Los escritores consagrados han de pagar un peaje por su talento del que se libran las personas comunes. Mientras viven, la mayoría, salvo quizá unos cuantos muy apegados a los asuntos públicos y sobre todo a los que se desarrollan de noche, permanecen al margen de los cotilleos de verduleras. Si acaso pueden ser víctimas de los mentideros literarios, algo parecido hasta cierto punto pero con derecho de admisión. En ese ambiente cerrado, los posibles chismes, las infamias, los comentarios sobre adulterios, viajan en limusina. Un simbólico portero dice quién entra y quién no en este club exclusivo. Casi todas las habladurías aparecen con zapatillas de deporte y quedan fuera. El tendero del barrio verá aireado su asunto con la mujer del frutero y le costará el matrimonio. El escritor consagrado verá convertido en relato difuso el motivo por el que puso un ojo a la funerala a otro escritor consagrado, quizá un asunto de faldas, quizá la mujer de quien fuese hasta entonces su mejor amigo… jamás se sabrá del todo, los datos se superponen y la vulgaridad termina sublimada, que esta gente lo sublima todo.
Luego se produce el deceso del escritor, que es más literario que la muerte. Se invierten las tornas y se genera una especie de proceso de inversión de valores que en otros lares se conoce como venganza social. El común de los mortales, tras su fallecimiento, desaparece. El escritor empieza a vivir su vida corriente entonces, y sin control ninguno. Y todo por escribir cartas.
La diferencia entre la correspondencia de una persona normal y un escritor consagrado es que la publicación de las cartas del hombre corriente constituye un delito si se producen en vida o no interesan más que a sus nietos ociosos un domingo por la tarde si se leen después, al encontrarlas en una vieja caja, mientras que la publicación de las cartas del escritor se convierten en un tomo geltex-color de la sección de biografías del Círculo de Lectores.
Aquellos textos que tenían el escudo de la protección de la intimidad quedan de pronto al descubierto y el cadáver del escritor desnudo y tan expuesto que tiene que tapar sus partes pudendas agusanadas con las falanges que aún no se han desprendido. La mayoría de las veces este asunto se produce debido al desarrollo y crecimiento de dos tumores que padecen los escritores fallecidos: su descendencia y los estudiosos de su obra. El exceso de ambición y falta de escrúpulos en un caso y la insana erudición en otro desembocan en el mismo sitio, que, y esta vez de forma poco literaria, se puede resumir como: a tomar por culo la bicicleta. La única forma que el escritor consagrado tendría para evitar esto consistiría en lavar el cerebro de sus hijos para que una vez el padre en el cementerio eliminaran a los estudiosos y se suicidaran posteriormente. Pero algo así sólo puede tener sentido en un cuento de ese mismo escritor.
Y así descubrimos que el escritor consagrado A. despreciaba al escritor consagrado B. en público pero le pedía consejos en privado, y también a su esposa después de una noche de amor. O que el escritor consagrado C., gran defensor de las libertades individuales, tuvo coqueteos de juventud con una determinada dictadura., o que el escritor D., excelso poeta, enviaba a sus amantes versos pornográficos que producen sonrojo en comparación con la calidad habitual de sus sonetos. El escritor E. tenía sarpullidos e impotencia, y el escritor F. cometía faltas de ortografía y hacía extraños pedidos de lencería femenina y maquillaje.
Estas cartas, que estuvieron en un baúl, resucitan junto al muerto como obra póstuma, la más viva de todas por correosa e incontrolable por el que la hizo. Acompañan al resto de la obra póstuma: recortes, papelitos, poemas tachados, anotaciones incompletas, prosas fallidas y todo aquello que el escritor no quiso tirar por despiste, por cariño o por considerarlo útil en un futuro tras multitud de retoques y trabajo. Hijos y estudiosos sí que le dan utilidad y llega el primer volumen de la correspondencia y las obras póstumas.
