Barros Luco y Barros Jarpa
Quisiera compartir con Ustedes las sorprendentes revelaciones que llegaron a mi conocimiento durante mi actual visita a Chile.
Verán: desde el principio me llamó mucho la atención que en Chile, en todas las cartas de los bares, cafeterías, sandwicherías, etc., hay siempre dos cosas que, al parecer, no necesitan presentación: el “Barros Jarpa” y el “Barros Luco”. Los demás sandwiches (¡qué digo sandwiches… los demás platos!) siempre tienen detallados los ingredientes, pero el Barros Jarpa y el Barros Luco no. Aparentemente, su composición exacta es un secreto, al alcance sólo de demiurgos omniscientes. O eso, o es que todo el mundo sabe en qué consisten.
Pero yo no lo sabía, y desde el principio afloró en lo más hondo de mi psique una inquietante pregunta: ¿Y ESTO QUÉ COÑO ES? (la pregunta se puede aplicar tanto al Barros Jarpa como al Barros Luco). De manera que se lo pregunté a un camarero. Y hete aquí el secreto:
– Barros Jarpa: sandwich de jamón y queso
– Barros Luco: sandwich de carne y queso
Ante lo cual, yo pensé “pues vale”, no sin dedicar también algunas de mis disquisiciones internas a preguntarme si no era mucha parafernalia ponerle esos nombres tan raros a unos sánwiches que, oigan, a la hora de la verdad, pues que tienen dos ingredientes, y ninguno de ellos es piña; no sé si me explico.
Hasta ayer. Porque ayer, movido por la curiosidad, y al encontrarme el Barros Jarpa y Barros Luco por enésima vez en la carta de una cafetería, me dije: “voy a satisfacer mi curiosidad”.
Desde entonces no puedo dormir.
Esto es lo que dice la Wikipedia sobre el origen del Barros Jarpa, que es el primero que busqué:
¿Se han quedado con la música, verdad? Un señor pide en repetidas ocasiones algo tan excéntrico como un sandwich de jamón y queso y, claro, el asunto es tan clamoroso que le acaban poniendo su nombre al sandwich. Pero, atención, ese señor, Barros Jarpa, pide un sandwich crazy de jamón y queso porque no le gusta el Barros Luco, que no paraban de ofrecerle en el dichoso Club de la Unión.
Y, claro, entonces pinché en “Barros Luco”, y…
Acabáramos. ¡El procedimiento es siempre el mismo! Te sacas un cargo público, vas a un concurrido local de la capital y allí pides siempre, sistemáticamente, una combinación de sabores inventiva, excéntrica, novedosa, hasta que al final, el asunto cae por su propio peso y le ponen tu nombre (o, para ser exactos, tus dos apellidos) al sandwich. ¡La inmortalidad está ahí, puedes tocarla con los dedos!
Y claro, tal vez dirán: eso es que Barros Jarpa es el hijo de Barros Luco, o algo. Pero no. Dicha consanguinidad no consta en los registros (si bien podemos sospechar, a la luz de la experiencia española, que el nepotismo y el control del poder por parte de algunas familias de privilegiados, entre la clase política chilena de principios del siglo XX, no eran problemas absolutamente desconocidos). Aquí, en la invención de sandwiches con dos ingredientes, nepotismo, el justo.
Al principio pensé que igual se nos había escapado algo en la genealogía de líderes políticos españoles. ¿haremos nosotros lo mismo? ¡Cómo está usted, general Chivito! ¡Es todo un honor, Presidente Brascada! Pero, la verdad, no me suena mucho.
Luego caí en la cuenta de que tanto Barros Luco como Barros Jarpa (como comprenderán, me leí también sus biografías en la Wikipedia) se habían caracterizado en su carrera política por una cosa (además del sandwich que inventaron, claro): su política de neutralidad en torno a los dos grandes conflictos del siglo: la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Primero fue Barros Luco quien, mientras se merendaba por enésima vez un sabroso sandwich Barros Luco, decidía mantener a Chile fuera de la Gran Guerra. Treinta años después, el ministro Barros Jarpa haría lo propio.
Puede parecer casual, pero les haré notar que es tradicional que a los políticos aislacionistas, ante los grandes conflictos, les dé por cambiar el nombre a las cosas. Piensen en el Caudillo y su “Ensaladilla Nacional”, para ahorrarle a una generación de españoles la horrible palabra, “Rusa”. O en los americanos cambiando las “French Fries” por las “Freedom Fries” (bueno, aquí en realidad era por lo contrario, por intervencionismo, pero no dejaré que los múltiples agujeros de mi teoría geopolítica se interpongan en mi camino).
En España hemos dejado que algún que otro plato se lo ponga algun anónimo de la plebe para que no cante tanto el rollo caciquil: véase las «patatas a lo pobre», «huevos a lo pobre», etc. La versión gastronómica de «Qué bello es vivir».
Comentario escrito por Teresa — 26 de marzo de 2015 a las 12:55 am
El Pepito, te has olvidado del Pepito (http://es.wikipedia.org/wiki/Pepito_de_ternera), pero el personaje o personajes que le dieron nombre no tienen tanta solera
Comentario escrito por Loc — 27 de marzo de 2015 a las 2:00 pm
Pues si comentáis el pepito, nada tan andaluz como el serranito http://es.wikipedia.org/wiki/Serranito o tan granaino, y ya hablando de postres, como el pionono http://es.wikipedia.org/wiki/Pionono (siempre el de La Isla por encima de todos) o el cecilio (el de la pastelería El Sol)
Comentario escrito por rosschak — 15 de abril de 2015 a las 4:04 pm