios vaticanos hubieran dado resultados alguna vez. Con seguridad, el Sumo habrá hecho esa declaración desde su residencia de verano, debidamente acondicionada. La noticia del calor le habrá llegado viendo la TV, al igual que la idea de decir algo en estos momentos para ganarse unos segundos de cuota de pantalla en los informativos.
Cada vez que repaso las parrillas televisivas llego a la misma conclusión: ¿por qué no cierran la tele en verano, como en el año 1957 -creo- cuando los trabajadores se fueron de vacaciones y dejaron puesta la carta de ajuste? La mayor parte de lo emitido se compone de reposiciones, cine adquirido como saldo en los contratos con las distribuidoras y versiones estivales de los mismos programas de siempre… esto es, todo aún más malo e insoportable que de costumbre.
La única razón por la que me coloco frente al televisor en estos días es la emisión de los nuevos capítulos de Ally McBeal -surrealismo ‘made in USA’ que me parece infinitamente más refrescante que un solo segundo de esas odiosas galas veraniegas. En agosto, como el resto del año, los espectadores que no entramos en el target estético que manejan las principales cadenas lo tenemos crudo, aunque algo siempre se puede pescar. Afortunadamente.
La cremita, la medusa y las tapitas
Me da la impresión de que el ‘efecto cupón’ ha sido el causante de que no tengamos este año una típica y tópica canción del verano indiscutible. La desmitificación del género perpetrada por estos anuncios omnipresentes -que han ocupado el hueco tradicional de la melodía veraniega- ha sido demasiado potente: ninguna otra pieza se ha alzado como sintonía oficial de la canícula. Por ahí sólo se oye cantar a los brillantes intérpretes amateur de las tapitas, la medusa y la cremita.
Los spots son muy ingeniosos, como la mayoría de los que encarga la ONCE, lo cual permite a la venta del cupón una notoriedad publicitaria espectacular. El gasto de los ciegos en propaganda en todos los medios de comunicación debe de ser tan alto que, a pesar de los escándalos habidos, en la prensa se mantiene una aceptable imagen de la organización. Una ONCE cuyos esfuerzos se centran en rentabilizar los ingresos del cupón diario, aunque ello signifique alimentar luchas de poder internas poco edificantes.
No se tiene mucha información fiable, pero los rumores han venido apuntando a numerosas irregularidades en la gestión que han debido ser investigadas, además de la implicación inexplicable de la ONCE como inversor en el caso Gescartera, que tanto revuelo causó en 2001. La misma venta del cupón se ha visto salpicada por el escándalo -presunta emisión de más series de las vendidas y sorteos en los que a nadie toca el primer premio- sin que el comprador habitual se haya quejado más que por el continuo aumento del precio y otros cuestiones menores.
Ahora, con el sorteo especial del 16 de agosto, la ONCE va a obtener ingresos extraordinarios. La financiación de sus actividades benéficas se verá favorecida, aunque el cupón -si es que toca- tendrá que pagar a un único afortunado 14 millones de euros. El sorteo es un negocio… con una buena causa detrás. Pero viendo cómo se alimenta la espiral del juego de azar no se explica bien qué se obtiene poniendo en el anzuelo cantidades tan brutalmente elevadas (y casi ‘indecentes’, a ojos de muchos).
Lo que hace o deja de hacer la ONCE suscita diferentes opiniones. Recientemente tenemos también el caso del equipo ciclista que deja de esponsorizar. Sin embargo, lo cierto es que esta vez han dado en la diana de la canción del verano. Y mientras tengan los ciegos unas finanzas tan bien engrasadas por el cupón, continuarán inundando los medios con esos anuncios que tan buena acogida tienen. Para venderse, saben bien que lo mejor es contar ante todo con una buena imagen.
