Cada día que pasa estoy más fascinado por la titularidad de Fernando Torres en La Roja. Vendría a ser el equivalente a… No sé… A que Su Majestad el Rey viese normal irse de caza con su amante a Botsuana a exterminar elefantes en un viaje sufragado por empresarios a favor de los cuales Campechano hace lobby, todo ello en un contexto de brutal crisis económica que aqueja a sus súbditos; o a que el Presidente del Gobierno haga sistemáticamente lo contrario de lo que había dicho que iba a hacer, durante meses y en torno a prácticamente cualquier asunto relevante; o que los ciudadanos, los mismos ciudadanos que están en paro, o que ven recortados sus sueldos, los servicios públicos de que disfrutan y su calidad de vida, tengan que aportar de su bolsillo un pastizal para salvar a la banca española de la pésima gestión que han llevado a cabo los mismos políticos y financieros que ahora dicen que tenemos que apretarnos el cinturón.

Todo esto, que en otros campos resultaría, como es notorio, impracticable (pues nadie se arriesgaría a tener este tipo de comportamientos, sabedor de que se estaría exponiendo a una revolución social), nos lo encontramos, por desgracia, en nuestro fútbol en torno a la figura de Fernando Torres. La cosa se resume fácilmente: todos sabemos, y lo sabemos desde hace años, que Torres es un paquete, incapaz de adaptarse a la naturaleza del fútbol desplegado por La Roja. Una rémora. Un lastre. Y, sin embargo, Torres juega. Lo notable del caso es que juega más ahora, con muchos más motivos para quedarse en el banquillo, que antes.

En 2008, en la anterior Eurocopa, Torres jugó un partido tras otro, por decreto-ley de Luis Aragonés, a pesar de sus deficientes prestaciones. Pero había dos cosas que le salvaban: por un lado, Torres era una estrella en su club, el Liverpool. Por otro lado, al final, en el momento culminante, Torres estuvo allí, marcando el gol del triunfo a Alemania en la final. Se ganó el puesto en el último momento, pero se lo ganó. Incluso aunque poner a Torres implicase desplazar a la banda a Villa, con diferencia el mejor delantero de la selección.

En 2010, ya con Del Bosque al frente, Torres se disolvió cual azucarillo. Realizó un pésimo Mundial, tanto que incluso perdió la titularidad en los últimos partidos. El cachondeo de la afición sobre lo paquete que era llegó a ser mayúsculo. Pero había dos cosas que le salvaban. La primera, que continuó haciendo una excelente temporada en el Liverpool, lo que al menos justificaba su convocatoria y –hasta cierto punto- su titularidad en los primeros partidos. Lo segundo que, en efecto, una vez incluso Del Bosque vio lo paquete que era, no tuvo más remedio que sentarlo en el banquillo.

Y así llegamos a 2012. La fama de Torres ha trascendido fronteras. En el pasado, sólo la afición española lo consideraba un paquete. Ahora, tras un año pésimo en el Chelsea, en el que ha marcado la increíble cantidad de 7 goles en 46 partidos, también en Inglaterra ha adquirido esa condición de paquete. Y no se crean que es fácil ostentar semejante título en Inglaterra, teniendo en cuenta a su lamentable selección (ah, qué gusto da poder reírse de los ingleses a gusto, a mandíbula batiente, con la seguridad ventajista que da tener un Mundial y dos eurocopas, y sin necesidad de organizarlos nosotros para que nos regalaran todos los partidos, como en el Mundial de 1966).

De manera que lo más normal habría sido, directamente, no convocar a Torres. O, si lo convocabas, en lo que ya era una decisión polémica producto de las filias y fobias de Del Bosque, un caprichito, desde luego lo dejas en el banquillo a perpetuidad. O lo sacas a jugar los minutos de la basura, y punto.

En lugar de eso, Del Bosque sacó a Torres en pleno apogeo del partido contra Italia. Torres hizo el ridículo más espantoso, fallando una ocasión tras otra. En premio, Del Bosque, le puso a jugar contra Irlanda. Torres marcó dos goles y todo el “Torrismo” hizo lo que cabría esperar: echar las campanas al vuelo (nosotros no). ¡Vuelve Torres! ¡Más Don Fernando que nunca! Así que Del Bosque lo puso de nuevo de titular, esta vez contra un equipo serio, y pasó lo que tenía que pasar: nada. Sin embargo, y como era de prever, como ya estamos acostumbrados, el clamor de la afición (estuviera en el bar en el que estuviera Usted, es seguro que disfrutó de todo tipo de insultos y descalificaciones dirigidos a Torres, como ya es casi tradición) no se comunicó a la prensa, que continúa en su línea de defensa a ultranza de Torres.

No se sabe muy bien cuáles son los motivos por los que Del Bosque y parte de la prensa ama de esta forma tan desaforada a Torres. Está claro que es de Madrid y eso, que es guapito y fotogénico, pero… ¿No podrían dedicarse a defender a Raúl, como siempre? ¡Al menos, Raúl es del Madrid! Por mi parte, abandonados hace años los argumentos mínimamente razonables (los que explicaban la presencia de Torres en La Roja hasta el Mundial 2010), no sé por cuál de estas dos opciones decantarme:

– Torres es el khaleesi. El poseedor de los tres últimos dragones vivos. ¡Y Del Bosque, la Federación, la prensa, lo saben! ¡Y hala, a jugar, no sea que el Niño se enfade!
– Hace unos años, Torres convocó a las fuerzas rectoras del fútbol español. Se puso una túnica de colorines, se acicaló, se maquilló los ojos con lapislázuli y, una vez estaban todos en el lugar en el que les había convocado, les dijo: “mirad el péndulo. Seguidlo con la mirada. Estáis cansados. Muy cansados. Muy, muy cansados. En adelante, cada vez que penséis en mí, lo haréis como si fuese el delantero titular del Real Madrid”.

Parece obvio que Torres no está para jugar. Y que, además, su juego (eficaz en carrera, con espacios) resulta totalmente antitético con el pase eterno, estático, de la selección (¡qué le vamos a hacer!). Ninguna selección en su sano juicio nos va a dejar que juguemos con espacios (salvo, tal vez, Alemania, que por eso se nos da tan bien). Si quieres sacar a Torres contra alguien, que sea contra Alemania (en la segunda parte). Mientras tanto, pon a otro.

Pero, por desgracia, es inútil resistirse. La evidencia nos dice que el sábado, contra Francia, habrá más Torres. Al menos, podremos echarle parte de las culpas si nos eliminan (posibilidad que, gracias a Torres, resulta mucho más cercana).