Breve historia de las notas de suicidio
El género literario de las notas de suicidio requiere un verdadero compromiso del autor con su obra. Sin ese compromiso no existe el género. Todos estos escritores, desde los mediocres a los mejores, se han volcado con su vocación, consiguiendo que la habitual cantinela de los pseudoartistas que se llenan la boca con esa manida frase de «escribir duele» quede en caricatura al lado de esta entrega en cuerpo y alma. El problema del suicidio es un porcentaje altísimo una cuestión literaria. En realidad no existe el problema, sino interpretaciones erróneas. Es verdad que hay un grupo de suicidas que se quitan la vida en momentos de ofuscación, pero en su mayoría son escritores de notas de suicidio que han escogido un género poco valorado y que deja muchos sinsabores.
La labor crítica de las notas de suicidio es a su vez la que más compromiso exige, como si el compromiso extremo del escritor empujase al crítico a asumir su parte. Aquellos que nos dedicamos a esta labor conseguimos diferenciar con el tiempo a los pocos suicidas auténticos de los escritores de notas de suicidio. Es una labor cuya primera etapa es fácil. Basta con leer las noticias, estar al tanto de los sucesos y tener algún contacto en la policía o los juzgados. Muchas veces no hace falta ni emplear esos contactos, los periódicos ya indican dónde hay nota, el equivalente a la publicación de una obra. La actividad promocional y publicitaria del autor se lleva a cabo en las esas páginas de sucesos.
Por ejemplo hace unas semanas un tipo se lanzaba desde el balcón de la habitación de un hotel de Córdoba. En la nota se disculpaba por el engorro que tales asuntos suponen para el personal y huéspedes del hotel (aunque muchas veces el suicidio en hoteles se traduzca paradójicamente en buena imagen para el hotel, sobre todo si se producen en la misma habitación). También se disculpaba por el trabajo extra que las características de su muerte iban a suponer para los servicios municipales de limpieza.
Bien, ya tenemos nota. A partir de ahí se sigue un protocolo bien pormenorizado en las normas de la Asociación de Críticos de Notas de Suicidio, organización que surgió en los años 40 para evitar abusos, ya que muchas veces son necesarios sobornos o allanamientos de morada, por ejemplo. Hoy día también, pero hay sobornos y sobornos, y allanamientos de morada y allanamientos de morada. La asociación también indica los pasos que hay que seguir para reconstruir el contenido de una nota si fue destruida, y cuándo el testimonio de varias personas, según de quiénes se trate y cómo surja este testimonio, permite dar veracidad a una obra a modo, entre comillas, de transmisión oral, aunque siempre se diferencien de las notas que sí quedan y que son las únicas que se consideran a todos los efectos como Obras Alfa.
Luego está el problema no resuelto de las notas de suicidio que proceden de un escritor que falla en su intentona de suicidio. ¿Cómo se confirma su compromiso? Puede tratarse de un farsante. Sin ir más lejos entre los poetas de la experiencia españoles se ha encontrado varios casos de intentonas fallidas que no son sino torpes maniobras plenamente elaboradas de añadir falsas vivencias para crear una imagen bohemia y atormentada. También la Asociación de Críticos de Notas de Suicidio establece protocolos para estos casos. Cuando se confirma que el intento era válido, y sólo se consigue confirmar en pocos casos, la obra se considera Obra Alfa Beta. Tiene entonces el reconocimiento de la autenticidad, pero no el valor crítico, ya que este género es también el único que requiere de coherencia entre vida (y muerte) y obra.
En fin, una vez se sabe que hay una nota, empieza la segunda fase, que ya comentábamos se basa en conseguir la nota, que tras su análisis crítico se devuelve al lugar dónde estaba. A veces se consigue con los consabidos sobornos y allanamientos, otras hablando con la familia, incluso pagándoles. En los últimos años se ha hecho todo más complicado, ya que los medios de comunicación empezaron a no publicar sucesos de suicidio por temor a una especie de efecto llamada. Otras veces publican accidentes que huelen a suicidio, pero días después no confirman si se trataba de suicidio o no. Y ahí están esos contactos también comentados, pero también la red de corresponsales que la Asociación tiene. Se trata de corresponsales voluntarios que se ponen en contacto con nosotros cuando se enteran de que se ha producido un suicidio en el barrio. Esta red empezó a confeccionarse en los años noventa y ha dado un buen resultado.
