Mi epopeya como jugador de baloncesto en los 80
Me he leído un par de páginas de Juego de Tronos, el libro. Plano, previsible, insustancial… Muy malo. Es una mierda.
Dicho esto, pasemos al tema: la semana pasada escribí una crítica del magnífico libro de Juanan Hinojo “Sueños robados. El baloncesto yugoslavo”. Ensimismado con la crítica, la cosa se salió de madre y acabé incluyendo una reflexión tipo “el baloncesto y yo”, que alargaba aún más el artículo y lo desviaba de su objeto inicial. Hela aquí, convenientemente reformulada y ampliada.
A mediados de los años 80, tras el éxito de los JJOO de Los Ángeles 84, el baloncesto había llegado al culmen de su popularidad. Por otra parte, tampoco cabíamos todos en el equipo de fútbol del colegio, de manera que hubo que crear equipos de baloncesto y de balonmano. El equipo de baloncesto no es que fuera muy glamouroso y popular; pero, al menos, no era el de balonmano.
Estudié en un colegio de curas (de ahí me viene el cariño que les tengo – ¡y eso que ni siquiera recibí tocamientos!). Los curas son lo que son, pero como, con tal de ver jovencitos en pantalón corto, hacen lo que sea, la verdad es que fomentan bastante el deporte. El Colegio del Pilar, en el que estudié la EGB (la EGB era una cosa que antecedió a la LOGSE; era horrible, no aprendías a aprender, ni te dejaban dibujar papelitos solidarios: ¡la gente pretendía que aprendieses cosas, así, directamente!), tenía un equipo de baloncesto bastante competitivo, del que yo fui base durante un total de cinco años (de 1984 a 1989). Con la objetividad que da la distancia, puedo decirles que era un base de excepcional calidad, gran dominio del balón y visión de juego; al menos, esto es lo que decía mi abuela cuando me veía jugar.
Un partidillo de los 80: en la foto pueden verme haciéndole un “in your face” a un chavalín del colegio rival
¿Que por qué no llegué a la NBA? Pues bueno, un cúmulo de factores, aunque sobre todo un tiro de media y larga distancia manifiestamente mejorable.
La Liga escolar en la que estábamos nos permitía batirnos varias veces contra los mismos equipos; tal y como funcionan las cosas, tardamos bien poco en crearnos diversos archienemigos. Y con el encanto añadido de que se parecían a los enemigos de España por esa misma época (no, los rojos judeomasones de Bildu no; me refiero a los rivales en el baloncesto).
Había un equipo, el Llíria, que era peor que nosotros, pero que utilizaba muy bien el factor campo. Básicamente, cuando ibas a jugar a su campo, la gente, los padres de los jugadores del Llíria, los jugadores, y el entrenador, te insultaban, te tiraban piedras e intentaban pegarte (dentro y fuera del campo), y te amenazaban de muerte. El pobre árbitro, acojonado y recién llegado de hacer testamento, hacía lo que podía para sobrevivir. En fin, que en Llíria siempre nos ganaban y, encima, nos escupían y tiraban piedras (de hecho, nos ganaban gracias a eso). En nuestro colegio siempre les ganábamos nosotros, y siempre con tangana incluida, que ríanse Ustedes de un Elche – Granada. En resumen: el Llíria era Grecia.
Otro equipo contra el que jugábamos a menudo era Escolapios, a quienes llamaremos Italia. A veces ganábamos, a veces ganaban ellos (más a menudo esto último, la verdad). La verdad es que el nivel era bastante parejo, pero ellos eran más avispados que nosotros; te hacían faltas que no veía el árbitro, protestaban hasta el fuera de banda más irrelevante, se pasaban el partido hablando, insultándote y distrayéndote. Nunca olvidaré, por el tipismo retrospectivo que representa, la frase que me soltó el base rival poco antes de lanzar un tiro libre: “Oye, ¿has visto la teta de Sabrina?”. Así fue y así se lo he contado. Y, por supuesto, el arma de destrucción masiva surtió efecto y fallé el tiro libre.
Contra Escolapios viví el momento culminante de mi carrera baloncestística. Fue un momento tan, tan español que sólo les digo que tengo puesto el Himno conforme escribo esto, con una bandera ondeando al viento (le he puesto un ventilador al lado para que ondee, que ya saben que en España, si no lo subvencionas, aquí no se emociona con la bandera ni Dios).
