Mi primera media maratón
Nunca me había atraído lo más mínimo correr (o, como se dice ahora en un afán por emplear un término en otro idioma, más largo y complejo que el original, “running”). Por aquello de que no me gusta sufrir y eso, pero, sobre todo, porque correr me parecía algo aburridísimo. Para mí, aguantar media hora corriendo sólo era posible si contabas con la forma física necesaria y, más importante aún, la disposición psicológica adecuada. Por mucho que pudieras llevar un mp3 con música o audiorreportajes, a la hora de la verdad, o uno se ponía a pensar obsesivamente en algo o difícilmente podría aguantar. Y por eso yo siempre había creído que la gente que salía a correr se pasaba todo el trayecto pensando en la unidad de España: en si España sobreviviría a los nacionalismos periféricos y tensiones internas; en si al final se la llevarían por delante pulsiones centrífugas; en si el Estado autonómico había sido un error, o si había que reformarlo, y cómo; en definitiva, a pensar en España, su unidad y su diversidad, en todos y cada uno de los segundos en los que estás, por lo demás, al borde del síncope mientras corres cual poseso.
A mí ese escenario de sufrir física y psicológicamente mientras piensas en la unidad de España no me parecía demasiado atractivo, por no hablar de que era ponerme a correr (por ejemplo, en un partido de fútbol) y a los treinta segundos ya estaba pidiendo la hora. Pero no tuve más remedio que cambiar mi perspectiva.
Todo fue por culpa del tabaco. En concreto, por dejar de fumar. Cuando fumaba, el veneno de la nicotina, el alquitrán, y demás, contribuían generosamente a mantener la línea a base de machacar mi salud, lo cual me permitía comer a gusto, sin preocuparme por los excesos. Si comía demasiado, pues luego fumaba más y arreglado.
Pero llegó un momento en que me dieron tanto el coñazo con “fumar es malo” que no tuve más remedio que dejar de fumar. Y entonces comenzaron mis problemas. Porque, sin el factor controlador del tabaco, empecé a engordar. Y claro, no era cuestión de dejar de comer (sobre todo, de dejar de comer las cosas que realmente merecen la pena, como chuletones, hamburguesas, una paella como Dios manda).
Justo en ese momento, aparecieron los catalanes con su independentismo. Un motivo tan bueno como cualquier otro para estar continuamente pensando en la unidad de España, y sobre todo en qué España estaremos los que nos quedemos si los catalanes se van, con delincuentes que vienen «desde Cuenca a Madrid para salvar España», entrando a punta de pistola en domicilios de tesoreros del partido en el Gobierno, y cosas así.
Correr se aparecía como una solución frente al doble problema de tener que pensar en la unidad de España y afrontar las graves consecuencias que comporta comer dignamente. Como corriendo te aburres como una ostra, pues hala, a pensar en la unidad de España, qué remedio. Y, como correr es una barbaridad que uno comete contra su bienestar y su salud casi como si te fumases dos paquetes diarios y ves cómo estás sufriendo a cada paso, pues la cosa efectivamente funciona desde el punto de vista de adelgazar (y, después, mantener), siempre sin que sea necesario reducir la dosis de chuletones y similares (particular línea roja que, en un afán por preservar mi dignidad, me he marcado).
Funciona, eso sí, siempre y cuando uno salga a correr con regularidad, y sobre todo lo haga por un tiempo determinado. Como, al mismo tiempo, es totalmente cierto todo lo que brillantemente contó en su día Alfredo sobre la psicología de los aficionados al “running”, una vez uno se mete en esta espiral es difícil parar.
En resumen: que el otro día me hice mi primera media maratón (21 km, 21). Estoy acostumbrado a hacer unos diez kilómetros, y lo máximo que había hecho eran 18, de manera que la prueba transcurrió como era previsible: muy gallito en los primeros diez kilómetros, adelantando posiciones a saco, y luego un patético hundimiento de los kilómetros 10 al 15 que fue mucho más patético en los kilómetros 15 al 20, y no digamos en el último kilómetro. Un puñetero suplicio, como casi siempre que uno sale a correr. Por otra parte, ese día me aticé para comer un ingente asado de cordero con patatas y se me ocurrieron muchas buenas ideas (que ya he olvidado) para buscar un encaje satisfactorio de Cataluña en España, así que no habrá más remedio que seguir por este sufrido camino. Por lo pronto, aunque no gané la carrera (la acabé en un honroso puesto 6885, de nada menos que 9328 participantes), sí que puedo acreditar que logré bajar de las dos horas, y sobrao. Ahí queda eso.
Pues yo la mayoría de las veces que salgo a correr, me pongo el mp3 y ni pienso, miento, a veces sí que pienso, en las viejas que ocupan toda la acera de la ronda norte….
Lo uso precisamente para eso, para desconectar, y de momento me va bastante bien, la putada es eso, si por lo que sea estas unos días sin salir luego cuesta volver al ritmo…
Comentario escrito por almujul — 23 de octubre de 2013 a las 7:48 pm
Los señores mayores especializados en abarcar toda la acera de la Ronda Norte son ya un clásico del paisaje, en efecto
Comentario escrito por Guillermo — 23 de octubre de 2013 a las 7:51 pm
Yo es que soy más de nadar. Paradójicamente, y como comentas aquí, correr me aburre… ¡pero nadar no!
