Mi experiencia en Orbyt: luces y peones negros
Toda mi vida había sido un ávido lector de prensa. Hasta que apareció Internet, claro. Fue ponerme Internet en casa y pasar a comprar menos periódicos en papel, y cada vez menos, hasta que… Hace años, casi una década, que no compro periódicos sino muy esporádicamente. Por supuesto, no es que haya dejado de interesarme la actualidad, sino algo mucho más sencillo y que muchos de Ustedes, obviamente, también han experimentado: ¿para qué leer en papel lo que puedo leer en Internet?
Desde las grandes empresas se ha resumido esa dicotomía en gratis vs pago. La gente no compra periódicos en papel porque son de pago, y prefiere leerlos gratis en Internet. Es verdad, pero no es tan sencillo. Aunque hay gente dispuesta a montarle un escrache a los creadores de Whatsapp para no pagar 0,89 € al año por el servicio, y aunque es evidente que la sobreabundancia informativa desalienta a los potenciales lectores para pagar por contenido, hay otro factor igualmente importante, y es de tipo logístico. Al menos, en mi caso.
España no es un país de suscriptores de periódicos. No hay demasiada tradición; la gente se lo compra en el quiosco. El problema es que, para comprar el periódico, tienes que levantarte, ducharte, desayunar, vestirte y bajar a la calle. Y en el ínterin la mayoría de la gente, al menos la mayoría de la gente menor de 45 años (los que han abandonado en masa la prensa escrita, o nunca llegaron a ella), ya han tenido ocasión sobrada de leer lo esencial en Internet. Por otro lado, leer en la pantalla del ordenador es un tanto coñazo, de manera que muchos lectores que potencialmente podrían estar tentados de suscribirse a algún periódico pasan de pagar.
Por esos motivos, la prensa convencional acogió el invento de los iPads, y subsiguientes tabletas, como un maná. Una posibilidad de remontar pérdidas y reorientar al lector al nicho exclusivo de pago. Y en parte, con motivo: en los últimos años hemos visto cómo muchos medios comienzan a edificar, con diversa fortuna, sus “muros de pago” para los lectores. Casi nunca muros absolutos (porque entonces sería muy difícil conseguir nuevos lectores), sino sistemas mixtos que permiten leer una parte del periódico, o todo el periódico hasta determinado número de noticias, o algunas noticias más tarde, etc.
Y aquí es donde aparezco yo, con mi flamante tableta BQ Edison, que me compré estas Navidades. Añorando la lectura de prensa diaria y dudando entre dos opciones: El País / El Mundo, los dos periódicos que en el pasado alternaba como lectura habitual (El País hasta 1990, El Mundo de 1990 a 1996, y El País de 1996 hasta que dejé de comprar periódicos). Pero, claro, El País publica (por ahora) todo en abierto para que todos podamos saber lo malo que es chávez, el chavismo y el oficialismo chavista y lo buenos que son Cebrián, Liberty y la Real Academia Española, de manera que el aliciente para comprarlo, con o sin tablet, es menor que el de El Mundo y sus exclusivas pedrojotistas nocturnas en Orbyt. Así que, cuando Pedro J. anunció una promoción por el Día de San Valentín (40 € por seis meses de suscripción), ahí estuve raudo para incorporarme a Orbyt (¡una víctima más de la promoción de Pedro J. en Twitter!).
El balance, dos meses después, es desigual. Por un lado, desde luego estoy encantado de haber recuperado mi costumbre de lectura diaria de un periódico. Que, además, ahora me leo por la noche, conforme cuelgan la primera edición, rememorando tiempos heroicos en los que me acercaba al puesto de Ventura en el parterre de Valencia (casi como si aquello fuera una esquina de Baltimore de venta de estupefacientes), en el único sitio en el que se vendían los periódicos del día siguiente, junto con VIPS. El Mundo, abstracción hecha de las histerias pedrojotistas (menos mal que Pedro J. habrá tuiteado esto sin leerlo, en plan internauta avezado, que si no, ni de coña) y unos cuantos columnistas absurdos, es un buen periódico con artículos que merecen la pena.
Pero otro día les hablo de los contenidos. En el aspecto técnico, la leyenda era cierta: Orbyt funcionaba fatal. Muy, muy mal. Es lento, se cuelga a menudo, los vídeos que complementan las informaciones a veces no están y otras también se cuelgan… Yo lo llevaba con bastante resignación hasta que hicieron una actualización, ya saben, para arreglar errores y problemas comunes… Y se lo cargaron todo. Desde ese momento, la aplicación se colgaba constantemente, no me reconocía como usuario cada vez que volvía a entrar y, sobre todo, no me permitía bajarme la mayoría de los suplementos ni la primera edición del periódico. Lo cual, teniendo en cuenta que la gracia de Orbyt, en lo que a mí respecta, estriba fundamentalmente en eso (en poder leerme la primera edición, la que cuelgan por la noche), era casi lo mismo que no tener acceso al periódico.
Llamé, escribí, etc., a Atención al Cliente y me trataron como si fuera un usuario de una compañía de telecomunicaciones que opera en España: no me hicieron ni puto caso. De manera que hice una de esas cosas que yo pensaba que sólo hacía gente desequilibrada que se pone aluminio en la cabeza para evitar la manipulación de los alienígenas escrachadores de la ETA: extraordinariamente quemado como sólo puede estarlo alguien por temas informáticos, escribí una evaluación de la app de Orbyt que rezaba así:
Y la reacción fue fulminante: aparecieron unos restos de ácido bórico en mi casa que… Enseguida me llamaron de Orbyt y me dijeron que estaban intentando solucionar mi problema. A los dos días me volvieron a llamar, confirmándome que lo habían arreglado. Me instalé la actualización y, en efecto, ahora funciona mucho mejor. Lo cual significa que sigue yendo muy lento, que algunas páginas no se visualizan correctamente al principio, etc., pero lo que es leer, al menos puedo leer el periódico. ¡Albricias! ¡Por fin puedo leer la “Canela fina” de Luis Maria Anson, mi sección favorita!
