Hansi: la chica que amaba la esvástica

En mi breve periplo londinense del mes pasado no sólo tuve tiempo para apreciar los expolios británicos. También pude disfrutar de una magnífica exposición en la Biblioteca Británica sobre propaganda. En la tienda adyacente a la exposición, además de los clásicos pins, cartelitos y demás merchandising, había varios libros muy interesantes, y hete aquí que les vengo a hablar de uno de ellos (en efecto: soy una víctima de la propaganda, que me llevó a asistir a la exposición sobre propaganda, a comprar productos vinculados con ella y, finalmente, a hacer promoción de la exposición y de dichos productos a través de mi blog. ¡El gran círculo de la propaganda se cierra de nuevo!).

Se trata de Comic Art Propaganda, de Fredrik Strömberg. Aquí tienen la portada, donde una serie de superhéroes americanos atacan a Hitler (que, más que aterrorizado, parece expectante) en la parte superior; en la inferior, los comunistas, que por fin han logrado conquistar EEUU, comienzan a abusar de inocentes ciudadanos americanos (mayormente un negro, un cura y una señora; los propagandistas de los 50 sí que sabían).

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Como casi todo el mundo sabe a estas alturas, la propaganda es más eficaz conforme más logra encubrir sus propósitos y naturaleza propagandísticos. Un mitin, desde esa perspectiva, no sirve apenas para nada; como mucho, para salir unos segundos en la tele colando un mensaje que el público ya sabe que es parcial, sesgado y con la intención de influir en sus opiniones. En cambio, una serie de televisión, pongamos por caso El Coche Fantástico, es algo ingenuo, virginal. Un producto de entretenimiento para que las masas pasen el rato. Y oye, si para hacer la cosa más divertida hay que incorporar mensajes explicando lo bueno que es “hacer lo correcto”, pues mejor. Y, por supuesto, “lo correcto” es lo que tiene que ser. Como Dios manda. ¡Joder, no me hagan decir que “lo correcto” es la banca, que Usted pague más impuestos, trabaje más y cobre menos para que los privilegiados sean más privilegiados cada vez, porque, si lo digo así, parece algo malo!

Desde esa perspectiva, el cómic constituye un vehículo propagandístico extraordinariamente versátil y potencialmente muy poderoso. Por su aparente disociación respecto de los medios informativo-propagandísticos, y porque se dirige fundamentalmente hacia la infancia y la juventud, es decir: los segmentos de la población más sugestionables y moldeables por la propaganda (no es que los otros sean inatacables por la propaganda, aclaro; es que ya vienen sugestionados “de antes”, tienen formada una visión del mundo, y es mucho más difícil cambiarla).

Pero basta ya de divagar: yo he venido aquí a darles a Ustedes lo que están deseando, esto es: ejemplos jugosos de un libro-cómic escrito con mucha retranca, bien estructurado y muy completo (aunque se centra, inevitablemente, en los cómics británicos y sobre todo estadounidenses). He aquí algunos de los más espectaculares:

Hansi: la chica que amó la esvástica. Es un cómic americano de propaganda cristiana de los años 70, que cuenta la historia de una alemana de los Sudetes que se emociona con Hitler y el nazismo y abandona sus creencias cristianas para sustituirlas por creencias en Hitler. Pero luego, cuando Alemania pierde la guerra, Hansi se desilusiona y vuelve al “redil” cristiano, único y verdadero. Los motivos por los que esto constituye una historia “positiva” para el cristianismo son para mí un misterio (Hansi es una fanática pero, además, ni siquiera es firme en su fanatismo; simplemente cambia un fanatismo por otro).

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Reagan’s Raiders. Ronald Reagan y su gabinete tienen una doble vida. Cuando su nación les necesita, se convierten en superhéroes machos y musculosos que atacan a los enemigos de EEUU e imponen la democracia a palo limpio. El comic, de 1986, es una clara parodia, que nunca se explicita como tal. Acabó con un tercer número antológico, en el que Reagan y su Gobierno rescatan a los prisioneros de guerra estadounidenses en Vietnam, entre ellos los agentes encubiertos Rhombo y Schwartzenheimer. Aquí, un artículo de Absence sobre el tema, imprescindible para saber más (y a ver quién no va a querer saber más de algo así).

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Hairy Polarity. Parodia evangelista que explica que Harry Potter es muy malo y que con la religión todo va mucho mejor. Según el editor del comic, Tim Todd, “Los libros de Harry Potter presentan un mundo sin Dios, en el cual vencen los magos más poderosos. En estos libros el héroe es un mago que no muestra ninguna evidencia de creer en Dios, y no usa los rezos como vía para luchar contra el mal”.

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Troubled Waters. Comic que busca promocionar el Parlamento Europeo entre la población de la UE. Para basarse en hechos reales, el Parlamento aprobó que el tema del cómic fuese un asunto particularmente atractivo para la juventud: una resolución del año 2000 sobre la política de aguas en la UE. Se publicaron más de un millón de copias, pero, inexplicablemente, la cosa no tuvo éxito.

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Moviéndole el sillón a Rajoy (II). Bárcenas tira de la manta y Pedro J. dispara

No ha tardado mucho Bárcenas en cumplir las expectativas; ha sido llegar a la cárcel, hacer unos cuantos amigos, invitarles a tomar algo en el economato, y comenzar la operación “cargarse a Rajoy”. Y, de paso, a toda la plana mayor del PP a la que ha estado chantajeando todos estos años. Porque de esto ha ido la cosa desde el principio: de un chantaje, que incluso hoy continúa siendo efectivo, vistas las melindrosas declaraciones que la mayoría de los dirigentes del PP, y en particular Rajoy, han estado haciendo todo este tiempo sobre Bárcenas, aunque fuera con entusiasmo decreciente. Y eso por no hablar, claro, de los sueldos y privilegios de los que disfrutaba Bárcenas en esa especial condición de “desempleo diferido” que se inventó Cospedal. Este hombre no se iba tan feliz a hacer heliesquí el fin de semana porque fuese un inconsciente. O quizás sí que era un inconsciente (pensando que el chalaneo llegaría en España hasta poder salvarle a él), pero no porque no tuviera cosas con las que amenazar. Que las tenía, y las tiene. Las tendría cualquier persona que hubiese ocupado una posición como la suya, a lo largo de tanto tiempo, en una organización de ese calibre. Y si además hablamos de un partido político español que lleva 25 años mandando… Pues eso. Que, obviamente, Bárcenas tiene mucho con lo que amenazar. La cuestión es que ahora, por primera vez, comienza a cumplir sus amenazas.

Ya tuvimos un divertido prólogo con el artículo de Pedro J. del domingo, con mención a Cospedal con indudable D.O. Bárcenas incluida. Hoy, la publicación de los originales pone sobre la mesa, de nuevo, lo que a estas alturas la mayoría de la gente politizada (también de los que apoyan al PP) tenía bastante claro: que los sobresueldos existieron (1ª irregularidad), y que en la mayoría de los casos no se declararon (2ª irregularidad). Y cada vez parece más probable que Bárcenas, lanzado por la senda de cargarse a los que no le han salvado de la cárcel, acabe sacando datos que confirmen la irregularidad más grave de todas: que el dinero de los empresarios venía condicionado a determinadas adjudicaciones, contratos y tratamientos de favor. Algo por demás obvio (a ver por qué razón van a soltarle millonadas al PP esos empresarios), pero que, si hacemos caso a Pedro J., resultaba además extraordinariamente burdo, con Lapuerta llamando al ministro o al alcalde para decirle a quién había que darle qué contrato.

