Periodistas
La
serie
La profesión de periodista no es una ocupación normal.
Es como el Ejército o el clero, tiene unas normas internas
complejas y prácticamente medievales que alejan a sus miembros
de la sociedad en la que habitan. Sin embargo, en lo referente a
la admisión, la profesión se rige como cualquier otro
empleo español, donde o bien se entra por oposición,
o bien se entra por enchufe. Aquí se entra por enchufe, con
especial mención para los homosexuales y su graciosamente
llamada "mafia rosa" en el terreno audiovisual. Una vez
dentro, la pirámide jerárquica se divide básicamente
en tres partes: becarios, redactores y periodistas veteranos. ¿Cuál
es el problema? Pues que la pirámide es pirámide,
pero está boca abajo. Esto significa que por cada becario
o redactor hay cuatrocientos periodistas veteranos, pero cada becario
o redactor trabaja cuatrocientas veces más que cada periodista
veterano.
Este
singular reparto del trabajo tiene su origen en una lesión
muy común en el gremio, el "codo de periodista".
Se trata de una dolencia muy grave en dicha articulación
que se adquiere con los años a base de ejercer. Para que
este problema no genere dolores intensos tipo migraña, malestar
generalizado o temblor y sudores fríos, los periodistas veteranos
se ven obligados a colocarse en el codo, al menos entre diez y dieciocho
horas al día, una aparatosa prótesis: la barra del
bar. Complemento ideal para poder soportar todos los banquetes,
desayunos, "lunch", degustaciones y piscolabis de las
presentaciones, galas, estrenos e inauguraciones en las que se ven
obligados a engullir y trasegar como posesos cuando les toca trabajar.
Tal concentración de alcohol alcanza su sangre, que por lo
menos los baños de la redacción, tras sus deposiciones,
quedan como los chorros del oro, pues sus heces desinfectan y dejan
un agradable aroma a malta añejo. De hecho, no sería
la primera vez que entra en la oficina un padre con su hijo del
brazo gritando desesperado si hay por ahí algún periodista
veterano que defeque en la cabeza de su chico, que se ha hecho una
brecha de siete puntos jugando a vasconavarros con un muro de granito
que hay enfrente del periódico.
La
serie Periodistas, por tanto, se ocupa de los periodistas
que sí trabajan -redactores, medios mandos y becarios- ocultando
al espectador la existencia de los periodistas veteranos y su vida
de jarana y desenfreno. No obstante, si la serie versara sobre ellos
entraría en el género de la tragicomedia y haría
la competencia a Búscate la Vida, los Monthy Python o La
Víbora Negra. Pero lo que se buscaba era una serie “de
calidad”. De lo que se ha venido a considerar calidad últimamente
en España: un surrealismo tal que no se puede alcanzar ni
tomando las citadas series como modelo.
La
acción se sitúa en la redacción de local del
diario “Crónica”. Hoy en día la sección
de local es el único reducto en el que se hace periodismo
como antaño. Yendo al lugar de la noticia, investigando,
enredando, etc... Es muy bonito, sobre todo en las capitales de
provincia, y por eso fue tomado como referente para narrar las aventuras
de estos profesionales de la información. El problema es
que nuestros protagonistas persiguen cada noticia durante unos periodos
de tiempo que no se los puede permitir ni un anuario. Pero lo importante
no es lo que dure la caza de la noticia, sino cómo se caza,
porque todo en esta serie gira alrededor de un leit motiv:
la negligencia profesional
Vamos a ver ¿Usted se imagina a un periodista que cada vez
que sale a cubrir una noticia termina secuestrado, atracado, despeñado
por un barranco, encabezando una revuelta, a tiros con unos traficantes
de órganos, prendiendo fuego a un hospital o sorprendido
por los fotógrafos de la competencia manteniendo relaciones
sexuales con una llama boliviana en un safari? Pues en Periodistas
todos funcionan así y son ni más ni menos que diez
en la redacción.