Aznar, Presidente de la III República Española
No es necesario aquí extenderse mucho en las razones por las que una Monarquía carece de sentido en un país democrático, pues son más que evidentes (la institución es en sí antitética a cualquier principio democrático). Y en cuanto a las razones por las que esta Monarquía, precisamente, esta, no tiene razón de ser, también se están evidenciando. Así era, en realidad, desde hace mucho tiempo, pero sólo en estos últimos años se están poniendo claramente de manifiesto. Me remito al brillante análisis que ha hecho Andrés Boix al respecto.
No sólo la ruptura del cordón sanitario mediático-político, que hace aguas a ojos vistas, juega en contra de la Monarquía. La propia impunidad de la institución, muy acostumbrada a hacer lo que le viene en gana, resulta extraordinariamente lesiva para sus intereses. Tanto los del actual Monarca como los de su pretendido sucesor, Felipe VI (¡incluso el nombre constituye un insulto a todos sus súbditos de la Corona de Aragón, que nunca tuvieron que padecer a Felipe el Hermoso!).
El material humano del que parten (el principito es altivo, soberbio y desagradable, como los propios exégetas monárquicos reconocen) supone que el genial argumento en pro de su candidatura es que estamos ante el monarca “mejor preparado de la Historia”. De Campechano I a Preparado I. La cuestión es: ¿Preparado, exactamente, para qué? ¿Para continuar viviendo del chollo? ¿Para tener más y más hijos que puedan vivir del chollo? ¿Para colocar a sus amigotes? ¿Qué significa “estar preparado” para un monarca que, supuestamente, carece de poder efectivo? ¿Estar pre-parado, en un estado previo a la situación de desempleo, una vez se haga efectivo el cambio de régimen?
El caso es que la Monarquía, por méritos propios, se está poniendo en el disparadero. Por primera vez, en un horizonte razonable de tiempo, parece factible que la cosa vaya degenerando y degenerando, y degenerando cada vez más, hasta que llegue un momento en el que tanto una mayoría de la población, como de las clases dirigentes españolas, se planteen dar el salto hacia una República y ejecuten el sueño perverso de cualquier persona de bien: ¡Borbonear a los Borbones!
La evolución natural de las cosas juega en contra de la Monarquía. No sólo por los actuales momentos de dificultad, sino por una cuestión generacional: nadie menor de cuarenta años (es decir, nadie que no haya vivido el franquismo y la Transición, con el pavor a la dictadura y el miedo a la vuelta de la Guerra Civil que comportan), se impresionará ante la historia de que la Monarquía es un “factor moderador”, que el rey “nos salvó” en la Transición, y demás fábulas (que también comienzan a debilitarse a ojos de la gente que hasta ahora se las creía, los famosos “juancarlistas”).
El principal apoyo de la Monarquía, hoy por hoy, está en la debilidad de la alternativa republicana, que no es otra que la siguiente: la República, al igual que la Monarquía, es una alternativa “de parte”. Es decir, una alternativa deseada por una parte de la población, pero vilipendiada por la otra. No hemos avanzado mucho, en ese aspecto, desde la Guerra Civil, aunque la situación social (que justificaba el afán reformador de la República frente a una derecha particularmente impresentable y antidemocrática) sí que ha cambiado.
Somos un país más educado, más moderado, con mayor bienestar, que en 1931. A pesar de la crisis. Pero la opción republicana continúa sesgada, una vez hacemos abstracción del factor generacional (que inevitablemente socavará cada vez más, pero muy lentamente, a la Monarquía). La República recibe sus principales apoyos en la izquierda, pero comienza a difuminarse en el centro político, y es residual en la derecha. Exactamente lo mismo que ocurre ahora con la Monarquía, que tiene sus principales apoyos, su bastión, en la derecha. El apoyo del PSOE, inteligentemente cultivado por el Campechano durante décadas, se está disolviendo ahora cual azucarillo, como es notorio, aunque las clases dirigentes sigan aferrándose a ello (ya veremos por cuánto tiempo).
Los republicanos, si queremos que esta opción tenga viabilidad en el medio plazo, para dentro de cinco años (y no para dentro de veinte), haremos bien en buscar la transversalidad de lo que no es sino un sistema político, que por su propia naturaleza tendría que ser neutral ideológicamente. Y eso significa buscar que la derecha española, o al menos una parte de la derecha española, comience a apoyar explícitamente la República como forma de gobierno.
Para ello, habrá que atraerse a aquella parte de la derecha española que no es monárquica, y que siempre ha mirado con desconfianza y desprecio al rey. La que, en buena medida, es monárquica porque, como los españoles en la época del turnismo de Cánovas y Sagasta, “no puede ser otra cosa”: porque la alternativa republicana le suena a todo el rollo guerracivilista que ya se han encargado de inculcarles en todos estos años.
Dentro de la derecha española, el principal sector beligerante con la Monarquía es, sin duda, el aznarista. Aznar fue el presidente del Gobierno con quien peor se llevó siempre el Campechano. El único que se atrevió a pararle los pies, ubicándole en el lugar ceremonial-representativo que le corresponde. Uno de los pocos con suficiente predicamento en la derecha española para dar un golpe de timón en una cuestión que hasta ahora –porque no había otro remedio- no habían tenido más remedio que comerse en el PP: comerse a los Borbones, porque la alternativa les parece peor, una República instrumentalizada por la izquierda y los nacionalismos.
Para ello, ante todo hay que presentar el proyecto republicano como un proyecto transversal, que sencillamente busca que las instituciones más elevadas del Estado estén sometidas también al refrendo democrático, así como al escrutinio público, como en la mayoría de los países civilizados. La naturaleza de esa República (federal, más centralista, o un Estado pseudofederal como hasta ahora) puede discutirse. Las imprescindibles medidas regeneradoras de la democracia española han de llevarse a cabo igualmente (de hecho, la sustitución de la Monarquía por la República es una de las más importantes). Pero hay que establecer, desde un principio, que la República no es una opción ideológica, sino sencillamente democrática. Más democrática, más justa, y más eficaz, que el actual engendro monárquico.