Los partidos de alevines (o lo que fuera eso: con once años) se dividían en cuatro cuartos, de diez minutos cada uno. Pero en los tres primeros cuartos se jugaba a tiempo corrido, mientras que en el cuarto se paraba el tiempo como en el baloncesto serio. De manera que duraba mucho más. Pero, como no había medios técnicos para contabilizar las posesiones de los equipos, no había límite de posesión. Tal cual. Podías tener la posesión del balón todo el tiempo que pudieras mantenerla.
Y aquí llegamos al glorioso momento que nos ocupa. Partido El Pilar – Escolapios. Duelo de la máxima, en nuestro campo. A falta de siete minutos para el final, vencemos por un punto. Orden del entrenador: “dadle el balón a López y que aguante la posesión”. Con un par de huevos. Este tío debía ser el padre de Maguregui, Clemente y Maljkovic, como mínimo.
Ahí comienza mi epopeya. Me paso segundos y segundos y segundos botando el balón, esquivando al base de Escolapios. Cada vez que vienen varios a marcarme, le paso el balón a otro jugador de mi equipo, que cuando puede me lo devuelve (incluso aunque estuviera solo debajo de la canasta). Así todo el rato. Siete minutos botando y pasando, botando y pasando, en una única posesión eterna. Objetivo cumplido. Durante siete largos minutos mantenemos el marcador a cero y logramos la victoria, por fin, contra los cabrones de Escolapios, en unas condiciones que harían la envidia (si me permiten citarme a mí mismo) de un Nápoles – Sevilla con Bilardo en los dos banquillos. Salgo del campo como un héroe: «él consiguió amarrar el resultado y que no se anotase un solo punto más a lo largo de siete minutos».
Desgraciadamente, no hubo victoria épica contra nuestra Yugoslavia particular, los “Corazonistas”, que nos ganaban siempre. Y “siempre” es siempre. Jugamos unos ocho partidos contra ellos y nos los ganaron todos, y con esa irritante sensación de que, además, disfrutaban humillándonos, de que nunca se cansaban de aplastar al rival, machacarlo sin piedad (los Corazonistas habrían hecho un buen papel en las guerras de la ex Yugoslavia).
Muchos años después, viví un canto del cisne. En COU (otra cosa que había antes de la LOGSE y que venía a ser como el Bachillerato), en el campeonato de baloncesto del Instituto, montamos un equipo que aspiraba a todo, con Andrés Boix imponiendo su ley bajo el tablero como si todo el que se le acercase fuese fan de La Roja y yo culminando contragolpe tras contragolpe (siempre he tirado muy mal, pero entraba bien a canasta) como si el equipo contrario estuviese íntegramente compuesto por antiespañoles.
Por supuesto, nuestros años de gloria ya habían pasado, así que basábamos nuestras aspiraciones en que teníamos a un chaval muy bueno, ex del Pamesa (Power Valencia), que repartía juego como nadie y nos hacía jugar a todos mejor, hasta plantarnos en la final, que disputábamos contra el equipo “oficial” del Instituto, el que jugaba en la Liga escolar (o como se llamara eso) contra otros centros de enseñanza secundaria.
¿No quieren algo de Leyenda Negra de la buena, con la horrible racha de monótonas victorias de La Roja y adláteres que llevamos? Pues aquí tienen dos tazas. La cosa fue como sigue: les dimos un baño, y les vencimos por unos veinte puntos. El árbitro principal, que era también el entrenador del otro equipo, no podía consentirlo, así que nos borró un montón de canastas del acta durante el descanso -tal cual- y no paró hasta que logró expulsar por cinco faltas a nuestra estrella ex del Pamesa y a varios jugadores más, de manera que acabamos el partido con sólo cuatro jugadores, uno de ellos un amigo nuestro que lo estaba viendo (vestido “de calle”, en vaqueros) y que salió apresuradamente al final.
