RBBE REDACCIÓN VARSOVIA / TORRERO – LA PAZ, ENVIADO ESPECIAL En Zaragoza, la afición por el baloncesto, medida en número de personas que se reúnen en el Príncipe Felipe, de media, para disfrutar de los partidos de la liga doméstica, ya era la primera de Europa, pero la temporada próxima se va a disparar hasta el punto de que el CAI tendrá que disputar sus partidos enmedio de los Monegros para poder dar cabida a la multitud de aficionados-al-basket-de-toda-la-puta-vida que, en realidad, no son más que renegados futboleros que no pisarán la Romareda hasta que el Pikolín FC vuelva a competir en Primera. Y veremos cuánto tardan, porque las expectativas que están levantando Agapito & Marcelino son casi tantas como las que levantaron la temporada pasada cuando, en julio y agosto, apuntaban sin rubor a la Champions y así les ha ido, así que no se puede descartar nada (el año de Paco Tristón Flores fue infinitamente más aburrido, pero en poco más de nueve meses volvieron a Primera con cara de «aquí no ha pasado nada»). Porque lo del Zaraguay de esta temporada ha sido de traca: la llegada de un señor con muchísimo dinero a un equipo histórico les creó la ilusión de ser un equipo grande cuando, en realidad, los señores con mucho dinero son indicadores cuasi perfectos de todo lo contrario, con la salvedad de que los equipos que parasitan acostumbran a pegarse el gran hostión justo después de que el potentado les abandone, no durante su primer año de inversión, como ha sido el caso. Sin solución de continuidad se pasó, en julio, de apuntar a la Champions para, a medida que iban viniendo los disgustos (la pronta eliminación europea contra un equipo griego liderado por Javito debería haber sido un buen aviso), rebajar sus pretensiones: HUEFA, intertoto, zona tranquila, evitar el descenso… (quién no lo ha vivido; entrar sereno en una discoteca, que hasta te fijas en la camarera, para, copa tras copa -no va con segundas, vaya, lo de segundas tampoco iba con segundas-, aceptar a las cinco de la madrugada encamarte con cualquier gorda antes que tener que matarte a pajas como un mico en la soledad de tu habitación). Y para evitar el descenso se contrató, que hay que ser melón, a un señor cuyo gran objetivo de la temporada era meter a un equipo aragonés en Segunda, y a fe de Dios que lo consiguió. Gracias a ello, el año que viene podremos ver un Huesca – Zaragoza que va a dejar los enfrentamientos entre los hools del Chelsea y el Millwall a la altura de una batalla de almohadas. Ahora bien, siempre podrán celebrar los maños ser el único equipo histórico que se va a ahorrar la vergüenza de jugar la «Liga BBVA», por lo menos esta temporada. Sin más preámbulos, Danuto, enviado especial de la RBBE al barrio de Torrero – La Paz, desmenuza la temporada del Zaragoza en el que va a ser, probablemente, el último artículo sobre este equipucho de Segunda hasta que regresen a la Liga de las Estrellas.

LA CÚPULA

Agapito: El Dueño de Todo. Los periodistas aragoneses no saben qué hacer con este hombre. Acostumbrados a tirar de inercia facilona, que un tipo con barba eterna de tres días y procedente de un pueblo de Soria, pero con más dinero en el bolsillo que todos los que llenan (hahaha) el estadio juntos, diga que se hace con el Zaragoza para convertirlo en un grande (ría también aquí), lo tenían fácil. Un nuevo Lopera. Un Gil y Gil venido a menos. Sorprendentemente, ha sido todo lo contrario: el personaje más serio del equipo durante dos años, con diferencia. No ha aprovechado su posición para salir en los medios borracho sin darse importancia, como presidentes de antaño (pese a todo, añorados; hola, Soláns padre, qué tal ahí arriba), ha puesto la pasta que prometía, que se sepa aún no ha usado el equipo como camino de ida y vuelta para reembolsarse más de lo puesto (hola, Lopera; hola Soláns hijo), y además no lleva corbata, lo que demuestra un espíritu europeo que se da de cabeza y cuernos con el garrulo que todos llevamos dentro. Eso, sin contar con que hablamos de Zaragoza, donde aunque no lo seas, para qué engañarnos, lo del Supermaño se lleva un poco con orgullo. Se fuerza la máquina si hace falta. No se puede echar en cara a Agapait sino el haber elegido mal los compañeros de viaje, o mejor dicho, los burros que habían de tirar del carro. Pero ya corre la voz de que es gafe. España, como siempre, esa ilustrada por descubrir. El problema presente es que manejar, maneja. Pero su negocio son las constructoras. O Zapatero tiene razón en contra de la opinión de todo el mundo, o se la puede pegar y entonces ya veremos quién abre la cartera. Para él quizá no haya sido malo del todo lo de un añito en el Rastro.

