Durante la Guerra Fría, el único campo de batalla donde coincidieron a pecho descubierto las dos superpotencias fue el deporte, sobre todo los Juegos Olímpicos, que, salvo boicot, se convertían por unas semanas en jueces de la competencia entre socialismo y capitalismo. Aunque el duelo directo entre los Estados Unidos y la gloriosa URSS solía estar igualado, la superioridad del comunismo se comprobaba en la ingente cantidad de medallas que los satélites soviéticos conseguían, ya fuera empleando armas convencionales o químicas, como es el caso de los trannys de la DDR.
Pero en el verano de 1988, los comecoñeros fueron un paso más allá. El miedo se apoderó de Occidente cuando la base del equipo del Ejército Rojo, el TSKA –más tarde CSKA o chesca-, reforzado con lituanos del Zalgiris, dejó sin final al equipo de baloncesto norteamericano capitaneado por el almirante David Robinson, pero sobre todo cuando un extraño combinado de ingenieros ucranianos, campesinos rusos y atracadores moldavos le arrebató el oro futbolístico a la no menos todopoderosa selección brasileña. La exhibición de poder puso a trabajar a destajo a las inteligencias occidentales, por lo que la siguiente cita olímpica, Barcelona´92, ya no pudo disfrutar del equipo soviético, sino de un engendro denominado CEI que, de todos modos, consiguió el primer puesto del medallero de forma abrumadora. Para analizar este suceso clave en la Historia del siglo XX, recibamos con un gran molinete con la chorra a nuestro segundo miembro de la Mesa Nacional de RBBE galaicoportugués, que tras un período de baja se reincorpora para gloria de los lectores y de la propia bitácora.
Ahora que las campañas de marketing recomiendan cerrar paseos por el mundo en cualquier medio de transporte, engordemos el ego de los publicistas; hagamos un viaje retrospectivo para comprender un poco de dónde venimos sin gastar un rublo. ¿Y por qué un rublo y no un euro o una rupia? Pues, primero, porque habrá que bucear en la memoria cercana de lo que fue la URSS, polo potencial cuya división dejó el mundo a expensas de las tribulaciones de dos miembros de la dinastía Bush (salva de genuflexiones y una invocación sincera a la instancia superior que mantiene el mundo habitable a pesar de los anteriores). Y segundo, porque de la rupia y el país en el que es moneda de curso legal, India, ni posee este equipo de redacción material suficiente para editorializar ni la OJD ha constatado que RBBE tenga legión de seguidores. Y ya se sabe que el público es soberano, como el coñac. Pues venga un trago y pa’ lante.
En fin, a punto de que las clavijas del sistema socialista saltasen en pedazos, la URSS disfrutó de una primavera deportiva en 1988. Hay elementos de análisis como para entender ese año como el mejor de la cosecha en cuestiones de deporte del gigante que se fue. La delegación en los Juegos Olímpicos de Seúl regresó con 132 medallas, 55 de ellas de oro, como triunfadora por aplastamiento de la ocasión por delante de la República Democrática de Alemania -otro vestigio histórico- y Estados Unidos.
En la última jornada de la cita coreana, los soviéticos se marcaron un doblete (fútbol y baloncesto) con sopapo para la jerarquía. Sabonis y colegas, es decir, la selección de baloncesto, bajó defintivamente del guindo a los yankis, que si tras la derrota de Múnich en 1972 reaccionaron como el niño repelente que cuando pierde patalea y se lleva la pelota, aquí asumieron que el reloj se les había parado y llamaron a los primos de Zumosol de la NBA. Lo que sucedió cuatro años después fue un hechizo que perdura escenificado en Badalona bajo el nombre de Dream Team. En fútbol, no sucedió lo mismo, aunque la pasión patriótica ciegue, España ganó en Barcelona, pero Kiko no era Magic Johnson. En este caso, las figuras se quedaron en 1988. Romario y Bebeto eran el binomio atacante de Brasil, con Mazinho, Andre Cruz y Taffarel, por ejemplo, tras ellos. Pero también perdieron con el equipo de la Unión Soviética. ¡Viva el vodka!