Oficialmente, perdimos el partido por un solo punto. Cómo sería la cosa que el segundo árbitro, en pleno partido, le montaba broncas al árbitro principal, le decía que ya estaba bien, que si no pensaba parar hasta que los suyos ganasen, … En ese plan. Por otro lado, los jugadores del otro equipo, finalizado el encuentro, hicieron un Sevilla: vinieron a hablar con nosotros y nos ofrecieron jugarnos oficiosamente el campeonato otro día, sin el árbitro enmerdando. Ante semejante ejemplo de metrosexualidad, nosotros, españoles hasta el final, dignísimos, dijimos que no, que no hacía falta, así que las medallas se las quedaron ellos, y la Honra nosotros (en un ejemplo más de esa larga serie de ocasiones en que la Honra es para España y todo lo demás, para los otros).
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Estupendo, Guillermo. Qué recuerdos.
No me acordaba ya de lo de loss tres primeros cuartos a tiempo corrido y el último parado. Pero a nosotros si nos controlaban las posesiones, el de la mesa que apuntaba las canastas gritaba DIEZ, y luego la cuenta atrás era coreada pòr todo el banquillo, incluyendo siempre tiros sobre la bocina que cuando entraban se montaba un cristo de mucho cuidao. y sin instant replay.
La guerra de los tiros libres era la mejor. En algún campo el público agitaba la canasta para que se te moviera el aro. y qué codazos.
Comentario escrito por kirikiño — 21 de junio de 2011 a las 9:00 pm
«Enmerdando» es una deuda con tu país adoptivo. ¿Lo de Milicic es cierto? La transcripción de lo que dice. Es interesante lo que revela. Yo creo que culturalmente estamos en otra cosa… no acabo de sentir ansia ninguna en follarme a la mujer o a la hermana del enemigo. No veo en ello una humillación suplementaria o una violencia suculenta. Pero no creo que sea cosa mía, sino antes bien de mi cultura. Igual me equivoco, o igual crecí en un «gueto». Hay, sin embargo, culturas en las que eso sí parece importante: Materazzi, por ejemplo, ya reveló hace poco lo que le dijo a Zidane cuando Zidane, quejándose de que le tiraba constantemente de la camiseta, le dijo: «si quieres te la doy después del partido».
Y lo de los padres gritando en los partidos de colegio… eso sí que es para hacer un estudio socio-patológico serio. Ya hay algunas películas sobre el particular.
Yo jugué también al baloncesto. Jugaba mejor al fútbol, pero mi madre me lo prohibió porque consideraba que era un deporte franquista, y me convenció además, cuando apenas tenía uso de razón, de que producía irremediables malformaciones en las piernas por sobremusculación y correlativos infradesarrollos en los brazos y hombros. Me hubiera encantado no perder un segundo con el baloncesto y dedicarlo todo al fútbol. Hasta hubiera ligado más.
Comentario escrito por Pablo (el falso) — 21 de junio de 2011 a las 9:57 pm
Joder, Guillermo, qué recuerdos ese partido de COU.
Por lo demás, lo de que no llegaras a la NBA por el tema claramente menor ese del tiro de media y larga distancia es una injusticia. Fíjate en Ricky Rubio, por ejemplo.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 22 de junio de 2011 a las 12:32 am
Y no como ahora, que para no traumatizar a los chavales/chavalas se han adoptado unas reglas que requieren de un doctorado en astrofísica para aplicarlas: un jugador no puede jugar más de tres cuartos, y en todo caso, dos quintos del equipo, como mínimo, tendrá que estar conformado por mujeres, y así sucesivamente. Uno se pregunta, mientras ve a los pequeñajos corretear en pos del balón mientras son animados por unos comprensivos padres, donde queda nuestra infancia de frustraciones, hostias del contrario, arbitros arbitrarios y olor a madera en el culo de tanto chupar banquillo. Todo se pierde.
En cuanto al libro, mea culpa: admito que, tras bajarme toda la serie y vérmela en un pispas, me compre la Magna Obra en inglés (como un Boix cualquiera) y, animado ante la perspectiva de un verano a base de tetas y espadas made of Valyrian steel, esa primera noche osé recomendárselo. Y tiene Vd. razón: es una puta mierda. Mucho mejor la serie. Ya está todo dicho.