Los
jefes: “En el Crónica somos duros”
José
Coronado como: “Hola, me llamo Luís y éste es
mi hermano pequeño, el calvo, se llama Mirra: mi-ra-bo”.
Luis Sanz es el director de local del periódico,
por tanto, no da un palo al agua. Sus labores se reducen a agenciar
temas a sus redactores y hacer aspavientos cuando un reportaje o
algo puede ser lo que él llama “una bomba” diciendo:
¡quiero fotos! ¡consigue declaraciones! ¡habla
con no sé quién! Etc… Todo un poco de fachada,
porque en realidad Luís está en la serie para tener
relaciones sentimentales. Función que contrasta con su faceta
oculta, es un motero “Ángel del Infierno” llamado
“El Víbora” cuando sale de la oficina y se quita
el traje, algo que a priori le abocaría a chimparse a todas
las hembras que le rodean, exceptuando su hija, que ya se la tira
un antiguo amigo de la facultad. En cualquier caso, guarda buenos
trofeos: Laura, Ana y, en el último capítulo de la
sexta temporada, casi cae Clara.
Amparo
Larrañaga como: “Quiero a mi hijo, pero me importa
más la edición de mañana”. Laura
es una mujer superprofesional, dinámica, proactiva, innovadora
y eficiente. Es la hostia bendita, vaya. Por eso pisa fuerte con
sus tacones de aguja imponiendo la ley, y si pisa en el ojo de su
mejor amigo, que se joda, que por menos lo despide. Mientras Luís
hace aspavientos emocionado por un reportaje, la función
de Laura es echar broncas, menospreciar el trabajo ajeno y quitar
contenidos de la edición en el último momento tirando
a la basura el trabajo de días que han hecho sus compañeros.
Se lía con Luís pero le dice que pasa de casarse con
él cuando éste pide su mano, sin embargo, cuando luego
Luís está con Ana, a Laura no le mola un pelo y hasta
contrata un gigoló, el inolvidable Charly, para que no parezca
que está sola y amargada. En fin, así es ella, qué
le vas a hacer.
Gabriel
Ignacio como “¡Este reportaje sobre vagabundos lo que
necesita es más mujeres en cueros!”: Lo de este personaje
es descomunal. Se trata de un francés que se llama García
(¡!) habla como Pedja Mijatovic (¡¡!!) y sólo
sale para exigir más tetas, sangre y parasicología
–por ese orden- en el periódico.
Enrique
Arredondo como “Sí, sí, duermo siempre aquí
en el despacho, debajo de ese cartón”. Pablo
Serrano es el Director del periódico y es el único
de Europa Occidental que tiene su despacho en la redacción
de local. Este personaje aporta a la serie los momentos más
disparatados y humorísticos, ya que no está encarnado
por un actor humano, es un teleñeco. A simple vista no se
nota, cuando se le ve deambular de un lado a otro, pero cuando entra
en acción, que es siempre para lo mismo, para enfadarse,
le empieza a temblar la cara como a Blas de Barrio Sésamo
cuando los niños tiran a matar con perdigones a sus palomas.
La expresividad que alcanza su temblor de tez ante cada negligencia
da buena cuenta de la gravedad de éstas. Es una catarsis
sobrehumana, sólo una marioneta podría interpretarlo,
así como las bellas tonalidades bermellón que brillan
en sus mofletes en la culminación de cada tembleque y las
dos corrientes de aire que expulsan cual miura sus fosas nasales
anunciando el final del rebote. Un hito de marioneta a la altura
de Espinete, Don Pimpón o Monchito.
Los
curritos: “Oye ¿por qué no nos llevamos el cadáver
a la redacción para sacarle las fotos”.
Esther
Arroyo como “¿Y qué si no me gusta llevar bragas?”.