El asunto es serio y afecta a las más altas instancias del PP. Hablamos de una instrumentalización sistemática, a lo largo de décadas, de las instituciones gestionadas por el PP en beneficio de los dirigentes del PP y los empresarios que les financiaban. Un escándalo mayúsculo y no privativo del PP, a juzgar con la pequeña, pequeñísima boca con la que en el PSOE dicen que bueno, que sí, pero que aquí lo importante es hacer un pacto de Estado contra los violentos. Dada la dimensión del saqueo, en un país serio sería extraordinariamente difícil que, esta vez, tampoco haya consecuencias. Porque parece muy cercano el momento en el que se demuestren, sin asomo de dudas, al menos dos de las irregularidades, o las tres, respecto de alguno de los principales dirigentes del PP. Y porque, además, ya se han encargado en El Mundo de apuntar directamente contra Rajoy (mientras aseguran que Aznar –todo legal, todo legal- ni había olido los sobres). Pero ya hemos visto en el pasado cómo, contra viento y marea, la capacidad de Mariano Rajoy para resistir, ahí plantado, sin hacer nada, todo lo superaba.

Sin embargo, esta vez ha pillado un mal enemigo. De Pedro J. Ramírez se pueden decir muchas cosas, pero no que el tío no sea contumaz. Si decide ir a por alguien, ahí está, sacando noticias, pseudonoticias, refritos, columnas, y todo lo que sea necesario para mantener un tema con vida todos los años que haga falta. Ya intentó cargarse a Rajoy hace unos meses, y hace unos años, y ahora vuelve. Lo sorprendente es lo alto de la apuesta. Pedro J., no sé si porque sabe que sus días en El Mundo están contados (y, ya puestos, muere matando), o porque cree que realmente se va a cobrar esta pieza que lleva años persiguiendo, va a por Rajoy. Para conseguir lo que también lleva años persiguiendo: entronizar a Aguirre, con él de consejero aúlico máximo y el FROB, los ministerios, y quien haga falta, poniendo publicidad institucional para apoyar el periodismo de calidad, mientras un Gobierno auténticamente liberal legisla para comprar prensa liberal en los colegios y dar ayudas a los periódicos que se lo hayan currado.

Es muy complicado que Pedro J. logre su objetivo último. Pero, visto lo visto, no tanto que logre cargarse a Rajoy. Por muy laxa que sea la ética pública en este país y la exigencia de honradez a sus dirigentes, las cosas se han puesto más complicadas con esta crisis. Y no es lo mismo una vieja gloria del PP pillando sobres que el actual Presidente del Gobierno. Sobre todo, porque además Rajoy negó haber cobrado.

Con el tiempo, igual llegamos a la conclusión de que Rajoy hizo “un Camps”, negando con vehemencia en lugar de decir “pues mire usted, sí, cobré, me habían subido la cuota del Marca y quería ver los resúmenes del Tour en francés con subtítulos, y el sueldo de ministro no me llegaba para tanto, era lo que se hacía entonces y bla, bla, bla; que a mí me parece que nadie puede seguir en un cargo público después de confesar algo así, pero oigan, que Ana Mato aún no ha dimitido.

En cualquier caso, lo más normal es que ahora El Mundo nos dé un par de semanas de espectáculo y en septiembre –sobre todo si no han conseguido nada con las revelaciones- vuelta a empezar. ¡Gracias por el espectáculo, Pedro J.!



Londres: fritanga en el Museo del Robo

Hace unos días estuve en Londres para participar en este Congreso (presenté este texto sobre la #primaveravalenciana de 2012 y la #Intifalla que surgió entonces y continuó este año), y aproveché para hacer una visita al Museo Británico.

A mí es un museo que siempre me ha gustado mucho y, de hecho, en las tres ocasiones anteriores en las que estuve en Inglaterra fui a hacerle una visita. Los museos de pintura no me entusiasman, pero los arqueológicos son otro cantar: momias, ánforas, esculturas, monedas, joyas, absurdas tradiciones, … Hay quien diría que estar en un museo arqueológico es ver instantáneas de la Historia. O eso, o como ver la tele, que también vale la metáfora: una mezcolanza de contenidos que se presentan al espectador para que los intente asimilar, a pesar de los escasos vínculos que, en la práctica, guardan entre sí.

Los museos arqueológicos tienen otro vector de interés: como son, más que cualquier otro tipo de museo, producto del robo y el expolio, resultan idóneos para hacerse una idea del poder que tenía el país que acoge el museo en cuestión en los años en los que forjó su colección. Por eso el Museo Británico y el Louvre son los mejores del mundo: son los que más, y mejor, han robado, y durante más tiempo.

Uno de los mejores ejemplos de robo, desde mi punto de vista el más escandaloso, es el de los frisos del Partenón, que llevan en Londres 200 años. El embajador inglés en Estambul a principios del XIX, lord Elgin (un piratilla inglés más), los arrancó del Partenón y se los llevó a Inglaterra. Véase aquí la maravillosa justificación del museo:

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Es decir: lord Elgin sobornó a un militar turco y se llevó los frisos. ¡Todo legal, todo legal! Pero no crean que la cosa queda ahí, no. Por si a alguien le da por quejarse (por ejemplo, al gobierno griego, que lleva haciéndolo casi 200 años), aquí viene el maravilloso argumento “B” del Museo Británico para quedarse el botín:

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Vale, hemos robado el Partenón, pero eh, somos gente civilizada, los griegos seguro que lo destruirían o lo venderían para pagarse esos sueldazos de funcionarios públicos que tenían. Lo cual, por cierto, no justificaría nada; dado que el Partenón es suyo, los griegos tendrían legitimidad para hacer lo que les viniera en gana con él. Es lo mismo que hicieron los talibanes en 2000 y 2001 (justo antes del 11S) con los famosos “Budas” de Afganistán: destruirlos ante el estupor de “la comunidad internacional” (absolutamente nadie conocía su existencia hasta que la prensa denunció que los estaban destruyendo, pero vale, “famosos”).

Puede decirse que, en efecto, los Budas no los conocía (ni le importan) a nadie (por “nadie”, evidentemente, me refiero a “nadie occidental”; esto de la conservación y el disfrute del legado no se aplica, como es por demás obvio, a los pueblos subdesarrollados a los que llevamos siglos expoliando por su propio bien), pero que el Partenón es distinto: un símbolo de primer orden de nuestra civilización. Existía, además, el horrible antecedente de 1687, cuando estalló el polvorín que los turcos tenían en el Partenón (sí, eran así de animales; luego nos extraña que Erdogan quiera arrasar el único parque de Estambul para construir miles de Starbucks y Zaras). Pero si el argumento es “arranquemos el Partenón de las sucias garras del Turco”, la cosa sólo podía sostenerse unos años, hasta que Grecia obtuvo su independencia. Desde entonces, la idea esa de “gracias a Lord Elgin podemos disfrutar del Partenón cómodamente, sin peligro de que se contamine” es doblemente insultante. Quede claro que no me pongo tiquismiquis, que esto va de lo que va: los que tenían poder lo usaron para robar y se lo quedaron. Vale; pero al menos no fardéis de eso ni digáis que lo hacéis en beneficio de aquellos a los que habéis robado.

A lo que íbamos: en esta, mi cuarta visita al Museo Británico, disfruté de todos los clásicos: el Partenón (¡qué cómodo es poder verlo sin tener que estar en Grecia!) y el resto de la sección clásica, las momias egipcias, Asiria, los etruscos, la colección de monedas, … Pero, por desgracia, tuve un motivo de desilusión: faltaba “El tío de los hotdogs”.

