.reportajes:El fascinante enigma de Miroslav Djukic*

 

Cuando un jugador va a ejecutar una pena máxima, hay un gesto universal que delata su incontinencia intestinal súbita: el resoplido. Mofletes inflados y cejas caídas son sinónimo de fallar el penalti. Esta circunstancia se suele dar en Mudiales, semifinales de Champions y partidos clave en general. Véase a Riquelme contra el Arsenal o Esnaider frente al Ajax.

14 de mayo de 1994. La Coruña. 22:14 horas. Miroslav Djukic va a lanzar un penalti que vale una liga. La primera en la historia del Deportivo de la Coruña. El bruxo de Arteijo, previamente, había sustituido al especialista en balones parados mediada la segunda parte de un partido como aquél (luego Donato se vengaría marcando el gol de la victoria en un córner en la primera y última liga del Deportivo). Por otra parte, Bebeto había demostrado su hombría antes de dejarla definitivamente por los suelos celebrando el nacimiento del hijo de Ricardo Serna en USA´94.

Sólo quedaba Djukic. A priori, ningún problema, a los serbios no les importa jugarse el balón definitivo con un triple a ocho metros, pero resopló y… falló.

¿Cómo puede un serbio, un hijo del corazón de Yugoslavia, resoplar y hacerse po-pó a la hora de lanzar una pena máxima en un momento clave? ¿Es Djukic maricón?

Investiguemos: Djukic es natural de Sabac (Шабац) pueblo serbio a 44.76° Norte, 19.69° Este a lo largo del río Sava en la región de Mačva. Un municipio de 55,163 almas (2002). Hijo y nieto de agricultores pobres, hasta los 21 años Miroslav conducía un tractor y jugaba al fútbol por afición.

¿Cómo puede fallar un penalti un serbio de estas características?

Sabac está muy cerca de la provincia semiautónoma de Vojvodina, la punta norte del Estado, y que está plagada de húngaros. Pero a la vez, está cerca de posiciones serbobosnias, y el alcalde del pueblo se llama Milos Milosevic. Por tanto, en conclusión, sólo se puede colegir una cosa en claro: todos podemos tener un hijo tonto.

Gatinho