Bandrés: El presidente del Zaragoza resulta, para cualquiera que tenga ojos o se lo cuente un amigo: canijo, feo, contrahecho, blefas y para colmo profesor de universidad. De eso deduce cualquiera con dos dedos de frente que no ha follado en su puta vida. Es imposible, entelequia pura, el rizar el rizo de la sexualidad humana. Ahora me saldrá un comentario diciendo que le dio clase, que qué gran persona, y que tiene un bombón de señora, tres amantes y quince hijos. Vale, lo que tú digas. Pero es para verlo, o no. Bueno, pues este buen hombre renunció a su (estupendo) cargo en la Diputación General de Aragón, en materia económica (claro), para dedicarse a la pasión de su vida: el Real Zaragoza. Parece que lo decía tan en serio que ni se plantea dimitir ante la desastrosa temporada. Y hace bien, qué coño: esto es España, o no, insisto. Pues eso. Ha sido muy criticado por decir, en la recta final de la temporada, lo que todo el mundo grita en el bar sintiéndose como uno de esos tipos que se suben a una caja a gritar chorradas en un parque de Londres. Que esta liga es un cachondeo en muchos aspectos, y un poquito estafa. Pero aparte de conseguir que el subnormal de Manolo Lama dedicara en el telediario, perdón, en los deportes con adjuntos noticiosos, al equipo unos cuantos programas colgándole medallas que iban desde ultraviolento a racista (con dos cojones, así, en masa, ilustrando esto último con imágenes de la peña negra de tamborileros que ponen ídem a los abueletes del puro porque no siguen el ritmo de esas grandes canciones tradicionales de los campos), poca cosa. A nadie le gusta ver al emperador desnudo, y menos si te permite desaparecer del hogar durante la tarde del domingo. Eso también cuenta. No parece mal tipo y le daremos… bueno, se dará, otra oportunidad.

ENTRENADORES

Víctor Fernández: El entrenador del Zaragoza por antonomasia vía Nayim y castañazo desde a-tomar-por-culo. Amante del jogo bonito, sus aventuras o van muy bien, o van muy mal. De todos modos, con él no se habría descendido, aunque por los pelos, que la dinámica era bastante chunga, todo hay que decirlo. Expulsado se supone que por sus resultados, producto de los (de nuevo) titulares escandalosos antes de tiempo, fueron los propios periodistas los que masacraron a este hombre durante semanas hasta que le dieron la patada. Durante las últimas jornadas, sin embargo, y conociendo el hecho cierto de que sólo un español de cada cuatro millones sabe flexionar el pulgar para abrir la puerta de una hemeroteca, decidieron dar la vuelta a la tortilla y decir exactamente lo contrario de lo que habían estado defendiendo media temporada. Con dos cojones. Algún día tengo que colarme en una facultad de periodismo, que tengo curiosidad de cómo son las clases que se imparten.

Jabo Irureta y Ander Garitano: A estas alturas me resulta imposible recordar cuál de los dos fue primero. Salieron tan rápido de nuestras vidas, ay, que no dejaron impronta en nuestro corazón. Con Irureta habríamos descendido de todas todas un par de jornadas antes (qué pena da este hombre, además, en las ruedas de prensa, por el amor de dios, dan ganas de tirarle un bocadillo y algo de suelto) y Garitano tenía mejor pinta, pero se largó por razones aún no aclaradas. Pues hala, majos. Talué.