Marbella (2): Godzilla contra Cachulín
Jesús Gil se ha caracterizado durante sus años de alcalde de Marbella por las feroces defensas que hacía, ante las cámaras del primer programa de TV que lo invitaba, de su misión en la conocida ciudad de la Costa del Sol. El principal argumento que avalaba una eventual canonización del líder de masas marbellí era que su llegada al Ayuntamiento poco menos que levantó al enclave turístico de una inexorable decadencia. Ante la réplica de cualquier persona decente, a saber, que su actuación municipal había supuesto el saqueo integral de las arcas de la administración local, Gil completaba sus shows con la más patética retahíla de insultos hacia sus adversarios políticos.
Esa era la imagen viva de Gil en la tele, la del Godzilla (o GodGilla, como se ha escrito estos días) implacable que con sus zarpas amedrentaba a quien osase llevarle la contraria. Lo más llamativo de este último capítulo del GIL en Marbella es que la furia desatada ante el público ávido de excesos verbales ha ido dirigida hacia un viejo compañero de correrías. Julián Muñoz está atrapado en el papel de Traidor Máximo para el gilismo; ni siquiera ese ridículo apelativo de Cachulín le salva de aparecer ante todos como el perfecto caradura que se quiere ver liberado de la antigua disciplina mafiosa de Gil a pesar de tener ante sí la doble desgracia de ser ambas cosas: traidor y cómplice del más ignominioso periodo de la política marbellí.
En el programa Salsa Rosa, a falta de debates serios sobre política en cualquier televisión pública o privada de este puñetero país, se desarrolló un enfrentamiento de notable mérito periodístico para quienes lo lograron exponer a la mirada de numerosos espectadores esa noche (tuvo un share muy elevado). El espectáculo fue grotesco, pero ha significado la colocación de casi todas las cartas boca arriba en este sucio juego. La ruptura del partido de Gil ha llegado en el momento en el que entran en colisión los intereses de los cabecillas que figuraban al frente de la red de corrupción urbanística más ‘ostentórea’ de la Costa del Sol. El cruce de acusaciones de Muñoz y Gil en el programa del sábado fue brutal, incluyendo una descalificación personal tan visceral que sorprende (o quizás no tanto) en individuos que han sido socios hasta antier mismo.
El actual alcalde recibió tal repaso por parte de la lengua viperina de Gil que se quedó corta la lista de insultos que le ha venido propinando su mujer Mayte Zaldívar en los últimos tiempos; por cierto, en esta mezcla explosiva de lo personal con lo político, lo rosa con lo decididamente criminal, hay quien se pregunta qué piensan Zaldívar, aún esposa de Cachulín, y la Pantoja de todo el lío. El cóctel de Salsa Rosa se ha venido repitiendo en otros programas y, si no fuera por el optimismo de quienes ven un final cercano a la estancia del gilismo en el poder, deberíamos hundirnos en el pesimista panorama de una política de puros intereses privados ventilados en los espacios mediáticos más casposos.
La alusión de Jesús Gil al plato que esperaría a Julián Muñoz en la mesa para celebrar el cumpleaños de la Pantoja, el ‘pollo a la cantora’, fue el momento más celebrado por el público de la tele. Pero, en fin, esta desvergüenza demostrada por los dos contendientes de esta peculiar guerra ante las cámaras, además de demostrarnos que sería difícil determinar cuál de los dos es más golfo, ha servido para que la Fiscalía de Málaga tome nota y abra una investigación.
Todavía estamos pendientes de lo que pasará con la moción de censura, y del papel que están jugando los líderes -desautorizados en sus propósitos esenciales por sus respectivos partidos- del PSOE y el PA en Marbella. Sin embargo, si de aquí no salen vivos el gilismo y todas sus ramificaciones, quizá debamos concluir que el acoso continuo sobre Gil, del que tanto se quejaban él y sus incondicionales, no ha sido el detonante final de la caída del régimen. El gran patrón fue juzgado y condenado, pero la inoperancia judicial y la torpeza de quienes se han enfrentado políticamente a Gil no han permitido un desmoronamiento del entramado mafioso hasta que internamente se ha autodestruido.