Del temblor de rostro, al temblor silicoide mamario de esta ex Miss
España. Alicia es una mujer alegre y desinhibida
que comienza su andadura en la serie fornicando por doquier por
simple y pura afición, lo que obligó a los guionistas
a situar al personaje lo más alejado posible del prototipo
de mujer del norte de la Península Ibérica y añadir
a la serie ya de paso ese condimento andalusí indispensable
para triunfar en los hogares españoles. Pero como este es
un país de mayoría católica, aparte de los
“ozú quillo” de rigor, también son indispensables
las Leyes de Dios. Por eso Ali, cuando más ninfómana
y despreocupada está, es violada en los vestuarios de una
piscina. Eso por ir provocando; y lo de casarse luego con Álvaro,
el ex de Clara, y que éste pase mucho de ella, por no arrepentirse
de haber sido violada. Esher Arroyo, como actriz, si tomamos como
baremo el trabajo de Helen Lindes, otra ex miss España, en
Al Salir de Clase, lo cierto es que hay que decir que lo hace muy
bien, pero que muy bien. Y si tomamos la dicción del conjunto
de actores de este país como baremo, pues también
es muy notable. Por tanto, qué mejor destino para una profesional
con estas cualidades que dar con sus huesos en el programa cultural
de vanguardia intelectual y filosofías avanzadas -aunque
planteado de forma deconstructivista- Gente de Primera.
Belén
Rueda como: “Desengáñate, si no te pega no te
quiere”. Clara es probablemente una de las
redactoras menos negligentes, pero su problema es que arrastra una
colección de acosadores, ex maridos, chulos de putas y demás
que, como es normal en el Crónica, le impiden trabajar como
dios manda. Clara es una de esas personas que se duchan, hacen de
vientre, se lavan los dientes y sufren entre una y dos horas todos
los días del año. A ella le gusta sufrir, especialmente
en el amor, así que durante seis temporadas vamos viendo
como fracasa una y otra vez sentimentalmente. En el último
capítulo casi se lía con Luís en lo que parecía
un excelente colofón para la serie y para ella, la sufridora,
pero no. Cuatro coincidencias imposibles hacen que no se puedan
encontrar cuando se buscaban el uno al otro para fundirse en un
abrazo con beso y poner fin a la serie. A seguir sufriendo.
Álex
Angulo como: “Doctor, todos los días a las siete de
la tarde me encuentro con esta pasta lechosa en la comisura de los
labios ¿es grave?”: Blas Castellote
es un espécimen muy común en el mundo de los redactores
jefes. Se trata del típico desgraciado, porque no tiene otro
nombre más que el de desgraciado, que para irse de su casa
entra y sale doce veces pensando que se ha dejado el gas abierto,
el agua corriendo o la tapa del váter levantada. Es un agonías,
un pesado, un histérico, un metomentodo… en resumen,
alguien con todas esas virtudes que se admiran en un compañero
de trabajo. El problema es que si ves a una persona autodestruirse
psicológicamente con neuras de este tipo, pues oye, qué
le vas a hacer, pero este tipo de gente, que ya está completamente
autodestruida desde los ocho años cuando les empezó
a asomar el cartón para quedarse calvos a los doce, a lo
que se dedica es a triturar la paciencia ajena. Te llama por la
noche, te agarra por las solapas cuando llegas por la mañana
para decirte que un concejal da una rueda de prensa para anunciar
las bases de un concurso de pintura para preescolares, te llora
para que comas sobre el ordenador porque te quiere ahí, a
su lado, por si llega un teletipo de importancia capital, todo el
mundo le quiere por su carisma y piensa en él en los mismos
términos: “muérete ya cabrón”.