No existe un canon literario en las notas de suicidio, aunque al tratarse de un género tan particular se valoran ciertos aspectos. El autor tiene libertad en el estilo y extensión, pero la mayoría de críticos suele tener una gran consideración por cómo conecta el compromiso de su muerte con la vida. Se desprecian los excesos sentimentales, la noñería y los lugares comunes, como el listado de despedidas o las referencias a los familiares. Todo ello, por supuesto, puede existir, ya que funcionan como tópicos del género, al igual que la mujer fatal en el caso del género negro, pero tienen que ir acompañados de otras cuestiones.
Hay otras notas mucho mejores, pero la siguiente nota del chileno Augusto Labarca, que se quitó la vida en Sevilla pasado mañana hará cinco años, está considerada unánimemente como una notable muestra del género. Labarca se pegó un tiro en la boca en su cama de matrimonio en su vivienda de Triana. Aficionado a la caza, tenía un pequeño bar. Achacan su suicidio a la desesperación por unas deudas que le iban a llevar a juicio. La gente suele buscar chivos expiatorios a posteriori, y el crítico de notas de suicidio ha de sortear esos elementos. Casi cualquiera, en un supuesto caso de suicidio y a poco que haya vivido, tiene un chivo expiatorio que explicaría su muerte a ojos ajenos. El caso de Augusto Labarca es un caso de canónico de escritor de nota de suicidio, y de notable escritor. Esta es su nota:
Estimados todos:A unos 300 metros por segundo, cuando sólo le hará falta recorrer unos centímetros, una bala me atravesará la tráquea, el cuello, saldrá por la nuca más o menos calculo, dará en la pared que pintamos hace dos meses y hará caer el crucifijo al suelo, que quedará debajo de la cama al pasar por detrás de la cabecera. Mi mujer despertará sobresaltada y espero al borde del infarto. Con su pan se lo coma, hija de puta. Espero que mi madre y mis hermanos sepan disculpar este acto voluntario. Tomo mi decisión de forma libre. Les dejo a ellos mi bar.
Esta nota cuenta con una introducción muy literaria, por decirlo así. Las referencias al crucifijo resultan extraordinarias. Sin entrar en la blasfemia muestra su desprecio hacia las creencias o al menos que no cree en el más allá. También está ese pasaje sobre la pintura de la pared y el plural “pintamos” que empieza a generar el universo de la vida cotidiana, una vida cotidiana que al final, con el pasaje de su mujer, sabemos ya aburrida, frustrante y seguramente plagada de discusiones. Con unas cuantas líneas ha dibujado su pasado sin necesidad de escribir 400 páginas. Luego llegan los tópicos del género y una parte de testamento totalmente justificados. La media después de la consulta a cien críticos de notas de suicidio ofrece un resultado de siete sobre diez. Hay otro detalle magnífico que a mi modo de ver debería reflejarse en un mayor aprecio a esta nota. El encabezamiento empieza por “estimados”, lo que sugiere un distanciamiento del mundo ya manifiesto en el momento de escribir. Me atrevo a calificar de magistral esa introducción.
Los críticos de notas de suicidio, al igual que cualquier otro crítico literario, tampoco se libran de las críticas. Autores supervivientes de su intento de sucidio o algunos familiares que han tenido acceso a este mundo marginal no han cesado de manifestar sus quejas. Si al crítico de novela se le atribuye que su dedicación a ese trabajo se debe a que se trata de un escritor frustrado, es frecuente que el crítico de notas de suicidio se vea acosado por otras críticas que le tachan de no poder conocer un tipo de literatura que tan sólo se puede comprender con la propia muerte voluntaria. Es algo tan sencillo como una acusación de falta de compromiso con su labor y de cobardía a no ir más allá, de temor a implicarse como lo hace el escritor, de miedo a traspasar la frontera.
Bien. Parece legítimo y normal que las críticas no se reciban con entusiasmo. Sin embargo esos argumentos carecen de coherencia. Para empezar son labores distintas, y al igual que al comentarista de boxeo no se le exige que haya subido al ring, y no por ello puede ser el mejor observador y más perspicaz analista de este deporte, al crítico de notas de suicidio no se le puede pedir que sea escritor para tener juicio crítico, y mucho menos suicidarse. Pero Grullo me asiste, ¿cómo va a emitir una crítica alguien que se mata? ¿Habrá que acudir a una médium o a la ouija?
