Memecracia – Delia Rodríguez

Vivimos en un mundo en el que cada vez más estímulos compiten entre sí para llamar nuestra atención, la cual es, a su vez, más limitada. El usuario de la comunicación digital lee mientras busca, mientras escucha música o un vídeo de fondo y al mismo tiempo que recibe un continuo feedback de mensajería instantánea, correos electrónicos, alertas y notificaciones de toda clase (amigo lector: haga Usted el favor de seguir leyendo y deje de mirar vídeos de gatitos, ¡coño!).

El libro que nos ocupa, Memecracia, habla de los memes. Los memes son ideas que buscan ocupar un espacio en nuestra mente (un espacio que es limitado; para ocuparlo, tienen que competir con otros), autorreplicándose, adaptándose y perpetuándose, gracias a la difusión que de ellos hace el propio público. En un nivel más profundo y sistémico, los memes ordenan nuestra visión del mundo, nuestras aspiraciones y nuestra forma de vida. En un nivel quizás más superficial o cotidiano, los memes buscan captar nuestra atención y ocupar nuestro tiempo (¿me podría enviar ese simpático vídeo de gatitos fumando crack?).

Internet es un espacio particularmente proclive a la generación y difusión de todo tipo de memes. Internet es comunicación inmediata, de carácter participativo, desarrollada a un tiempo por y para los usuarios estructurados en comunidades de todo tipo. También es un escenario de competencia salvaje por la atención del público, por las visitas, por ser reconocido y quizás famoso (¿ha leído ya el último artículo que he escrito? ¡Es incluso más incisivo y novedoso que los muchomil anteriores!).

Por supuesto, los medios son el centro de este sistema de difusión (tal vez habría que decir “bombardeo”) de todo tipo de contenidos, opiniones y supuestas noticias, aunque ya no sean el único intérprete de la realidad social: los fenómenos exitosos adquieren carta de naturaleza cuando logran captar la atención de los medios y aparecer en ellos; a su vez, esta aparición contribuye poderosamente a realzar su importancia y capacidad de penetración social. A menudo, el asunto funciona como profecía autocumplida: algo es importante porque sale mucho en los medios, y los medios lo sacan porque piensan que es importante; o, más sencillamente, porque funciona y da visitas (¡Pablemos! ¡Tetas! ¡Pablemos abdica!).

De estas y otras muchas cuestiones habla el libro Memecracia, de la periodista Delia Rodríguez (que es amiga, pero no hablo bien del libro por eso, sino porque me lo he pasado en grande con él). Un análisis lúcido, interesante y también muy divertido (escrito con un singular sentido del humor) de la influencia de los memes, su extensión y aplicación a casi todos los órdenes de la vida y su vinculación con el modelo de comunicación, y de sociedad, que se está desarrollando en Internet: comunicación veloz, inmediata, fragmentaria, de todo tipo de contenidos a menudo descontextualizados que circulan a gran velocidad merced a la interacción entre los polos comunicativos del sistema (medios y líderes de opinión / famosos) y la comunidad de usuarios con la que dichos polos interactúan… y de la que dependen (Jordi Évole ha faveado uno de mis tuits: ¿tanto te costaba darle a “retuitear”? ¿Tan difícil era? ¡Te odio, Jordi! ¡Pero me has hecho caso, eres mi ídolo!).

Es decir: hablamos de cómo y por qué tienen éxito los vídeos de gatitos, las fotografías de Winston Churchill con un texto en el que a veces no dice “Los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas” y los chopeos de Guardiola en Forocoches. Pero también de cómo se moldea la imagen de los personajes públicos; cómo se crean, y se difunden, historias de éxito, o frases impactantes, o determinadas interpretaciones de los acontecimientos de actualidad. Y hablamos, por supuesto, de cómo los medios y los usuarios adaptan sus preferencias y sus criterios de lo que es importante y lo que no en virtud del éxito o del fracaso de unos memes u otros y de la sujeción de todos ellos a la dictadura de las audiencias (Las diez mejores tetas de Juego de Tronos).

El libro combina el análisis general de lo que son los memes y cómo funcionan con una serie de maravillosos ejemplos, muchos de ellos extraídos de ese vivero inagotable de ideas y principios, ese foro público privilegiado, que es España. Como ejemplo y muestra de lo que pueden encontrarse en Memecracia (ya están tardando en comprárselo; hay memes de gatitos y OLA KE ASE, y muchas cosas más), allá va este maravilloso compendio de posibles reacciones de famosos en Twitter cuando son víctimas de un meme (pp 130-132):

1. Técnica Bisbal: empeorarlo. No sólo borró su tuit sobre las pirámides egipcias sino también que insultó a los lectores. Al pecado de cometer un efecto Streisand se unió extender lo sucedido a personas que no se hubiesen percatado de otra manera
2. Técnica Calamaro: desaparecer. Tras una polémica, el argentino borró su cuenta. Es un recurso extremo que debe considerarse a veces, pero en su caso sólo logró crear más drama y atraer más atención sobre él.
3. Técnica Báñez: culpar a otro. Cuando la ministra de empleo de Rajoy publicó en su cuenta ‘¡Obtuve 5.390 puntos en Bubble Shooter Adventures!’ mientras España estaba siendo rescatada, se salió al paso afirmando que el teléfono estaba en manos de sus hijos. También llamada ‘técnica Cañizares’, por el futbolista que difundió una foto desnuda de su mujer y culpó a sus retoños. Además de menores, son muy socorridos los hackers y la tecnología en general.
4. Técnica Álex de la Iglesia: crear una historia de ‘redención’. El director de cine consiguió una enorme popularidad cambiando su posición sobre la piratería en Internet hablando, reuniéndose y dejándose convencer por tuiteros.
5. Técnica Alejandro Sanz: invocar una motivación más elevada. Tras una polémica, el cantante dijo a sus críticos que por qué no se preocupaban de los niños con sida en África. En su caso quedó un poco forzado, pero apelar a razones del espíritu suele funcionar.
6. Técnica Pérez-Reverte: entregarse a la polémica. El escritor fue muy crítico con un ministro, y cuando sus declaraciones estuvieron en boca de todos endureció sus tuits, ganando más fans aún. Es una técnica sólo apta para polemistas profesionales.
7. Técnica Piqué: aprovechar el meme con fines de imagen. El futbolista Gerard Piqué y la cantante Shakira decidieron reventar la exclusiva de su primera foto juntos con una foto de grupo. En esa foto aparecía un amigo de él con una camisa de cuadros en una pose hilarante que provocó un sinfín de montajes. Piqué se rió del asunto y montó un concurso en el que el premio era disputar un partido con su ‘célebre’ amigo. Ganó puntos
8. Técnica Paula Vázquez: aprovechar el meme con fines económicos. La presentadora de televisión subió por error una foto con su número de teléfono y recibió una avalancha de llamadas de broma. Aunque al principio su reacción fue furibunda, acabó usando el sentido del humor. Tiempo después reconocería que solo tuvo beneficios, como nuevos contratos publicitarios.
9. Técnica Mariano Rajoy: Consiste en nunca, jamás, por nada del mundo responder a una provocación. Reducir la exposición pública y sofocar el meme no alimentándolo en persona (si hace falta se puede lograr a través de otros) es una técnica tan eficaz como desesperante para quienes están al otro lado.



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