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PERFIL DE LA SORPRESA DEL 35º CONGRESO

De Valladolid, señores, de Valladolid.

En un mundo cada vez más globalizado y que tiende por ello a especializar la producción en zonas geográficas concretas (chips en Taiwán, software en California, jamón en Jabugo, existencialistas en Francia ....) si quiere ser Ud. líder político para acometer la renovación de un partido político y no ha nacido en esa urbe cosmopolita que es la ciudad castellano-leonesa vaya despidiéndose, pues no tiene posibilidad alguna. La política española, a partir de ahora, va a ser una apasionante batalla entre el recio y sobrio castellano José María Aznar López y el sobrio y recio castellano José Luis Rodríguez Zapatero.

La victoria de Rodríguez Zapatero ha pillado por sorpresa a todos los medios de comunicación (menos uno, si nos permiten el onanismo intelectual) y, sobre todo, a José Bono. Cómo ha logrado Bono acabar perdiendo lo que él consideraba que iba a acabar siendo un Congreso en el que la masa socialista le aclamaría como el Nuevo Mesías llamado a dar fin a la travesía del desierto socialista merece un análisis quizá más detallado que se hará en otro lugar. Resumiendo, y según nos lo parece a nosotros, el fracaso de Bono se ha cimentado en un error de cálculo básico: magnificar la estolidez de la población española en general y de los delegados al Congreso en particular. Porque el dato más importante no es tanto por qué ha perdido Bono sino cuáles son las razones que han aupado a la victoria a Rodríguez Zapatero. Y, en general, podemos considerar una hipótesis atinada que la voluntad de regeneración y de cambio, unida a la imperiosa necesidad de supervivencia que no dejaba muchas más opciones que seguir ese camino so pena de acabar convirtiendo al PSOE en un partido extraparlamentario, ha sido la clave. Porque no está nada claro que Rodríguez Zapatero logre, dentro de 3 años, ganar las elecciones al sucesor de Aznar (es decir, al propio Aznar, que aducirá que todavía no ha encontrado un recambio vallisoletano de peso para afrontar la dura carga de sucederle), pero lo que sí es evidente es que el único que quizá está en condiciones de hacerlo es el nuevo secretario general del PSOE. En contra de lo que opinan ciertos analistas políticos (que ya nos deleitaron con sus acertados comentarios previos a las últimas elecciones generales y que ni siquiera tras el resultado, sorprendente para ellos, de las mismas han tomado nota) los éxitos electorales de Bono en Castilla La Mancha no sólo no son una garantía sino que son una rémora, en la medida en que Bono es el representante paradigmático de un modo de hacer política que está en vías de desaparición (y que se sustenta a duras penas en una Comunidad Autónoma muy rural y envejecida, que no es el perfil del resto de España).

Si el PSOE quiere recuperarse debe cambiar su mensaje y, desde la izquierda, trazar una alternativa realista y sin demagogias que no abunde en la descalificación sistemática de “la derecha” sin mayor argumentación, pues así no se llega a ninguna parte. Rodríguez Zapatero encarna esta posibilidad de cambio, absolutamente necesaria y percibida incluso por la propia militancia del PSOE (que lo ha demostrado en el Congreso como ya lo hizo en las primarias), debido a que a pesar de su dilatada experiencia política no es conocido ni se ha significado en las luchas del partido. Aunque quede todavía un tiempo para que se demuestre si esta percepción es o no cierta queda claro que la gran ventaja de Rodríguez Zapatero es que era el único candidato en que esta posibilidad de renovación real existía. Rodríguez Zapatero no es sin embargo un político bisoño, y ese es un factor que debemos situar más en su haber que en su debe. Secretario general del PSOE leonés y diputado desde 1989, su experiencia política al más alto nivel es ya dilatada. Si alguna duda existía al respecto ha quedado desechada tras la lección táctica que ha propinado con su candidatura, que ha pasado de la nada al infinito en escasos tres meses. Su presencia en el Congreso es además un aval extra, en la medida en que permitirá a Zapatero hacer política y ser el jefe de la oposición en el lugar en que debe hacerse, de una importancia simbólica lo suficientemente importante para que los ciudadanos sigan penalizando a quien pretende hacer política sólo en los medios de comunicación. De momento, Zapatero representa la incógnita.

Todavía está por ver lo que puede dar de sí, pero los indicios son esperanzadores. Su discurso en el Congreso y la Ejecutiva que ha configurado presentan importantes luces. Pero claro, ya nada puede sorprendernos en quien es oriundo de Valladolid.

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