Manolo Villanova: Un hombre con remos como manos y, al parecer, un carácter mezcla del abuelito de Heidi si lo pillas de buenas con el de Atila con resaca si le tocas los huevos. Según los jugadores del Huesca, de donde lo recuperamos aunque seguía perteneciendo a la disciplina del Zaragoza, ojito con lo que se le decía. Acabó con las moviditas de las prímulas del vestuario, al menos de cara a la galería (esas trifulcas infantiles Milito-Oliveira por un pásame allá aquel esférico no habrían durado tanto con él, eso está claro, un punto en demérito de Víctor Fernández), e imprimió un poco de rigor en el equipo. Con tanta eficacia que si antes sacábamos la cabeza del agua a base de meter goles como locos, aunque nos endiñaran las del pulpo, ahora no nos metían tantos, pero no veíamos puerta si no se nos caía en la cabeza. Total: quiso hacer equipo, pero no le dio tiempo. Un gran hombre de la casa que merece más, y al que no se atreverán a colgar tan alegremente en las rotativas (más que nada porque Zaragoza no es tan grande, y no se vaya a colar por la puerta del periódico haciendo de peonza humana con terminaciones callosas impactando en los morros del que caiga más cerca). Sería bonito verlo, de todos modos.

Nota: Marcelino. Como avance de temporada, tenemos a Marcelino fichado. Algo que no parecía posible, pero dado que el Racing parece que ha tocado techo (con perdón) y que Agapait le promete el oro y el moro (el oro ya se lo da con un sueldazo de primera, y dentro de éstos, de los primeros) de cara a la siguiente temporada en primera (toco madera), es una apuesta valiente y económicamente más que interesante. A ver si no se desinfla su genio recién descubierto y se revela como un cualquiera, justo ahora que nos hace más falta que el comer.

BANDARRAS, MATAOS, TOCAMINGAS, PANTUFLOS, ET ALII

César: En todo equipo que se precie de grande ha de haber un personaje que condense y convierta en virtud la mala hostia de su público. En el Zaragoza, este papel lo ejerce (a partir de ahora hablaremos en pasado y presente indistintamente, dado que, no nos engañemos, a saber quién sigue en segunda este año, por más dinero que maneje Agapait) el portero. César. Nuestro Stoichkov. Alguien que con una amarilla siga emperrado en gritar al árbitro, gritar a los delanteros contrarios, lanzar miraditas de mala hostia a todo cristo y en acojonar a los recogepelotas, que ya no saben si pasarla rápido, lento, rasa, con doble tirabuzón o qué. Consigue darle emoción al juego, entendiéndose esto porque es capaz de parar cuatrocientos doce tiros a bocajarro en un partido contra un grande y cagarla de modo miserable en un centro-chut blando en el siguiente, justo contra un equipo con el que nos jugamos bajar. Así es la vida. Se implica, de todos modos, y lo dicho, mola lo de su instinto macarra. Dentro de lo que hay, y con la defensa que hemos gastado, no ha estado nada mal.

López-Vallejo: Ni fu ni fa. Ha jugado poquísimo y cuando lo ha hecho, nada destacable. Un fichaje esplendoroso del Villarreal sólo a la altura del Miraditas Quetemato Ayala.

Miguel: Es el tercer portero. A partir de ahí, poco puedo decir. Ah, que es de Logroño. Cuando contrataron a López-Vallejo, echó unas lagrimitas.

Carlos Diogo: El que antaño (hace un año, joder) destacaba por ser un lateral con gol y tremenda proyección, que ambicionaba algún grande, ha acabado siendo lo que se podía esperar de un uruguayo rapado: un asesino en potencia. Descompensado, carente de ritmo, titular viviendo de las rentas, al final hubo de ser desplazado por otros jugadores ante su incapacidad manifiesta y los ruegos por fax de los presidentes de otros equipos, que estaban interesados en que sus delanteros viviesen para poder abrazar a sus hijos no natos. El Zaragoza, poco interesado en este asunto, la verdad, prescindió de sus patadas porque acabar tantos partidos con diez en la cuerda floja no es baladí. Habría que haberlo vendido el año pasado, en la cúspide de su fama internacional (porque ya… más, no sé yo).

