MANUAL
DE INSTRUCCIONES DEL SIGLO XXI
VI.
EL TUNNING
Aquellos
chalados en sus chungos cacharros
Hace
no tanto tiempo, una persona que osara tener un muñequito
peludo colgado del retrovisor del coche era puesta inmediatamente
a merced de la justicia popular -esa tan aficionada a los linchamientos,
a la astrología, a ensalzar o deponer reyes, pero tan sabia
en el fondo- que con muecas de desprecio y gestos que manifestaban
inequívocamente el rechazo a tal costumbre, clasificaba al
humano en cuestión dentro de la familia de los horteras.
Si además esa persona tenía puesta la música
de Tijeritas a toda pastilla con las ventanillas bajadas, la clasificación
era más exhaustiva: familia de los horteras, orden de los
macarras. Es más, si muñequito y Tijeritas iban acompañados
de cierta estética con camisas desabotonadas y pelonpechoforthegirls,
la clasificación llegaba al suborden, en este caso de los
choriguolkins. Esta voluntad científica que podemos denominar
“taxonomía del pueblo”, permitía establecer
una frontera que si bien se podía traspasar, dejaba claro
dónde estaban los ciudadanos de provecho que ponen cada día
su granito de arena para que la sociedad española pueda recuperar
al menos parte del espíritu imperial perdido, y dónde
las hordas de hunos que niegan la grandeza de esta nación
con sus hábitos simiescos.
En un momento determinado de las
postrimerías del siglo XX, una mente sin escrúpulos
descubre que la abundancia de macarras y el proceso de rejuvenecimiento
de ese grupo (donde el melenudo con peinado a lo mullet y pinta
de palmero cede su presencia al adolescente pastillero y pelopincho)
los hace idóneos como consumidores. La corrección
política que emana de las estructuras económicas se
pone entonces en marcha para hacer bueno lo que antes era malo y
permitir el intercambio comercial, o lo que es lo mismo, por qué
lo llaman macarra cuando quieren decir personalización. Con
los eufemismos a punto y los ejecutivos salivando ante las perspectivas,
nace el tunning (cuya raíz proviene de tunante), una exacerbación
de aquel entrañable muñequito colgado del retrovisor
que desemboca en todo un mundo de artículos cuyo objetivo
es convertir al coche en un reflejo perfecto de lo que su dueño
tiene en ese desierto que va del bulbo raquídeo al hueso
frontal.
Las connotaciones negativas que
rodeaban al mundo de los macarras hacen que el tunning se inicie
de forma tímida. Al principio sólo los alerones de
algunos vehículos (que pretenden que el troncomóvil
se transforme en Halcón Milenario con la simple adición
de un pedazo de hierro) hacían prever lo que vendría
más tarde. Quizá apareciese el acompañamiento
de algunas pegatinas, acaso el del leve trucaje del motor (que pasaba
a sonar como un anciano asmático que, en plena agonía,
se aferra a la solapa del primogénito que lo heredará
todo sin haber dado un palo al agua), pero el asunto se mantenía
dentro de unos márgenes aceptables. En ese momento, las primeras
generaciones que sufrían los perniciosos efectos de la Logse
entran en la auto-escuela completamente lobotomizados y prestos
para acceder al maravilloso mundo de los complementos, en este caso
del motor, pero también de los ordenadores, los teléfonos
móviles etc. Esta generación cunda-chunda toma el
relevo de los incipientes bakalaeros y hace añorar a los
viejos flamenquitos de pilosos pectorales y cadenas con baño
de oro.
El fenómeno se hace ya imparable.
La fantasía del tunning transforma multitud de turismos en
bólidos cuya única misión es obtener energía
del trasiego de sangre que circula por las cada vez más sonrojadas
mejillas de los espectadores que asisten atónitos a su paso.
Se pueden distinguir fundamentalmente dos tipos de coche tunnig
por las urbes hispanas:
a)
Pajares-Esteso Tobacco Road.- Se trata de coches que parten
ya de un modelo con color chillón, por ejemplo amarillo,
y que van decorándose como árboles de Navidad, respetando
mucho la carrocería. Nos encontramos, por ejemplo, con adminículos
como tubos fluorescentes de color morado que se iluminan al frenar
o adhesivos que transforman el techo en una suerte de mapa de las
estrellas con marcianitos incluidos. Apenas se modifican por fuera,
salvo algún distintivo, y su motor puede retocarse a veces
para que suene más varonil. Lo curioso es que estos macarras
suelen burlarse de los que estudiaremos a continuación, normalmente
con la expresión: “vaya chorizos”. Como vemos,
entre ellos también hay clases.
b)
Pedro Duque Tarragona-Huelva Highway.- Aquí ya no
hay contención. Alerones de varias clases (a veces superpuestos),
cosas que cuelgan de todos lados, modificaciones de motor cada tres
semanas, pinturas variadas capaces de acabar con cualquier pupila,
accesorios para cuya definición se necesitaría otro
idioma… del modelo original sólo queda el pago de las
letras al banco. El objetivo de estos personajes es llegar a Marte
tras una aceleración de cuatro segundos y llamando la atención
todo lo posible. Necesitan ser queridos por la sociedad que tanto
los ha maltratado, y para ello irradian amor con la forma de contaminación
acústica y poluciones surtidas, como avecillas que reclamasen
los cuidados de su atribulada mamá.
En un alarde de riesgo y profesionalidad,
los micrófonos de LPD se han introducido en un antro dedicado
al tunning. Ofrecemos parte de este trabajo de investigación,
concretamente un pasaje del diálogo establecido entre comprador
y dependiente que creemos de gran valor antropológico:
COMPRADOR: Joder, ostia, estas ventrescas
molan que te cagas…
DEPENDIENTE: Ya te digo, se las pones a las funlleiras y el coche
ayambona mucho más, vamos, ayambona de la ostia.
COMPRADOR: Molan mazo. Pero mazo, mazo. Pero mi buga ayambona que
te pasas, si le pongo estas ventrescas a lo mejor me cargo las funlleiras
o se joden al rozar con los gorgoritos.
DEPENDIENTE: ¿Pero has puesto gorgoritos teniendo funlleiras?
Si ayambonas tres cuartos se puede ir todo al puto nabo, joder,
mi hermano ayambonó menos de tres cuartos y afurró
casi todos los gorgoritos, y, claro, los patucos a la mierda por
la vía rápida.
COMPRADOR: Pero coño, ostia puta, con patucos y funlleiras
no se puede ayambonar si un polondro .
DEPENDIENTE: Joder, pero tenía los patucos ventilados, y
estaba ayambonando sin pisar el tornador.
COMPRADOR: Ostia, qué putada, así pondría las
salatas a tomar por culo.
DEPENDIENTE: Imagina, las salatas al carajo, por eso te digo lo
de las ventrescas.
COMPRADOR: Me cago en la puta…
Por todo ello, y con los tímpanos
reventados por la música maquinera que sale de los vehículos
de los chicos tunningsexuales, hacemos un llamamiento de solidaridad
para que los lectores colaboren en la campaña de recogida
de firmas que permitirá conseguir alguna subvención
para la recién creada Fundación Tijeritas (para la
recuperación del choro patrio). Envíen también
aquí sus donaciones. Gracias.
Alfredo Martín-Górriz
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