Lo que habría que hacer, por perverso que suene, es presentarle a la derecha española, y en concreto a Aznar, la atrayente perspectiva de que, con una República, él, Aznar, y demás gente como él, podría tener un papel crucial. ¿Por qué conformarse con ser jefe de Estado de facto (Presidente del Gobierno) cuando puede serlo de iure (Presidente de la República)? Y así podremos, una vez más, responder a una de las falacias que, personalmente, más veces he intentado responder en sucesivas discusiones Monarquía-República: “la falacia de Aznar”, consistente en que (dicen conspicuos juancarlistas supuestamente progres) es mejor una Monarquía que una República porque con una República podría ser presidente alguien como Aznar. Pues claro, “genio”. En eso consiste un régimen democrático. En que puede ganar alguien que no sea de los tuyos. De hecho, si a mí me pusieran entre la tesitura de votar por Aznar o por un Borbón, por una República cuyo primer presidente sería Aznar o por continuar con la Monarquía, votaría por Aznar sin dudarlo. Y, además, con ilusión.
No se me ocurre a nadie mejor que Aznar, en estos momentos, para que dé el salto desde la derecha y se sume a lo que en los próximos años va a ser una opción cada vez más popular. Cuanto antes se den cuenta en la derecha española, mejor para todos: antes llegaremos a la III República.
Entrevista sobre política española en Wawancara
Hace unas semanas, tuve el placer de charlar un buen rato con Antonio Montesinos, el editor de la revista digital Wawancara, sobre los muchos males que aquejan a la política española. Antonio publicó esta entrevista, de la que reproduzco un extracto, y enlazo por si a alguien pudiera interesarle:
La clase política hace oídos sordos al clamor popular porque ellos no tienen nada que ganar dando cabida a la voz de la gente. Ellos piensan que las demandas de ese clamor se pueden llevar por delante el sistema de partidos tradicional y la red clientelar de la que llevan viviendo desde hace muchos años. Su intención es que esto se calme, las cosas vuelvan a ser como antes y los ciudadanos se resignen y sigan votando cada cuatro años como lo han hecho siempre. Se genera la sensación de que no hay nada que hacer, que no se puede cambiar nada. Los ciudadanos no se pueden conformar con que la democracia se convierta en una dictadura que cada cuatro años se renueve con sólo dos opciones. La democracia es algo mucho más profundo que eso [acceso a la entrevista completa]
De cómo vendí mis Bankias apresuradamente
En el capítulo anterior, me sentía fuerte y poderoso con mis acciones de Bankia. ¡Por fin podría dejar de pagar comisiones! Tenía cierto encanto, o al menos lo tenía para mí, el acceder a la mítica característica de la banca española “si tienes 1000 acciones no pagas comisiones”, merced a la espléndida gestión de Bankia y las entidades que la forjaron, responsables de su quiebra y actual nacionalización, que había llevado a la empresa a cotizar a 0,26 € por acción, más o menos unas quince veces menos que el precio con el que aparecieron en el mercado apenas dos años antes. O sea, que con menos de 300 € te hacías con mil Bankias, y a vivir.
Llevado del exceso de entusiasmo, decidí comprar no mil, sino 3000 Bankias, con el siguiente planteamiento: “cuando suban, vendo 2000, me quedo las mil restantes, y a vivir”. Claro, el planteamiento partía de la base de que Bankia, ya saneada por el Estado, acabaría subiendo.
Entonces publiqué mi post explicando el proceso reflexivo-intimista que me había llevado a comprar acciones de Bankia, y comenzaron a aparecer reacciones de todos Ustedes, aquí y en Twitter. Con franca unanimidad. Que si era una puta locura. Que si Bankia no valía nada. Y sobre todo: que si Bankia tenía pendiente una gigantesca ampliación de capital que hundiría, forzosamente, el precio de las acciones a un mínimo de 0,10 €, e incluso 0,01 €, es decir, veintiséis menos de lo que yo había pagado, …
Que aquello era tirar el dinero, vamos. Y yo, con tal de no pagar comisiones, estoy dispuesto a hacer ciertas cosas. Pero no a tanto. Así que acabé por hacerles caso a Ustedes, renuncié a mi magno plan, y vendí todas las Bankias acumuladas amorosamente en los últimos dos días (no sin antes hacer todas las transferencias, en concreto una, que tenía que hacer con mi cuenta “sin comisiones, que de Bankia tienes al menos mil acciones”). En total, perdí 40 €, fundamentalmente por efecto de las simpáticas comisiones que, ahí sí, me clavó Bankia. Para que luego se me quejen en esa entidad: compro acciones de su empresa, las vendo, se llevan comisiones en la compra y en la venta, … ¡A este paso, lo tienen complicado para quebrar otra vez!
A esos 40 € tal vez fuera justo restarles unos 10 € de las comisiones bancarias que no pagué. Pero, aun así, no es que me haga mucha gracia tirar 30 € a la basura. Aunque, desde cierto punto de vista, podría decirse que el pago de 30 € me ha dado para dos posts en Chapapote Discursivo, lo que no está mal. Aunque preferiría que me saliesen gratis, la verdad, que al menos esa barrera –la de pagar por publicar en mi propio blog- querría no haberla superado nunca.
Desde otra perspectiva, y teniendo en cuenta que gracias a publicar el primer post vendí las acciones, lo que me ahorró el trago de ver cómo mis Bankias acababan valiendo 30 € (en total), pues igual me he ahorrado 840 € gracias a Ustedes, que rápidamente me hicieron llegar consejos del tipo “está Usted loco”, “Bankia no vale nada”, “sus acciones no valdrán una mierda”, y un agradable “este tío es imbécil”, que fue censurado en mi blog, lo que me mereció amargos reproches del comentarista en sucesivos comentarios, también censurados, en plan: “qué vergüenza, no me permites insultarte en tu propio blog, viva la libertad de expresión”. Pues oiga Usted, ya que he pagado por publicar en mi blog, al menos que no me insulten también, joder.
