Urgencias
El hospital de los chic@s Almodóvar
Imaginemos un individuo medio que curra sus entre ocho y diez horas al día, soporta la losa de una hipoteca y su equipo de fútbol da asquito. ¿A qué dedica el tiempo libre? ¿A evadirse en mundos de fantasía con literatura? ¿a cultivarse hasta alcanzar la virtud por el conocimiento? Nada de eso, desde hace años, la opción preferida a la que dedicar los pocos ratos de ocio diario es sumergirse de lleno en la sala de urgencias de un hospital de Chicago, todo un bucólico y alegre desfile de mutilados, heridos de bala, futuros paralíticos, niños con tumores cerebrales, ancianos seniles abandonados por sus hijos y un amplio abanico de mujeres violadas por todo tipo de seres, animales u objetos.
Urgencias, en realidad, se debería llamar Desgracias. En cada capítulo, los doctores del County General atienden a una serie de ciudadanos que han sufrido alguna que otra desgracia grave. El ritmo de la serie es trepidante, cada cinco minutos entra alguien por la puerta de con un ojo en la mano o una viga atravesada en el pulmón. Lo habitual es que los doctores tengan una pelea entre ellos mientras operan al paciente, éste quede inválido de por vida y luego se hace una especie de consejillo con los superiores y a lo hecho, pecho -en el caso del carismático Dr. Ross (G. Clooney) sus problemas vienen dados porque acostumbra a operar borracho a los niños. El apartado médico de la serie es excepcional desde un punto de vista didáctico. No hay español hoy en día que no adivine en un crucigrama la palabra “desfibrilador”, o que tras un accidente le grite al operario del SAMUR: ¡Estoy fibrilando, tigre, que estoy fibrilando!”. Con todo, lo más interesante de Urgencias, por si la trama no fuera ya de por sí bastante sangrienta, son el cúmulo de desgracias que los guionistas han incluido en la vida de los doctores, conformando un plantel de existencias lamentables del que Almodóvar ha de tomar buena nota para sus películas:
Dr. Mark Greene "El tontolhaba": Este buen hombre, que en los ochenta protagonizó una las películas más vanguardistas y experimentales del cine americano, "Gotcha ¡Te pillé!", y tuvo un papel principal en el film antibelicista más importante desde Senderos de Gloria, Top Gun, llegados los noventa, se pone unas gafas redondas que, junto a una calva de hombre maduro, le dan el papel de Mark Green, un ser absorbente con las desgracias como las toallitas ausonia con "aquello". Mark Greene lleva en sus hombros el ritmo de la serie. Aguanta capítulo tras capítulo las mil y una putadas que le ocurren poniendo la otra mejilla y, todo hay que decirlo, una inconmensurable cara de julai. Su andadura por la serie se resume con las siguientes desgracias: Su mujer tiene un accidente gravísimo, se come todo el disgusto y, para cuando se recupera, se entera de que se la está pegando con otro y lo abandona; se enamora perdidamente de otra doctora, Susan, pero ella, cuando se entera, se va de la ciudad; se muere un pandillero, le culpan a él y le dan una paliza que le deja al borde de la muerte para luego pasar por el juzgado por negligencia; finalmente, le diagnostican un tumor cerebral, se cura, y cuando es feliz de nuevo, se le reproduce y muere.
Dr. Doug Ross "El pediatra de cuero": Lo que en los ochenta sería todo un Michael Knight, en los comedidos y políticamente correctos noventa, con permiso de Lorenzo Lamas en Renegado, se convierte en Doug Ross, un pediatra rebelde, mujeriego y a cuya bella tez la serie debe su éxito y él su insigne carrera cinematográfica posterior. De las desgracias que padece cabe mencionar: cuando se tira a una epiléptica cocainómana, ésta se muere y a él le investiga la policía; cuando su padre, que le abandonó de crío, se reconcilia con él, pero al poco tiempo muere; cuando abandona su vida de crápula, se enamora de la enfermera Hathaway, con quien acuerda una boda, y ésta se lía con un ambulanciero el mismo día que él se gasta todos sus ahorros en un pedrusco para su prometida.
Dr. Peter Benton "El nazi negro": Una de las formas que tienen en EEUU de entender la igualdad racial consiste en crear cupos raciales para el acceso a la Universidad, de forma que un blanco con una nota 7, puede ser rechazado en favor de un negro con un 6. Todo en nombre de la igualdad y la lucha contra los perjuicios raciales. El Dr. Benton lo tiene claro y, por eso, con cara de sota y voz de ultratumba, flagela a todos los jóvenes negros que entran en el hospital para que trabajen más que los blancos en una pirueta igualitaria de aúpa. Es muy interesante señalar que uno de esos negros a los que presiona se suicida. Y, por si fuera poco ya ser negro, un hijo le nace sordo. Ahí es nada.