En todo caso, más allá de estas cualidades típicas
de ciertos redactores-jefe, lo bonito de Blas es que va bastante
bien cargadito de desgracias y que, en lugar de gemir como hace
Clara, él se calza buenos ciegos de tintorro, lo que nos
ha dejado escenas memorables. Le amenazan de muerte, le echa del
trabajo su mejor amiga (Laura), le deniegan la adopción de
un niño, le deja la mujer… todo ello bien regado en
vinagre… y en mugre, porque como bien señala Luís
cuando va a verle porque le ha dejado Mamen: “cuántas
más desgracias te pasan, Blas, menos te lavas”. La
pena es que Blas pudo haber llegado a ser un excelente delantero
centro, no hay más que ver cómo remata de cabeza virilmente
en tres o cuatro ocasiones cada vez que va a decir algo. En las
últimas temporadas, cuando se incorpora Jesús Bonilla
a Periodistas como “Zamora”, los guionistas
perdieron la oportunidad de explotar al dúo en plan Pajares
y Esteso y narrar sus aventuras y desventuras en los castizos burdeles
de la capital, algo nada ajeno a la vida cotidiana del plumilla
más atrapado por la profesión.
Alicia
Borrachero como: “¿A que te doy una hostia gilipollas?”:
Ana es una mujer superprofesional, dinámica,
proactiva, innovadora y eficiente. Lo mismo que Laura, vaya. Y por
eso, se enamora del mismo gañán, Luís. Raro
sería que mujeres tan supeprofesionales no sintieran la necesidad
de competir por el mismo hombre a ver cuál de las dos tiene
los ovarios más grandes. Como mujer superindependiente, inteligente
y supercompetente que es, todos sus planteamientos vitales dan un
giro inesperado cuando no encuentra mejor forma de seducir a Luís
que hacer de chochito en el escenario de un karaoke. Gran hito en
la vida de una feminista, que se completa con su supercarrera superprofesional
frustrada porque Luís, su jefe, no la quiere ascender para
que no haya dudas sobre su imparcialidad –qué es eso
de ascender a la querida, por Dios- aunque ella merezca el puesto,
así que Ana se ve relegada por amor a la vida aciaga del
redactor ramplón. La situación que siempre soñó
cuando veía los Ángeles de Charlie de cría
y soñaba con ser tan superindependiente como esos chochitos
superprofesionales. Para rematar la faena, Luís se quiere
casar con ella para, en sus propias palabras “que le haga
la cena y eso”. Así que, llegados a este punto, pues
te ríes, y mucho.
Los
parias: “¿Podemos tomarnos el café a vuestro
lado?
Pepón
Nieto como: “Yo lo que necesito es mucho, mucho amor”:
Si Emilio Aragón quiso dar un aire paralímpico a su
Médico de Familia incluyendo a un chaval con síndrome
de down en el reparto, en Periodistas está Pepón Nieto.
La diferencia estriba en que si los down parecen idiotas si sus
familiares los aíslan, esconden o abandonan en escalofriantes
tugurios estatales, José Antonio parece
idiota de nacimiento y sin posibilidad alguna de mejora ya sea aislado,
integrado o metiéndole un electrodo de 200.000 vatios por
el culo a ver si espabila el jodido patán de una puta vez.
Con mucho, este es el personaje más negligente. De todas
sus cagadas, sin duda la más sonada fue hacerle creer a Chuski
la noticia de que iban a comprar a un juez para “gastarle
una broma”, en la cuál la gracia estaba en publicar
un reportaje que era mentira ¡Qué profesional! Y qué
periódico el que no le pone de patitas en la calle y contrata
dos matones para que después le trituren las rótulas
con un martillo neumático tras hacerle semejante púa.
Por lo demás, en general, José Antonio sólo
aporta a la serie miseria humana. Y Pepón Nieto debería
hacérselo mirar, porque no hay película en la que
no salga representando papeles en la misma línea: papeles
de tontolhaba.
