El Real Instituto Elcano nació hace pocos meses bajo la sospecha de ser una especie de FAES (el patético grupo montado en torno a Aznar de «cachorros del PP» con pensamiento dogmático) destinada a la Política Exterior. Sin embargo, a la vista de la actividad que despliega y de la calidad y pluralidad de sus artículos, hay que reconocer que ese primer balance fue precipitado. No está mal que haya por fin alguna institución de prestigio dedicada específicamente a la política exterior de España (hasta ahora la revista del mismo nombre, Política Exterior, brillaba rutilante en su soledad), aunque sea para constatar (o precisamente por eso está, como elemento de vigilancia) el patetismo de nuestra política internacional.

Recientemente el RIE ha publicado su tercer Barómetro (sobre el intervencionismo de los españoles en acciones militares exteriores para derribar regímenes, o sea, la Acción Humanitaria), una muestra de población poco significativa, pero suficiente para destacar las «tendencias de opinión» principales.

El Primer Barómetro, de Noviembre de 2002, mostraba el absoluto desinterés y desconocimiento de los españoles por cuestiones en apariencia vitales, como el proceso de redacción de la Constitución Europea (en el que por lo visto España sale bastante malparada). El 90% de los encuestados desconocía totalmente cuál era el objetivo de la Convención para el Futuro de la Unión Europea, y una cifra similar no tenía ni la menor idea de qué países iban a incorporarse a la UE en la ampliación que se nos echa encima en apenas un año (también hay que tomarse con precaución las encuestas, les adelanto que yo me los sé toditos, talmente como la lista de los Reyes Godos, pregunten, pregunten si se atreven, y como muestra un botón: Suazilandia. Y si me pongo les recito la lista completa).

Probablemente a los españoles no les resulte un asunto fascinante la entrada de nuevos países en la UE (los españoles somos todos muy europeístas, como lo sería cualquiera que echase un vistazo a lo bien que nos ha ido cuando optamos por el aislacionismo, pero no nos interesa demasiado lo que pase en Europa), pero la cuestión no es esa, sino: ¿es beneficiosa para España la entrada de estos nuevos países, en téminos de poder político y económico? Probablemente no. Pero «no se pueden hacer tortillas sin romper huevos».