Juanfran: Protagonista de un sinnúmero de cagadas vergonzantes en defensa durante toda la temporada, con pases al delantero contrario incluidos, Juanfran (no, no voy a hacer la bromita, cabrones) trataba de matizar este hecho con velocísimas incorporaciones al ataque, con gambeteos entre los laterales incluidos, todo ello con una prestancia bastante decente si no fuera porque el inmediato pase posterior tenía como destino, por lo general, el bocadillo de sardinas de un pobre abuelo que se había despistado en la fila treinta y cinco. Aún así, el hombre se frotaba después mucho la cabeza como diciendo uyyyyy, cachis, joder, a ver el siguiente. Yo quiero que se lo quiten de encima, de modo que continuará.

Paredes: Mira, uno decente. Después de pegarse casi toda la temporada jodido, probablemente el mejor fichaje de este año. Lo que pasa es que no luce mucho, y no tiene un alias molón, como el Dragón de Kómodo Asiento, o la Kobra Venenosa. El tío recibe el apelativo del Jabalí, que no deja de ser un cerdo venido a más. Pero esto, que quita lustre de cara a las columnas deportivas, no ha evitado que el chaval haya luchado como pocos, bregado como nadie (ya, que es lo mismo, pero me acaba de venir así), y otra cosa que ha gustado mucho al personal: lloraba a moco tendido el último partido. Al acabar, quiero decir. Que siga aunque haya que secuestrar a sus padres para lograrlo. Promete.

Cuartero: Lesionado toda la temporada. Como única anécdota a destacar, que hizo la mili conmigo y no dio ni chapa con eso de los deportistas de elite. Llegaba a media mañana, se sentaba un par de horas donde el furriel, y se piraba en su cochazo. Para ser el Gran Capitán y tal, un tanto apocado. Y para una vez que tuvo que hacer algo, sacar unas mantas de una estantería metálica, no sé cómo se apañó para rajarse toda la mano, que aquello sí que sangraba como un jabalí en malas horas. Pero bueno, es majo chaval. A ver si este año lo vemos algo. Lo reconoceréis por su probóscide. Qué tocha gasta, el tío.

Ayala: Uuuuuh, el fichaje estrella. Se lo quitamos justo antes de empezar al Villarreal y lo presentamos como si con él tuviéramos ganado algo. Y así fue: demostrar que un señor de cierta edad, por más lustre que tenga su curriculum, o tiene un acompañamiento muy veloz y pispas en su puesto, o lo lleva clarete. Mira muy mal a todo el mundo, su madre se tuvo que hartar de hostiarlo de crío por malencarado, pero se supone que eso acojona al personal. No ha funcionado, tampoco. Recuperó parte de su capacidad defensiva en el último tramo, pero ah, majo, también demasiado tarde. Ponerlo en mi superliga yahoo me hizo perder puestos champions. Cagoentodo.

Chus Herrero: El chaval cumplió decentemente en las pocas oportunidades que tuvo. Fallos también, claro, nos ha jodido, pero sin continuidad y siendo que el tío es de mi peña, donde se exhibe su camiseta (aúpa L’Albarda) no se lo tendremos en cuenta.

Pavón: Dicen que el Madrid nos condenó a Segunda con sus dos goles en el penúltimo partido (bueno, y el hijoputa de Dudek, mal rayo lo parta). Pero no. Lo hizo cuando nos vendió a este tronco. Mucho Zidane era necesario para compensar a semejante túzaro.