Actualmente se habla mucho de la “democratización” que permite internet en relación al arte. Los blogs y páginas de todo tipo dan a conocer a personas con talento que hubiesen quedado fuera de los modos de distribución y publicación tradicionales. Los escritores que se ajustan a esos modos de distribución y publicación o incluso sus hermanos pequeños y frustrados, los articulistas de periódicos, observan con recelo este proceso sin darse cuenta de que circula en las dos direcciones. Internet también les beneficia. Genera competencia pero a la vez tiene efectos positivos. Uno de ellos es que acaba con la correspondencia tradicional. Los escritores consagrados pueden respirar tranquilos. Sus hijos, eso sí, tendrán un motivo menos para pelearse por la herencia y los estudiosos de su obra tendrán que estudiar su obra.
El correo electrónico es el responsable de la progresiva muerte del correo ordinario, que queda para los bancos, publicidad, envío de paquetes, multas, citaciones del juzgado, algunas postales turísticas y cartas-bomba de terroristas. El resto se desarrolla por internet y de acuerdo a sus particularidades, la mayoría centradas en la velocidad de la respuesta y la capacidad de difusión a numerosas direcciones, además de la posibilidad de enviar archivos adjuntos de muchas clases. Esto afecta al modo de expresión, pues el medio es el mensaje, y transforma el estilo de la correspondencia tradicional, superada por la rapidez y el ritmo que imprime la red. Las cartas escritas con calma tienen todavía un hueco, pero suelen sucumbir al posterior intercambio de mensajes al que dan lugar. De esta forma se pierde el género epistolar, un drama para algunos nostálgicos y para los hijos y estudiosos de la obra de los escritores consagrados, pero no para ellos. A continuación, reproducimos el intercambio de correos electrónicos de dos escritores consagrados al que hemos tenido acceso. Los llamaremos, para preservar sus identidades, Catafú y Tenazas.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Querido Tenazas:
Ruiseñores en el ramaje. Cuánta luz. Y sin embargo mi alma está angustiada. O quizá sea esplín. ¡Cuántas veces, amigo mío, me he preguntado por la razón de este sentimiento! Ora una sensación dolorosa, ora un alivio no exento de tristeza, algo raro, vive Dios. Envíole un documento de word adjunto donde le explico todo esto como merece tras la lectura de su novela corta, que creo me ha conmovido como pocos escritos y por causas múltiples en esta ocasión.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Querido Catafú:
Creo reconocer en su sentimiento angustioso, amigo mío, los efectos de la saudade, acaso remozados con una mijita de esplín, cierto es. Hablamos, en suma, de desazón. Me he apresurado con entusiasmo, como una joven novia que espera a su novio en el andén de una antigua estación, a abrir el archivo adjunto con sus impresiones, a las que considero una guía, un sitio donde asirse en la tormenta que sigue a la tempestad de la creación, pues, a diferencia del refranero, no hay calma que la preceda. Mas no está, amigo mío. Ruégole envíelo de nuevo.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Querido Tenazas:
Sé perfectamente de qué tipo de tormenta habla. La he sentido en no pocas ocasiones. La diferencia entre ahogarse en ella como un náufrago o salir triunfante como un lobo de mar suele ser ínfima. Mas vale la pena adentrarse en el proceloso piélago. He comprobado que el archivo adjunto estaba en su sitio. Vuelvo a enviarlo por si ha habido algún problema en la inmensidad de esta red que nos comunica. Alzo la mano para saludarle desde otra isla de la existencia.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Querido Catafú:
La red cuyo nombre utilizamos para designar una miríada de hilos que se unen, también puede utilizarse en esta ocasión, y a tenor de nuestros anteriores comentarios, como red de pescar, en la que sin duda ha vuelto a caer el mensaje adjunto, que acaso se encuentre en estos momentos izado en quién sabe qué tipo de barco y junto a qué clase de sardinas eléctricas.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Querido Tenazas:
Celebro con una carcajada su ocurrencia de las sardinas eléctricas. Es usted una cabeza privilegiada, aunque no, permítame decírselo, para los asuntos informáticos. He aquí el mensaje adjunto, en su sitio, esperando ser abierto. Lo envío otra vez con la esperanza de que no se convierta en una botella lanzada al mar con un mensaje dentro que acaba siempre destrozada contra las rocas por la fuerza del oleaje.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Querido Catafú:
Témome que no hay rocas, sólo un mar de incertidumbre. Presiono el símbolo de clip de los de asir papeles donde un ángel de la anunciación avísame de la llegada de su misiva, mas no sale nada al acariciar sus rasgos. Quizá, como sucede en las tormentas en alta mar, su poderosa embarcación esté demasiado agitada por el oleaje. Ruégole ancle esa embarcación, amigo mío.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Querido Tenazas:
Mi embarcación se encuentra en un puerto calmo, amigo mío, al resguardo de los elementos. Veo mi misiva adjunta. Hela. Envíola. Hacia allá va de nuevo, mas acaso deba revisar los pasos a seguir una vez llegue a su buzón.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Querido Catafú:
Nada. El vacío. Qué inquietud. Presiono el símbolo de clip y nada aparece. Ansío su misiva como la hoja verde el rocío de la mañana, mas su habilidad con la pluma, si me lo permite, no se extiende al manejo del ordenador.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Querido Tenazas:
He enviado mi misiva más veces que cuentos debía contar Sherezade. Revise, amigo mío, los ya mandados para ver si en alguna etapa de sus, vamos a llamarlas, aventuras informáticas, ha olvidado darle a algún sitio al que tenía que darle.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Querido Catafú:
Sigo el camino marcado por claras señales, el sendero correcto, y no llego al lugar que señala el mapa. Mas llevo brújula. Cuénteme, amigo mío, lo que me decía en la misiva, y de esta manera atajamos ambos en esta vía en la que hemos de tratar no extraviarnos.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Estimado Tenazas:
No hay extravío por mi parte. Prefiero lea mi meditada exposición. Para lo cual mando de nuevo mi misiva en un archivo de word adjunto.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Estimado Catafú:
Si no supiera de su carácter sobrio le tacharía de bromista. Nuevamente sucede lo mismo. Se lo achacaré a los hados. Ruégole me hable sobre el contenido de la misiva o utilice el ratón del ordenador para copiarlo y pegarlo en una carta, eludiendo el adjuntar mensajes. Si no sabe hacerlo indíquemelo, por favor.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Me sorprende gratamente que esté al tanto de los asuntos del manejo del ratón, algo que celebro haya llegado a su conocimiento aunque de manera algo tardía. En cuanto a la misiva, estoy seguro de que la tiene al menos por partida quíntuple en su buzón, de forma que una vez tenga destreza con el ratón quizá pueda consultar el manual para conocer el modo en que se abren los archivos adjuntos.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Compruebo que ha estado aprendiendo a tener soltura con el ordenador, y lo celebro. También me tranquiliza, puesto que su periodo de sequía creativa se debe a la formación en algo que puede ayudarle a escribir y editar sus libros. Por ellos le admiro y ruégole me exponga, aunque sea de manera resumida, el contenido de esa misiva.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
El contenido de esa misiva rebosa la memoria de su ordenador en estos momentos. Celebro se preocupe por mi periodo de documentación entre libro y libro, algo fundamental para que los textos tengan una base sólida y no haya graves errores, por ejemplo sobre fechas y sucesos, algunos de los cuales, y con el puro afán del lector apasionado, le señalo en la susodicha misiva acerca de su novela corta.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Ese fantasma llamado misiva ahuyenta a los visitantes del tenebroso castillo y se ha convertido en una leyenda, como la Santa Compaña, porque nadie la ha visto y quien la ha visto pierde el sentido y se une al siniestro desfile. Le encuentro unido a un desfile de bits que le supera. Ruégole me hable sobre el contenido evitando las secciones menores, como la referida a unos supuestos errores sobre fechas y sucesos que achaco a su falta de especialización en el tema tratado, aunque celebro su buena voluntad, amigo mío.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Ciertamente esas partes de la misiva, lejos de ser menores, constituían pasajes de importancia en mi texto crítico, por lo que espero sea capaz de abrir el documento esta misma semana y así poder apreciar en toda su extensión lo que no es sino el punto de vista de su fervoroso lector.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