Un
anciano senil como: “¡Afufu! ¡Afufu!”: Qué
se puede decir de Herminio, el conserje…
pues que no se ha visto semejante insulto a los conserjes de España
en toda la Historia. Sus apariciones se reducen a balbuceos en los
que insinúa estar sobrepasado por un hecho tan extraordinario
como que ha llegado una carta al periódico y él la
porta en sus manos asumiendo demasiada responsabilidad para su reducido
intelecto. Si tienes un padre conserje, lector, manda una carta
bomba a Globomedia. Sería la primera bomba que estalla en
este país con un motivo de fondo no grotesco hasta la enajenación
mental.
Claudia
Moreno y Elena Ballesteros como: “Estoy desubicada ¡uh!
¡ah! Pero mis objetivos están clarísimos“.
Las becarias de esta serie tienen su aquél. Isabel
es la hija de Luís. Antes de irse a Londres, con dieciocho
años, mantiene una relación con un sujeto de cuarenta
y pico ex compañero de facultad de su viejo. Lo que le sienta
fatal a éste, que le parece pornográfico que un adulto
se líe con otro adulto. Pero cuando la nena se va a Londres
a experimentar, típico rollito de frustrada en España
que huye de si misma a un país donde todo el mundo está
de paso, según ella: “madura”. Así que
de vuelta hace un anuncio de vaqueros en el que se toquetea con
otra moza, lo que saca de quicio de nuevo a su superprogresista
y superprofesional padre, que se lleva un disgusto de aúpa.
Mientras tanto, Claudia, la otra becaria, se lía
con Chuski, el matao que siempre ha estado enamorado de Isabel.
Acontecimiento que no puede sino desencadenar un ataque de celos
del copón en la hijísima. Tanto chupar polos de carne
en Babilonia para arrastrar luego en España las mismas taras
de nena caprichosa que tenía antes de irse al mundo guay.
Aunque, claro, si la opción es ser tan mimosa y pegajosa
en un sentido viscoso y empalagoso como Claudia, mil veces mejor
haberse ido a zorrear para sentirse más mujer, qué
menos. Es una pena, de corazón lo digo, que ninguna de las
dos muera. Sobre todo cuando son tres, y esa tercera es la hija
de Emilio Aragón en Médico de Familia, que pasea sus
dos metros diez haciéndose la punk. ¿Dónde
estabas Jeffrey Dahmer?
Paco
Martín como “¿Dronga? ¿Alguien ha dicho
dronga?”. Chuski es un individuo que ha dejado
su profesión de machaca en La Celsa para ser el confidente
de esta panda, panda del moco, de redactores. Lo típico,
lo que pasa en cualquier medio de comunicación, que a falta
de licenciados en Periodismo, cogen al primer ex politoxicómano
que vende Kleenex en la boca de metro más cercana
a la oficina. Un surrealismo tal que, paradójicamente, alimenta
una realidad tan real como que los espectadores españoles
necesitan a un sujeto diciendo “koleg@, tronk@” y tal
para que el material que presencian tenga una conexión con
la irrealidad que yace en sus mentes bajo una pesada losa de prejuicios
bajo el nombre de “realidad”.
Y
poco más hay que contar sobre Periodistas. Sí, que
los fotógrafos son también superprofesionales, no
obstante se les denomina como fotoperiodistas en el mundo real-real.
Con lo que mejor no hablar de la panda de ojerosos que dan papel
al gremio más sobre explotado del periodismo y que, por tanto,
encarna las cualidades de la profesión como el que más:
mucho ciego, tremendo déficit higiénico y gran egolatría.
Este
producto televisivo, Periodistas, fue emitido durante seis años
en los cuales la carrera de Periodismo alcanzó las mayores
cuotas de matriculación en toda la Historia de España.
Es un dato que contrasta, sospechosamente, con esa gran cantidad
de becarios analfabetos obligados a verbalizar cuando su objetivo
vital es lucir palmito delante de una cámara de televisión
y esa otra gran masa informe de espectadores que consume vorazmente
¿información? a base de impactos instantáneos
de valor nulo. Esto -hoy- es, lectores, el futuro.
Álvaro
(LPD)
|