Sergio Fernández: el año pasado redondeó una temporada extrañamente buena, por las noticias que llegaban a Zaragoza de equipos anteriores. Los últimos dueños de este gigante de maxilar prognático-borbónico-neanderthal afirmaban que el muy cabrón había pasado de gigante lento y pesado a veloz cortabolas (en el buen y el mal sentido de la palabra simultáneamente) en el equipo maño. Entusiasmados con este hecho, los entrenadores del Zaragoza (bueno, los que lo llegaron a entrenar), decidieron que era una muy buena opción para la titularidad onemoretime. Un año apañado, enturbiado por una lesión de la que salió cagando leches en cuanto empezaron a correr rumores de que se eliminaba de los partidos porque veía que la defensa, para qué engañarnos, era una mierda. Demasiado tarde. A su favor: debe de ser el único jugador de toda la liga, en cualquier posición, que ha intentado una chilena tres jornadas seguidas, tres. Con la consecución de un gol, al Madrid, aunque no de tan bella y repollesca factura. Y menos mal, porque si nos enteramos a esas alturas de que sabía hacer eso, lo tiramos al río.

Zapater: Con dos cojones como canteras de granito le basta y le sobra para convertirse en bandera del zaragocismo. Lo mismo daría que no supiera deletrear «pelota». No ha hecho una buena campaña, con mucho altibajo, pero si ha tenido que echarse al equipo a la espalda (al contrario, quiero decir), no ha dudado y ha embestido a lo cosaco. En Segunda, si se queda, y esperemos que lo haga, tendrá un campo de exterminio a su medida. Pero que no me malinterpreten: es un exterminio legal, no a lo Diogo. Agota por lo perseverante. Un perro de presa como se ven pocos. Muy seleccionable, en algunos aspectos, pero me alegro de que no lo sea en absoluto. Porsiaca.

Celades: Demasiado flojo para casi todo, ya, este hombre. Algún pelotazo brusco de ciento a viento que ronda la portería, vale, pero por lo demás, psé. Todo el criterio que maneja a la hora de tocar balón se difumina cuando, a los diez minutos de trotar por el campo, se le escucha resollar desde fuera de la Romareda. Carne de Segunda (en otro equipo, quiero decir) o retiro cómodo en equipillo del terruño.

D’Alessandro: Un cáncer. El carácter de los argentinos, de por sí dificilillo con eso de que son medio italianos y medio españoles (el acento argentino no existe, señores, no es más que español hablado como si estuvieras en Milán entrando a una ragazza -si las italianas existieran, pero miles de viajes de estudios y la libinosidad andrespajaresca-jaimitera de los nativos cuando salen de allí han demostrado que no-), empeora en algunos de ellos de un modo desconcertante. El chaval, que destacó por sus goles de perrete y sus peinados mullet con escisión nacionalista playera (yo ya me entiendo, y con eso basta), montó tales broncas en el vestuario en cuanto dejó de salir en el equipo titular que lo mejor es que se fuera. Como mi vida es así de perra parece que va a volver, pero no pierdo la esperanza de que se pierda en su país en algún equipo donde los barras bravas estén cerca del campo.
Y qué cabeza. No es un mote, es una descripción.

Gabi: Fichaje de esperanza, nada de nada durante toda la temporada, con bajones jodidos, y hasta el final no se vio gran cosa. Cuando parecía que empezaba a ser algo, se acabó todo. Lloró bastante también, por lo visto. No se sabe si por la cantidad de temporadas que tenía firmadas con el Zaragoza. Será.

Generelo: De la casa. Bastante bueno, un crack de chaval, pero pocas oportunidades. Lo cedimos y funcionó bastante bien, pero como nos creemos un grande-grande, al recuperarlo lo relegamos al banquillo. Supongo que es lo que llaman gestión de medios, esto. Tiene un tiro potente desde fuera del área, sabe cabecear, y ya no sabemos mucho más de modo real a día de hoy.

Luccin: Bueno… ni mal ni bien. Aprobado. Libera a la defensa, no aporta nada arriba. Bueno, nada, no. Les pega unos chupinazos a los carteles de publicidad que no veas. Muy tarjeteado, pero es su trabajo.