Al frente de la selección furbolera –que diría Ángel Villar- se sentaba en el banquillo Valery Lobanovsky. Resultaba su estado natural estar sentado en un banquillo. No podia ser que aquellos mofletes rojos se mantuviesen inalterables fuese julio o enero, con cuarenta grados de diferencia. Había cuestiones etílicas que le obligaban a adoptar esa posición, alejándose del modelo-histrión que hoy preconiza Mourinho. Los carrillos de Lobanovsky eran una conjunción del gusto por la carne roja y el abuso del vodka, ese fluido vital todavía hoy para cualquier habitante de un país surgido de la URSS. Pero el tío Valery sacó oro de generaciones rusas desde su reducto de Kiev. Con Dobrovolski como estandarte -lo que después no imitó, al menos en el campo, ni en el Castellón ni en el Atlético-, la URSS venció a Brasil por 2-0 en la final de Seúl. Romario fue máximo goleador del torneo, pero no le marcó un gol a Kharine, el portero que después recaló en el Chelsea pre-Abramovich y puso la mano encima de su señora esposa a tiempo parcial. Andaban por allí Gorlukovitch, el lituano Narbekovas o Mikhailichenko, un Maresca de procedencia ucraniana que se alicató el bolsillo en el Glasgow Rangers.
Lance de la final de Seúl y sello conmemorativo de la victoria soviética.
Mikhailichenko era el único nexo de union del oro de Seúl y la segunda plaza de la Eurocopa que cuatro meses antes conquistó la Unión Soviética. En Múnich, un cabezazo de los que se permitía el desconsiderado, pero genial, Gullit y una parábola que, salvo el pie derecho de Van Basten, ningún científico es capaz de justificar devolvieron la moneda de la primera fase a los soviéticos y otorgaron a los holandeses un título de los que nunca ganó Cruyff. La URSS parecía en el apogeo, pero resultó el canto del cisne para su mejor etapa y toda una era. Zavarov, Protassov, Belanov, Dassaev, Demianenko o Aleinikov aprovecharon su fama para recaudar dinero en los pocos años que les quedaban en activo. Blokhin, ahora ucraniano, pero aún el jugador con más partidos internacionales con la URSS o Rusia (112), como Baltacha enfiló el retiro, previo paso por Grecia. Años antes, el bullicioso georgiano Daraselia se había dejado la vida en una carretera. Fue el cénit y el ocaso de un fútbol ruso que se ha quedado frío como las temperaturas que sacuden Moscú en enero. Una situación de ida y vuelta, de casualidades vitales que puede ejemplificar la trayectoria de Rats, el lateral que observó como un privilegiado la volea de Van Basten en el Estadio Olímpico de Múnich.
A Rats, en sus años mozos, estuvieron a punto de mandarlo al Primorije, un recóndito equipo radicado en los confines del imperio. ¡En Vladivostok, la estación final del Transiberiano! Antes de marcharse a siete husos horarios y medio de Kiev, el lateral que pasó fugazmente por el Espanyol, tuvo la suerte de que Lobanovsky le echó el ojo a tiempo y se lo llevó al Dynamo de Kiev. De Vladivostok, a una hora y cuarto de Tokio en avión y a poco más de Pekín, decían los soviéticos que sólo regresaba el tren a los grandes núcleos del país. Y no siempre era seguro el aforismo. El invierno complicaba el trayecto. El camino del fútbol soviético no ha vuelto. Sigue en invierno. Sólo Ucrania estuvo presente en el Mundial de 2006. Por ello, nuestro homenaje a la última selección ganadora:
KHARIN, Dmitri
KETASHVILI, Gela
SKLYAROV, Igor
CHEREDNIK, Aleksei
YANONIS, Arvidas
TISHCHENKO, Vadim
KUZNETSOV, Yevgeni
PONOMAREV, Igor
BORODYUK, Aleksandr
DOBROVOLSKI, Igor
LYUTYI, Vladimir
YAROVENKO, Yevgeni
FOKIN, Sergei
TATARCHUK, Vladimir
MIKHAILICHENKO, Aleksei
PRUDNIKOV, Aleksei
LOSEV, Viktor
GORLUKOVICH, Sergei
SAVICHEV, Yuri
NARBEKOVAS, Arminas
15 agosto, 2007 a las 8:29 am
Ahí tienes ya no un ramillte de buenos jugadores, ahí tienes una seleccioón de duros bebedores y portadores de chaqueta de pulipiel. A destacar sin duda al gran Dimitri Kharin que me pedía yo en el barrio cada vez que me tocaba ser portero. No sé si acabó su vida en el chelsea, pero lo hacía aun mas entrañable, ademas de sus mallas negras ajustadas y sus mechas rubias, el hecho de jugar en un equipo donde el enrenador era jugador y salía cuando el equipo le necesitaba, vamos, un equipo socialista, todos ponían el codo y lo levantaban si era menester. Incluso rudd gullit, el grandisimo Ruud gullit (del que heredé el 4 en toda mi vida futbolistica) llegó a ese gran puesto de entrenador/jugador.
