Un mes en EEUU
Desde el pasado 23 de agosto disfruto de una estancia de investigación de un mes en la Universidad de Virginia (EEUU). Durante mi estancia, fundamentalmente, aprovecharé el acceso a los espectaculares fondos bibliográficos de la Universidad para hacer acopio de referencias sobre el tema “Comunicación política en Internet”, al que llevo años dedicándome (más en concreto, sobre los usos de las redes sociales en campaña electoral, tema del que hemos sacado recientemente un estudio colectivo).
Es la cuarta vez que estoy en EEUU. Curiosamente, en las tres anteriores (en 1987, 1998 y 2000) estuve en la misma ciudad que en esta ocasión: en Charlottesville, sede de la U. de Virginia. En las cuatro ocasiones mi estancia se debe a la misma persona: Fernando Operé, catedrático de Filología Hispánica en la U. de Virginia, una persona de crucial importancia en mi carrera académica y un gran amigo desde hace muchísimo tiempo. Fernando invitó a mi padre a impartir docencia un semestre en 1987. En las otras tres ocasiones me invitó a mí, la primera cuando comencé a trabajar en el programa de español para para estudiantes americanos que tiene la Universidad de Virginia en Valencia, y las dos últimas como investigador.
Me he encontrado EEUU sin grandes cambios, a pesar de que la última vez que estuve fue hace once años, antes de Bush, del 11S y de la Guerra de Irak: es un país de excesos, donde todo es grande y donde hay miles de variedades de cualquier cosa (el otro día casi me vuelvo loco para conseguir un yogurt natural “normal”, y del drama de comprar una barra de pan, o un café, no hablemos). También es un país de gente muy amable y acogedora, y de enormes recursos, que se ven en todos los ámbitos (la vertiente positiva de esa tendencia al exceso).
Sin ir más lejos, en la impresionante biblioteca de la Universidad, incomparable, en fondos bibliográficos y en la facilidad de acceso a los mismos (tanto los impresos como los digitales y audiovisuales), con cualquier otra de las que he estado. En el año 2000 saqué de la Alderman Library (la biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades) un montón de artículos fotocopiados que me vinieron no se imaginan Ustedes cómo para mi tesis doctoral. Me pararon en la aduana para preguntarme a santo de qué llevaba yo más de 3000 páginas fotocopiadas, que si los derechos de autor, que si tal… Afortunadamente, se convencieron de mis buenas intenciones cuando les puse mi mejor cara de buen chaval y la acompañé de mi carnet de la Universidad de Valencia.
Sin embargo, la que sin duda dio más juego fue mi primera estancia, en 1987, con sólo diez años. Estuve más de tres meses y asistí a una escuela pública estadounidense (y ni siquiera me dieron una semiautomática en mi primer día; ¿pueden Ustedes creerlo?). De manera que hice vida cotidiana aquí, hice muchos amigos y, como EEUU es un país montado para los niños, la verdad es que me lo pasé muy bien.
Sin embargo, al principio me aburría bastante, así que mis padres tomaron cartas en el asunto y me trajeron de la mencionada superbiblioteca de la Universidad de Virginia un libro, o compendio de libros, particularmente apropiado para un niño de diez años: Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Con un par. Y lo peor es que me los leí (las dos primeras series), y además me gustaron mucho, en lo que constituye, sin duda, una de las mayores macarradas avant-la-lettre que he hecho nunca. E imagínense, contando más adelante esta historia, en la adolescencia, lo que se liga. Se liga… Bah, no se liga nada. ¡Dos series de los Episodios Nacionales, para esto!
Hace unos días era el propio Fernando Operé quien me recordaba otro momento mágico de mi estancia en 1987. Fernando entrenó durante décadas a equipos de fútbol infantil, y me añadió al que llevaba en aquella época. La verdad es que siempre he sido bastante limitado al fútbol, un jugador del montón (nada que ver, recuerden, con mis fundamentos para el baloncesto), de los que se quedaba atrás pegando patadas en el patio mientras los supuestos “buenos” se dedicaban a chupar en la delantera.