Así que aquí estoy, compuesto y sin Bankias, pero aferrando con fuerza un billete de 50 € para con él, cuando llegue el momento, cumplir mi sueño: comprar 3000 acciones de Bankia (30 € para las 3000 acciones y otros 20 para pagar la comisión de Bolsa). Y que no me ponga chulo y compre 900 € en acciones, que con semejante participación en la empresa lo mismo aparece Rodrigo Rato diciendo “fue ese, él nos obligó, ¡nos obligó a todos!” y me acaban imputando.
De cómo me convertí en Bankero
Toda mi vida había tenido mis ahorros –más bien escasos, que soy funcionario y me gasto siempre el sueldo en caviar y marisco- en Bancaja. Fundamentalmente, por comodidad (Valencia está plagada de sucursales, como es lógico), y también porque los bancos siempre me han dado repelús; siempre me han caído mejor las cajas de ahorro, con su obra social, su compromiso con el territorio, … Todo esto que, entre ellas, sus órganos de Gobierno y MAFO, saltó por los aires hace tres años.
Desde el momento en que Bancaja fue comprada por Cajamadrid para formar “El gran banco del PP” tuve claro que tenía que largarme de allí. Ya no tenía vinculación real con el territorio, ya no sería una caja de ahorros, y pasaría a formar parte de una especie de absurdo proyecto ladrillístico-madrileño… Pues, para eso, me voy. Pero, como soy muy vago, tardé casi dos años en irme.
La cuestión era: ¿adónde irme? En un primer momento me tentó irme a Caixa Ontinyent, o a alguna Caja Rural, pero abandoné el proyecto por la mencionada falta de comodidad, que también me obligó a dejar de lado los otros dos proyectos patriótico-imperialistas que me tentaban: Ibercaja (o como quiera que se llame ahora) y el Deutsche Bank.
Así que me quedaban La Caixa, BBVA y el Santander. Al BBVA no me podía ir porque hace doce años me intentaron timar con una tarjeta de crédito. Bueno, el hecho es que tenía una tarjeta de crédito (Visa Repsol). Después de dos años, anulé la tarjeta. Fui a la sucursal del BBVA, firmé todos los formularios de anulación, etc. Lo clásico. Y un año después me llegó una notificación de deuda en la que decía que había de pagar 15 euros al BBVA en concepto de renovación del año anterior. Me negué y durante un par de años recibí simpáticos avisos de empresas de impago cada vez más chungas para cobrar mi deuda (que ascendía a 50€; en efecto, de 15 a 50 en cinco años). La última vez me llamaron por teléfono y tuvo lugar uno de esos momentos trascendentales en la vida de un ser humano:
– Mire, señor López, que le conviene pagar esta deuda, o tendremos que empezar acciones legales contra usted.
– Pues empiécelas, empiécelas cuanto antes, que estoy deseando que comience el juicio y poder explicar cómo intentan clavarme una deuda inexistente.
– Pues mire… ¡Usted lo ha querido! ¡Ahora mismo le envío los documentos con la notificación judicial!
– Uuhhhhhh,…. ¡mira cómo tiemblo!
Y me colgó el teléfono (Cuando hablo de momento trascendental me refiero, en concreto, a “Uuhhhhhh,…. ¡mira cómo tiemblo!”). Naturalmente, aún estoy esperando los documentos.
Bueno, pues de las dos opciones que me quedaban, me fui al Santander, que no cobraba apenas comisiones, o eso decían. Craso error. Incluso domiciliando la nómina, sí que me cobraban comisiones por cualquier transferencia, y no pequeñas. Pero lo que me cabreó de verdad fue (ese fue mi principal error) que se hincharon a cobrarme comisiones abusivas, ahí sí que sí, por las operaciones en bolsa, que se cepillaron casi todas las pequeñas ganancias que tuve a lo largo de mis cinco meses en el Santander (gané unos 300 € y de ahí le pasé 200 € a mis socios del Santander, en un total de cuatro operaciones a cual más modesta). Exigí, muy firme, que me devolvieran las comisiones más escandalosas (las que me habían cobrado por operar en la bolsa de Nueva York, y que ascendían al 8% del total invertido. Lo cual, por mucho que «el total» fuesen sólo 1000 €, seguía siendo un escándalo). Aún se están descojonando en la sucursal. Para mí que Emilio Botín llama para que le cuenten otra vez la historia del que quería que le perdonasen unas comisiones abusivas cuando se aburre de explicarle a Rajoy lo que ha de hacer en cada momento.
Volví a empezar de nuevo. Me abrí una cuenta “sólo para la Bolsa” en ING direct (todo bien, sin timarme con comisiones) y me abrí la cuenta “normal” en La Caixa, que era el banco que me quedaba. Muy majos, me regalaron una tele. Pero, por lo demás, peor que el Santander. Más comisiones que en el Santander, por más cosas, y sólo puedes operar por Internet en la mayoría de los trámites. En concreto, pretenden que metas tu dinero en un sobre y lo ingreses a través de un cajero, como si estuviéramos en 1965 y yo regentase un colmado. Pues mire Usted, señor La Caixa, así no.
A todo esto, yo no había cerrado mi cuenta en Bankia. Sólo la tenía ahí en previsión de ir pasando los recibos a La Caixa. Como soy muy vago para todo estos trámites coñazo, la verdad es que sigo pagando casi todos los recibos allí, lo cual me obliga a hacer periódicos ingresos de La Caixa a Bankia. Pero claro, como La Caixa pretende cobrarme una comisión cada vez que me ve respirar con demasiado entusiasmo, lo que hago es sacar dinero del cajero en La Caixa, cruzar la calle e ingresarlo en Bankia, en un escenario que haría las delicias de un jubilado.
Por otra parte: Bankia nunca me cobró ninguna comisión, ni tampoco por hacer transferencias (ahora sí que me cobra, claro, una vez quité la nómina de allí). Valencia sigue lleno de Bankias y ahora, gracias al buen hacer de los gobiernos autonómicos de Madrid y Valencia, que lograron quebrar las dos cajas incluso antes de fusionarlas, Bankia es propiedad del Estado español. De ti y de mí. Pero, desde hoy, más de mí que de ti (enseguida lo explico).