El tío de los hotdogs era un maravilloso puesto de hotdogs que se ponía a la entrada del Museo Británico, y que seguía la mejor estrategia de marketing que he visto nunca: llenar el Museo Británico de la fritanga de sus hotdogs. Era tal cual lo cuento (si alguien lo ha visitado entre 2000 y 2007 probablemente pueda testificarlo). En determinadas salas, sobre todo de la planta baja, el olorcillo característico de los hotdogs y la cebolla frita lo impregnaba todo. Es la típica cosa que si pasase en España estaríamos diciendo, y con razón, que qué vergüenza, qué cosa tercermundista tan propia de España, etc. Pero, como pasa en Londres, es cool.

Cool pero también, para qué negarlo, un poco desconcertante. Porque estabas viendo las momias y era inevitable hacerlo mientras, subyugado por el delicioso olor de la fritanga, pensabas: “me está entrando un hambre…”. Y, por supuesto, era salir del Museo e irnos directos al puesto de hotdogs. Que estaban buenísimos, por cierto. Nada que ver con los cutre hotdogs que venden por ahí. Bocadillos grandes, jugosos, con la cebolla frita en su punto (y no era para menos, que llevaba horas friéndose y entrando por todos los resquicios del Museo) y unas salchicas de Frankfurt como Dios manda. Comiéndose esos hotdogs, a uno le entraban ganas de seguir cultivándose intelectualmente en más museos.

Por desgracia, en mi última visita (este sábado) el puesto de hotdogs había desaparecido. Ahora todo se ha tecnificado. Ya no hay tío de los hotdogs, sólo franquicias absurdas puestas estratégicamente en la explanada de la salida para venderte mierdas plastificadas, sin fritanga ni ná. Y además, tienes que ver los monumentos sin ese olorcillo característico. Que no digo que sea malo, pero ya no tiene tanta gracia leer lo de “eh, somos civilizados y por eso os hemos birlado todo esto, tercermundistas» embadurnado por la fritanga que te clarifica en qué consiste, exactamente, el mundo civilizado.



Prensa digital: hacia el “semimuro” de pago

En septiembre, el diario El Mundo montará un sistema de pago en su web, complementario a la venta / suscripción de su diario impreso en Orbyt. Se supone que El País tiene la intención de hacer lo mismo, en una fecha aún por determinar. Ambos medios, líderes en España, tienden a actuar en paralelo. Ambos parecen apostar (El Mundo ya lo hace explícitamente) por un sistema híbrido como el desarrollado por el Financial Times y adaptado posteriormente, también con éxito, en el New York Times.

Este sistema consiste, en esencia, en que se permite al lector acceder gratuitamente a un número determinado de artículos al mes (diez o veinte) y a partir de ahí tiene que pagar, una cantidad en todo caso moderada (que, en el caso del New York Times, es de 15 dólares al mes). También se permite el acceso a las noticias si se llega por otras vías, fundamentalmente a través de las redes sociales; una manera de no perder la fundamental “ventana al exterior” que son, y cada vez más, estas redes para dar a conocer los contenidos de cualquier medio al público.

Es un sistema original, que no incurre de nuevo en los errores del “muro de pago” total, como el que implantó El País en 2002, y que en la situación actual probablemente continúe estando condenado al fracaso. El sistema de “semipago”, en cambio, parece otorgar lo mejor de dos mundos: acceso gratis para los lectores esporádicos, en la esperanza de convertirlos, poco a poco, en habituales; un precio asequible para los lectores habituales; y todo ello sin renunciar, además, a tener visibilidad en Internet, sin la cual, en el medio plazo, cualquier medio lo tiene difícil para sobrevivir (la razón por la que el muro de pago total casi nunca funciona).

Este “semimuro” implantado por Financial Times, New York Times y, más recientemente, Washington Post, parece estar funcionando bien, y precisamente por eso son cada vez más medios los que lo están adoptando. Por eso y porque el sistema de financiación exclusivamente a través de la publicidad, para los medios convencionales, no funciona. Por una cuestión, sobre todo, de economías de escala: son transatlánticos de la información, demasiado grandes, con estructuras demasiado rígidas, y es muy difícil recabar recursos para pagar todo eso mediante la publicidad en Internet.

La cuestión es: ¿funcionará en España? La respuesta es que mucho me temo que no, en los dos casos (El Mundo y El País) que se proponen implantarlo, pero no por las mismas razones:

En el caso de El Mundo, el problema es que los contenidos por los que, en principio, el periódico pretende cobrar, digámoslo sin ambages, carecen de interés. No es que no sean interesantes, pero no ofrecen contenidos suficientemente diferenciados y específicos como para justificar el pago. Los contenidos de la web del Mundo, en su mayoría, son teletipos de agencia más o menos reelaborados. Los contenidos de mayor calidad, que provienen del papel, ya están integrados en otro sistema de pago, que es Orbyt.

No está claro si el muro de pago de El Mundo permitirá el acceso también a estos contenidos, pero en principio parece que la idea es cobrar por lo que ahora El Mundo ofrece gratuitamente. Y el problema es que lo que ahora El Mundo ofrece gratuitamente es lo que también regalan muchos otros medios, fundamentalmente porque no pertenece a ninguno de ellos, sino que proviene de las agencias y de las fuentes institucionales (notas de prensa de instituciones, empresas, etc.).

En lo que concierne a El País, puesto que –por ahora- su modelo consiste en ofrece gratuitamente todos sus contenidos en Internet (un sistema que les genera pocos ingresos, pero que al menos les ha permitido superar de nuevo al diario El Mundo en Internet, tras muchos años de liderazgo de este periódico), un sistema de “semimuro” como el del New York Times debería funcionar, en principio, … Como en el New York Times. Es decir, debería atraer a muchos suscriptores (el NYT tiene 600.000).

El problema, en este caso, es que incluso aunque se consiguieran muchos suscriptores los ingresos seguirían siendo insuficientes (como probablemente pase en el NYT). En este interesante análisis calculan unos ingresos de un millón de € al mes para cada 100.000 suscriptores. Suponiendo que El País obtuviese 150.000 suscriptores, conseguiría 18 millones de € al año, es decir: todos los ingresos por suscriptores de la versión digital del periódico a duras penas servirían para pagar el sueldo de Cebrián.

Por supuesto, los suscriptores no son el único ingreso. Continuaría estando la publicidad digital, y por supuesto las ventas, y la publicidad, del periódico en papel (o en versión específica para tabletas, modelo Orbyt o Kiosko y Más). Pero, incluso así, y teniendo en cuenta que las ventas y los ingresos publicitarios en papel, como en principio parece lógico, tenderán a desvanecerse, nos encontramos de nuevo con el mencionado problema de economías de escala.

Que no depende sólo de que la plantilla sea grande y muy bien pagada, sino de las barbaridades de todo tipo que han hecho los grandes medios españoles en los últimos años, con sus inversiones en televisión, en fúmbol y –sobre todo- en meter a cada vez más directivos con sueldos más escandalosos mientras su barco se hunde y los directivos, además de cobrar, no parecen ser capaces de idear absolutamente nada para, al menos paliar las pérdidas. Hombre, no todos dicen por ahí que su producto es una mierda, como hace ufano Cebrián, pero es que lo de este hombre parece un caso extremo (renovado tres años más al frente de PRISA, en premio a lo bien que lo ha hecho).

Resumiendo: el modelo de “semimuro” parece una buena solución; una adaptación inteligente a las características de Internet. Pero, junto con ello, también hay que adaptar, y mucho, tanto las estructuras como el tipo de contenidos por los que se pretende cobrar. Y para eso no parece que hayamos avanzado mucho.