Comentario escrito por SinanPacha — 22 de junio de 2011 a las 1:05 am
Mi verdad: yo también fuí un jugador de baloncesto en mi adolescencia, sin embargo mi experiencia fué un pelín diferente puesto que yo me hice como jugador (y como persona, ¡que coño!) en los playgrounds de mislata. Como suena. Tardes de julio a las seis de la tarde bajo un sol de justicia. Lo nuestro era darwinismo social del bueno (si el nivel aquella tarde era bueno los malos jugadores sabían que serían elegidos los últimos, nadie se quejaba): sin árbitros, sin padres histéricos, sin líneas en el suelo (los triples se calculaban a ojo)… Partidos a un campo, a dos campos, a 30, 50, incluso a 100 puntos. Dos contra dos, tres contra tres, cuatro contra cuatro. Había una gama de posibilidades casi infinita. ¿Posesiones? ¿sistemas? ¿perdón? Aquello era diferente, calabas a todo el mundo en segundos y de manera natural cada uno adoptaba un rol a la hora de jugar. Si defendías bien, a defender se ha dicho, si, en cambio, tirabas decentemente, tenías patente de corso. Los líderes (que los había) comandaban a su equipo (dando todos los gritos que fuera necesario) a su buen entender. Por cierto, los árbitros eran innecesarios ya que todo el mundo conocía las reglas del juego y si te pasabas de listo un par de yoyah ponían a cualquiera en su sitio. Lo malo de esto es que te volvía incapaz de jugar en un equipo ya que hacías lo que te pedía el cuerpo. De hecho, uno de los mejores jugadores que jamás he visto no pudo jugar nunca en el equipo del pueblo por eso.
Yo «destaqué» por mi tiro de media distancia y por mi absoluta incapacidad para defender. Un chupón, vamos.
Comentario escrito por desempleado — 22 de junio de 2011 a las 10:20 am
Yo, en colegio publico, he jugado a los tres deportes. Lo que ocurre es que en mi cole las ligas internas de los deportes no eran coincidentes, así los profesores, que había uno auto encargado por cada disciplina, nos veían jugar entre clases, en plan ojeadores, y luego se formaban equipos para competir contra otros colegios.
Por cierto, el balonmano, coincido que es el menor de los tres, un coñazo sin juego en medio campo, pero me da recuerdos entrañables, por que al tirar algo(bastante) más fuerte que la media, solo fallaba en una circunstancia… cuando tiraba a dar al portero. Un gustazo para hacer vendetas con compañeros y volarles la cara. La profesora (¿casualidad que del trio de deportes el balonmano lo llevara una mujer?) me amonestaba por ello, y entonces lo deje aburrido, yendo a otros deportes donde encontrar guerreros dignos de mi valía, y a sus novias dignas mi espada(Juego de tronos ON).
Por supuesto, yo tenía la titularidad en todas las que me apuntase, siempre fui buen atleta, no es coña y se me dan bien los deportes de equipo, si hubiera sido yanki, habría acabado en una universidad de la costa con una beca deportiva follandome animadoras y por supuesto, a las mujeres del enemigo, una vez derrotados, para saciar mi sed de macho.
Aquí en España, te ven jugar bien y la gente piensa, “es fuerte el tío, ahí va un buen empleado de mudanzas” o “finta bien y es rapido, ese chaval será un reponedor de puta madre”.
PD: Yo también era el Base. A pesar de que con 1,80 era de los altos-.medianos.
Comentario escrito por Bunnymen — 22 de junio de 2011 a las 10:34 am
¿Balonmano chungo? Señores, por favor, que yo he jugado al boleivol. Y es que, exceptuando la pesca del atún con almadraba, ¿hay algún deporte con red que no sea intrínsecamente homogayer?
Comentario escrito por Otto von Bismarck — 22 de junio de 2011 a las 12:06 pm
#7 ¿Las cuerdas de un cuadrilatero se consideran red?, por el pressing catch
Comentario escrito por Bunnymen — 22 de junio de 2011 a las 12:19 pm
retiro la pregunta, acabo de pensar que dos machos pegándose en calzoncillos no es más que la respuesta agresiva de hombres que no pueden asumir libremente su condición gayer por la presión de una sociedad homófona.