En resumen: decidí que voy a volver a Bankia. Un año después de irme y de hacer un absurdo tour por el siniestro mundo bancario español, volveré al banco probablemente más siniestro de todos. Pero, claro, está el pequeño detalle de la tele que los de la Caixa, qué majos, me regalaron, y que comporta una permanencia, en plan compañía de móviles, de dos años con nómina (si no recuerdo mal; igual puedo cambiar la nómina, pero la verdad es que no lo sé). ¡La trampa perfecta! ¡Ahora puedo ver en la tele de La Caixa los mejores programas de cobro abusivo de comisiones al ahorrador cretino y descerebrado!
Pero, pese a todo, pensé en una solución que me permitiera volver a mi maravilloso mundo sin comisiones de Bankia, dado que siempre puedo ir tirando con el círculo virtuoso de cobrar mi nómina en La Caixa – sacar el dinero y llevarlo a Bankia – hacer mis pagos y transferencias desde Bankia (que tampoco es que haga muchas, pero oiga, que no quiero regalarle 20 € a La Caixa cada vez que haga una). Esa solución se llama “tener acciones de Bankia”.
Todas las entidades financieras suelen ofrecer esa promoción: “compra 1000 acciones y no pagues comisiones”, más o menos. Pero, claro, comprar 1000 acciones del Santander, o de La Caixa, está fuera de mi alcance y, sobre todo, de mis intenciones; no puedo hipotecar 3500 o 6000 € en la muy saneada banca española.
En cambio, 1000 acciones de Bankia son otra cosa. Porque, dada la majestuosa cotización de Bankia, 1000 acciones de Bankia cuestan menos de 300 €. Así que lo he hecho. He comprado, no ya 1000, sino 3000 acciones de Bankia, dispuesto a vivir de nuevo en ese mundo maravilloso sin comisiones. He comprado 3000 porque tengo la esperanza de que alguna oleada especulativa suba mis acciones lo suficiente como para vender 2000 con beneficios y así poder asumir la pérdida de las otras 1000 cuando el sistema financiero más saneado del Universo vuelva por sus fueros. También puede pasar que se vaya a la mierda desde el principio y pierda mis 900 €. En ese caso, tendré que hacer unas cuantas transferencias hasta llegar al límite en el cual me habría gastado esa misma cantidad si las hubiera hecho desde La Caixa.
Por otro lado, también puede ser que en el 2027 sea uno de los accionistas de referencia de Bankia, y pueda ponerme a mandar a gusto. Lo primero que haré será exigir que los jugadores del Madrid y del Valencia, que a fin y al cabo son equipos propiedad de Bankia, tengan que sacarse un doctorado en cualquier campo de las Humanidades o las Ciencias Sociales para poder jugar en el Madrid o el Valencia. Por joder, más que nada, que un equipo me cae muy mal y el otro me da lo mismo. La reacción atávica del español cuando tiene poder: abusar de él y emplearlo en proyectos faraónico-ridículos.
Libro «Cibercomunidad» sobre los medios digitales valencianos
Acabamos de publicar el estudio colectivo Cibercomunidad. El espacio de la comunicación digital en la Comunidad Valenciana. El libro, publicado por la editorial Tirant Lo Blanch, puede comprarse aquí. Además, cuatro de sus capítulos, de común acuerdo con la editorial, pueden consultarse y descargarse gratuitamente en Internet. Se trata del capítulo dedicado a la presencia del valenciano en los cibermedios de la Comunidad Valenciana y de tres estudios de caso específicos, centrados en otros tantos cibermedios: Infoexpres, Ara Multimèdia y Comarques Nord. A continuación reproducimos el índice del libro, con enlaces a los documentos en pdf de estos cuatro capítulos:
Introducción. Guillermo López García
BLOQUE I. MEDIOS
1. Rasgos generales de los cibermedios de la Comunidad Valenciana. Guillermo López García
2. Medios escritos. Francesc Martínez Sanchis y Mar Iglesias García
3. Emisoras de radio. Manuel de la Fuente Soler y Sandra Sandalinas Pardina
4. Las televisiones valencianas en la red. Àlvar Peris Blanes, Jessica Izquierdo Castillo y Antonio Lerma Amado
5. Weblogs. Tomás Baviera Puig y Miriam Civera Jorge
6. Els cibermitjans en valencià. Francesc Martínez Sanchis
7. Estructura societaria y modelos de negocio. Dolors Palau Sampío
8. Estudios universitarios: las herramientas web en la enseñanza del ciberperiodismo en la Comunidad Valenciana. Begoña Ivars Nicolás
BLOQUE II. SOCIEDAD DIGITAL
9. Los partidos políticos en Internet. Andreu Casero Ripollés
10. La Sociedad de la Información en la Comunidad Valenciana. E-Administración. Andrés Boix Palop y Germán Llorca Abad
11. Identidades digitales en la Red valenciana. Àlvar Peris Blanes
BLOQUE III. ESTUDIOS ESPECÍFICOS
12. Diario Información. José Luis González Esteban
13. Lasprovincias.es. Guillermo López García
14. Levante TV. Miriam Civera Jorge
15. RTVV.es. Vicente Fenoll Tomé
16. Vilaweb. Mar Iglesias García
17. L’Informatiu.com. Dolors Palau Sampío
18. Ara Multimèdia. Germán Llorca Abad
19. Comarques Nord. Manuel de la Fuente Soler
20. Valencia Plaza. Yasmina Yousfi López
21. Infoexpres. José Alberto García Avilés
El trabajo es producto del esfuerzo de diecinueve investigadores y profesores universitarios, pertenecientes a cuatro universidades públicas valencianas (Universidad de Alicante; Universitat Jaume I de Castelló; Universidad Miguel Hernández de Elche; y Universitat de València). Continúa el trabajo desarrollado por el Grupo de Investigación de los Medios Digitales Valencianos desde el año 2007. A lo largo de estos años, este grupo ha organizado cuatro ediciones de un congreso anual de Comunicación Digital en la Comunidad Valenciana. También ha impulsado la publicación de, hasta el momento, cinco estudios monográficos (incluyendo el actual) total o parcialmente vinculados con el estudio de la comunicación digital en la Comunidad Valenciana. Por último, ha disfrutado de sucesivos proyectos de I+D otorgados por la Generalitat Valenciana y la Universitat de València, que le han permitido encauzar adecuadamente su investigación.
