En los Estados Unidos, todo americano que se precie tiene un primo Larry. Los primos-Larry viven en pequeños pueblos de los estados centrales de la Unión, entre las Rocosas y los Apalaches, lejos, muy lejos, de los aristocráticos señores de los Trece Estados Fundadores y de los terriblemente cool habitantes del Pacífico. Los analistas políticos conservadores dicen que estos primos-Larry son la columna vertebral de USA, siguiendo el modelo de estado de granjeros propietarios de sus tierras que soñó Thomas Jefferson, y responsables en gran parte del poder republicano, para eterna sorpresa de los analistas políticos demócratas.
De vez en cuando, la naturaleza se da algunos caprichos excéntricos. Uno de ellos consiste en que dos seres humanos a todas las luces gemelos, nazcan de distintas madres, con 7 años de diferencia y a 7.000 km. el uno del otro. Esto es precisamente lo que pasó a mediados del siglo pasado en dos localidades tan lejanas como Aliquippa y Tuzla. En ellas nacieron los gemelos Maravich-Delibasic. Sangre balcánica, esto es, talento, competitividad y toda la clase del mundo. El mayor de los gemelos, Pete “Pistol” Maravich, nació en el 47 en USA, hijo de Peter “Press” Maravich, descendiente a su vez de emigrantes serbios. Su gemelo Mirza Delibasic nació en Tuzla, Bosnia en el 54. Ambos hermanos, haciendo honor a su condición de gemelos, compartían morfología: metro noventa y siete, blancos, enjutos, melenudos y con cara de vinagre.
«Stockton es el mayor asesino en pantalones cortos que conozco, te mata en cada bloqueo». Dennis Rodman. John Houston Stockton (26-3-62, Spokane, Washington, USA) se retiró del baloncesto en 2003 tras 19 temporadas en la élite, todos ellos jugando para los Utah Jazz, siendo el líder histórico de la NBA en asistencias y robos de balón, tercero en partidos jugados, sexto en minutos y 37º en puntos. Se marchó con el respeto y admiración de sus compañeros, rivales, aficionados y prensa y con el más profundo de mis desprecios.
[Nota de la Redacción: para aquellos que crean que hemos hablado poco del clásico Barça – Madrid y pretendan acusarnos de criptobarcelonismo, apuntamos hoy que, para compensar, en esta segunda entrada del Mundo Gay ni tan siquiera se mencionará el clásico bis disputado hace unas horas en el Palau Blaugrana.] Red Auerbach, legendario entrenador de los Boston Celtics, vivió en la época en la que todavía se podía fumar en los Estados Unidos, allá por los 50 y 60. Era un genio de la psicología deportiva y se cuentan miles de anécdotas sobre sus argucias para sacar de quicio al oponente con la complicidad del público del Boston Garden, que lo idolatraba. Una de las más repetidas era su costumbre de encender un enorme puro en el banquillo cuando consideraba que el partido ya estaba resuelto a favor de su equipo, para fastidio del contrario. Lo que no pasaba de ser una mera provocación se elevaba a categoría de (mala) arte psicológica cuando realizaba ese mismo gesto durante los minutos finales de un partido igualado. Los jugadores contrarios se acojonaban pensando que el gran Red había visto algo oculto para los demás que los condenaba a la derrota y el entrenador se descentraba preso de la ira por la petulancia del abuelo. Esa costumbre dio lugar a la expresión “fumarse el puro de la victoria” (smoking the victory cigar), bastante habitual en el argot deportivo yankie.
Si la Navidad ya es depresiva de por sí, lo es todavía más si los Ombres no podemos siquiera acudir al único refugio que nos quedaba: el fútbol. Porque hay que ver, menudas putas mierdas de jornadas nos están regalando en Europa, en España y donde haga falta -Inzaghi se ha ido hasta Japón en misión evangelizadora para universalizar el oprobio, pero los asiáticos, con la fe del converso, no le hacen ascos a nada-, y encima, que hay que joderse, nos lo dan por La Sexta, por Telecinco y por las autonómicas (¡el mismo puto partido!, un partido que se puede resumir en dos titulares y ya: «El Barça reestructura su defensa», con el retorno de Eto’o, y «El crack estará en el clásico», ya que Touré salió sin cartulinas de la ciudad de Valencia), en un efecto multiplicador del asco sin parangón que únicamente tiene como reverso positivo que las féminas con las que compartimos vida se jodan y no tengan apenas la opción de hacer záping con algún telefilm prenavideño lacrimoso (en el que ella llora de pena por la protagonista y tú, por la película en general). O sea, que el asco se extiende como un blandiblú gigante que nos atrapa con su abrazo cálido que nos invita a dormir y no despertarnos jamás. Mira si produce sueño todo esto del fútbol que al bueno de Guillermo Amor casi le cuesta la vida por echarse una cabezadita encima del volante. Es por ello que los redactores de esta santa casa, acojonados ante la visión del serrucho oxidado con el que nos quieren hacer la poco disimulada lobotomía, nos hemos levantado, hemos cogido del cajón de la cocina los billetes que habíamos guardado para pagar el mes de hipoteca y al cuarto roncola ya no sabíamos ni donde teníamos el pie izquierdo. Porque sólo así se explica que hayamos huído del fútbol -temporalmente, que en una semana se nos viene encima el Barça Madrid, que muy probablemente será la cima del asco de la temporada pero que fieles a nuestra oligofrenia nos negamos a perdernos- para refugiarnos en antros donde señoritas que calzan un cimbrel de mayor calibre que el tuyo te invitan a copas pagando tú mientras en el hilo musical suena Baccara y Serge Gainsboroug. Que todo esto es una deducción, porque sino dónde y de qué habríamos establecido relación de franca camaradería los redactores de la RBBE con un señor que nos contó las bondades de un deporte que no sólo no era el fútbol, sino que era practicado por señores de color negro que visten camisetas de tirantes y, horror, juegan el balón con las manos. Baloncesto, nos dijo que se llamaba. Y en otras mesas de esa misma Sala de Fiestas había otros señores que pretendiéndose heterosexuales hablaban sin parar de que ir en coche o en bicicleta puede llegar a ser considerado un deporte. Sin balón. En serio. Pero estos no tuvieron cojones de decírnoslo a la cara, se ve que com Ombres de verdad no hablan, que para que te concedan el honor de interactuar contigo tienes que ponerte tetas. En fin, la cuestión es que para superar este impás de nada-de-magnitud-inconmensurable, y ya en estado de lucidez, decidimos prestarles un espacio a esta serie de personas extrañas que ustedes jamás se habrán cruzado por la calle ya que viven en el exilio autoimpuesto de la noche y las sombras (a ver si desgrava, por eso de la integración y las cuotas). Una gente que nos hizo darnos cuenta de que sólo de fútbol vivimos los Ombres. Pero que los maricones tienen su corazoncito y sus lorzas y por eso también practican algo parecido al deporte. Hoy, estrenando de manera espectacular esta nueva sección, el señor Lobo nos habla de Kevin McHale, que lo conocerán en su casa a la hora de comer. Pero desde hoy, y gracias a la RBBE, tú también puedes asegurar que le conoces, que nunca se sabe cuándo vas a tener que mantener una conversación con un homosexual y a ver de qué hablas cuando ya has comentado que parece que, por fin, refresca.