Crítica invertida de «Dietario Voluble» (II): Pepín Bello contra los zombis
Una de las frecuentes citas de Vila-Matas es Pepín Bello, el eterno amigo de las principales figuras de la Generación del 27. Autor sin obra que ya aparecía en “Bartleby y compañía” y vuelve a hacerlo en este “Dietario voluble”. Una vez lo definió como “el arquetipo genial del artista hispano sin obras”. Esta cita aparece en la Wikipedia, quedando Bello y Vila-Matas unidos por la red, como un extraño matrimonio entre ese arquetipo hispano del artista sin obras y el arquetipo hispano de escritor preocupado por los artistas sin obra.
Pepín Bello fue amigo sobre todo de Dalí, Lorca y Buñuel, testigo de sus aventuras y desventuras y nexo de unión entre todos por su amistad incondicional, una amistad que siempre se destaca como su principal característica, que se resalta y se eleva también a la categoría de arquetipo. Pepín Bello, arquetipo genial del artista hispano sin obras es también arquetipo del artista genial hispano sin obras excelente e intachable persona.
La figura de Pepín Bello me fascina, no sólo por tratarse de un escritor sin obra tan del gusto de Vila-Matas, sino por el contraste entre esa bondad personificada, entre la representación que muestra de una especie de amistad calmada sin límites con total ausencia de envidia o frustración y una generación de compañeros del alma donde el que no es sodomita es putero, ambas cosas, o todo a la vez más su propia caricatura al servicio del franquismo.
¿Pepín Bello persona excelente o Pepín Bello como retrato de Dorian Gray? Mientras sus amigos hacían menos angosta la angosta vía, mientras más bebían, se drogaban, eran infieles o se vendían a la dictadura, más bueno era Pepín. Quizá no por elección propia, sino porque todos los pecados de sus colegas, por siniestra ósmosis o fantasmagoría difícil de entender, se convierten al llegar a Pepín en una bondad que oculta un espíritu podrido por la acumulación de porquería ajena. Pero al contrario que el retrato los otros van muriendo mientras que a Bello casi hay que cortarle la cabeza con una espada para que muera, en teoría en enero del 2008, a los 103 años. ¿Alguien ha visto su cadáver? Todavía está por investigar la cara oculta de este hombre, al que creo vivo y sitúo en estos momentos en la ciudad autónoma de Melilla.
No se casó ni tuvo hijos, tan ocupado como estaba por absorber los pecados ajenos y transformarlos en bondad. Tanta bondad, tal carácter no es posible. Tanta amistad no es creíble sin este papel que representaba de reciclador de emociones de toda una generación. Tanta amistad, tanta bondad arquetípica y, para colmo, hispana, no resulta creíble sin ese trasfondo de basura del prójimo. ¿Jamás se puso en pompa? ¿Jamás traicionó? ¿No se iría de putas o esnifaría cocaína alguna vez? ¿No tuvo un desliz con una mujer casada o fue infiel a una novia? ¿No detestaba en el fondo a sus amigos de la Residencia de Estudiantes? Tanta perfección resulta vomitiva. Como vivo retrato de Dorian Gray queda humanizado.
No se casó ni tuvo hijos. Parece que dejó una novela en un cajón. Quiero creer, o más bien intuyo, que alguna vez se publicará «El libro perdido de Pepín Bello». Narra la historia del hijo ilegítimo de Pepín Bello, gran maestre de la logia hispanolusa, que busca el único libro que escribió su padre, que tras el rostro de la bonhomía escondía a una persona resentida y envidiosa. Esa obra supone un ataque a sus amigos de la residencia de estudiantes, con detalles escabrosos de todo tipo. A través de una antigua maldición, los componentes de la generación del 27 reviven para intentar detener a Pepín Bello J.R, que en realidad de llama Francisco Montemayor o Enrique Vila-Matas. La mordedura de cualquiera de ellos hace que el infectado componga ripios sobre el aire y los lirios que no puede parar de recitar en voz alta. Al final, en un trenecito sodomita, todos penetran a Bello, centenario anciano inmortal oculto en la ciudad autónoma de Melilla. El anciano muere por fin y el resto puede descansar en paz gracias a la justicia poética que supone acabar con un impostor, con un impostor sinvergüenza que se pasa su vida absorbiendo cosas que no le pertenecen, con un ladrón de sentimientos que se lleva la buena fama a costa de la mala fama de los semejantes. Con un cabrón hispano y arquetípico en suma. Esta obra, claro, es una alegoría. Una arquetípica alegoría hispana sobre España.
Mitrídates wrote:
Impresionante, en tu línia. Por favor, escribe más a menudo.
Posted 25 Ago 2009 at 9:22 pm ¶