En cuanto a su estructura, el libro se divide en tres apartados fundamentales. En el primero, se analizan los medios de comunicación digitales en la Comunidad Valenciana. Tras un primer análisis de conjunto, pasamos a la exploración de cada sector (prensa, radio y televisión), ya se trate de proyectos específicamente digitales o con referente impreso o audiovisual. Un caso particular, los weblogs radicados o vinculados con la Comunidad Valenciana, la mayoría de ellos proyectos personales, de carácter independiente y ajeno a la lógica de los medios de comunicación, merece un análisis específico.
A continuación, y para completar el análisis de los cibermedios, observamos su estructura empresarial y modelo de negocio; la presencia del valenciano en los medios de comunicación digitales; y por último, el estudio de la disciplina en las universidades valencianas que cuentan con materias relacionadas con la comunicación digital y el ciberperiodismo.
En el segundo bloque, observamos el impacto de la comunicación digital en la sociedad valenciana, centrándonos en tres casos concretos: el uso de herramientas de comunicación digital y la presencia en Internet de los partidos políticos valencianos; su representación en las administraciones públicas valencianas (y, en particular, la Generalitat Valenciana) y las iniciativas de difusión de la sociedad de la información llevadas a cabo por parte de los poderes públicos; y, finalmente, las diversas identidades generadas y evolucionadas en torno a Internet y las redes digitales.
Finalmente, el tercer bloque aborda un total de diez estudios específicos, referidos a otros tantos cibermedios valencianos, llamativos y destacables por su calidad, originalidad o influencia. Tres de ellos radicados en la provincia de Alicante, uno en Castellón, cuatro en Valencia y dos más de dimensión autonómica. Estos estudios, realizados a partir de entrevistas en profundidad con los propios responsables de cada cibermedio, nos permitirán conocer con mayor profundidad algunas de las iniciativas más interesantes, y de mayor provecho, que se están llevando a cabo en la Comunidad Valenciana.
Entrevista sobre la casta política española
Sobre ese tema, y también sobre LPD, me preguntaron en el Nou Diari, un medio digital de Ibiza y Formentera. Pude explayarme a gusto:
–Si fuera un científico y observara a los políticos españoles por un microscopio, me preguntaría: ¿por qué se comportan como se comportan? ¿Tiene alguna respuesta?
-La clase política española, el sistema de partidos, está configurado por profesionales de la política, individuos que viven de un puesto de trabajo que le es proporcionado por el partido: bien sea porque son elegidos bajo sus siglas, bien sea porque trabajan para el partido -que a su vez se financia con dinero público-, o bien porque el partido, indirectamente, les consigue un trabajo en alguna empresa -pública o privada- o en la administración pública.Para este tipo de gente, que sólo conoce el trabajo ligado con la política profesional, salir de la política es algo inviable y que les produce auténtico pavor. En la política profesional, aunque no se gane mucho dinero, el nivel de exigencia suele ser muy bajo. Por eso es lógico que defiendan su espacio en el ecosistema contra viento y marea.
Beatriz Talegón
Lo primero que hay que decir de este país es que una de sus características mejor integradas en la estructura genética de sus habitantes es el cainismo. De manera que, cuando alguien aparece en la esfera pública haciendo algo, puede estar uno seguro de que, en ese preciso instante, comienza a ponerse en marcha la máquina de denostar, humillar y machacar. Que para algo estamos en España.
Beatriz Talegón tuvo la virtud de aparecer en un escenario de representación institucional e implícitamente notificar lo que todo el mundo sabe ya: que ese tipo de encuentros ombliguistas de la estructura tradicional de partidos está muerto y enterrado, y que sólo puede esperar mantenerse con apariencia de vida un tiempo más por incomparecencia del contrario. En el caso del PSOE, por “mirad qué mala es la derecha, es aún peor que nosotros”. Ganar batallas después de muerto, como el Cid. Pero, al final, al Cid también hubo que enterrarlo.
El discurso de Talegón en la Internacional Socialista no tenía ninguna profundidad intelectual o ideológica. Se limitaba a expresar los mismos argumentos, tan del gusto del respetable en período de crisis, referidos a la contradicción entre lo que se dice y lo que se hace: entre apretarnos el cinturón y que los que nos dicen que tenemos que apretarnos el cinturon se suban el sueldo un 30% mientras nos lo dicen, o se coloquen en alguna empresa pública, o se lleven lo suyo en sobres o acumulando sueldos públicos. Es un tipo de discurso muy eficaz para criticar a la clase política y sus abusos, porque puede visualizarse con facilidad. Impresiona más un coche de lujo, un hotel de cinco estrellas, que 22 millones de euros en Suiza, por ridículo que parezca que así sea.
A mí me parece un poco absurdo centrar la crítica a un partido al que se pertenece en este tipo de cosas, y no en la esclerosis de sus estructuras directivas, la gente aferrada al cargo, la ausencia de programa, de ideales o de proyecto, … Pero también es verdad que menos da una piedra. La chica, al menos, se atrevió a soltar cuatro cosas (y, si quieren, elaboren una teoría de la conspiración que explique que Roures mismo estaba grabando y editando el vídeo para crear un viral, que todo puede ser, aunque en el PSOE yo creo que ahora mismo ni para eso dan).
Al extenderse su vídeo, en efecto, el asunto alcanzó una nueva dimensión. Porque aún hay por ahí mucha gente que quiere creer en el PSOE, y que está a la espera de que el PSOE haga, no sé, algo para que esa gente encuentre motivos para volver a votarles. Y como, en una revolucionaria estrategia de ruptura de expectativas, el PSOE no hace nada de nada, la gente se apunta a cualquier cosa.
