El gallinero del PP

Es curioso ver cómo los apoyos mediáticos del PSOE llevan más o menos un mes aplaudiendo todas y cada una de las decisiones que ha tomado Mariano Rajoy, comenzando por la más importante (y más discutible): la de volver a presentarse como candidato a Presidente del PP (y, por lo tanto, candidato a la presidencia del Gobierno en las elecciones de 2012). Era hasta cierto punto lógico que Rajoy se mantuviera al frente del PP después de perder las elecciones de 2004; a fin de cuentas, la derrota no era por su causa y las condiciones de la misma resultaron particularmente traumáticas. Lo raro no fue continuar, sino hacerlo avalado sólo por el dedazo previo de Aznar (claro que en el PSOE montaron un espectáculo mediático de pseudodemocracia llamado Primarias para legitimar el liderazgo de Almunia, luego ganó Borrell y El País tuvo que cargárselo con un escándalo de usar y tirar de esos tan caros a nuestros medios de referencia), con el equipo de Aznar y la estrategia monitorizada por FAES y algunos apoyos mediáticos del PP.

El discurso que se vendía todos estos años desde el PP “blandito” es que Rajoy, de natural moderado, estaba maniatado por los ultras, y qué mejor que darle el poder para que así pudiera deshacerse de su perpetua vigilancia y gobernar tal cual es él. Y, ni corto ni perezoso, desde que perdió las elecciones Rajoy se ha prodigado sobremanera en gestos dirigidos al sector más moderado del electorado y, sobre todo, dirigidos al propio PP, al que le ha enviado tres mensajes:

– la pretensión de continuar formando su propio equipo, sin hacer demasiado caso a deudas y cuotas. De ahí que colocase a Soraya Sáenz de Santamaría y José Luis Ayllón, entre otros, en lugar de a los favoritos de crítica y otros poderes fácticos del PP, como portavoces del Grupo Parlamentario.
– el antimadridismo: dado que el principal peligro de moverle del sillón proviene de Aguirre y sus adláteres mediáticos (Pedro J. y Jiménez Losantos, dispuestos indisimuladamente a colocar a quien ellos quieran –y a quien les ha dado más licencias de TDT y les suelta más pasta en publicidad- al frente del PP), de repente Rajoy ha descubierto algo que ya Su Majestad descubrió en una hagiografía que le grabó TVE hace poco menos de una década: “España no es sólo Madrid” (“hay que contar con el resto”, añadía a continuación Su Majestad). Así que Rajoy se ha apresurado a buscar el apoyo de los barones regionales, casi todos contrarios a la agresividad que perciben en Aguirre, unos por miedo a que les aten corto (sobre todo los de las CCAA pequeñas y los que no mandan, como Arenas o Núñez Feijoo), y otros porque quieren ser los sucesores de Rajoy (Camps). ¡Si hasta ha encargado las ponencias más importantes del Congreso a una serie de personajes provincianos semidesconocidos, en lugar de hacerlo todo desde Madrid!

– La moderación de su discurso, como pudo verse en el debate de investidura, frente a un Zapatero que, conforme se acerca en escaños a la mayoría absoluta, pierde talante en proporción similar a como aumenta la masa de un objeto al acercarse a la velocidad de la luz (donde e = 176 diputados).

Cabe decir que, en realidad, tienen razón Pedro J. y Losantos al pedir la dimisión de Rajoy, que ha perdido dos veces seguidas sin mejorar sustancialmente sus resultados en la segunda ocasión. Rajoy es de estos líderes que, en la política española, tienen tan claro que no ganarán ellos, sino que perderá el rival, que apenas hacen nada para ganar. No es un buen candidato, y muy probablemente su oportunidad haya pasado ya.

Cuestión distinta es si Esperanza Aguirre resulta la mejor apuesta para el PP. Es, sin duda, la que cuenta con un núcleo duro más firme: el de la Comunidad de Madrid, en lo territorial –y en la capacidad para repartir prebendas-, unido al de los delirantes, pero con cada vez mayor influencia en el PP, “liberales reaccionarios” españoles, como apoyo ideológico. Pero también es la que genera un mayor rechazo fuera de ese núcleo duro, tanto entre las demás familias del PP (a las que la mezcolanza Aguirre – Jiménez Losantos da miedo por su agresividad; y es normal que se lo dé) como entre el electorado no firmemente pro – PP. Aguirre sería, por lo tanto, una excelente movilizadora de voto abstencionista de la izquierda.

A esto cabría añadir un argumento que en principio perjudicaría a Aguirre: es unánime la sensación de que el PP ha perdido las elecciones merced a su resultado en Cataluña, con lo que el objetivo debería ser, en principio, mejorar posiciones allí. Sin embargo, y a diferencia de los representantes del “ala moderada – Rajoyista” del PP, mi opinión como observador externo es que el factor Cataluña ha sido globalmente favorable para el PP en términos electorales. Pues si bien es cierto que el PSC ha aumentado sensiblemente su intención de voto en Cataluña ante la amenaza de la vuelta del PP, lo ha hecho fundamentalmente a costa de ERC e ICV. Y a cambio de ese aumento del PSC en Cataluña, habría que ver cuántos de los nuevos votos que ha conseguido el PP en comunidades tradicionalmente anticatalanas como Madrid, Andalucía o la Comunidad Valenciana corresponden al “efecto Estatut” (recuérdese que, hasta que comenzó el debate previo a la tramitación del Estatut de Cataluña, el PSOE llevaba, según las encuestas, entre cinco y ocho puntos de distancia al PP, que después se vieron recortados hasta la situación de empate técnico).