Parece que esto no está tan claro. Quizá por las emociones encontradas que se da en nuestra labor, por lo difícil que resulta tratar con la muerte, varios de los críticos de la Asociación han sucumbido a estas críticas y se han suicidado. En todas las ocasiones intentan conjugar su trabajo de críticos con el de escritores de notas de suicidio, intentado desde su punto de vista adentrarse en los dos mundos y conciliarlos. Desde nuestro punto de vista sólo han obtenido lo que se prevé: un fracaso aún mayor que el que les achacaban las críticas maledicentes. Calificamos a estas notas de suicidio, y van ya catorce de ellas, como Obras Gummo, por su parecido con las letras griegas pero tomado del apodo del único hermano Marx que abandonó al grupo antes de su éxito en el cine, como metáfora de decisión estrepitosa que genera humor involuntario y mofa.
He aquí el ejemplo de la nota de Frank Duncan, crítico de notas de suicidio y miembro de la Asociación que decidió dentro de una semana hará un año, matarse para combatir las críticas recibidas después de su crítica de la nota Obra Alfa “Querida Mamá 135/44”, obra de Tsubasa Kobayashi, adolescente japonés que se hizo el hara-kiri. El chivo expiatorio de la “sociedad” es que se suicidó a causa de su obsesión por los códigos de honor reflejados en un manga cuyas protagonistas eran paramecios samurais transexuales que combatían contra euglenas-robot eunucas que mataban mediante el canto de notas agudísimas. También en que era estúpido. Una vez la familia confirmó que se trataba de un escritor del género notas de suicidio –y de un aceptable escritor, todo hay que decirlo- y que su obra contaba con críticas favorables pero con bastantes matices, empezaron una campaña de descrédito contra Duncan, que se vio abocado a lo que él consideró ir más allá y nosotros un error y un disparate. A continuación su nota, traducida del inglés:
Bla, bla, bla y más bla. No quiero más. Entre balbuceos y [ilegible] Me despido y soy yo también aquel que caerá a plomo, el que respiró gas y se cortó las venas. El que metió la cabeza en la trampa para osos y nadó hacia la boya con bandera roja. Quizá el mismo. Trazo un círculo en el aire con mi cuerpo. Perdón a aquellos a los que hago daño.
También yo pido perdón: es penoso. Además de los tópicos forzados, incluyendo el poner a propósito una parte ilegible mediante un borrón de boli –pues la nota para colmo se escribió en una servilleta de bar, ¿cabe más patetismo?-, intenta hacerse con una especie de papel de suicida único, diluyendo su personalidad entre todos y de estar fuera de ese papel con la referencia circular que los sitúa con torpeza también del lado de los críticos. Esto es inadmisible y la consecuencia no puede ser otra que el escarnio y la vergüenza. Esperamos cese esta tendencia cuanto antes, pues no conduce a nada.
Nos enfrentamos, eso sí, a otra posibilidad. Que el que fracasa con una intentona verdadera y por tanto es autor de una Obra Alfa Beta se convierta en crítico. Esa sería la forma más cercana a ese concepto de atravesar la frontera. Para que tal cosa suceda se tienen que dar dos supuestos evidentes, que sobreviva y que luego pase de ser escritor a ser crítico, paso éste muy complicado en un escritor tan comprometido como es el de notas de suicidio y que ha fallado en su compromiso, aunque mantenga la dignidad porque su empeño era sincero. Conocería, por así decirlo, el otro lado. Y a su vez tendría una capacidad de juicio diferente gracias a dicho conocimiento.
El asunto clave quizá esté en este punto en considerar si esa posibilidad de juicio ha de destinarse a su propia obra, esto es, a su nota de suicidio, o a otras. Soy de los que opinan que no podría ser objetivo con su nota, y que el resultado de esa crítica ofrecería una visión descompuesta. En efecto, una persona sentada en el retrete no huele su propia mierda, o la huele pero menos. A pesar de eso creo interesante esa potencial reflexión, pero la calificaría si se produjese de Crítica Alfa Beta. En el caso de que la crítica de este escritor, y ahora también crítico, se dirigiese hacia otras notas de suicidio, creo que en el fondo su experiencia no le serviría de gran cosa, quizá para comprender algunos motivos, algunos hechos y decisiones, pero esa comprensión hay que trasladarla a la crítica y, en resumidas cuentas, un escritor crítico, cualquiera que sea su género, no ha de estar por encima de un crítico a secas. Esa experiencia sólo se haría válida en la crítica en casos muy determinados, donde el talento crítico ya estuviese presente y se hiciera de esa forma más sólido.