Hoy, en “Empresas Viejunas”… El Corte Inglés

En las últimas semanas se van anunciando noticias que causan perplejidad en el lector. Se trata de noticias sobre El Corte Inglés. Esto, en sí, constituye una gran sorpresa. Porque, durante décadas, El Corte Inglés no ha sido noticia en ningún medio de comunicación. Las informaciones referidas a esta cadena de centros comerciales, sencillamente, no existían. El Corte Inglés sólo aparecía en los anuncios, cuando se ponía a hacer campañas anunciándonos el Día de la Madre, o la Navidad, o que ya es Primavera.

La política de la empresa se basaba en asegurar que, bajo ningún concepto, dicha empresa apareciera nunca como objeto de la información; sólo como acompañamiento de la misma. Como publicidad. Y, dado que, durante décadas, El Corte Inglés ha sido el principal anunciante de España, los medios de comunicación tragaban y callaban (como tragan con otras empresas, aunque en este caso la cosa va más de hablar bien de ellas y ocultar cualquier forma de crítica).

La demostración más clara del poder de El Corte Inglés se vio el 10 de enero de 2010, cuando TVE emitió un reportaje sobre la cadena de supermercados, que incluía referencias a su dictatorial política de personal, sin sindicatos y con un machismo rampante, así como al libro del periodista Javier Cuartas sobre El Corte Inglés, publicado en los años noventa y que nunca pudo leer nadie, puesto que los ejemplares fueron comprados por El Corte Inglés y, acto seguido, destruidos concienzudamente. Este reportaje se emitió el 10 de enero de 2010 no por casualidad, sino porque, apenas una semana antes, TVE había comenzado su nuevo modelo sin publicidad. Y, desaparecida la publicidad, desaparecido el chantaje. Lo contó José Antonio Pérez en Mi Mesa Cojea, y lo contó allí porque le censuraron la columna en Público (que, como quedó claro, sí que tenía publicidad de El Corte Inglés).

Por eso, que El Corte Inglés sea noticia es, en sí, noticia. Significa que los espacios en los que se informa sobre esta empresa no reciben publicidad de El Corte Inglés. Significa que yo aún no tengo el saco de doblones de oro en la puerta de mi casa (con el símbolo del € sobreimpreso, si puede ser), y por eso les suelto este rollo en lugar de un hermoso banner anunciando las vacaciones en El Corte Inglés, o lo que sea. Y, dado que cada vez son más los espacios informativos en los que pueden leerse informaciones sobre El Corte Inglés, quiere decir que esta empresa está invirtiendo menos en publicidad. Y eso, a su vez, es indicativo de que ya no es lo que fue. Ya no es todopoderoso.

La constatación de esta decadencia queda aún más clara si nos fijamos en el contenido de las noticias: negociaciones con la banca para renegociar su deuda de 5000 millones de € (¡El Corte Inglés casi parece un equipo de fútbol de mitad de tabla!); cierre de la mayoría de locales de OpenCor; emisión de deuda de El Corte Inglés, por primera vez en su historia. El titán las está pasando putas, en resumen. Y esto, que no es que sea muy llamativo en el contexto de crisis que vivimos, sí que lo es si hablamos de una empresa cuya solidez y prosperidad, en España, han tenido siempre proporciones mitológicas.

¿Por qué se está hundiendo El Corte Inglés? Desde luego, la crisis económica tiene mucho que ver, pero para mí que ya antes de la crisis la cosa comenzaba a embarrancar. Precisamente por eso, me da la sensación de que, con crisis o sin crisis, va a ser complicado que escapen del estancamiento y la decadencia. Se me ocurren, fundamentalmente, dos razones:

Expansión y diversificación erróneas. O lo que podríamos llamar “La contribución de El Corte Inglés a la burbuja económica española”. Hace trece años, El Corte Inglés comenzó a abrir una serie de supermercados con régimen horario especial. Los Opencor abrían todos los días del año y con un horario que abarcaba de 8 de la mañana a una de la madrugada. La idea quizás no era mala, pero nunca funcionó demasiado bien. Tengo (tenía, lo cerraron hace unas semanas) un Opencor cerca de mi casa y la verdad es que, cuando iba, no solía haber apenas gente, salvo si jugaba el Valencia o era domingo por la tarde, cuando la gente volvía del fin de semana (lo cual, si coincidía en horario con el partido del Valencia, sí que podía generar colas considerables). El resto del día, muy poca gente.

Fundamentalmente, porque el Opencor era, y es, carísimo, lo cual no sólo implica que la gente no fuese a comprar, sino que, si compraba, sólo compraba lo indispensable, lo que necesitaba: una caja de leche, tabaco, el periódico, unas cervezas, una pizza congelada, …

Cuando se generalizó la liberalización de horarios, los OpenCor comenzaron a cerrar en masa. En Valencia, que fue la primera ciudad donde se implantó este modelo (si no me equivoco), y que en consecuencia llegó a tener muchos de estos centros, en las últimas semanas se han cerrado dos, y dos más hace un par de años.

Lo mismo que digo de los OpenCor podría decirse de los SuperCor, los supermercados “convencionales” de El Corte Inglés, que tampoco es que se hayan comido el mundo precisamente (también cerraron uno cercano a mi casa, aunque esto no puedo cotejarlo con los que hay en el resto de la ciudad; sí sé que cerraron otro por el barrio de Patraix, y que actualmente, según figura en su web, sólo queda uno en Valencia ciudad).

Cambio en los hábitos de compra de la gente: O lo que podríamos llamar “El Corte Inglés, empresa viejuna”. El Corte Inglés basó siempre su éxito en una amalgama de factores: eran fiables, tenían de todo, estaban en el mejor sitio posible (el centro de las ciudades) y, por razones que yo nunca entendí, mucha gente pensaba que comprar ahí era símbolo de status socioeconómico. A mí hay gente que me ha presumido de que le habían dado la tarjeta de compras de El Corte Inglés como si fuese un gran privilegio que él, y sólo él, con el sudor de su frente y su afán por trepar, había conseguido finalmente (a ver: que te la dan para que te gastes TU DINERO, genio).

Este último factor, el símbolo de status, está casi completamente amortizado, y se está viendo sustituido, a marchas forzadas, por uno mucho más preocupante: El Corte Inglés como empresa pasada de moda, anquilosada y defectuosa, en una palabra: viejuna. Y no es que nunca fuese otra cosa (bueno, quizás en los años 40 aún no era viejuna), con esos empleados repeinados y empleadas con más laca en el pelo que Esperanza Aguirre. El problema es que antes el público veía eso como síntoma de su importancia y ahora cambiarían al señor repeinado por una chiquilla llena de piercings del Springfield o del Pull & Bear, que al menos les hace creer que están a la última y son hipsters de esos. Ir a El Corte Inglés comienza a ser como comprar el ABC y leértelo porque realmente te gusta hacerlo: lo hace la gente mayor, cada vez más mayor, y cada vez menos gente. Pero los jóvenes, y por tales deberíamos entender, probablemente, menores de 40, no parece que vayan mucho por ahí (seguro que hay excepciones y eso, pero nada que ver con las oleadas de jóvenes que asolaban El Corte Inglés en los años ochenta y noventa).

Al menos, eso parece estar pasando en el que es el centro de negocio más importante de El Corte Inglés: la ropa. Y otros sectores, como las agencias de viajes, tampoco es que vayan a estar muy boyantes con la proliferación de ofertas y posibilidades que ofrece la puñetera Internet y su manía de abaratar cosas que en los buenos tiempos costaban lo que al señor del Corte Inglés le salía de los huevos.