Gran articulo.
15 agosto, 2007 a las 10:49 pm
Desde el más absoluto desprecio para todos aquellos que escogen el 23, o no digamos ya el 99, sentencio que jugar arriba con el 4 a la espalda es una de las mayores muestras de clase que un futbolista puede ofrecer. Sólo recuerdo a Nedved y Kanu, además de Gullit, posiblemente el único futbolista de la Historia que, tras ser cedido por un equipo grande a uno mediano en el ocaso de su carrera, fue repescado por el extraordinario rendimiento que dio, en su caso en la Sampdoria.
16 agosto, 2007 a las 9:52 am
De la ex-urss siempre me gustó Zavarov y la selección del 86, aquella que un linier español (¿sánchez arminio?) machacó en la eliminatoria de octavos contra Bélgica (luego serían machacados en el mundial 90 por Soriano Aladren)o aquél Dinamo de Kiev que destrozó al Atleti en la final de la Recopa.
PD: ¿Os acordais de Ardiles que jugaba con el 1 en la espalda?
16 agosto, 2007 a las 1:44 pm
Claro rotcod, Y de no acordarse nadie pueden visionar evasión o victoria, donde aparece Ardiles haciendose un autopase de tacón por arriba del defensa y en el que también salía con el 1. Muy chula y entretenida peli que han puesto en cientos de canales y que yo siempre me he tragado.
Ruud Gullit aun con sintomas de debilidad (Que nunca llegué a ver, mas bien un «bajar un poco el nivel») puede que sea uno de los mejores 10 jugadores europeos de la historia. Al menos a mi me lo parece. Esa holanda y ese milan hacian un futbol bellisimo gracias a esa perfecta espina dorsal que eran rijkard, gullit y el irrepetible Van basten.
16 agosto, 2007 a las 2:44 pm
Exclusiva: nunca he visto Evasión y Victoria.
Ese gol de Van Basten a la URSS es lo más paranormal(*) que he visto sobre un campo. Un gol que nunca me canso de ver.
(*) Sin contar alguna victoria madridista como la del pasado año.
16 agosto, 2007 a las 2:46 pm
Lo de Gullit fue un caso único, pero no sé qué me diréis de éste:
http://www.fcbayern.t-com.de/es/teams/profis/00392.php?fcb_sid=dfae927fc6c5409832e965f8bc6a1358
El portero suplente de Kahn (38 años) es un tipo de 40 y que ya estaba retirado.
Sobre rijkaard, yo por edad no le he visto jugar, pero no sé quién (creo recordar que fue Víctor Fernández) comentó en la SER una vez que en un partido con el Milan había empezado el partido de central, como iban perdiendo le pasaron al mediocampo y empataron y jugó los últimos minutos de delantero. Y ganaron.
Saludos,
16 agosto, 2007 a las 4:48 pm
El genio era Van Basten, a mí Gullit la verdad que tampoco me mataba, pero Rijkaard también era un espectáculo de toque e inteligencia práctica. Con Zidane se puso de moda aquella frasecita periodística de ‘le cabe el partido entero en la cabeza’, pero deberían haberla acuñado un lustro y medio antes para aplicársela a Frankie Grifota. Aquella temporada que pasó de barbecho en el Zaragoza, jugando a tres cilindros y sin rifarse mucho la pierna que digamos, dejó unas cuantas lecciones magistrales. Luego en el A.C., pues eso, lo ya dicho un millón de veces, arte y parte de aquel rodillo asfixiante.