A mí me pareció muy absurdo el follón que se montó con la manifestación. Está claro que es totalmente contradictorio que la gente que no hizo nada para parar el drama de las hipotecas impagadas y los desahucios mientras gobernó su partido ahora se ponga en plan revolucionario. Está claro que el público está muy cabreado con el PSOE. Y es posible que la asistencia a la manifestación, por parte de Beatriz Talegón, obedeciera a una lógica consciente de “soy la nueva musa de la izquierda, aquí estoy”. Dicho esto… ¿Por qué razón, exactamente, hay algunos que consideran legítimo e incluso moralizante que se monte un follón tal en la manifestación que el ex ministro y la ex musa tuvieron que salir escoltados? ¿Les parece bien? ¿Creen que es una estrategia inteligente elaborar una dialéctica de pureza ideológica en la que sólo algunos pueden entrar? A mí me parece, incluso aunque pueda ser un acto de hipocresía plantarse en la manifestación, que todo el mundo tiene igual derecho a participar en el espacio público. Y que, si se trata de dar la impresión de que algo ha conseguido músculo, es mejor permitir que los “arrepentidos” se arrimen al movimiento. Tal y como están las cosas, no se lo apropiarán, que es lo que –supongo- temen los mandarines de la ortodoxia ideológica. Más bien al contrario.
En cuanto a Beatriz Talegón, el tiempo, y muy rápidamente, la ha puesto en su sitio. Por un lado, lo del sueldo (cobra 2500 € al mes, y cobraba más de 4000 como asesora de Castilla – La Mancha en Bruselas; así son las cosas en España), que es verdad que revela, una vez más, la falta de sentido autocrítico de aquellos que cogen la antorcha de la pureza; sobre todo, porque alrededor tendrán a muchos otros dispuestos a quemarles con sus propias antorchas. Pero a mí, la verdad, cebarse así en alguien que gana un buen sueldo, pero tampoco la panacea, me parece una argumentación que acaba conduciendo directamente al síndrome “cerveza de sindicalista”. Ya saben de lo que hablo.
En general, yo creo que la chica ha sido muy poco inteligente con todo esto. Se creyó, y muy rápidamente, su propio personaje, hasta llegar a extremos esperpénticos. Su intervención en «El Gran Debate» denotó que aquí no estábamos ante alguien que quería cambiar algo o hacer algo, sino que estábamos, ante todo, ante un político demagogo más, con cuatro clichés de baja estofa como argumentario. Una persona que tiene la opción de hablar en la televisión nacional, en directo, y se dedica a llorar sobre lo que le pasó en la manifestación y a decir chorradas sobre los amigos de los violentos… Pues eso. Creo que se define sola. Viéndolo, a mí a veces se me asemeja a una mezcla perfecta entre Belén Esteban y Carmen Chacón.
De todas maneras, para entonces el cainismo español, muy ayudado por la propia Talegón y sus errores, ya había hecho el resto. Como han dicho por ahí, de héroe a villana en cuatro días. Para eso, las redes sociales también contribuyen a acelerar las cosas. El PSOE tendrá que seguir esperando.
Mariano Rajoy te guiña el ojo
No es que haya muchas oportunidades para observar a Mariano Rajoy; sus comparecencias públicas ante los medios de comunicación son escasas y, cuando se dan, suelen ser con un vídeo de por medio, como diciendo «no es que no me vayan a hacer ustedes preguntas; es que no van a poder ni acercarse a mí». Y su participación en el espacio público, sea ésta formal (en el Parlamento) o informal (mediante vídeos, apariciones públicas, etc), todo lo limitada que sea posible, o que determine la complicada agenda público / deportiva del presidente.
Por eso hemos tardado tanto en observar un peculiar tic facial de Mariano Rajoy: el guiño del ojo derecho. Un guiño que se produce últimamente a menudo, en las más recientes apariciones de Mariano Rajoy, y que más parece ser un tic nervioso que una cálida aproximación al ciudadano del presidente, como diciendo «confíe Usted en mí y no se deje llevar por tanta insidia».
La guiñomanía estalló esta misma semana, tras observar detenidamente la comparecencia de Rajoy del pasado sábado, ante una cámara que a su vez emitía una señal en una televisión para los periodistas apelotonados en otra sala: Mariano Rajoy, cuando decía que él nunca había cobrado dinero negro… Guiñaba el ojo. ¿Significa esto que mentía? ¿Que, por el contrario, el guiño reforzaba la convicción de sus argumentaciones? O, como es más probable, no tenía nada que ver ni con lo uno ni con lo otro?
Este vídeo, que recoge algunos de los más notables guiños de Rajoy, parece sumarse a la teoría de la conspiración de que sí, de que, en efecto, Rajoy guiña al mentir:
Pero, tras ver tanto guiño, a mí, la verdad, la cosa me supo a poco. Recordé un verdadero festival de guiños que no aparece en esta compilación: el que daba Mariano Rajoy en el vídeo de «los catalanes hacen cosas». Un vídeo en el que (a partir de 3.05) asistimos a una especie de bombardeo por saturación, como bien me hizo ver Álvaro, no cuando Rajoy dice que los catalanes hacen cosas y exportan, sino cuando, justo antes, Rajoy enfatiza: los catalanes me caen bien, yo soy medio catalán, me gusta Cataluña. Allí… ¡Toma guiño, toma! ¡Un no parar!
Yo no sé qué decirles. La teoría del guiño tiene su gracia, pero a mí me da que, si tuviera visos de verosimilitud, deberíamos tener más, muchos más guiños en cartera a estas alturas. ¡Pues no ha mentido poco Rajoy en los últimos tiempos, y apenas si guiñaba…! Esta teoría me recuerda un poco a Casino Royale, la magnífica primera película del último Bond, Daniel Craig. Magnífica, por supuesto, porque casi la mitad de la película transcurre en un casino, en una apasionante partida de cartas en la que Bond se juega una fortuna contra un malvado jugador profesional, una desalmada máquina de calcular y desplumar llamado Le Chiffre.