Dra. Carrie Weaver "La Dra Mengele": Carrie, que no se sabe por qué razón, es coja, administra el Hospital con dureza y déficit cero, lo que le vale la burla de sus compañeros, especialmente de Ross, que imita sus taras por la espalda. A esto hay que sumarle que diversos vendedores de fármacos y derivados la usan emocionalmente, esto es, fingen estar enamorados de ella para colocar sus productos en el Hospital. Como es lógico, al final se vuelve lesbiana y de la GESTAPO no porque no existe.
Dra. Anna Del Amico "La Santa Teresa": Si algo llama la atención de Anna es el profundo rencor que alberga contra quienes, al contrario que ella, han nacido en un hogar donde había más de cuatro duros en caja. Como probablemente sea el pibón de la serie, la han hecho católica de origen italiano para contrarrestar. Su desgracia es, en este caso, su novio de toda la vida, un politoxicómano que la chulea con arte y tronío.
Dr. John Carter "El antiglobalización": La desgracia de Carter es él mismo. Cómo si no se concibe a un multimillonario heredero que pasa de la herencia y se dedica a ejercer la medicina de urgencias por "afición" renunciando a su sueldo. Carter, que va a desgracia por episodio, suele intimar con los pacientes terminales a los que transmite falsas esperanzas para que a la hora de morir sean aún más desgraciados si cabe. Mediada la serie, se enganchará a todos los fármacos que hay en el hospital para sufrir una catarsis en uno de sus tremendos monazos y decidir irse a África de oenegero. Allí, amordazado por un ejército de liberación y con un cañón de Kalashnikov en la boca, alcanza su cenit profesional y descubre que quizá su sitio estaba en cualquier cuarto oscuro sado de New York.
Carol Hathaway "La borde": La enfermera Hathaway hace gala de una superioridad moral sobre el resto de personajes porque se intentó suicidar en una ocasión. Su papel en la serie consiste en disimular que tiene más bigote que Patti Smith y plantar y ser plantada en el altar un par de veces por temporada
Jeanie Boulet "La negra": El mote de Jeanie no hace referencia al color de su piel, sino a su suerte. Esta, por otra parte, bellísima persona, está casada con un mujeriego incurable que, en un escarceo más, pilla el sida y se lo pega, por lo que la echan del hospital. Readmitida por las malas, se hace amiga de un niño con cáncer que muere lenta y penosamente para más desgracia de la pobre Jeannie (que ha de ir detrás)
Dra. Susan Lewis "La carapán": Susan se pasa dos temporadas manteniendo una tensión sexual con Mark Greene que concluye con ella huyendo en tren y él mirando desde el andén con su genuina cara de bobalicón. Susan es como la madre de todos los personajes, pero no por ello va a no sufrir desgracias; su hermana es una yonki que la chulea, queda embarazada y huye cuando da a luz dejándole el hijo, que para cuando se encariña con él -pensaba darlo en adopción- llega su hermana desintoxicada y se lo arrebata.
Dr. Romano “El Millán Astray”: Autoritario, déspota, trepa, racista y calvo de mierda son algunos de los apelativos con los que sus compañeros le definieron en la última evaluación de RRHH del Hospital. El Dr. Romano es probablemente la peor persona que mora por urgencias. En su apartado de desgracias, aparte de que le rechazan sistemáticamente todas las doctoras a las que pide rollo, destaca que un helicóptero le secciona un brazo, se lo pegan, se le pudre, se lo cortan, y cuando ya se apaña sin brazo, de nuevo un helicóptero cae sobre él y lo mata.
Y así, mezquindad tras mezquindad y desgracia tras desgracia, podríamos seguir enumerando la gran retahíla de personajes que aparecen en las tropecientas temporadas de Urgencias. Serie que no sería nada sin su secuela hispana, Hospital Central, donde un grupo de aspirantes rechazados a concursante de Gran Hermano desfibrilan a señores pintados con tomate mientras, como indica la escuela del Nouvelle Cinema Español, conversan entre si sin ningún tipo de dicción vaya usted a saber de qué. Llegados a este punto, sólo nos queda decir una cosa: queremos más.
Álvaro
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