Por otro lado, el Dinamo de Lobanovski es el mejor equipo ofensivo que he visto en mi perra vida, ni Dream Team ni la Quinta ni gaitas. Triangulaciones de vértigo, extremos caníbales y el cabezapotemkin del Belanov enchufándolo todo y más. Es que además de Blojin, del Zsa Zsa que dice rotcod, de Rats, Demianenko y tal, tenían a un par de volantes hijoputísimos, Yevtushenko y Yaremchuk, que son los que destrozaron al Atleti en Lyon, lo digo yo que lo contemplé in situ de chinorri con estos ojos que han de comerse los gusanos. Me dejó tan flipado aquel equipazo que dos meses después le pedí a mi progenitor que nos vacunásemos contra el tifus y la pelagra en el Servicio de Sanidad Exterior, c/ Fco. Silvela, 57, y así poder llevarme a Chamartín a verlos contra el Madrid en el Trofeo Bernabéu. El meneo también fue de espanto: un 2-3 engañoso que pudo ser un 2-11, remontando dos churros tempraneros de Juanito si mal no recuerdo.
El año siguiente lo tenían todo para llevarse la Copa de Europa, se pasearon hasta las semis y sólo no llegaron a la final contra el Bayern por el partidazo que en la vuelta de la semifinal contra el Oporto, jugado en Kiev, se marcó un tal Futre.
Molaba mucho el fútbol soviet, pero les perdía una especie de ingenuidad, panfilez o falta de praxis, no sé si Gatinho estará de acuerdo. Algo parecido al mal de las selecciones africanas. Eso y los árbitros españoles, como dice rotcod, a cuya lista de agravios podemos añadir el butrón escandaloso de Lamo Castillo en el Brasil-SSSR del M-82.
16 agosto, 2007 a las 5:41 pm
A Gullit lo largaron a la Sampdoria como recompensa por haberle hecho un hijo a la mujer de Baresi.
16 agosto, 2007 a las 5:44 pm
Una anécdota de esa final:
– «Luis fue a espiar al Dinamo de Kiev en un entrenamiento. Los jugadores de Lobanovski estaban desperazándose cuando de un Mercedes negro que accedió hasta el borde de las instalaciones se bajó su entrenador y empezó a dar palmadas con distinta frecuencia. A cada una, sus futbolistas realizaban movimientos con y sin balón que dejaron boquiabierto a Luis. Entonces el técnico le dijo a su ayudante: Ya he visto suficiente, vámonos que perdemos seguro,pero no les digas nada a los chicos antes de la final.» (50 años de la copa de europa, AS).
16 agosto, 2007 a las 9:32 pm
Está muy bien lo que habéis escrito. Me disculpo por mis comentarios al post anterior y retiro mis críticas o impertinencias.
16 agosto, 2007 a las 9:56 pm
Víctor, llevas mucha razón en lo de la panfilez del fútbol soviet. Yo creo que era un cúmulo de cosas: 1)falta de sangre; eran jugadores demasiado fríos por lo general, capaces de hacerte un siete pero débiles mentalmente si surgía algún contratiempo, que efectivamente siempre se personaba ante ellos materializado en trencilla español (Lamo Castillo y Soriano Aladré(ó)n), resquicios mentales, involuntarios o no, de «Rusia es culpable».
2)falta de competitividad al máximo nivel; recordad que en aquellos tiempos les resultaba muy difícil a los jugadores soviéticos y del Este en general salir al exterior, normalmente lo hacían ya maduritos y no precisamente a equipos punteros (por ejemplo Grecia, como dice el artículo, que, por cierto, no es mío desgraciadamente). Algunos como Zavarov o Aleinikov probaron en Italia (en la Juve, nada menos) y se estrellaron, cuando era la Meca indiscutible del fútbol mundial de alto nivel.