Pero ahora estaba en EEUU en una época (1987) en que EEUU ni siquiera era bueno en el fútbol femenino, y no digamos en el que vende derechos millonarios de TV. ¡Ahora yo podía ser uno de los “buenos” del patio! Y, en efecto, así fue. Mi aportación al equipo consistió en el siguiente binomio ganador:
1. Recorrer la banda izquierda regateándome a todos los que se me ponían por delante, sin pasar a nadie de mi equipo (ni falta que hacía; ¿para qué pasar, si puedes regatear?). Al llegar a la línea de fondo centraba o chutaba; por supuesto, sin consecuencias.
2. Protestar constantemente al árbitro; en honor a la verdad, no era tanto protestar cuanto insultar constantemente al árbitro… En español, por supuesto. ¡Qué gustazo! Las protestas no tenían consecuencias, ni en un sentido ni en el otro (es decir, más o menos como mis regates).
Nací demasiado pronto. Si hubiera nacido diez años más tarde, ahora estaría en el Real Madrid, haciendo exactamente esas dos cosas, y también sin consecuencias (los árbitros entenderían mis insultos, pero qué más da, es el Real Madrid, a ver qué árbitro te saca una tarjeta por insultarle).
Muchos años después, durante la época en que trabajé para el programa de enseñanza de español de la U. de Virginia en Valencia, volví a jugar al fútbol contra los americanos. La verdad es que la cosa había cambiado, pero aún se les podía ganar empleando sucios trucos de europeos resabiados (cero espectáculo, catenaccio y disciplina defensiva, patapúm parriba).
Precisamente, por eso, y para equilibrar, se nos ocurrió hacer una especie de desafío transnacional España – EEUU que incorporase también el baloncesto (asumiendo que, como es normal, en baloncesto nos pulirían que daba gusto). La idea era jugar un partido de baloncesto y uno de fútbol 7, ambos de la misma duración (50 minutos cada uno), contar cada gol como tres puntos, y ver cuál era el ganador global.
El gran día nos juntamos seis gladiadores españoles para los que ya había pasado (o, lo que es peor, estaba pasando) su mejor momento (hablo de gente de 24 años, tampoco se vayan Ustedes a pensar). De los seis, uno sólo venía para jugar al fútbol, así que el quinteto titular del baloncesto era también el único quinteto posible.
Se nos pusieron enfrente diez morlacos de metro noventa para arriba, la mitad de ellos marines (sí, sí, marines; muchos soldados del Éjército y la Marina estudian en la U. de Virginia, muy cercana a la base de Norfolk). Que, además, tenían la desesperante costumbre de cambiarse en bloque. Salían cinco y entraban cinco jugadores de refresco contra el sufrido quinteto eterno español (que tanto daba; esa gente habría estado fresca aun jugando seis horas seguidas).
Increíblemente, en un partido más que heroico, dimos la cara, a base de disciplina defensiva y de no jugarnos canastas difíciles, mientras que los americanos intentaban siempre jugar bonito y hacer macarradas para impresionar a las chicas que veían el partido (nosotros, no hace falta decirlo, no teníamos chicas: había corrido el rumor de que uno de nuestro equipo se había leído dos series de los Episodios Nacionales a la tierna edad de diez años y, claro, no vino nadie). Así que, aunque perdimos, lo hicimos sólo por un punto. Y ni que decir tiene que en el Fútbol 7 nuestro superior sentido del juego nos dio una holgada victoria.
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Bendito EEUU. Allí un amigo se encaró con un árbitro y la policía fue a su casa después del partido.
Lo del supermercado a mí también me volvía loca. Fui una vez a buscar té y cuando llegué a casa me di cuenta que había comprado un zumo.
Comentario escrito por susana — 29 de agosto de 2011 a las 4:24 am
Guillermo, ahora representa a la primera potencia mundial balompédica. Así que no queremos oír que ahora allí ya juegan decentemente, ni que esta muy mayor, ni inferioridad numérica, ni árbitros en contra. Como una pandilla de marines les ganen o empaten, emplazamos a Trinidad Jiménez para suprimirle el pasaporte y aquí no vuelve.
Y páselo muy bien.
PS: Será cosa del jet lag, pero ¿se ha dado cuenta de que no ha metido ninguna referencia a Juego de Tronos?