Naturalmente, el factor anticatalán como granero de votos habla muy poco a favor de quienes lo emplean y, al mismo tiempo, pretenden ser los principales defensores de España. Pero de su eficacia electoral no cabe dudar en lo más mínimo. Y, desde luego, en lo tocante al discurso anticatalán (opa “extranjera” de Gas Natural sobre Endesa incluida) nadie puede ganar a Esperanza Aguirre.

Las cuentas de la lideresa asumen que las elecciones “buenas” para descabalgar a ZP –al que, naturalmente, como a todo líder del PSOE que se precie, le “podrá la responsabilidad” y se volverá a presentar- son las de 2012, con la crisis en su peor momento o, en todo caso, notándose aún sus efectos. La combinación del hastío abstencionista con el PSOE con los firmes y continuados 9 millones y pico de votos que tiene garantizados el PP “de fábrica” tal vez sean suficientes para llevarla a La Moncloa. Y como la lideresa y sus apoyos son los que son, y no por otro motivo, es por lo que tenemos no sólo al PP, sino a todos los medios, periodistas y opinólogos pro PSOE que se precien explicando lo bueno y moderado que es Rajoy y cómo cuatro cambios de maquillaje en su equipo y una actitud (eso sí) sensiblemente más razonable en tanto líder de la oposición deberían ser suficientes para darle una tercera oportunidad.

Personalmente creo que lo mejor para el PP sería encontrar a un candidato más joven y menos significado (un Zapatero o similar, vaya). Pero para llegar a esto probablemente el PP debería estar en una situación mucho peor que la actual. Mientras tanto, lo mejor que podría pasarle a Rajoy de cara al congreso del PP de junio tal vez sea, paradójicamente, que Aguirre se presente, pierda, se queme como alternativa y Rajoy, legitimado por haber ganado su puesto, por fin, contra alguien, no tenga que soportar el diario chalaneo de Jiménez Losantos y adláteres con el que por ahora es su sillón.



Hay un comentario en El gallinero del PP
  1. Ignoro si doña Esperanza se va a presentar. Estará meditando sus opciones y los apoyos con los que cuenta y los que va a necesitar. El problema, según Federico (y supongo que ha estudiado a fondo la situación) es que las «provincias» mandan muchos más compromisarios que Madrid.

    Esta misma semana se quejaba que perdedores como Arenas o Núñez Feijoo «mandasen» más comprimisarios al congreso que Madrid. Supongo que no hay trampa ni cartón, y que los compromisarios deben ir en función del número de militantes o cargos electos: si resulta que hay más militantes y concejales en Andalucía y Galicia que en Madrid, la culpa no es de Arenas; quizás el propio Federico, para ahorrarse unos euros, ni siquiera paga el carnet.

    También indica lo bien que funciona la democracia interna. Pensar que la totalidad de compromisarios de Madrid, Andalucía o Galicia harán exactamente lo que manden Aguirre, Arenas o Feijoo es altamente significativo.

    Por el número de firmas de compromisarios que se requieren para presentar una candidatura (otro buen ejemplo de democracia interna), todo parece indicar que no se presentará (si llega a hacerlo) más de una candidatura alternativa a Rajoy. Si la encabeza Aguirre, puede que ello eche en brazos de D. Mariano a otras familias; aunque Gallardón tenga sus desencuentros con su jefe, no lo veo de bracito con la presidenta madrileña.

    Respecto al tema catalán, ahí tienen un problema. Lo cierto es que la mayoría absoluta de Aznar coincidió con unos resultados más que aceptables en esa comunidad (alrededor del 23 %). Sea como sea, el PSC les saca allí una diferencia suficiente como para dejar en mera anécdota los resultados en Murcia. Por lo demás, en Madrid, Valencia o Murcia, no creo que el PP tenga mucho margen de crecimiento, con o sin anticatalanismo. Lo que puedan crecer en Andalucía puede compensar que en otros sitios bajen (parece ser que el gobierno valenciano está muy endeudado, y con la crisis del ladrillo los gobiernos regionales también tendrán problemas), pero nada más. En Catalunya, los dirigentes actuales del PP (Rajoy, Acebes, Aguirre,…) no caen bien, y no únicamente entre los nacionalistas; entre su propia militancia no hay demasiado optimismo (ellos también son catalanes), y no gustan tampoco las continuas ingerencias de la dirección central. Guste o no, Piqué había hecho un buen trabajo, si más no había conseguido parar el hundimiento del partido.

    Comentario escrito por lluis — 10 de abril de 2008 a las 7:20 pm

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