Por otra parte, estar en el centro de la ciudad ya no es garantía de éxito, o no tanto. Los horripilantes centros comerciales que han surgido como setas en las grandes (y no tan grandes) aglomeraciones de población con el objeto de que puedas estar todo el fin de semana embutido en un apolíneo chándal les han quitado el grueso del negocio. Ahora ir de compras ya no es irse al Corte Inglés, es irse al centro comercial. No sabría decirles qué es más horroroso, pero, desde luego, está claro que esta última opción es la más horrorosa para El Corte Inglés.

En resumen: que la cosa pinta muy mal, me parece a mí que el saco de doblones de oro no va a llegar, y ante la evidencia no he tenido más remedio que unirme al cada vez más nutrido club de medios que hablan de El Corte Inglés dado que El Corte Inglés no les pone publicidad. Y lo peor de todo el asunto es que El Corte Inglés lo pasa mal, curiosamente, cuando su repugnante modelo laboral (sin sindicatos, sin derechos, con oscurantismo, con machismo carpetovetónico) comienza a revelarse como un adelantado a su tiempo.



Gran Coalición: tu Gobierno Malo está al llegar

Entre la avalancha de propuestas de mejora, cambio, manifiestos y protestas que está generando la crisis económica (porque de ella se derivan, por desgracia, casi toda la insatisfacción ciudadana y la ausencia de respuestas de la casta dirigente a los problemas de los ciudadanos), una de la más entrañables es la que cree que la manera de arreglar el pésimo estado económico, político y social del país es montar una Gran Coalición entre PP y PSOE, más o menos preludiada por una serie de pactos de Estado en distintas áreas. La Gran Coalición, dicen sus defensores, le dará músculo al Gobierno y legitimidad, se supone que para hacer las “Reformas necesarias”, es decir: recortar más y más, que hay que pagar los intereses de la deuda, pero sin quitar un ápice de chollos pensados para la casta: para algo nos hemos coaligado, y no es para lanzar piedras contra nuestro propio tejado.

Esta sorprendente “solución” viene auspiciada, en general, por artículos y entrevistas, entre el voluntarismo despistado y el cinismo inmovilista, de señores mayores (y algunos no tan mayores) del establishment político-económico-cultural. O sea: soluciones para la Casta desde la Casta. Ya sabemos a qué conduce eso: a manifestos que no le importan a nadie y a los que nadie presta atención. En este caso, porque la idea es, sin lugar a dudas, antológica: ante una situación de crisis nacional, con los grandes partidos cada vez más deslegitimados, incapaces de aportar soluciones… ¡los unimos! ¡Juntamos al Gobierno que fracasó con el Gobierno que está fracasando, y montamos un Gobierno Malo como no ha vivido otro la Monarquía española! Como ha funcionado tan bien en el País Vasco… ¿Por qué no generalizar el modelo?

Aunque ahora mismo la idea de un Gobierno de coalición sigue siendo una posibilidad más que remota, hay que tener en cuenta que lo es (remota) porque el partido gobernante cuenta con una mayoría absoluta que le permite gobernar sin apoyos; pero es una mayoría absoluta que, previsiblemente, desaparecerá en las próximas Elecciones, sobre todo si la crisis continúa (que, por desgracia, todo indica que continuará). En ese momento, es más que probable que los dos grandes partidos, quizás menos “grandes” que nunca tras unos pésimos resultados electorales, intenten la Gran Coalición, en la confianza de que en 2019 entonces seguro que sí que se ha acabado la crisis, todo vuelve a funcionar y el chiringuito puede mantenerse sin grandes cambios, con ellos, los grandes partidos, siempre al frente. Y en todo caso, lo revistan de responsabilidad, de emergencia nacional, de sentido político, o de lo que sea menester, habrá una gran verdad reluciente detrás de todo ello: si hay que armar una Gran Coalición para impedir que el sistema bipartidista salte por los aires con la entrada de advenedizos, se arma.

Pero, la verdad sea dicha: si se trata de montar una Gran Coalición, a partir de dos partidos políticos que en ese momento se encontrarán, previsiblemente, en su nivel de aceptación más bajo, con escasísima, o nula, credibilidad, … ¿No podríamos, ya puestos, hacerlo bien? ¿Rizar el rizo? ¿Buscar, dentro de lo malo, lo peor? ¿No podríamos emular la lógica ganadora del Banco Malo y montarnos un Gobierno Malo, como Dios manda, con lo peor del bipartidismo, con el único objetivo de pagar los intereses de la deuda a costa de absolutamente todo, salvo poltronas y canonjías dedocráticas, que si es posible aumentaremos aún más, aunque sea a base de emitir más deuda?

En un Gobierno Malo como Dios manda recuperaríamos a grandes clásicos del bipartidismo español, como Francesc Camps, Leire Pajín, Rodrigo Rato, Luis Roldán y Ricardo García Damborenea (este no sé en la cuota de qué partido iría). Combinaríamos el cóctel con las aportaciones de lo mejor que tiene que ofrecer el talento de ambos partidos: José María Aznar Jr., Ángel Carromero, Beatriz Talegón, “Nacho” Uriarte, Amy Martin (“as herself”), Ana Botella, Carme Chacón, … Y para presidir el asunto, si queremos hacer las cosas bien, hacer un guiño a la ciudadanía, mostrar preocupación por los intereses de los ciudadanos… Un reality. Un reality que decida, entre los miembros del Gobierno Malo, quién ha de presidirlo. Un reality que ríete tú de los de llevar a un ser humano a Marte.



La perfidia de Rubalcaba causa una guerra interna en el PP

La derecha española es sólida, monolítica, pétrea, firme cual sobresueldo cobrado puntualmente, mes tras mes. Pero todo ello se sustenta en la existencia de otro. Un enemigo. Némesis. Un oponente creíble, poderoso, capaz de oponer resistencia en la Batalla de las Ideas, y cuando digo “Ideas” quiero decir “Poltronas”.

Durante muchos años, el PP tuvo en el PSOE a un oponente extraordinariamente fuerte. Tanto que, de hecho, llegó a ser hegemónico, y aún hoy ha gobernado más años España desde que se reinstauró la democracia (21) que la suma de UCD y PP (17, contando los dos años largos que todavía tiene por delante Rajoy). La existencia de un peligro cierto de perder las poltronas, de tener que estar años y años en la oposición, en la intemperie, apenas cobrando un sobresueldo digno, pero sin poder colocar a todos los paniaguados, que son muchos, siendo humillados por los gerifaltes del PSOE, que siempre se quedaban los mejores puestos en los Consejos de Administración,… La competencia real con el PSOE, sin duda, contribuía a galvanizar el partido. O nos unimos, o nos hundimos, venía a ser el lema.

Pero ahora, el PP ve cómo no hay oposición. Cómo puede hundirse en intención de voto y, aun así, que todos los pronósticos le den la victoria en unas elecciones generales, con mayorías no absolutas pero sí suficientes, a poco que se ceda una poltrona a CiU (si Cataluña sigue por aquí; y si no… ¡aún mejor, electoralmente hablando!). Cómo puede incumplir prácticamente todas sus promesas electorales, colar una agenda ideológica carpetovetónica, enfangarse más y más con los escándalos de corrupción e, incluso en estas circunstancias presentar mejor estado de salud que la oposición. Porque la oposición, dirigida con manos de mantequilla por Rubalcaba, está mucho peor, qué duda cabe.

Lo cual resulta particularmente extraño, si tenemos en cuenta que se supone que Rubalcaba es el archienemigo perfecto para el PP, dado que toda la derecha española le atribuye una descomunal capacidad para pergeñar todo tipo de estratagemas siniestras, un carácter maquiavélico puesto al servicio del Mal. Igual es que la derecha española se equivocaba, o que lo decía porque le convenía tener por ahí a Rubalcaba; o, más sencillamente, porque el hombre está electoralmente quemado y da igual lo que haga o deje de hacer.