A Bond le cuentan que Le Chiffre tiene un punto débil. Cada vez que va de farol, a Le Chiffre se le hincha la vena del ojo y se pone a tocarse compulsivamente el ojo para evitar que la cosa se salga de madre y se ponga a llorar… Sangre. Ya ven Ustedes qué pequeño inconveniente para un jugador de talla mundial. Tan pequeño que nadie se había dado cuenta… Salvo Bond, que lo apuesta todo basándose en ese supuesto tic y… Lo pierde todo (y sí, luego se recupera y vence, que para algo es Bond; pero inicialmente lo pierde todo). ¡Le Chiffre ha faroleado a Bond con su supuesto farol!
No sé si Mariano Rajoy es tan maquiavélico como Le Chiffre, pero tendría su aquel que el tic en el ojo izquierdo fuera una elaborada construcción intencionada para… No sé, para joder a Esperanza Aguirre, o algo. Aunque es más probable que el tic no tenga ninguna vinculación con nada, o a lo sumo sea una desesperada llamada de auxilio: «Por Dios, déjenme en paz, que quiero ver el fútbol».
El País le compra una falsa foto de Chávez a Amy Martin
Se va uno de viaje un par de días y pasa lo que pasa. España, esa inagotable fuente de despropósitos y desfachatez, continúa nutriéndonos, imperturbable, de nuestro maná diario. Pero forzoso es reconocer que, esta vez, se lo ha currado más de la cuenta.
Por un lado, el diario El País. El considerado por propios y extraños, durante décadas y probablemente hoy en día, como el mejor periódico de España. Un periódico que hace no mucho despedía a la tercera parte de la plantilla “para mejorar aún más nuestro producto y renovar el compromiso del periódico con sus lectores” y bla bla bla. Con el mismo propósito, y poco antes, el presidente de PRISA, Juan Luis Cebrián, se subía un poco más el sueldo, hasta los 14 millones de € anuales, que no es cuestión de quedarse atrás en la competición con gente como Su Majestad Campechana o Luis Bárcenas. Y más o menos por la misma época, El País comenzaba a darnos algunas pildorillas de su revolucionario compromiso con el Nuevo Periodismo, merced a una cobertura de las elecciones venezolanas que haría sonrojarse al corresponsal de Fox News en Cuba.
Unos meses después, El País nos proporciona un nuevo hito en su acoso y derribo autoinfligido: le pasan una supuesta foto de Chávez entubado y el periódico: a) la publica, pasando de cualquier consideración ética sobre si ese tipo de imágenes son adecuadas para la portada de un periódico; y, obviamente, b) no se molesta en confirmar. Si lo hubiera hecho, habrían descubierto que se trata de una imagen de 2008 extraída de un vídeo de youtube, de una entubación de un paciente que, obviamente, no es Chávez.
En Libertad Digital, y en realidad en todas partes, comentan pormenorizadamente el asunto. Y la cosa, a estas alturas, no merece mayor comentario. ¿Qué decir? ¿Que Cebrián se ha cargado El País? ¿Que no es ni la sombra de lo que era? ¿Que este monumental error (imagínense las risas si lo hubiera publicado La Razón) es sólo uno más de una larga serie?
Pero España, o mejor dicho la clase dirigente española y sus maneras de obrar, tiene mucho más que ofrecernos. Ya saben Ustedes que Pedro J., medio para “compensar” el caso Bárcenas, se sacó de la manga un “escandalillo” de la Fundación Ideas (la FAES del PSOE), en el que demostraba lo que todo el mundo que conozca un poco el siniestro mundillo de los partidos ya sabía, pero que nunca esta de más evidenciar en el espacio público: que el objetivo primigenio de la Fundación Ideas, igual que el de FAES, es coger dinero público de subvenciones y convertirlo en dinero privado para los amigotes, ligues y compañeros del partido. Y punto.
Pero, rascando un poco, salió un asunto que tenía mucha miga: buena parte del dinero repartido por la Fundación Ideas se había destinado a una supuesta escritora americana totalmente desconocida, Amy Martin, que cobraba hasta 3000 € por articulillo, a propósito de temas tan centrales para el desarrollo de la izquierda española como “El cine como síntoma de desarrollo. La industria cinematográfica de Nigeria”. ¡Para que luego digan que el periodismo se paga cada vez peor!
Inicialmente se pensó que detrás de Amy Martin estaba el director de la Fundación Ideas, Carlos Mulas. Un vistazo a su página web nos muestra, con total claridad, que Mulas es un producto arquetípico de los asesores que se colocan en la órbita de los partidos. Como Mulas es, además, progre, que para algo está al frente del Think Tank del PSOE, escribe un blog en El País (¡periodismo de calidad otra vez!), o lo escribía, que ahora aparece borrado. También es consultor del FMI. El lema de su web no llama a engaño: “Economía y progreso deberían ser sinónimos”. ¡Con artículos pagados a 3000 € seguro que sí!
Pero poco despés, y una vez destituido Mulas, ha aparecido su mujer, Irene Zoe Alameda, para afirmar que ella es quien está detrás de Amy Martin. Que se dirigió, oculta tras este seudónimo, a la Fundación Ideas ofreciendo sus servicios, y que en la fundación, pues al ver a una escritora totalmente desconocida que les envía un email… ¿qué van a hacer? ¡Joder, pues claro que te contratamos! ¡Y si hay que pagar 3000 €, se pagan 3000, no vaya a ser que aparezca la FAES y nos robe el fichaje!
Irene Zoe Alameda es un producto arquetípico del mundillo cultural que se mueve en la órbita de los partidos, para pillar cacho y medrar. Es escritora. Y cineasta. Y músico. Por supuesto, en ninguno de estos desempeños ha destacado en lo más mínimo. Su producción ha pasado más bien sin pena ni gloria. Razón por la cual… ¡Dirigió el Instituto Cervantes de Estocolmo! Colocada por el PSOE, por supuesto. Que estas cosas funcionan siempre igual. Colonizar las instituciones y apropiárselas para repartirlas entre aquellos que se hayan posicionado previamente en la órbita del partido.
En La Red desde junio de 2003