RTVV, quintaesencia de los problemas de gestión de las televisiones autonómicas
La radiotelevisión pública valenciana ha dado mucho que hablar en los últimos años, por la confluencia de circunstancias integradas en un círculo vicioso que agravaba más y más su situación:
– Cada vez menos audiencia: el emblema de la casa, Canal 9, que llegó a tener una audiencia del 18% en los no tan remotos tiempos de Zaplana (y también muy buenos resultados en la época socialista, del 89 al 95), se ha hundido. Es cierto que todas las televisiones han bajado en audiencia por efecto del aumento de frecuencias, pero el caso de Canal 9 es singularmente grave: este verano ha marcado registros inferiores al 5%, ubicándose como la segunda TV autonómica (tras la murciana) menos vista.
– Cada vez menos credibilidad: la manipulación de que hacen gala los informativos ha alcanzado niveles surrealistas en la época de Camps, con hitos como no ofrecer en directo la dimisión del President de la Generalitat (o, sencillamente, no informar de nada relacionado con el caso Gürtel, dedicar un exiguo espacio a la oposición y siempre en un tono que haría las delicias de Intereconomía, y un largo, larguísimo etc.). Canal 9 ha logrado convertir en lugar común del público, no sólo del público de izquierdas, su enorme partidismo informativo. Lo cual, por supuesto, también ha afectado a las audiencias.
– Cada vez más personal: RTVV cuenta con una plantilla superior a las 1800 personas. Esto es más que Antena 3 y Tele 5 juntas, y sobre todo, es más que casi cualquier otra TV autonómica, salvo (aunque no cuento con las cifras exactas) la catalana. Pero es notorio que el grado de audiencia, influencia social y calidad de los contenidos de TV3 y sus demás emisoras es bastante mayor.
– Cada vez más deuda: RTVV recibe, casi desde el principio, una subvención insuficiente por parte de la Generalitat, que, combinada con el uso que la misma Generalitat ha hecho de RTVV como subrepticia agencia de colocación y de espolón de proa de algunos de los supuestos «éxitos» emblemáticos del PP valenciano (como la Formula 1, de la que Canal 9 tiene los derechos a pesar de no rentabilizarlos apenas en audiencia, en una maniobra que sólo puede entenderse como vía indirecta de pago a Ecclestone a cambio del muy dudoso «chollo» que es el circuito urbano de Valencia), ha llevado a engrosar, año tras año, cifras directamente inasumibles, que actualmente se estiman en los 1200 millones de €.
Por muchos motivos, siempre he intentado seguir con atención lo que venía sucediendo en RTVV, a lo que he dedicado cuatro artículos publicados en Valencia Plaza: el primero venía a explicar más extensamente lo que he resumido en los cuatro puntos anteriores. El segundo, titulado «El DBT de Canal 9, un programa que no ve… ¿nadie?«, criticaba el surrealista programa de debate de Canal 9, que cosecha audiencias ridículas, a veces inferiores al 1%. No extraña que sea así, puesto que se trata de un programa mimético con los del TDT Party, no sólo en tono, sino en contenidos: el DBT Canal 9, dirigido por Isabel Durán, dedica su tiempo a hablar de Bildu, de Rubalcaba, del caso Faisán, … Cuestiones que el espectador puede encontrar fácilmente en múltiples medios de difusión (y por eso, y por el acendrado partidismo del DBT Canal 9, casi nunca recala allí).
Con la llegada de Fabra a la presidencia de la Generalitat, se anunció el propósito de arreglar el problema económico de RTVV por la vía de ejecutar un ERE brutal, que afectaría a 1000 personas, más del 50% de la plantilla. Y también de abrir el espacio informativo del ente público para lavar su imagen y, en teoría, aumentar el pluralismo (o, más que aumentar, «generar» el pluralismo en alguna medida). Pero, al mismo tiempo que se anunciaban estos buenos propósitos, me llegaba la información de que RTVV pensaba fichar como director adjunto de la cadena a Fernando Quintela, de Intereconomía, un periodista que no oculta (bien al contrario) su partidismo ideológico y su defensa de lo que él llama una «derecha sin complejos» (que ya saben bien lo que eso significa en España: el complejo se lo dejan al lado del busto del Caudillo). Y, por último, que además Canal 9 ha contratado a un antiguo periodista de El Mundo TV para desarrollar reportajes sobre temas que recuerdan el DBT Canal 9 por su estrecha asociación con la realidad valenciana: los GAL y Rubalcaba. Por supuesto, cabe imaginar que en los términos de derecha sin complejos que le son propios.
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Resulta curioso lo pesebreros que somos en este país, lo digo en sentido amplio y no por la Comunidad Valencia, que no tengo el placer de conocer más allá de leer sobre ella en sitios como este. La gente no ve el Canal 9, a muchos no le gusta el rollo TDT Party que se montan, y sin embargo el día de las elecciones van y le votan en masa al PP. Ya se ha comentado por aquí lo pobre de la alternativa, pero aún así, hay veces que no se explica uno como ciertos políticos son incombustibles y da igual lo que hagan, si delinquen, manipulan o apestan a demagogia barata, la gente lo sabe y les sigue votando (o les seguimos, vamos a meternos todos). Supongo que asumimos que ciertas cosas son una especie de peaje que hay que pagar, y que más vale malo conocido, pero aunque este comportamiento de los electores sea de sobra conocido, siempre piensa uno que llegará el momento de que ciertos personajes paguen por su comportamiento.
Pasa un poco como con el Milan el otro día con el Barça, sabemos que los italianos marcan dos goles con sólo tener media ocasión, pero a veces piensa uno «esta vez no les puede salir bien la cosa, les están vapuleando demasiado, la cuerda no se puede estirar tanto sin romperse», y ZAS, te la zampan en toa la boca.
Perdón por el ladrillo (o ladrido).
Comentario escrito por Jiri — 15 de septiembre de 2011 a las 12:06 pm
Será que estoy otoñal, pero lo de Valencia no lo arregla ni Dios. Dicen los cubanos «Pueblo pequeño, infierno grande»…
Comentario escrito por Gekokujo — 15 de septiembre de 2011 a las 6:33 pm