Pero existe otra explicación, que haría las delicias de peones negros y teóricos de la conspiración encandilados con la insaciable capacidad del PSOE para hacer el Mal. Y es esta: Rubalcaba se ha dado cuenta de que el talón de Aquiles del PP está en quitarle su razón de ser: con Rubalcaba, el PSOE ha dejado de ser la URSS para convertirse en Corea del Norte, a efectos antagonísticos. El PSOE se ha hundido tanto, y sobre todo es tal la imagen de encefalograma plano, la carencia absoluta de alternativas creíbles, que da la sensación de fin de época. De que el bipartidismo se acabará primero por el PSOE. Y, con ello, ha comenzado en el PP el aburrimiento. El deseo por acaparar la mayor parte posible de pastel, ahora que ya no es posible que se lo quiten. E incluso, y miren que me da la risa sólo de pensarlo… ¡La disputa ideológica! ¡La Batalla de las Ideas, dentro del PP!

O eso, o que la Batalla por la Poltrona, visto que no hay rival, ahora se ventila dentro del PP. Igual que cuando la principal oposición al PSOE, en los años de hegemonía de Felipe González, se la hacían los sindicatos, entre ellos UGT, que supuestamente era “su” sindicato. No menospreciemos nunca la capacidad del español para el cainismo, que la tenemos muy interiorizada.

Sea cual sea el motivo, la verdad es que Rajoy no pasa una semana, últimamente, sin recibir algún sobresalto proveniente de sus filas. Menos mal que al hombre estas cosas le dan lo mismo y él sigue ahí, imperturbable, que si no, lo estaría pasando verdaderamente mal. Por un lado, los follones con los dirigentes regionales a propósito del monstruo de la financiación autonómica, un sistema que, desde su génesis, es sencillamente imposible que satisfaga a todos. Por otro lado, el griterío interno, cada vez más sonoro. No es sólo la entrevista de Aznar en Antena 3; es la campaña, verdaderamente espectacular, que ha montado Pedro J. en El Mundo para intentar cargarse a Rajoy, y que lleva meses en marcha, con un progresivo aumento en intensidad. Ahora ya no es sólo explicar lo malo e inconsistente que es Rajoy; directamente, se pide su dimisión. Su sustitución por un dirigente con convicciones, que baje impuestos y suba publicidad institucional. ¡Pero si hasta han creado un hashtag de sólo 18 caracteres, #bajadadeimpuestosya, para llamar a la revolución!

En ese contexto, la aparición de Aznar resultó verdaderamente providencial en El Mundo, donde algunos incluso están hablando ya de crear un nuevo partido, liderado por Aznar y sus supuestos fieles (que son los opositores internos de Rajoy), o de montar un congreso extraordinario en el PP para birlarle el partido a Rajoy. Todo muy conspiranoico, muy “ciénaga madrileña”, pero ahí está. Y eso, la desunión interna, es realmente lo único que puede cargarse el PP.

No hablo de simplemente hacerles perder el poder, que eso puede venir por muchas vías: me refiero a cargarse el partido al modo de la UCD, generando una jaula de grillos cada vez más sonora, que, combinada con la inoperancia demostrada por la mayoría de sus dirigentes, lleve a la gente “de orden” que les vota a dirigirse a otra opción electoral, sea una hipotética Unión Española de Aznar, sea UPyD, o sea cualquier otro partido que intente quedarse ese espacio político. Todo ello suena poco probable, pero no imposible. Y tampoco que la mítica unidad del PP se socave con escisiones de “baja intensidad” protagonizada por dirigentes regionales, como ocurrió en Asturias con Álvarez Cascos.

Personalmente, todo ello me parece aún un tanto inverosímil, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que manda ahora el PP en las instituciones; y, muy especialmente, la resistencia que ha demostrado Rajoy para aposentarse en una poltrona y no moverse de ella bajo ningún concepto, por más que intenten quitársela. Aunque no dejo de pensar en que haría mucho bien a tanto tertuliano necesitado de enemigo (y eso que tienen ahí a los catalanes para ensimismarse) una escena en la que, tras la implosión del PP, aparezca una oscura figura con barba, cansada y achacosa, con el 17% de los votos, liderando un Gobierno de coalición nacional. Pero eso sí que pertenece al ámbito de la política-ficción. Sobre todo, porque implica que se presente Rubalcaba a unas nuevas elecciones.



El PSOE, cada vez menos Bahrein

Hubo una época en la que el PSOE era el partido con mayor transversalidad social e ideológica. El partido que acaparaba votos provenientes de sectores muy diversos, desde diversos puntos de vista: ideológico, identitario, sociocultural, … Una época, en resumen, en la que el PSOE era un partido Bahrein. Pero esta época se ha acabado, y no se sabe si retornará algún día.

Las últimas encuestas aparecidas en los medios de comunicación discrepan en el grado de descenso del PP; pero todas ellas coinciden en el hundimiento del PSOE. Un hundimiento que tiene mucho mérito, si tenemos presente que el PSOE lleva hundido desde las Elecciones Generales de 2011. Desde esa perspectiva, el PP, para hundirse, tiene mucho recorrido desde el 44,6% de los votos que consiguió en dichos comicios. Puede hundirse diez puntos, como indican la mayoría de las encuestas, y aun así seguir con un relativamente lozano 35% de intención de voto: opción mayoritaria casi hegemónica. O puede hundirse más de veinte puntos, como indica la encuesta de Metroscopia para El País, y continuar como opción más votada.

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Todo ello, gracias a la inestimable colaboración del PSOE, ubicado en una horquilla del terror del 25%-20%, según las últimas encuestas. Una horquilla que implica una diferencia de diez puntos, según Sigma-2 para El Mundo (PP 35%-PSOE 25%), o una más reducida del 2,3%, según estima Metroscopia para El País (PP 22,5%-PSOE 20,2%).

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Pasa el tiempo y el PSOE no sólo no remonta posiciones, sino que desciende más y más, hasta cotas que hace un año aún eran impensables; el PSOE está haciendo un Papandreu, definitivamente. Aún es la principal alternativa al PP, pero está convirtiéndose en un partido minoritario/irrelevante a marchas forzadas. Tanto, que en muchas CCAA, e incluso a nivel nacional, IU, un partido que enarbola un discurso propio del siglo XIX, ya está a punto de hacerle el sorpasso. Y ello gracias a que IU, al menos, es coherente (y a que su discurso del siglo XIX, merced a nuestro maravilloso capitalismo de las oportunidades, comienza a ser totalmente adecuado también para el siglo XXI).

La gente percibe claramente que votar PSOE es votar PP, a efectos prácticos. Y, vista la eficacia de la gestión del PP, y antes del PSOE, es obvio que no tiene especial entusiasmo por votar algo así. Al menos, el PP puede consolarse pensando en que parte de sus votantes le serán fieles por milongas ajenas a su gestión, como el catolicismo, la unidad de España o el miedo a la revolución social que implica cualquier opción que no sea el PP. Pero el PSOE no puede ya agarrarse a este tipo de consideraciones.

Por eso, el PSOE intenta diferenciarse en los últimos tiempos del PP, pero mediante una política errática, efectista, de declaraciones altisonantes aprovechando que se está en la oposición, y que ni siquiera en el propio PSOE se creen. Pero, en lo sustancial, el PSOE continúa demostrando que, en la práctica, votarle no supondría un cambio relevante. No regenera estructuras, ni rostros, ni políticas. Y en ninguna otra cosa se ve esto con más claridad que con el sonrojante, vergonzoso y funesto apoyo que el PSOE continúa proporcionándole a la Monarquía. Con pocas cosas, como con esta, se percibe mejor el carácter del PSOE como partido del establishment, dispuesto a todo para seguir mandando, salvo a dar un giro real a sus políticas: acercarse a sus votantes y a la sociedad.