Comentario escrito por Ruboslav — 23 de octubre de 2013 a las 7:58 pm
Yo llevo ya 4! y aunque haga un tiempo pésimo, como me pasó en esta última (no había entrenado, tenía mucho trabajo, el sol iba muy alto, hacía mucha humedad, por la noche dormí mal… ya conocen las variadas excusas del runner y si no miren este video: http://youtu.be/FMB64p11bxs
) aunque sufrí muchísimo, me lo pasé tan bien como siempre. Quizás lo que más me emociona es la barbaridad de gente que hay animando y lo que más me gusta es que da igual el tiempo que haya hecho, haberla acabado me hace sentir súper campeona… y la alegría me dura toooooodo el año, jaja.
Espero que, a pesar del sufrimiento, te lo pasaras tan bien como yo.
Comentario escrito por Barbara — 23 de octubre de 2013 a las 8:42 pm
Mucho presumir de terminar una media maratón en menos de dos hora, pero claro, sin contar los cuatro minutos para pasar por línea de salida. ¡Cómo se va a entender bien a España con esos cuatro minutos! El Gran Capitán no hubiera tardado ni dos segundos, aunque hubiera tenido que cargarse a media media maratón. Pero en fin, ¡enhorabuena!…algunos no hubiéramos llegado nunca tan lejos.
Comentario escrito por alfonsotwr — 24 de octubre de 2013 a las 12:01 am
Tres o cuatro años más pensando en la unidad de España y a por la maratón. Por cierto, mi mejor recuerdo, la de una de ellas en Valencia. Pasamos por un barrio que tenía una pancarta que decía: «estamos orgullosos de que la maratón pase por nuestra calle». Casi me echo a llorar de emoción. Porque iba corriendo que si no…
Comentario escrito por juan diez del corral — 24 de octubre de 2013 a las 10:10 am
Compruebo con alegría que hay más personas que comparten mi motivación para correr (y nadar y montar en bici). Esto es, la «jamancia» sin sentimientos de culpa tras el esfuerzo físico.
Aunque a mí también me vale para olvidar por un rato a los hijosdeputa que me van a dar el día (cuando salgo temprano) o ya me lo han dado (cuando salgo por la noche)…
Comentario escrito por Rafa — 24 de octubre de 2013 a las 10:36 am
Correr es de cobardes.
Dicho esto, solo añadir que la crisis de los 40 cada vez empieza antes…
Comentario escrito por Garganta Profunda — 24 de octubre de 2013 a las 11:06 am
No entiendo lo de correr, ¿ustedes se imaginan a Keynes, por ejemplo, corriendo para no engordar? Yo tampoco. En fin, cada loco con su tema.
Comentario escrito por desempleado — 24 de octubre de 2013 a las 1:41 pm
Garganta, yo esto lo comenté con unos amigos hace cuatro o cinco años: con la tontería de hacerse mayor, y con lo de la crisis y toda la gente que está en el paro, el nivel de gente que se ha puesto a hacer deporte es bestial. En cualquier pueblo de Valencia tienes a partir de las siete a gente corriendo, y los sabados y domingos cuadrillas y cuadrillas de gente que se va a la montaña con la bici.
Comentario escrito por Francesc — 24 de octubre de 2013 a las 7:41 pm
Yo habría puesto el asado de cordero en la meta y los independentistas catalanes persiguiendome detrás con sus banderas y pancartas. Eso habría hecho la carrera más llevadera y reducido el tiempo hasta ponerte entre los cien primeros.
Comentario escrito por emigrante — 25 de octubre de 2013 a las 9:48 am
Están mayores de cojones, de cuerpo y alma…preferir la carne al horno a LA carne…
Tonterias por LA carne he hecho unas cuantas, pero jugarme una protesis de rodilla para poder comer chuletones es insano.
PD.- yo soy más de piscina, aleta, incluso fui remero en mi juventud, pero para correr no me ha llamao la naturaleza por ese camino…
Comentario escrito por galaico67 — 25 de octubre de 2013 a las 10:56 am
Muy bonito don Guillermo, usted haciendo deporte y corriendo varias horas al día, y la Gloriosa Histeria Espajña abandonada como un jubilado en una gasolinera un 15 de agosto. Vergonya Caballers, Vergonya!
Y por cierto muy bonito eso de correr al lado del mar con sus 15 grados de mínima en invierno. A ver si tiene cojones de ser deportista en la zona de Morella, Utiel o Mariola con sus mañanitas de 0º a partir del mes que viene por no decir que por esta zona sales a correr/ bicicleta y lo primero que te encuentras es la Cuesta de la Ermita, topónimo peculiar que se encuentra en todos los pueblos de este País (y como siempre en País que cada cual ponga lo que le salga de la punta del ciruelo)
Comentario escrito por tabalet i dolçaina — 25 de octubre de 2013 a las 5:41 pm
tabalet i dolçaina, eso no es nada. Todavía me acuerdo que en segundo de BUP teníamos la clase de gimnasia los lunes a primera hora y lo primero que hacíamos era dar unas vueltas al recinto. Con una niebla que no se veía ni el suelo que pisabas cuando llegábamos a la meta se nos había formado escarcha en el pelo y los dientes dolían del aire tan frío que jadeábamos. Está claro que sólo en la Meseta hay hombres como Dios manda y toda la periferia no son más que un atajo de afeminadas.
Comentario escrito por emigrante — 26 de octubre de 2013 a las 2:11 pm
Recuerdo la respuesta de un señor de aquí (bien servido de panza) cuando le preguntaban sobre este asunto: «Yo el único deporte que hago es caminar en los entierros de los amigos que se ponen a hacer deporte después de los cuarenta».
Y ahí sigue el hombre, veinticinco o treinta años después.
Comentario escrito por gus — 30 de octubre de 2013 a las 11:49 am