Comentario escrito por Bunnymen — 22 de junio de 2011 a las 12:23 pm
Desempleado, los playgrounds veraniegos eran terribles, sí. Sol de justicia. Partidos a 100 donde una canasta valía 1 y un triple 2. Sin tiros libres, claro que a ver quien era el guapo que se ponía a determinar cual era acción de tiro y cual no. Y la bendita anarquía con que se jugaba, asumiendo cada cual su rol de manera natural. Y los equipos modificándose a mitad de partido, porque entraba más gente a jugar. Siempre en números pares, por lo que a veces tenías que esperar la llegada de otro o mendigar un jugador por el parque.
Y los deprtes sin contacto, donde cada uno está en un campo, son, efectivamente, una mariconada como un piano.
Comentario escrito por kirikiño — 22 de junio de 2011 a las 12:57 pm
Como mislatero de pro, no puedo sino refrendar las palabras de mi buen amigo «desempleado», al que le pusimos de sobrenombre en la cancha «Paspalj», por esa muñequita terrible a media distancia y esa total y absoluta dejadez en defensa.
Nada como los «playground» o mejor aun, saltar las vallas de los colegios y jugar en sus patios. Sin sistemas, sin reglas, sin cortapisas…pura improvisación. Aprender a ser O.N.V.R.E sin necesidad de papas animando en plan «hooligans» mientras por dentro se reafirman en su interior y ven colmados sus fracasos infantiles con los éxitos de sus retoños…
Servidor de ustedes, de naturaleza «alto», con mi 1,94 desde 3º de BUP (esa cosa que existía antes del COU), jugue siempre de 4 (Ala-Pivot) o Power Forward, cuando esa posición estaba poco menos que maldita (todavía no existian los Nowitzkis, Duncan, Garnetts…)…
Características para el PCBasket: Tiro a media distancia malillo, no mucha velocidad en carrera, gran reboteador y taponador (mis largos brazos a lo Manute Bol son mi fuerte), cuatro truquillos para jugar en el poste bajo con solvencia, capacidad para darse de ostias en la zona elevada, defensor decente. Un Kurt Rambis de baratillo, vamos…
PD. Propongo partidillo de basket LPD. «Fat boys are coming back»…
Comentario escrito por Garganta Profunda — 22 de junio de 2011 a las 1:26 pm
Antes de seguir leyendo, y sin haber mirado más que las dos pirmeras líneas: ¡El primer párrafo lo has puesto para atraer comentarios, pillín!
Comentario escrito por Nacho Pepe — 22 de junio de 2011 a las 2:55 pm
Garganta, eso no me lo dice Usted en la calle. Cuando y donde quiera le daré una lección de patetismo baloncestístico. Adelanto que hace dos semanas, llevado de la nostalgia que me generó «Sueños robados. El baloncesto yugoslavo», monté un a modo de partidillo vespertino en el que creo que mi porcentaje de acierto en triples fue algo así como 1/16
Comentario escrito por Guillermo_Lopez — 22 de junio de 2011 a las 8:04 pm
Con un par señor Guillermo…
Apunte que los señores Desempleado y Garganta Profunda (a.k.a el Darko Paspalk y el Dhino Meneguin de Mislata) están dispuestos a desafiarle a usted y a Andres (si este tienes «güevoh») a un «dos pa´ dos» repleto de patetismo que no dure más alla de dos minutos, es decir nuestro fondo físico.
Comentario escrito por Garganta Profunda — 22 de junio de 2011 a las 8:41 pm
Pues aqui me marco yo un pase por la espalda que junto el ultimo articulo y este y les dejo al hombre del parche hablando de Pau Gasol
http://www.youtube.com/watch?v=ozDkvLiigFI
Resumen: Ignorante y cobarde, que ademas…¡¡¡tributa alli y no aqui!!!, No pueder serrrr
Comentario escrito por BunnyMen — 22 de junio de 2011 a las 9:06 pm
Mi conclusión, es que al tío del parche le encanta el Juego de Tronos.
Comentario escrito por BunnyMen — 22 de junio de 2011 a las 9:10 pm
¿Conocéis el dicho «Más buja que un Lannister»?
Pues eso, que para jugar al basket en un Equipo había que estar muy aburrido. Yo recuerdo que en las pachangas esas de verano, había dos que jugaban en un equipo de no sé qué categoría, y demás. Pues joder, se pasaban el tiempo diciendo que si personal, que si técnica, que si dobles… vamos, que no se enteraban de qué iba el tema y acababan siempre enganchados con alguien, cuando a ese alguien se le hinchaban las pelotas de tanto oir lloriqueos.