Comentario escrito por Bunnymen — 29 de agosto de 2011 a las 11:10 am
Siempre quise estudiar algo en EEUU precisamente para eso, para ser el mejor jugando al fútbol. Claro que luego anduve por NY y los latinos juegan que da auténico deleite. Un desastre. De Canadá hay que olvidarse, está llena de Argentinos. Creo que la única posibilidad que nos queda a los desgraciados de ser estrellas balompédicas aunque sea ‘a nivel usuario’ es Barheim o Arabia Saudita. Tal vez Afganistán, que con eso del opio no corren mucho.
Comentario escrito por Álvaro — 29 de agosto de 2011 a las 11:56 am
Que bo eres Guillermo. Estic d’acord: a la merda el Jogo Bonito i amunt el catenaccio.
Comentario escrito por Mitrídates — 29 de agosto de 2011 a las 1:33 pm
Puto Juego de Tronos, con lo fácil que era colar alguna referencia al hilo de la narración del heroico partido de baloncesto! Intentaré que no vuelva a ocurrir.
Álvaro, el tiempo juega en nuestra contra. No sólo porque los futbolísticamente subdesarrollados mejoren, sino porque nosotros… Pues eso, nosotros damos más pena a cada año que pasa. Yo casi prefiero no arriesgarme a un nuevo desafío, no solo para evitar la deportación, sino para preservar el maravilloso recuerdo de 1987 de ser «el mejor» (y el más chupón, que una cosa lleva a la otra en el mundo de los patios de recreo españoles).
Susana, yo ya me he acostumbrado a pedir a ciegas en los restaurantes. Cuando veo que algo tiene una palabra que reconozco, lo pido, y que sea lo que Dios quiera. Normalmente todo es una mezcla de muchas cosas y acaba sabiendo bien, así que no es problema
Comentario escrito por Guillermo López — 29 de agosto de 2011 a las 5:26 pm
Igual te animas a saludar, estimado Guillermo, a un joven profesor lituano, amigo mío, que se dedica a fenomenología, y que está en la universidad de Virginia (pasó por Colonia y por el archivo Husserl): Saulius Genusias se llama. Igual puedes ver con él algún partido de baloncesto.
Yo estoy en la CitéU; pensaba verte por aquí para saludarte y pedirte perdón otra vez.
Cuídate.
Comentario escrito por Pablo (el falso) — 29 de agosto de 2011 a las 6:18 pm
Gracias por la recomendación, Pablo. La verdad es que en estas fechas casi me había convertido en parte del paisaje de la Cité, pero ya ves, he acabado recalando en otro de mis lugares remember – nostálgicos.
A ver si nos vemos pronto,
Un abrazo
Comentario escrito por Guillermo López — 29 de agosto de 2011 a las 9:12 pm
Certifico la veracidad de ambas historias, la del fútbol y Galdós, porque a mí me las contaron hace ocho años en Virginia! Dejas huella, Guillermo!
Pásalo bien allí :)
Comentario escrito por Manolo — 30 de agosto de 2011 a las 3:19 pm
Suerte en la estancia en USA. Tu relato me ha traído recuerdos de las veces que residí allí. Otro planeta, con la anécdota del supermercado incluida, el curioso inglés que hablan y sus manías. Adaptarme no fue fácil, pero tras meses de soledad me rescató la colonia española residente y ya todo fue mejor. Estremecido comprobé lo que era un centro de investigación de verdad, la pasta que movían, las bibliotecas y laboratorios con aparatos que sólo había visto en fotos. Impresionante. No menos curioso, todos los de limpieza en mi zona eran de Puerto Rico. Mi despacho relucía comparado con otros, vete a saber el por qué.
Pero en fin, debe ser por la genética caótica que tenemos, aquello no me atrajo para expatriarme. En Canada, sí, casi me quedo. Tan cerca y tan distintos.
Curiosamente, con quien mas traté fue con chinos, hindúes y con gente de nosecuantos países, con americanos, mas bien con pocos. Y con esos pocos, siempre recordaré su amabilidad y hospitalidad.
En fin, que tiempos.
Saludos cordiales
Comentario escrito por Toño — 01 de septiembre de 2011 a las 8:47 pm
Que sí, Guillermo, que sí. Pero a las chicas se las follaron los marines. Después de una visita a Niu Yol uno puede concluir: el 50% (o más) de los compradores son españoles; el 50% (o más) de los dependientes son hispanos. La segunda época dorada del Imperio ha comenzando.
Comentario escrito por Asín...nos va — 01 de septiembre de 2011 a las 10:34 pm