Matuzalem: Hombre, el Rey Escorpión, mote chorras nacido de un gol uefero de coña al Sevilla. La gran esperanza no blanca del todo no ha podido hacer lo que se esperaba de él gracias a que el grandísimo hijolagranputa de Touré Yayá, mal búfalo se folle a su madre cuando se agache a coger patatas, le metió un entradón que daba miedo verlo en la primera vuelta. Jugando en casa y ganando con cuatro goles en su casillero, en la recta final del partido el so cabrón del Abuela decidió que sería bonito dejar un gesto de cara a la grada. Mención especial para el árbitro de aquel partido, que consideró que aquello tampoco era como para amonestar al chico… Y nos jodió al brasileño durante casi toda la temporada, porque además cuando ha vuelto no ha sido el mismo. Siendo que, además, ya estábamos en barrena, y las cosas se complican más.

Óscar: La gran esperanza blanca del todo. Lo de este tío es, simplemente, la polla. Se trajo del Valladolid porque tenía condiciones para explotar y ser un crack nacional. Vale. Lleva desde entonces el tío que ni metiéndole amonal en el colacao, macho. Increíble. Y sí, es de los que después de cagarla unas cuantas veces empieza a protestar porque «no se me dan las mismas oportunidades que al resto». Todo esto, junto al gol cantadísimo que falló contra el Madrid en la recta final dándole también al pobre abuelo del bocata de sardinas, que hasta los huevos rompió el carnet y se fue a casa, me hace pedir que lo envíen a donde sea. Por supuesto, se quedará también. Qué triste todo.

Aimar: Pfffff. La superestrella que no cumplió. Para qué perder más tiempo. Fichar a un ruso mediapunta del Zenit, desconocido y por cuatro duros, nos habría dado más resultado, a la larga. Y que se corte el pelo, cojones, que aún parece más canijo con esa media melenita revuelta. No todos somos Maradona. Él, desde luego, no.

Diego Milito: Se fue su hermano y perdió todo el espíritu. Blando como no se le recordaba, ha tirado de penaltis para cubrir una cuenta goleadora decente, pero ineficaz. Lo que hacía otros años, que maravillaba al estadio, se quedaba ahora en el primer movimiento con el balón. A partir de ahí, cualquier cosa. Se irá, claro, pero esperemos que saquen tajada. No le favoreció el rollete de divas que se trajo al principio con Oliveira, pero no justifica nada, ya que para los entrenadores ha sido siempre la primera opción. Temporada para olvidar.

Oliveira: Éste ha funcionado bastante bien, la verdad. También se le puede echar en cara cierta tendencia a tirar a puerta en cuanto la viera aunque fuera parte de un contraataque de ocho contra uno, claro. Pero como ha cumplido con las cifras, para qué quejarse. Dice que cuando se retire quiere ser pastor, pero nos sorprende mucho, siendo que no es escocés. Bueno, allá cada cual.

Sergio García: Impresionante, la progresión de este tipo. Desde que lo ficharon, que yo echaba pestes de aquel canijo regordete con peinados estrafalarios, hasta el día de hoy, que va a cumplir su Destino con la Patria a través de la Roja, ha pasado de ser un delanterillo apañado pero que no metía un gol al arcoiris a ser un jugador extremadamente rápido y desbordante, que podía jugar por ambas bandas, y con la cualidad de poner mucho balón en los pies de los compañeros para rematar. Se ha echado el equipo a la espalda en multitud de ocasiones (al contrario de Zapater, en este caso el propio). Eso sí, él sigue sin meter un gol ni patrás. Y no tiene mal tiro, ni mal regate para colocarse. Hasta ahí, todo bien. Pero, al contrario que Oliveira, es ver los palos y se confunde como Dinio. Sus tiros a puerta suelen ir a parar al asiento, ya vacío, de nuestro abuelete querido. Si mejora ese detallito sin importancia y no pierde demasiado en las demás características, el equipo que nos pague la cláusula de rescisión por él se lleva una joya, señoras, una joya. Digo yo que eso también se podrá entrenar, de todos modos.

Ah, sí: puta Osasuna. Ahora sí.

Este artículo fue publicado el sábado, 19 julio 2008 a las 3:34 pm en la categoría de Reportajes.