Comentario escrito por Conde — 22 de junio de 2011 a las 9:46 pm
Qué memoria, por dios!! Yo solo me acordaba de haberme llevado una medalla en un deporte que detestaba solo porque pasaba por allí!!
Comentario escrito por javote — 23 de junio de 2011 a las 1:50 am
Me he sentido muy identificado con algunos de los comentarios.
Como en el caso de Guillermo sólo una serie de hechos adversos concatenados me impidieron ir a la NBA. Entonces, hablo de hace más de 15 años, todavía los entrenadores americanos tenían bastantes reticencias con respecto a los pívots europeos de 1’78.
Y al igual que «desempleado» he visto al mejor jugador que he conocido jamás, el segundo soy yo por modestia, teniendo que abandonar al equipo local profesional por no poder adaptarse al entrenamiento y las tácticas después de muchos años de patio y pachanguita. ¿Tácticas? Quienes hemos jugado en la calle sabemos lo que son: mariconadas. ¿Equipo? ¿Pero de qué estamos hablando? Un tres contra uno no impide que uno se la juegue. De acuerdo, los otros dos compañeros están solos, pero pasarles denotaría debilidad. Y eso luego se paga en el barrio. Ahora ese gran jugador es camarero. Fijaos lo que hacen las tácticas y los equipos. Una promesa de base rapidísimo y con muelles en las piernas sirviendo en un argentino. Y todo por la pizarrita que si tú ponte aquí y tu allí.
Mi época de jugador se divide en dos etapas. La de gordo, donde me sobraban apenas 25 kilos, y la de delgado y musculoso. La primera fue asombrosa y va de los 13 a los 17 años. La ley de la gravedad, esa gran hija de puta, me impedía a resultas del magnetismo universal despegar los suficientes centímetros del suelo como para poder llamar salto a esa acción con rigor. Pero suplía el estar pegado a la Tierra con fantasía. Uno de mis tiros mítios consitía en entrar a canasta. No sé cómo dejaba a la gente atrás, cuando les sacaba varias toneladas y era enano en comparación con la mayoría. Una vez bajo el aro, con la mano derecha llevaba el balón hacia el sobaco izquierdo, lanzando a la remanguillé por ese hombro, el izquierdo. El tiro no se veía, yo tampoco lo veía, ni veía el aro. Todo era intuitivo y entraba. He ganado partidos con ese tiro sobaquero, y esto va en serio. Junto a esa jugada desplegaba todo un arsenal surrealista con el que superaba mis limitaciones físicas.
La segunda etapa coincide con una dieta estricta y mi entrada triunfal en el mundo de las pesas, donde una serie de hechos adversos concatenados me privan de ganar el Mister Universo. El mundo del culturismo no estaba preparado para un deportista que se niega a marcar abdominales porque no es español.
En esa segunda etapa, junto a los 25 kilos se va la creatividad. Ya no necesito tiros a la remanguillé. En algunos momentos de esplendor físico llego a hacer hasta mates. Corro como un poseso, salto como algún animal que salte mucho, mis pulmones aguantaría un maratón… pero ya no es lo mismo. Me convierto en un atleta pero mato al artista.
Desde aquí aprovecho para retar junto a Guillermo y Andrés a tres miembros del foro ese de Juego de Tronos, suponiendo que mis compañeros de LPD no tengan ya un muelle en la aorta. Eso sí, si perdemos no os conozco.
Comentario escrito por Alfredo MG — 24 de junio de 2011 a las 11:34 am
#19 Suscribo el párrafo segundo dedicado a las normas no escritas del basket callejero.
Acabo de recordar ese clásico, que recomiendo si no la han visto, que lo dudo mucho entre los aquí presentes, la vean ya “Los blancos no la saben meter” pese al titulo comedia notable, y las coreografías de las jugadas sobresalientes. Probablemente la mejor película dedicada al este deporte de todos los tiempos, junto a “He got game”, pequeña joya cinematográfica particular.
Comentario escrito por Bunnymen — 24 de junio de 2011 a las 12:38 pm
Yo recojo los diversos guantes, como no podía ser de otra manera. Soy el vigente campeón del concurso de triples Tarongers al que se refiere Guillermo que hicimos el otro día con una rutilante marca de 3/15 o así, de modo que nada me da miedo.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 24 de junio de 2011 a las 12:39 pm
Y me dejo Space Jam, que es como el Juego de Tronos de las películas de baloncesto.