Por último: a falta de cambios programáticos, el PSOE podría dar un golpe de efecto cambiando liderazgos. Pero, por ahora, ni eso. Casi parece que estamos asistiendo a una especie de morboso suicidio asistido, con Rubalcaba pasando de todo y las juventudes del PSOE (con Talegón como síntoma y símbolo) demostrando que no hay vida inteligente más allá. Y lo peor es que continúa habiendo mucha gente que volvería al redil del PSOE a poco que este partido muestre una mínima renovación, como se vio claramente con el “amago de candidatura” de Eduardo Madina, un candidato con buena imagen pública. Pero esa disposición de una parte del público para volver, a pesar de todo, al PSOE, no durará para siempre. Llegará un momento en el que se irán del todo. Y más aún si surgen otras opciones electorales que compitan en el espacio de PSOE e IU (no cabe descartarlo del todo).



Performances contra la ETA abortista en El Mundo

Está claro que abortar no es ser de la ETA, pero como si lo fuera. Es curioso que en lo que se refiere a la ETA, conforme más claro está que han abandonado para no volver, más preocupa su influencia sobre los ámbitos más variados de la sociedad española, sobre todo si implican algún tipo de oposición al Gobierno. Es un contraste extraño, pero no insólito. Piénsese, por ejemplo, en la economía española. Conforme más empleo destruimos, más se deterioran las condiciones objetivas de la economía española, y más nos empobrecemos, más dice el Gobierno que todo va de puta madre, que ahora sí que se ven brotes verdes, que po-de-mos, y que en 2019 como nuevos, con sólo un 14% de paro.

Pero lejos de mí criticar la obsesión de determinados partidos políticos y medios de comunicación con ETA. Andaba yo el pasado domingo leyéndome El Mundo y, entre página pidiendo la dimisión de Rajoy y página pidiendo la dimisión de Rajoy, me topé con un maravilloso artículo dedicado al artista granadino Omar Jerez.

Ya el día anterior, El Mundo había engalanado su portada con una foto del artista exhibiendo su arte.

Omar-Jerez

¿Y cuál es su arte? Pues este:

Él es el hombre que paseó por las calles de la capital guipuzcoana con un cadáver entre los brazos (…) Jerez ha sorprendido esta semana por su audaz performance sobre la sinrazón del nacionalismo radical en el casco antiguo de la ciudad donde la banda terrorista ETA mató más veces [San Sebastián]. Tras un mes y medio de trabajo previo —conversaciones «durísimas» con víctimas, hijos de policías asesinados, de políticos del PSOE y del PP….—, se despertó el jueves a las 6.00 horas para prepararse en una casa prestada por la asociación vasca de víctimas del terrorismo, Covite —«tan poco políticamente correcta como yo, por eso les adoro»—, que se prestó a ayudarle. Se cubrió de látex, se quemó la ropa y los zapatos y una compañera le cubrió el cuerpo de un maquillaje dantesco. También necesitó ayuda para la otra pieza clave del atrezzo: un cadáver hecho de bolsas de basura y cubierto por una manta térmica. Razona: «Un maniquí quedaba demasiado recto».

La performance-denuncia del artista no tuvo el efecto esperado en San Sebastián. Pero quizás esto se deba a que, como dice el propio artista, su arte tiene como objetivo criticar “los radicalismos”. O quizás se deba a que montar semejante performance para salir en la portada de El Mundo sí que constituye un insulto a las víctimas de verdad, por convertir un asesinato en una frivolidad efectista. No lo sé:

Deambuló durante 15 minutos, aturdido, entre la mirada atónita, extrañada, contrariada de los viandantes. «Sólo uno aplaudió», recuerda. Ése es el silencio, «la sutileza» que le invitan a epatar a los indiferentes con un arte que define como «un golpazo en el estómago». Un pelear contra la complacencia hasta causar el vómito. Elevar el volumen de las verdades incómodas. Hace falta.

El caso es que, sin duda, Jerez ha obtenido una enorme repercusión en los medios de comunicación más comprometidos en la lucha por la libertad y contra los radicalismos: El Mundo, ABC, El Confidencial, La Razón, Libertad Digital, … A tope con el arte experimental y rompedor, como hemos hecho siempre.

Hay que reconocer que el artículo de El Mundo no tiene desperdicio. Por ejemplo, este es el perfil que nos hace el periódico del artista comprometido: “Omar Jerez —granadino, 32 años, delgadísimo, «hipocondríaco, hipersensible e hiperactivo», locuaz, incorrecto, amante de la provocación con mensaje y de su envoltorio— está de vuelta a su estudio en Valencia. Dos ordenadores, un ciclograma para grabar videoarte y performances, y los 181 puntos de coeficiente intelectual que le detectaron antes de sumar 12 años”.

Yo he de reconocer que cuando en un perfil me mencionan el CI, sobre todo si el CI se sale de lo normal (y no digamos tanto como en este caso), tiendo a leer con mayores expectativas lo que una mente tan particular tiene que decir: Y hete aquí cómo habla de su experiencia en San Sebastián:

Tenía que volverme a casa. No tenía fuerzas para quedarme. Mira que hago cosas muy power, que soy cañero. Pero en esa ciudad hay unos focos de energía muy negativos. Las miradas, las microfacciones…

Ya se sabe que las microfacciones de los proetarras son para salir corriendo. Pero, por fortuna, las microfacciones de Pedro J. dejaron bien claro que lo de la performance le había gustado tanto como para montarle al chaval un reportaje en el dominical del periódico, y nosotros que se lo agradecemos. Porque tras este emotivo canto a los focos de energía se encuentra una persona cuyos “ídolos” constituyen un verdadero póker de estrellas del acoso y la persecución (como víctimas, se entiende):

De ahí que sus ídolos sean Teo Van Gogh, el cineasta holandés asesinado en 2007 por un islamista; Roberto Saviano, el periodista italiano amenazado por la Mafia; la rusa Anna Politkóskaya, enfrentada a Vladimir Putin y tiroteada en 2006, y el escritor británico Salman Rushdie, «condenado» a muerte por el islamismo radical por sus «Versos Satánicos».

Inexplicablemente, el artista no incluye en el paquete a José Mourinho, también él perseguido implacablemente por sus ideas y su natural políticamente incorrecto. Pero quizás estemos aún a tiempo. Porque es fácil percibir una evolución en la temática de las performances orquestadas por Jerez, desde la intervención social con iconos culturales hasta la lucha contra el terrorismo, con independencia de que éste se haya rendido ya:

Autodidacta y sin terminar sus incursiones en la universidad —pertenecer a la Asociación Española para Superdotados no significa triunfar en las aulas—, se ganaba la vida como freelance de marketing cuando grabó su primera gran obra, Odisea de lo imposible. Dos hombres trajeados hacen saltar a la comba al legendario Poli Díaz en un ejercicio de explotación siniestra que le va dejando sin ropa. Recibió premios, también críticas salvajes. Y, tras embarazar para otra obra al rey del porno español, Nacho Vidal, empezó a centrarse en el activismo político y social.

La verdad es que, si soy sincero, lo mejor es que se hagan Ustedes con el artículo completo, porque todos y cada uno de sus párrafos aportan clarividencia. Pero vamos a destacar aquí algunos más, particularmente representativos de su trayectoria vital:

Una biografía en la que también se incluyen estancias de contemplación y meditación en un monasterio budista de Tokio. «Había estado tres años practicando y le dije a mi maestro: “Ya estoy preparado para ser su acólito”», cuenta, serio. «Él me contestó: “Sólo piensas en mujeres. Estudia y dentro de 10 años hablamos”».