Marbella: De serpientes y culebras
Estamos ante un episodio más del culebrón más largo y enmarañado de la política municipal reciente. Pero se trata de un nuevo giro argumental inesperado, que es ya la ‘serpiente de verano’ de este año. En más de una ocasión, en el último lustro de decadencia gilista, Marbella ha protagonizado las portadas de agosto; la serpiente o culebra que siempre nos ha traído jugosos escándalos de la vida política marbellí no se ha tomado un descanso tras las elecciones de mayo. Y aquí la tenemos: destapando la pugna interna del GIL, convirtiendo el verano en el inicio de una desagradable agonía del proyecto urbanístico que ha gobernado la ciudad más de una década.
Cuando Jesús Gil desembarcó en la alcaldía de Marbella, se hizo acompañar de un equipo en el que estaba Julián Muñoz. Las lealtades mutuas son un elemento capital para quienes pretenden gobernar un Ayuntamiento con la vista puesta en la gerencia de Urbanismo. Demasiadas recalificaciones y licencias que gestionar. La manifiesta ilegalidad de la planificación fundamental que los sucesivos mandatos de Gil han ejecutado en el territorio de la localidad no ha sido motivo suficiente para que ningún concejal abandonara indignado. Podría haber alegado discrepancia con los atropellos ecológicos o la especulación inmobiliaria con sucursal en el sillón del alcalde. Pero la conservación del negocio siempre ha tirado más fuerte.
¿Quién se atrevería a imaginar otro modelo de gobierno para el gilismo que el de la autocracia? Los aprovechados y cómplices de los doce años de corrupción institucionalizada en Marbella estaban bajo el mando directo de Jesús Gil. Y era de esperar que el cambio de persona en el despacho principal del entramado de poder provocara lo que estamos presenciando. Lo sorprendente es la escenificación. Desde que Gil está inhabilitado para ocupar cargo público, Julián Muñoz ocupó la alcaldía sin demasiado alboroto. Poco tiempo después ganó las elecciones bajo las siglas del GIL por mayoría absoluta. Y posteriormente, la chulería innata de este personaje acompañó al golpe de mano que ha intentado darle al que fue su padrino político.
La popularidad, que robaba cualquier protagonismo simbólico a Gil en la ciudad frente al pretendido títere Muñoz, la adquirió con el lío con la Pantoja. Después vendrían sus decisiones autónomas del poder en la sombra del anterior alcalde. En cuanto pensó en destituir al que había sido gerente de Urbanismo durante todos los años de gobierno de Gil, se inició el movimiento que buscaba moverle la silla al alcalde ‘amancebado con la famosa cantante’ (Anson dixit). Muñoz quería enderezar el rumbo de Marbella para ganarse la continuidad en el cargo lejos del fantasma del gilismo que ya no podría tener más al inefable ex alcalde en el puesto de mando. Pero la deslealtad la está pagando bien caro, cuando apenas se ha iniciado el nuevo mandato municipal y tenemos sobre la mesa la moción de censura más extraña de cuántas hubiéramos podido pensar.
La ruptura del partido o sindicato de intereses llamado GIL estaba al caer. Sin embargo, el juego de mayorías y minorías ha planteado un panorama tan confuso que ningún analista político se atreve a pronosticar cómo se gobernará el ayuntamiento marbellí en los próximos años. Los concejales que han dejado solo a Julián Muñoz han recibido el beneplácito de Jesús Gil al tiempo que han atraído a Isabel García Marcos y a Carlos Fernández, aficionados a la caza del cachalote marbellí, al proyecto de reparto de prebendas que servirá para castigar al novio de la Pantoja. Con estos mimbres, que el debate principal de esta guerra política se haya celebrado en Salsa Rosa era lo más coherente. Cuando un programa se dedica a la telebasura, toda la mierda que existe en la sociedad se muere de ganas por aparecer en él… Pero ése ya es un episodio aparte del culebrón.