Crítica invertida de «Dietario Voluble» (IV): donde estamos
Desde el último episodio de esta crítica invertida de «Dietario Voluble» han pasado casi cuatro meses. Las tres primeras salieron solas, como suele decirse. Todo empezó con el entusiasmo de una suave resaca. El alcohol afecta de forma diferente a hombres y mujeres. A los que creemos ser hombres nos produce cierta euforia al día siguiente debido a esa diferencia. A ambos sexos les genera cierta desinhibición según la cantidad que se tome durante la ingesta, pero sólo las mujeres ven aumentado el deseo sexual, de ahí que tratemos con desigual fortuna de emborracharlas, incluso durante el desayuno en la cafetería el martes en medio del trabajo. Al varón le llega ese aumento de la libido al despertar, junto a esa euforia extraña que supongo relacionada. Si los grandes artistas esperan que la inspiración les pille trabajando, los que no podemos esperar arte o inspiración alguna ni trabajo que la acompañe confiamos en que la euforia de la resaca nos pille frente al ordenador, y que esa resaca no sea tan fuerte como para desplomarnos encima del teclado o terminar vomitando en él, aunque sería el momento idóneo para ya de paso quitar las cáscaras de pipa de entre las teclas. De esa manera, hace casi cuatro meses, me entusiasmé yo solo ante la idea de hacer una crítica algo especial de Dietario Voluble. A ello contribuyó, claro está, un segundo entusiasmo más fuerte y duradero, ese que parece surgir de las páginas de un libro que nos está encantando, que nos cautiva. De esta manera, la pequeña euforia alcohólica hizo dúo con su hermana mayor, la euforia que me producía el libro. Y así, en tres patás, como se solucionan las cosas en España, vinieron las tres primeras entregas de la crítica.
Poco después de la tercera, o poco antes, no recuerdo, me terminé el libro y fue disipándose la euforia del lector. Afortunadamente la alcohólica lo había hecho en su momento, dando paso a otras que ya nada tuvieron que ver en este asunto. Y de esa manera lo que empezó teniendo todo el sentido que pueden tener las pequeñas empresas que en nuestra mente se aparecen como una Odisea, la crítica invertida pasó a dar la sensación de que hubiese sido planeada por otro. “¿Cómo diantres se me ha ocurrido hacer esto y cómo lo termino?”, me preguntaba (pongo diantres porque no digo palabrotas en la cabeza). Para colmo había pensado en que fuesen al menos siete entregas, ya que siete es un número sagrado en muchas culturas que creen que el siete es un número sagrado.
La vergüenza por no actualizar el blog, sentimiento que han tenido muchos blogueros y que mezcla la vieja vergüenza por no haber hecho los deberes con las nuevas tecnologías, me llevaba esta misma Navidad a buscar de nuevo el «Dietario Voluble» para continuar como fuese, escogiendo cualquiera de sus pasajes y a partir de ahí escribir hasta concluir el desaguisado en el que me metí en los meses de verano.
Y así se acentuaba, sin querer, el proceso de inversión de esta crítica, que ya era bastante invertida desde el principio y que ahora, perdida la fascinación de esa lectura en concreto, se encontraba con otro factor añadido: era una crítica que creaba a partir de la crítica y, por otro lado, que criticaba, y encima invertidamente como vemos, un libro del que ya no recordaba casi nada, salvo que me encantó.
Decidí hojear el principio, para ver qué pasaje me gustaba y salir del atolladero. Una vez concluida por el paso del tiempo la seducción de la obra que leí, se me aparecía curiosamente un pasaje que hablaba sobre la hipnosis que produce la lectura. Lo vi claro: «Dietario Voluble» conversaba conmigo. No cabía otra posibilidad que esta pequeña alucinación que otros quizá menos entusiastas llamarían casualidad, siendo además la casualidad uno de los temas fundamentales en la obra de Vila-Matas. Lo vi todavía más claro. No cabía otra posibilidad mas que los dioses querían que escribiese sobre eso, lo que quizá otros menos entusiastas describirían como “quien no se consuela es porque no quiere”.