Anárquico en su proceso artístico, también ha coqueteado con el anarquismo ideológico, pero «la carga de violencia» de algunos de sus practicantes le ha distanciado de ello hasta definirse, como mucho, como un «nihilista pedagógico». «No tengo idea política. Creo que en las personas, no en el soporte político». Y enfada a todos. Es fácil de imaginar cuando denuncia la otra violencia de género —de mujeres contra hombres— o cuando critica a EEUU sin menospreciar que posea «la democracia más transparente del mundo».

Aquí, algunas intervenciones de la cuenta Twitter del artista. Sin duda, ha nacido una estrella:

Pasaralahistoriadelarte

 



¿Cal.loh o Labrador? Vota por el primer hombre en Marte

La carrera espacial lleva décadas languideciendo. En concreto, desde los años 70, cuando quedó claro que la URSS no se atrevería a enviar una misión a la Luna, por si se les perdían los astronautas por el camino. Los avances tecnológicos, espoleados por la competición entre las dos potencias, comenzaron a especializarse. La URSS envió sucesivas misiones a Venus, mientras que EEUU se centraba en Marte (“¡Los capitalistas son de Marte, los comunistas son de Venus!”). Cuando la URSS desapareció en 1991, la carrera espacial acabó definitivamente.

Ya no había motivos para gastar las millonadas que se gastaban en I+D en una carrera espacial que ya tenía ganador, y que resultaba, además de cara, poco práctica, a ojos de los gestores de la cosa pública: ¿para qué enterrar miles de millones en la exploración espacial, si los planetas de nuestro entorno, los únicos a los que podemos llegar, son inhabitables, y los que quizás resulten habitables resultan totalmente inaccesibles? No; un gestor responsable de la cosa pública abandonará los sueños espaciales y proveerá en su lugar auténticos servicios a sus conciudadanos, como aeropuertos sin aviones empresas públicas para colocar amigotes puestos de libre designación para colocar más amigotes “Ciudades de” vacías, de rompedor diseño encargado a algún arquitecto divo-ladrón líneas de AVE a Villacabras de Abajo. Bueno, ya saben a qué me refiero: ¡En lo que quiera que se hayan gastado el dinero! ¡Marte malo, recalificación buena!

El caso es que Marte, el planeta más accesible y más parecido a la Tierra (dentro de lo que cabe), continúa ahí, a la espera de ser colonizado. Y, dado que las administraciones públicas no hacen nada, alguien ha dado el paso para colonizarlo. Y ese alguien es… La televisión.

La idea, que explican en esta maravillosa noticia, es brillante. Un holandés propone montar un reality show para seleccionar a los integrantes del primer viaje tripulado a otro planeta. Los telespectadores podrán ver el proceso de aprendizaje y preparación de los ¿concursantes?, imagino que votarán por sus favoritos y, varios años después, llegará el gran día: la primera tripulación abandonará la Tierra para dirigirse a Marte, en un viaje de siete meses de duración. Un viaje… de ida, porque el presupuesto de la misión ha renunciado a aspirar al retorno de los ¿astronautas? y las enormes complicaciones que esto conlleva. De manera que los que vayan a Marte lo hacen, en principio, en un camino sin retorno: vivirán allí el resto de su vida.

Se supone que por unos 5000 millones de €, así a ojo de buen cubero, esta gente te pone a cuatro tipos en Marte. La manera de rentabilizar la inversión, evidentemente, derivará de la venta del formato a nivel mundial (no creo que aquí puedan hacer varias ediciones para el público de cada país, como con GH o Supervivientes), así como, imagino, de convenios con agencias y administraciones (¿por qué no?).

Personalmente, no puedo esperar a que el reality comience. ¿Se dan cuenta del potencial de la idea? El público podrá votar por los mejores ¿celebrities? para suceder a Neil Amstrong y Buzz Aldrin como epítomes del progreso humano. Podremos ver cómo se pegan entre ellos por conseguir un puesto, las dudas y los amoríos. Ya veo el titular de la noticia: “A Joseche no le ha parecido bien que Naomi y Julián se pasen todo el día juntos en la cámara de gravedad cero”. Y Joseche en el confesionario, pelando a placer y remachando: «no me gusta nominar a nadie, pero es lo que hay». Nos vamos a poner de edredoning hasta decir basta.

Y lo mejor es que, cuando termine el proceso de selección, comienza lo divertido: ¡siete meses de lloros, discusiones y un ambiente de tensión insoportable en la diminuta nave espacial! ¡El episodio mítico en el que la Conchi cree haber visto a un alienígena por la ventana! ¡Problemas culturales a mansalva entre el chino, el indio, el yanqui –que seguro que exige ser el primero en pisar Marte- y el español! (Por favor, que haya un español).

Llegados al planeta, los participantes en el reality tendrán que vivir una existencia de trabajo y sacrificio para organizar su nueva sociedad marciana, en un reducido espacio habitable que, supuestamente, se iría ampliando cada dos años, merced a la llegada de nuevos colonos enviados en sucesivas misiones por el reality benefactor.

Guadalix de la Sierra marciano

Personalmente, y en el supuesto de que esto saliera, que obviamente no saldrá (pero… ¡ojalá saliera!), creo que, si es que los astronautas no se han exterminado en la nave durante el viaje, es dudoso que sobrevivan mucho tiempo tras su llegada al planeta. Preguntados por el problemilla de la radiación solar, que probablemente mataría a cualquier ser humano en Marte antes de un año, los promotores dijeron algo así como: “bueno, pues ya pondremos cosas entre ellos y el Sol, y ya está”. Y luego está la cuestión de los repuestos, los imprevistos, la natural tendencia del ser humano a aniquilarse mutuamente, sobre todo si baja la audiencia, …

Pero tal vez salga bien y, poco a poco, el viaje –siempre de ida- a Marte se convierta en algo progresivamente habitual. Si la productora se hace de oro con su producto, podrá enviar a más gente a Marte, para audiencias más definidas, nacional, generacional, y socioculturalmente. A fin de cuentas, el primer viaje, el primer avance, la primera vez que haces algo, suele ser mucho más cara que las demás. Luego te pones a fabricar naves espaciales en serie, y abaratas costes. ¡Todo beneficio!

Mi sueño es que, tras el éxito de la misión inicial, podamos hacer un reality sólo para españoles. Imaginen qué plantel de aventureros podría incorporar España a semejante gesta. Porque aquí no pondríamos a friquis de la ciencia ni a incautos que se creyeran lo de que ir a Marte es el próximo paso de la evolución humana, ni tonterías así. No; aquí pondríamos a gente que quisiera salir en la tele y ser famosa. Gente guapa. Ya me veo el letrero en Tele 5: “Hoy tú eliges quién se va a Marte. Para Cal.loh envía cal.lohmahte al 1212. Para Labrador envía labradormarte al 1212”. Cuando llegasen a Marte y pisasen suelo marciano por primera vez, no dirían soserías carentes de emoción como “este es un pequeño paso para mí, pero un gran salto para la Humanidad”. No; afirmarían su virilidad con proclamas estilo “QUÉ PASA, MARTEEEEEEEE!!!” o “¡Saludo desde aquí a toa España y a mis padres, que me estarán mirando. ¡Y a quien no le guste, que se joda!”.

Y dentro de treinta años… ¡Quién sabe! ¡El paraíso terrenal en Marte, una sociedad formada exclusivamente por ídolos de la telebasura!