Comentario escrito por Bunnymen — 24 de junio de 2011 a las 12:40 pm
Mi fascitis plantar mal curada, mi tendinitis en ambas rótulas y un extraño dolor en una vértebra del medio no me impiden mantener una agilidad asombrosa siempre que se establezcan unas reglas especiales. Por ejemplo, ¿vale o no correr?
Comentario escrito por Alfredo MG — 24 de junio de 2011 a las 12:49 pm
Esta vez no le ha salido suscitar la ira de los frikis.. golosón¡¡¡ como se habra relamido viendo la ingente cantidad de comentarios sobre su post.. creo que aun saliva cuando ve el número total de comentarios..jajja
yo tambien jugue al baloncesto, y trambien era bastante bueno.. cuando quiera le reto.. pachanga lpd de baloncesto
Comentario escrito por lalo — 24 de junio de 2011 a las 1:14 pm
Hostia puta, tanto hablar de fútbol y al final lo que vais a acabar haciendo es un basket a medio campo de solteras contra casadas en pantalón largo.
Que no se os olvide documentarlo todo bien.
Comentario escrito por Conde — 24 de junio de 2011 a las 5:36 pm
Guillermo, por lo que creo recordar de la final en COU, en el recuento del acta ganamos. Aún así se llevaron el partido.
Por cierto, cdo queráis repetimos lo del concurso de 3, el 21 y la pachanga posterior!
Comentario escrito por Rafael Abargues — 25 de junio de 2011 a las 3:01 pm
Magistral descripción, Alfredo. Yo también me distinguí en su día por mi peculiar manera de entrar a canasta, finalizada con un sorprendente escorzo con el brazo de ahora ves la bola, ahora no la ves, todo ello en el aire, mientras saltaba, y al final, en un 45% de las ocasiones… ¡Canasta!
El otro día jugamos una pachanguita y vi que no había perdido demasiadas facultades: un sorprendente escorzo con el brazo de ahora ves la bola, ahora no la ves, todo ello en el aire, mientras saltaba, y al final, en un 4,5% de las ocasiones… ¡Canasta!
Rafa, ya ves que por aquí nos están retando. Misteleros, buscarsus uno más que aquí ya somos tres ex campeones de mi Instituto: Rafa, Andrés y yo, y nos hacemos un three-on-three como Dios manda
Comentario escrito por Guillermo López García — 25 de junio de 2011 a las 7:40 pm
¿Misteleros?
Supongo que querra decir «Mislateros»…aunque en lo de la Mistela no anda usted desencaminado.
El problema es encontrar al tercero. Ni se imagina como han acabado todos los que acudían al «playground»…
Comentario escrito por Garganta Profunda — 27 de junio de 2011 a las 7:29 am
Cierto, se me cruzaron los cables. Nosotros podemos buscar a un cuarto sin problemas. Todo con tal de hacer el ridículo bajo el aro!
Comentario escrito por Guillermo_Lopez — 27 de junio de 2011 a las 10:27 am
Por alusiones: mi preparador físico me ha dicho que teniendo en cuenta el estado actual de mis articulaciones lo mejor es que cambie la pachanga por un torneo de BARRA FIJA al más alto nivel. Espero respuestas.
Comentario escrito por desempleado — 28 de junio de 2011 a las 11:48 am
son ustedes unos cabrones. eso se avisa antes, que me he pasado un mes por las españas y podría haber formado parte de la tripleta mislatera, con mi entrada a canasta que el insigne Garganta tuvo el placer de bautizar como «del mono borracho» en lo que en algunos círculos se ha llegado a clasificar como la más bella demostración de dribbling a cámara lenta lentísima y marcando los dos últimos pasos como si estuviera haciendo un homenaje al ministry of silly walks de monty python. canela fina, oiga.
yo he de agradecer mi adquisición de habilidades baloncestíticas a la clase de latín de 2º de BUP. no podría declinar rosa, rosae ja me maten, pero lo que es hacer bloqueos y continuaciones…
Comentario escrito por lingüista — 29 de junio de 2011 a las 4:14 pm