También soy fervoroso lector de su obra. Mi osadía no llega a señalar supuestos errores. Siempre los consideré parte importante de su estilo brioso, acelerado, y poco dado a adornos. Mas celebro que aprenda como lector de los supuestos errores de mi novela corta, señalándolos y haciéndolos parte de su carrera como escritor. Y ahora si es tan amable envíe de nuevo la misiva o copie y pegue, porque le doy al clip y nada sale.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Nada sale ni nada saldrá. Resulta curioso, y también, cómo no, constructivo, que considere brioso un ritmo idóneo, quizá habituado a su estilo tranquilo, profuso en detalles y ligeramente plúmbeo. Todo ello lo señalo con extensión en mi misiva acerca de su cuento largo.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Cuento largo o novela corta, tanto da. El tamaño no importa. O eso dicen. ¿Qué opina usted sobre el tamaño? Envíeme la misiva si es tan amable.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
¿A qué tamaño se refiere? ¿Al de la cuenta corriente? Puedo mandarle un cheque previamente escaneado, no sé si sabrá abrirlo. Tengo entendido que su última y admirable novela, como lector fervoroso de su obra lo digo, no tuvo el éxito esperado.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
No, me refería a una pequeñez, a una nimiedad sin importancia, a una miniatura, a un liliputiense entre dos gnomos.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Quizá, por falta de lecturas, confunda al liliputiense con un gigante de Brobdingnag, puesto que algunas personas cercanas a usted, amigo mío, lejos de manifestar quejas celebran esta nueva manera de “leer” a Gulliver, y he de decirle que con gran alborozo.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Personas cercanas a usted, amigo mío, hablan constantemente de cuestiones relacionadas con el laboratorio, por aquello de la necesidad de microscopio. Personas, por cierto, que no dudan en ser invitadas por mi exigua cuenta corriente antes de celebrar la vida, esta vez sí con verdadero, que no fingido, y fingido durante años, alborozo.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
En fin. Para terminar con esta absurda discusión, que no lleva a nada entre grandes hombres de las letras, lo que haré, querido amigo, es imprimir el contenido de la misiva y dárselo a su esposa, que dormita en la cama de esta habitación, para que se lo lleve y pueda leerlo.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
No. Como su entorno parece versado en informática, y al parecer servidor un torpe, lo que haré será decirle a su esposa, que está a punto de llegar, que abra el archivo adjunto que supuestamente me ha enviado. Asunto solucionado, querido amigo.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
No. Lo mejor va a ser, querido amigo, que lea directamente el texto del interior del ordenador, una vez se lo incruste en el puto cráneo, que es lo que voy a hacer en cuanto apague esto. Salude a su hija de mi parte, que no la veo desde que celebramos su 16 cumpleaños. Sólo sopló un vela, y bien grande.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Me alegra que se lleve tan bien con mi familia, pedazo de mierda seca. También yo me llevo maravillosamente con la suya, como le he indicado. ¿Recuerda la novela terminada que se le borró antes de hacer una copia de seguridad? Fue al poner el trasero de su mujer sobre el teclado del ordenador encendido en un momento de pasión. Mis embestidas, oh casualidad, hicieron las veces de control+Supr. Hijo de puta.
De: Catafú
Para: tenazas@mail.com
Parto para su ciudad en el primer vuelo, querido amigo, para reventarle los sesos, diarrea humana, cabrón. En breve tendrá la oportunidad de contarme todo esto mirándome a los ojos, pero en sentido figurado, porque le voy a dejar las cuencas vacías con la punta de mi polla, que vamos a ver los dos si es enana. Usted, de hecho, será lo último que vea. Terminado esto apago y parto de inmediato para partirle la cara, valga la redundancia, babosa comemierdas.
De: Tenazas
Para: catafu@mail.com
Tendré que ponerme lentes de aumento, elfo de mierda, puto enano cabrón, marica encubierto, y después es posible que muera, pero de risa. Y no coja el vuelo, que estoy en su ciudad, he quedado allí con su mujer.
P.D.- He estado mirando y el clip señalaba que venía el documento adjunto, pero donde había que darle era en otra indicación al final del mensaje. Mis disculpas.
Este intercambio supone la muestra de cómo si el vídeo mató a la estrella de la radio, el e-mail eliminará en breve a las cartas como parte de la obra de un literato de prestigio, casi siempre el capítulo más aburrido con diferencia de su producción. Ganamos todos, escritores y lectores. Por una vez pierde el mal, los buitres carroñeros, al menos mientras no se les ocurra vender los correos electrónicos a una revista del corazón.