3)falta de compromiso patriótico por parte de muchos miembros; yo no me imagino a los ucranianos (o al menos no a todos) dándolo todo por la otra Roja, y no digamos ya a los bálticos y los del Cáucaso. Bueno, no sé, este factor me lo acabo de inventar, pero creo que no ando muy desencaminado.
PD: Por favor, Pablo, no te disculpes ni retires nada, aquí hay de todo como en todas partes, artículos mejores y peores. Lo que nos gustaría realmente es que te leyeras el mayor número posible y nos dijeras sinceramente qué te parecen. Un saludo!
16 agosto, 2007 a las 11:15 pm
Pues en principio el punto 3) está muy bien traído y lo tendría todo para ser cierto. Lo que pasa es que luego te acuerdas de los baloncestistas bálticos vestidos de rojo Soyuz Sovetskich Sosialistiseskich arrasando en los ochenta a base de poner perdido de aceite el parquet con sus mullets oleaginosos, de aquella hostieja de Sabonis a Arapovic, de los morreos de Jomicius a opresores centralistas como Valdis Valters o Volkov tras la remontada de ciencia ficción a los plavi en el recinto deportivo que ha poco mandó incendiar Gallardón, y cuesta no suscribir ese viejo cliché de que, una vez en harina, los deportistas se dejan de macanas y politiqueos, hacen piña sin atender al escudo o bandera de turno, y luchan sinceramente por ganar. A no ser, claro está, que te llames Arconada, Aranzábal o Txjkchabby Alonso y te infiltres en el enemigo para sabotearlo ‘desde dentro’.
17 agosto, 2007 a las 4:05 am
Exacto, cuando me estaba inventando el punto tres para que la exposición no fuera una puta mierda con sólo dos puntos, me acordé de Sabonis picado con todo Dios. La mayoría quiere ganar, y supongo que éstos también recibirían sermones pseudoamenazantes antes de empezar los campeonatos. De hecho, Sabonis tuvo que jugar un año en el TSKA por estar cumpliendo el servicio militar, y seguía siendo igual de bueno. Si se hubiera fugado a la NBA en aquel momento, la historia de ésta sería bastante diferente.
17 agosto, 2007 a las 4:12 am
Por cierto, Valters era letón, no? Sus hijos jugaron en el último europeo contra España en la selección autonómica ésa, y no eran nada malos. Pero les faltaba el bigote.
Y Tarakanov debía ser primo lejano de Dujshebaev o Abdujaparov.
17 agosto, 2007 a las 4:02 pm
Buff, letón, para que veas la putísima idea que tengo. Dime, ¿los niños también se chupaban triples en contraataque como el cabra del padre? Era mi jugador favorito. El chepa de Tarakanov, en cambio, me ponía de los cables con su tirito infalible de 5 mts.
Un poco más on/topic, anoche recordé este parrafito de la primera novela de David Mitchell, Escritos Fantasma, que igual os hace gracia a los filoruskies:
«Se hace raro pensar que hubo una época en que los rusos pintábamos algo en el mundo. Ahora tenemos que andar mendigando. No soy un político: cuando yo era niña era demasiado peligroso pensar en política. Además, ¿qué coño era eso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas? ‘Repúblicas’ implica elecciones libres y yo jamás vi ninguna. ‘Socialistas’ significa que el país es propiedad del pueblo, y lo único que mi madre tuvo en propiedad en toda su vida fueron sus parásitos intestinales. ‘Soviéticas’ no sé ni lo que significa. ¿Y dónde estaba la ‘unión’? ¿En los rublos que los rusos inyectábamos en todos esos países asiáticos, pequeñajos y absurdos, repletos de gente que come bebés y serpientes, sólo para evitar que los chinos y los árabes les metiesen mano? Eso para mí no tiene nada de unión; eso para mí es acaparar el vecindario. Un imperio por defecto. Ahora eso sí, ¡qué poderío teníamos! Me ha contado Jerome que en Europa hay colegiales ¡que ni han oído hablar de la URSS! ‘Oidme bien, meine kinder’, les diría yo, ‘en este país del que nunca habéis oído hablar teníamos suficientes cabezas nucleares como para dejaros vuestro lado del muro de Berlín incandescente y rojo como un tomate durante los próximos diez mil años. Ya podéis dar gracias, porque podríais haber nacido con brazos como champiñones y una bolsa de pus por cabeza. Y eso si llegabais a nacer. Pensad en ello’.»