Reflexioné brevemente sobre la casualidad para conectar mentalmente con el autor de la obra, lo que otros menos entusiastas definirían como “aburrimiento insoportable”, y llegué a la conclusión de que la casualidad supone unir mediante la ficción dos hechos fortuitos aunque reiterativos. De esta forma, la casualidad sólo es tal en la mente del que la vive y conoce dicha reiteración, o bien en la del que le escucha o lee, pero gracias a la narración. No existe casualidad sin su “novela”, de ahí que quizá interese tanto a autores como Vila-Matas o Auster, siempre tan preocupados por los propios mecanismos de la ficción y la metaliteratura, siendo las casualidades la esencia de la metaliteratura, pues se trata de ficciones que se justifican a sí mismas. A partir de ahí reconozco que mi reflexión perdió fuelle, pues ya me bastaba para justificarme yo mismo.
En el pasaje escogido donde convenimos que el libro me hablaba, se trata acerca de la literatura de Agata Christie. Se lee: Encuentro a un buen amigo muy alterado porque acaba de enterarse de que el éxito de las novelas de Agatha Christie se basa en el uso de técnicas literarias similares a las utilizadas por hipnoterapeutas y psicólogos, según un estudio hecho público en el Reino Unido. Entre esos métodos, los científicos destacan que las estructuras de las frases de los libros de la escritora inglesa se vuelven más sencillas cuanto más cerca está el desenlace de la novela, lo que incrementa el nivel de interés del lector.
Esto lleva a pensar en el método por el que el lector se “despierta”. Si seguimos los lugares comunes del cine o la novela, el hipnotizado suele despertarse bien con una serie de palabras que lo van desentumeciendo o bien con el chasquido de los dedos, o con una combinación de ambos métodos. Resulta hermoso pensar que el lector queda hipnotizado, ya sea por Agatha Christie o por otro gran escritor con capacidad para sugestionar hasta ese punto, y al final la realidad ejerce de chasquido de los dedos. Una tarea rutinaria (ahora nota relajadas las piernas), un deber ineludible (ahora nota relajados los brazos), el pitido del teléfono (todo el cuerpo está relajado), el propio cansancio de la lectura (poco a poco se va despertando), un calambre en el gemelo por la posición inverosímil en la que se lee en el sofá (cuando cuente tres se despertará), el vecino con la música a todo volumen (uno, siente una enorme tranquilidad), el camión que pasa por la calle (dos, nunca ha estado tan en paz), que llaman a la puerta porque traen el supermercado (y tres)…
Y pensaba sobre esto mientras leía, ya que los buenos libros pueden producir dos tipos de hipnosis, bien como la de Agatha Christie, una hipnosis que atrapa, bien como otros libros que hacen divagar, abandonar la lectura un ratito para imaginar mientras se mira al techo o al tendido. Ese era el caso de Dietario Voluble cuando lo leí hace meses y de nuevo volvía a conseguirlo. No obstante continúa el pasaje: (…) le hago ver que esos sabios (…) no tienen ni idea del oficio novelístico y, es más, ignoran en qué consiste la operación de leer, pues ni siquiera es preciso haber leído mucho para saber que si uno llega a esas frases del final ‘que se vuelven más sencillas’ tiene que haber atravesado previamente las menos sencillas, que es algo que no todo el mundo cruza. El propio Vila-Matas se transformaba en un chasquido de dedos, haciendo que la posibilidad de la hipnosis se difuminase tal y como estaba planteada, despertando de paso de su fascinación al crítico invertido que en ese momento era yo.
Pero la clave estaba aquí, medio confundida entre el “paisaje”: ignoran en qué consiste la operación de leer. Y si antes veíamos que la casualidad era una operación de ficción que nace, se reproduce y muere con la ficción, aquí vemos cómo la hipnosis sólo nace, se reproduce y muere en el propio lector. El elemento fascinante está entre las páginas de un libro pero sólo el lector es dueño de su fascinación, que en cierto modo no deja de ser una ficción propia aunque tenga como mediadora a la ficción ajena.
Así, de casualidad, una vez activada de nuevo la sugestión del Dietario Voluble, la hipnosis permite seguir con esta crítica invertida, gracias a este círculo que quizá sólo tenga sentido en el crítico, pues se trata de un casual, fascinante e hipnótico círculo invertido.
Concluye el pasaje: (…) con lo cual volveríamos a estar donde ya estamos.
Il Venturetto wrote:
Y con un chasquido de dedos recupera la consciencia el Dietario Voluble, despertamos tus lectores, nos retrotraemos al momento en que apareció la tercera parte, y quedamos anhelantes por la aparición de la quinta.
Como diría aquel: «Madagascar«.
Nos place verle de vuelta.
Posted 05 Ene 2010 at 8:53 am ¶