Breve historia de las enanas rojas

Vivir en una enana roja tiene que ser tremendo. Si ya en la playa cuando calienta el sol tienes que pegar carreras hasta el agua, a veces a una velocidad que no creías capaz de alcanzar sin motor de apoyo. Además como de puntillas, así de uh-oh-ah-ay y muchísimas veces con escalas en las sombrillas. Cómo se desarrolla el instinto de supervivencia. Localizas las sombras como un depredador. Ahí hay una. Y vas y es la sombra que crea por poco una tumbona con el respaldo alzado conforme el sol le da así y un cúmulo-nimbo viene por Antequera o bien la que forma un hidropedal justo antes de la parte de arena húmeda a la que no ibas a llegar sin un considerable daño y alguna lágrima saltada. De normal, en tu sitio, tranquilito, a tu rollo, con los ojos medio guiñados por la luminosidad, no la verías. La ves entonces cuando la necesitas y tu vida pende de ese mínimo descanso. Viene del pasado del cazador-recolector.

Y luego está el asunto de las paradas, esas paradas en la sombra descubierta por poco o en la sombrilla ajena. Vas de puntillas, encogido que parece que quema menos, uh-oh-ah-ay y te paras ahí, poniendo una cara de compromiso rara, una cara de compromiso que sale en el rostro solamente en la playa cuando pasa eso y que es como de no mirar a la familia que come tortilla o a las tetas fuera de la inquilina del lugar y a la vez pedir comprensión y mandar el mensaje de que te vas en seguida, que ese descanso va a ser muy breve. Miras como con una sonrisa forzada exclusiva de playa. Fuera de la playa no sale nunca. Es como así de puf, sí, bueno, je, je, hostia cómo quema, ya me voy, hágase cargo, venga, no molesto pero piedad, por Dios, que estoy aquí sonriendo cuando quisiera echarme a llorar de la abrasión que tengo encima. E inmediatamente miras a lo lejos, a la boya que está a cien metros de la orilla, donde al nadar imaginas acechante al marrajo, para demostrar a esa gente que estás de paso.  Son momentos muy anti-lujuria, porque las tetas de la inquilina te dan igual, puede ser joven o vieja, da lo mismo. En ese instante el cerebro está concentrado por un lado en el agua, y una parte del hipotálamo dice “agua”, y por otra en las plantas de los pies, que también tienen su correspondiente reflejo similar al anterior en otra parte quizá cercana del hipotálamo quizá lejana, que con las circunvalaciones pueden generarse bastantes fenómenos que aun en su interdependencia no tienen por qué resultar físicamente próximos incluso desarrollándose en el mismo órgano.

Pues si eso, como decía,  pasa en la playa, que en cuanto a temperatura no llega ni por asomo a enana roja, que son como trescientas mil playas de bandera azul, que no pasará allí con lo recalentado. Los habitantes tienen que estar agobiadísimos desplazándose de puntillas y encorvados hasta para ir a la compra, todo el rato pegando carreras. Mi teoría es que su físico está muy determinado por eso y se quedan altos, enjutos y con los ojos como huevos y la boca muy chica que sólo sirve para protestar un poco y soltar el quejido universal uh-oh-ah-ay, que se entiende aquí y en Beltegeuse. Lo demás va ya por telepatía desde un punto concreto de su evolución sucedido hace mucho. Y mi teoría también es que vienen a la Tierra para buscar sombra, o mejor dicho sombrilla. Esas apariciones en los cuartos donde alguien duerme o en el campo a unos pastorcillos son paradas de sombrilla. Van y pegan la carrera, cuando ya no pueden más de la quemazón horrible le dan al teletransporte porque tienen una tecnología asombrosa, avazadísima en unos aspectos y no tanto en otros. Paran unos segundos en la Tierra, que es su sombrilla, y ponen su cara de compromiso playera, que al tener esa pinta de niño gigante de hambruna somalí da bastante miedo y surgen las historias de abducciones, que no son otra cosa que cagarse encima cuando uno está oyendo “Hablar por hablar” en el transistor Aiwa con los cascos y se le aparece ahí unos segundos un alienígena que va camino de algún sitio de su enana roja con las plantas del pie hechas una auténtica mierda. Y te pone la cara de compromiso, de que ya se va, que no es nada, compréndalo. Pero se produce ahí un error de interpretación que lleva a lo que lleva, al acojone y  a la creencia de que esas criaturas son hostiles cuando son iguales que nosotros o incluso más cordiales y su vida cotidiana es muy de andar por casa pero con mucho calor en el suelo de su país y mucha guasa a causa de los procesos químicos subyacentes que lo originan. Y como no pensamos en esto y al verlos soltamos un grito o fundamos una secta pues verás cuando de verdad los necesitemos nos van a mandar al carajo. Y con razón.

Comments

  1. Trini Tobago wrote:

    Ya era hora de que alguien con amplios conocimientos científicos se decidiera a hacer divulgación en España, acercándonos conceptos tan complejos como los que se manejan aquí.

  2. casiopeo wrote:

    yo una vez habité en una enana marrón. Bueno yo entero no, solo mi parte retractil. Y de calor normal, pero olía distinto.

  3. Asín...nos va wrote:

    Ahhhh, prefiero las enanas blancas, que por lo menos subsisten gracias a electrones «degenerados».

  4. Asín...nos va wrote:

    Y ahora versión dos:

    Ahhh, prefiero los habitantes de las enanas blancas, pues son todos unos degenerados.

  5. Tartamundos Trotamud wrote:

    La abducción al descubierto… ¡por fin!

  6. pepito71 wrote:

    chiste de Astrofísicos:

    Qué le dice un astrofísico a otro para ligar?

    Méteme tu gigante roja por mi agujero negro….

  7. lalo wrote:

    el chiste se te ha ocurrido a ti solito¿? o han hecho falta mas mentes preclaras como la tuya para hilar ese mal chiste soez¿?