Barbaridades jugando al Civilization (y II)
Nada es comparable con lo que les conté en el primer episodio de esta saga, pero supliremos las carencias atendiendo al juego colectivo, es decir: les ofreceremos, en la segunda y última entrega, “dos por el precio de uno”.
España. Perdón, Ejpaña. Agosto de 2002. Aquellos felices tiempos del aznarismo, cuando cualquiera con una idea (siempre y cuando ésta estuviera acompañada de un terreno no urbanizable) podía aspirar a una recalificación y, con ella, a la riqueza. Tras “El Incidente” con el Civilization de Julio de 2001 había conseguido terminar mi tesis doctoral, y disfrutaba ahora de los felices meses inmediatamente posteriores a la lectura. Por fin había salido el Civilization III, una versión del juego tan moderna y revolucionaria que las figuritas… ¡Estaban animadas!
Me dediqué a él con ahínco, pero, tras quince horas seguidas jugando, decidí que ya era hora de airearme, y quedé con unos amigos un viernes por la noche para salir por ahí. ¡Qué noche! ¡Para que luego digan que en el norte de Europa tienen un serio problema de alcoholismo! Tras muchos avatares y cuitas, logré arrastrarme hasta mi casa allá sobre las cinco de la mañana. Y me dije: “pues antes de irme a dormir, que hay que ver qué curda (“curda”, como si estuviésemos en 1958) llevo, pues voy a echarle un vistacillo al Civilization”.
Y ahí estuve. A las seis, las siete, las ocho, las nueve de la mañana… Más o menos a las diez comencé a padecer una terrible resaca, que para algo había disfrutado de una noche de juerga pocas horas antes. Me tomé unas cuantas aspirinas y arreglado (tuve que parar la partida para tomármelas. ¡Qué fastidio!). Las once, las doce, la una, … A las dos me llaman unos amigos con los que había quedado para salir esa noche. Les dije “creo que no voy a ir, estoy jugando al Civilization desde ayer”. Inexplicablemente, la explicación no resultó satisfactoria para mi interlocutor, que soltó un exabrupto y me colgó (y menos mal; ¡los persas acababan de declararme la guerra!).
A las cinco y media comienzo a tener una molesta sensación en el estómago. ¿Qué me está pasando? ¿Tengo hambre? ¡Pero si enlazo un Ducados con otro desde hace horas precisamente para no perder el tiempo con estas minucias! A las nueve y media decido convertirme en un ciudadano de pro, me abro una lata Litoral de nutritivas “Lentejas Riojana” y me pongo a cenar. A las diez me voy a dormir.
Al día siguiente, domingo, me levanto a las seis de la mañana, como un campeón. Me adecento, desayuno y continúo la partida. A las nueve llamo por teléfono. Es el cumpleaños de mi padre. Y su hijo se apunta un tanto: no sólo se ha acordado de su cumpleaños, sino que ha hecho el esfuerzo titánico de despertarse en domingo, en pleno agosto, para felicitarle.
Ejpaña. Enero de 2003. Llevo meses impartiendo una nueva asignatura, llamada “Internet para comunicadores”, que en mi departamento han decidido asignar al “friqui de Internet”, que “para algo tiene una webs, o como se llame”. La asignatura ha transcurrido a plena satisfacción del respetable. Sin embargo, a lo largo de estos meses, el encargado de impartirla ha estado viviendo en el alambre. Se despierta, como debe ser, a las ocho de la mañana para impartir la clase (de 10 a cuatro de la tarde, lunes y martes). Pero también es verdad que en ocasiones, según cómo transcurra la partida, se acuesta a las cuatro de la mañana, pues así de exigente es la nueva versión del Civilization. Y este domingo de enero es uno de esos días. Con la diferencia de que, a las cuatro de la mañana, paso el Rubicón. “Pues voy a quedarme un poco más a ver cómo termina esta guerra preventiva recién comenzada con el propósito de no irme ya a dormir, que sólo son las cuatro”. Y, claro, si considero normal estar despierto a las cinco cuando en unas tres horas tendría que estar despertándome, ¿por qué no quedarme también a las seis? ¿Y a las siete?
Al final pasó lo que tenía que pasar, y a las diez de la mañana allí estaba yo, como un campeón, plantado en la puerta de la clase. Doy gracias a Sid Meier de que fuese una clase práctica y mi papel consistiera en solucionar dudas (los alumnos, magnánimos, tampoco me atormentaron más de la cuenta, quizás por miedo a que el tío que llevava nueve cafés en dos horas y media reaccionase violentamente), porque logré llegar al final medio airoso, lo que fue celebrado con gran regocijo y con la ya tradicional lata de lentejas Litoral que engullí en mi casa a las cuatro y pico de la tarde.
Por último, en una demostración de que estaba haciéndome mayor, en lugar de continuar la partidita de Civilization donde la había dejado, me vi subyugado por el absurdo argumento de que, a fin de cuentas, al día siguiente tenía otras seis horas de clase, y me fui a dormir como un metrosexual cualquiera.
Comentarios cerrados para esta entrada.
Qué bueno. Me recuerda a mis tiempos de Civilization, y de Victoria, y de…
Comentario escrito por Otromas — 15 de diciembre de 2010 a las 6:32 pm
Impresionante!!! Tus logros son difíciles de superar por los meros mortales.
Cómo me haces acordarme de mis partidas de Starcraft por culpa del jodio xampa que me lo dejó. Mis notas de la carrera no se hubieran resentido tanto!!!!
Comentario escrito por Bailiazgo — 15 de diciembre de 2010 a las 8:52 pm
A mi també em recordes als meus temps de Civilization II, III i IV. I una nit de Cap d’Any d’estar malalt i dedicar-la sencera a l’escenari de la II Guerra Mundial.
I a Age of Empires I, II, Mythology i III. Tzar. Empire Earth. Warcraft. Zeus Señor del Olimpo. Shogun Total War, Medieval Total War, Rome Total War i Medieval II Total War. Crec que m’he menjat amb creïlles tot el gènere en esta vida xD
Comentario escrito por Mitrídates — 15 de diciembre de 2010 a las 9:19 pm
Nada como una actividad a tiempo completo y largo plazo (en mi caso fin de carrera de arquitectura) para verse inmerso en el agujero negro de los inventos de Sid Meier. Pensé que nunca superaría el número de horas jugando al Civ II, pero lo he logrado con creces con el IV. Y es que con mi pc-cascarria las partidas son casi en tiempo real. Perra vida.
Comentario escrito por Abajo firmante — 16 de diciembre de 2010 a las 12:41 am