18 agosto, 2007 a las 11:20 pm
En contraataque no me acuerdo, pero no eran nada tímidos ni vergonzosos a la hora de jugársela, no.
El mío era Tikhonenko, que era el que lucía el mullet más estilizado.
20 agosto, 2007 a las 2:13 am
A) Si Sabonis se va a la NBA en los años ochenta. Shaquille O’Neal en lugar de bizco sería ciego y Abdul Jabbar jugaría con un perro lazarillo y no con gafas. ¡NO LO VERÍAN!
B) Los hijos de Valters se tiran los triples en contraataque como su padre, con los pies mirando a la otra canasta y son capaces de hacerlo sin pasarle el balón a ningún compañero. Con sistemas que honran a la anarquía, entre los dos hermanitos, Skele y Janicenoks llevaron a la prórroga a España -sin Gasol- en 2005 (cuesta creer que eso fuese posible hace tan poco tiempo, ahora que los amigos-jugadores-juerguistas vestidos con la roja trituran todo aquello que encuentran a su paso y ponen celosón a Raulito Seisdedos).
C) Pero como dijo Julio Iglesias, recordando al conocido arquitecto padre de Ricardito Bofill cuando éste se divorció de Chabeli: «Desgraciadamente, la genialiad no se hereda». Los hijos de Valters son jugadores conocidos; Valdis era un genio. Se perdió la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de 1988, porque dijo que no estaba dispuesto a pasarse casi dos meses y medio de concentración. Que con un mes sería suficiente. Con las buenas relaciones que tenía, se libró de sanciones graves, pero no volvió a la seleccíón.
D) Tarakanov era soviético, ahora ruso, de Siberia. Quizás a su fría procedencia pueda achacarse que fuese uno de los jugadores del CSKA que, en las cenas con los jugadores del Real Madrid en Moscú, después de los pertinentes vodkas en homenaje a los invitados, se comía la copa del brindis. Esa exhibición de hombría soviética le ha granjeado un alto cargo en la actualidad rusa: es el director técnico de la Federación de Baloncesto.
E) Tikhonenko sí era de un república hoy escindida. Es de Alma Ata, Kazajistán. Vida de artículo negro la suya. Pasó por España, le murió la mujer y antes le había muerto un hijo de corta edad. De programa de tarde de Antena 3 para ver con toalla de baño y secarse los lagrimones.
F) Me encanta el fútbol. Sigamos hablando de este bello deporte de desgracias hispanas.
28 agosto, 2007 a las 11:47 am
Muy bueno, como siempre, el artículo.
No tengo ninguna prueba, pero creo recordar que Alexander Volkov, tremendo jugador de basket, por cierto, era ukraniano. Según pone en la wiki, nació en Omsk, que está en Rusia, según sales de Moscú en dirección a Pekín, a tomar por el culo a mano derecha. Pero el hecho es que al calor de la perestroika, el pollo dejó el CSKA y se fue a jugar al Kiev un año antes de dar el salto a Atlanta. Después de robar varios años a equipos griegos e italianos en su ocaso, regresó para retirarse a Kiev y a día de hoy es vicepresi de la federación de dicho país.
Si Sabonis hubiera ido a la NBA con 22 años y sin lesiones, hubiera sido el mejor pivot de la historia del basket sin discusión.
31 agosto, 2007 a las 12:09 am
O sea, que para variar no acerté ni una.
A Volkov siempre le faltó un quéseshó indefinible para haber sido un verdadero megacatacrack. Un poco como a Paspalj, aquel montenegrino con cara de peseta. Sobre el papel AV tenía todas las condiciones y virtudes, pero se quedó a un cero coma miaja del olimpo. (Lo que no quita para que se tirase sus buenos cinco o seis años con plaza fija en el mejor quinteto europeo).
Eso de Sabas también lo dijo Bill Walton. Duele imaginar esas posibles cuádruples figuras (boinas y assists).