Junto a eso surge una interrogante, ¿qué sucede si al igual que ocurrió con los críticos suicidados se dan intentonas de intentonas, valga la redundancia, que finjan veracidad con el único objeto de que el autor salga reforzado con el doble papel de escritor Alfa Beta y crítico Alfa Beta? Todo esto son cuestiones a las que se enfrenta la Asociación en los próximos tiempos después del congreso que celebrará su aniversario (dentro de dos semanas hará 90 años).
Horus wrote:
Interesante ,Herr ALFREDO MG.10/10
Desamos nos ilumine a los dioses solares por variar un poco con mas joyas epistolares terminales.
HE AQUI EL OSCAR DE los dioses paganos en notas suicidas:George Sanders (Vidoq,Ivanhoe,El fantasma y la señora Muir,etc…)
EL GRAN actor George Sanders se suicidó en Castelldefels, Barcelona, en Cataluña (España), con una sobredosis de barbitúricos, dejando una nota en la que atribuía su acción al hastío.
La nota decía: «Querido Mundo, me voy porque estoy aburrido. Siento que he vivido bastante. Te dejo con tus preocupaciones en esta dulce cisterna. Buena suerte.»
By HORUS a proud admirador of George Sanders.
pd:Misantropo, si lees esto avisame para pasarte la nota de suicidio del OPERARIO mangerazo ferrero roche.JI JI JI.
Posted 09 Dic 2008 at 11:37 pm ¶
Il Venturetto wrote:
Don Alfredo, lo ha vuelto a hacer. Cada una de sus historias es un análisis descarnado y veraz de esta vida (y muerte) que nos rodea.
Sólo una duda me surge: ¿Qué pasa con aquellos que, en lugar de dejar una nota, cantan al viento sus últimas voluntades?
Lo digo por el típico grito de «Hijos de putaaaaaaaaa!!!!!» mientras el suicida se arroja desde el séptimo piso y cae sobre el coche de un desdichado que, cuando se levanta a las siete de la mañana del día siguiente, se da cuenta de que no puede ir a trabajar porque no tiene coche. (http://www.gran-angular.net/%C2%A1sorpresa-alguien-cayo-sobre-tu-coche-esta-noche/2008/12/08/).
¿Es ese grito considerado nota de suicidio y legado espiritual si no está plasmado en papel (ni tan siquiera servilleta)?
Y, al hilo de la servilleta, ¿es nota de suicidio el dejar una servilleta de bar plegada convenientemente para que donde dice «Gracias por si visita» se lea «Gracias puta»?
«Gracias puta». Puta vida, que por fin abandona.
Horus, me descubro ante su cita de Sanders, y he de decir que con gusto recibiré la nota del suicidio del operario del manguerazo (¿o será del que le dio al botón del semaforito?). Espero que al menos esté en italiano…
Posted 10 Dic 2008 at 8:51 am ¶
NK wrote:
Muy, muy bueno.
Y no prevé la Asociación recopilar las mejores notas del género en una colección de volúmenes o similar? Apetece leer más.
Un saludo.
Posted 11 Dic 2008 at 12:39 pm ¶
tartamundos trotamudo wrote:
En una favela de los suburbios de Sao Paulo vive una antigua maestra de escuela que se gana como puede el pan redactando notas de suicidio para los pobres suicidas analfabetos.
¿Hay caso para la Asociación de Críticos de Notas de Suicidio? ¿Se contempla la figura del escritor de notas de suicidio por encargo?
Posted 11 Dic 2008 at 1:52 pm ¶
Archibaldo Cos wrote:
Como presidente de la Asociación de Críticos de Notas de suicidio indico que consideramos a ese tipo de escritores por encargo como Peta Zetas.
Posted 11 Dic 2008 at 2:57 pm ¶