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PAPÁ ESTADO TE CHUPA LA SANGRE A CAMBIO DE AUTOPISTAS

De todas las idiotologías contemporáneas la más dañina (por falsa) y la que más hondo ha calado en la indefensa ciudadanía pagadora de impuestos ha sido la Socialdemocracia. Pero, ¿por qué ha tenido tanto éxito?, ¿a qué se debe su buena imagen y su irresistible atractivo para los políticos de medio mundo? La Página Definitiva, conocedora de las cuitas que a usted, apreciado lector, le atañen sobre este delicado tema, se lo explica.  

El Cerebro de la Bestia. Eso de unir en nefasto maridaje la economía de mercado con el socialismo no es nuevo. Bismarck, ese alemán bigotudo y malhumorado al que todos conocemos como el Canciller de Hierro, fue el que alumbró la idea fatal, pero habrían de pasar unos cuantos años hasta que tomase forma teórica de mano de un señor inglés bastante dandy que se llamaba Keynes. Este gentleman de la city consagró su vida a escribir libros muy aburridos pero que entre la intelligentsia europea crearon furor. El pensamiento de Keynes era la piedra filosofal que le faltaba a occidente. Si el obrero se queja, subsidiémosle, y de dónde sacamos el dinero, pues muy fácil, de la gente que no se queja. Como para administrar tantos subsidios hace falta mucho contable el ampliar las plantillas de funcionarios a cuenta del erario se hizo imprescindible, y de dónde pagamos tanto funcionario, pues de dónde va a ser, del mismo bolsillo con el que se pagan los subsidios. El círculo se cerraba y la paz social estaba asegurada. El sistema era tan idóneo que hasta insignes amigos de la democracia como Mussolini y Hitler aplicaron esos principios a sus Estados Integrales

De aquellos polvos...... La guerra mundial fue la ocasión histórica para que este nuevo pensamiento se extendiese como la pólvora, a fin de cuentas la guerra había sido una consecuencia del capitalismo salvaje de Stalin y del liberalismo ramplón de Hitler así que allí estaban los secuaces de Keynes para dar el jarabe que Europa necesitaba. En un abrir y cerrar de ojos se nacionalizaron los ferrocarriles, la banca central, los teléfonos, las aerolíneas y todo lo que el Gran Hermano considerase justo expropiar. Fue la edad dorada de los monopolios, creados, claro está para proteger al ciudadano de una dosis excesiva y letal de capitalismo. Nuestro amado Franco, que siempre fue muy europeísta, no quiso ser menos y fundó el INI, un monstruito chupasangre que todavía no se ha conseguido desmontar. En fin, el nirvana de los amigos de lo ajeno, del dinero ajeno quiero decir. Los políticos continentales idearon kafkianos métodos de cobrar impuestos, cada vez más refinados y efectivos mientras inauguraban pantanos, autopistas o centrales nucleares que costaban cuatro veces su precio y que por supuesto no eran necesarias. Pero el sistema funcionaba, la gente estudiaba (y pagaba impuestos), trabajaba (y pagaba impuestos), se casaba (y pagaba impuestos), tenía hijos (y pagaba impuestos), se compraba un escarabajo o un seiscientos (y pagaba impuestos) le compraba una casa al banco (y pagaba impuestos), y se jubilaba (y no le devolvían ni un ¼ de los impuestos que había pagado), y se moría (pagando impuestos, claro). Era el mundo perfecto, los felices sesenta. La década de Los Beatles y el Dúo Dinámico que como pueden imaginarse se jartaron a pagar impuestos.

 ....vienen estos lodos Pero lo peor estaba aún por llegar. Un día de 1968 a cuatro pijos de una universidad parisina les dio por hacer pellas y hacerse partícipes mutuamente de lo infelices que eran en sus vidas, en lugar de organizar una cama redonda o intercambiar las parejas, lo que organizaron fue un zipizape multitudinario que terminó en una ensalada de palos, pero la cosa quedó ahí, los pijos pasaron a la nómina del estado subsidiador y punto, ya habían terminado la carrera. De esta experiencia callejera e intelectualoide nacieron a la vida pública la mayoría de líderes que hoy nos desgobiernan en Europa. El jefe de la Tropa fue otro alemán, un tal Willy Brandt que dedicó sus horas a apadrinar a los vástagos de ese fresco despertar juvenil del 68. Los setenta fueron suyos. Llevaron la socialdemocracia al extremo y lar ebautizaron como Estado del Bienestar (que ellos estaban bien no me cabe la menor duda), sofisma muy moderno ques ervía además de engañabobos implacable porque ¿quién en su sano juicio no desea el bienestar para sus semejantes? La fórmula fue tan redonda que todos se convirtieron al nuevo credo. Los conservadores se hicieron también socialistas, los liberales se transformaron en un engendro llamado social-liberalismo y los comunistas parieron el eurocomunismo, una entelequia que nunca nadie llegó a entender del todo. En España, como en casi todo lo que nos tomamos al pie de la letra, fuimos alumnos aventajados de la nueva filosofía de entender el mundo, este país nuestro ha dado auténticos peritos en socialdemocracia; Alfonso Guerra y su alter ego Felipe González, Manuel Fraga, Jordi Pujol y un sinfín de cerebros privilegiados que gracias a sus cogitaciones (y acciones) han conseguido que España mantenga su tradicional retraso con el resto de Europa. En nuestra querida España además la sesuda socialdemocracia europea se ha trufado con las idiotologías vernáculastales como el nacionalcatolicismo, el aldeanismo o el más reciente tercermundismo. Esta capacidad sincrética de la mente hispana, única en el mundo, merece un estudio detallado y un capítulo aparte que lógicamente les emplazamos a leer. 

 

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