DESDE
LA CHOZA MULTICULTURAL
Un
intento de denunciar las mentiras comúnmente aceptadas como
verdades fundamentales del Sistema
Frente
a la oleada ideológica uniformizadora que recorre el mundo,
un ventanuco de crítica al Sistema.
Frente al gran capital oligopolístico generador de desigualdades,
nuestras recetas macroeconómicas de andar por casa.
Frente al imperialismo cultural aniquilador de la diversidad, tolerancia
y mestizaje.
Capítulo
12: La tuna:
el último bastión de la verdad en las artes
¿Qué
lleva a un ser humano a tocar la bandurria? ¿Qué misteriosos
impulsos hacen que un grupo de hombres se vistan como Batman después
de haber recibido una paliza y canten Clavelitos? La explicación
es la misma que se puede dar a cualquier actividad artística
(o similares, incluyendo aquí pintar los uniformes de soldados
de plomo) en la que se vuelque con fervor un ejemplar del género
masculino: ayuntar con hembra fermosa. Por eso no es raro que los
tunos tengan fama de conquistadores, en su versión babosa,
y ahí reside el valor de tan denostado gremio: no ocultan
sus propósitos. Los poetas esconden tras la métrica
sus ladinas intenciones, los pintores recurren a complejos discursos
para evitar reconocer el origen de sus actos, los músicos
se decantan por la mística o extrañas búsquedas
intelectuales, y arquitectos ya no quedan. Sólo los bailarines
han osado mostrar sutilmente la importancia del motor sexual en
el arte, mediante la utilización de rellenos bajo el ceñido
pijama que utilizan para dar saltitos, o algunas sopranos de vertiginosos
escotes (pero sospechamos que para desviar la atención de
su voz). Ante ese mundo hipócrita se levanta, gloriosa, la
tuna.
En
sus orígenes, la tuna nace como un modo de evitar la sopa
boba y los actos delictivos por parte de los primeros estudiantes
universitarios sin beca, también llamados bobos (ya desde
el principio la tuna renegaba de cualquier actividad cerebral).
Con lo ganado cantando Clavelitos, podían mantener
sus estudios honradamente y volver a casa por Navidad. Todo eso
ahora carece de sentido, puesto que papá y mamá se
encargan de los maravedíes. Así que el tuno desvió
hace décadas su objetivo primordial, su propia manutención,
a otro muy distinto: fornicar (intento de). El número de
miembros de la tuna suele ser variable, pero se pueden identificar
varios elementos básicos:
a)
El gordo de la voz cantante.- Casi todas las tunas, y no se conoce
la causa, están encabezadas por un tipo obeso de, como mínimo,
1'82, y casi siempre con bigote y perilla. Suele ser afable, gracioso,
simpático y lanzado.
b) Los picaruelos de las bandurrias.- Son los miembros del núcleo
central de la tuna, todos muy afables, graciosos, simpáticos
y lanzados. Siguen las directrices del gordo, aunque su humor es
más vulgar que el del líder, si cabe.
c) El que se lo toma en serio.- En toda tuna hay un miembro que
no ha captado la esencia del grupo y se empeña en hacer música.
Es el responsable de que haya ensayos y de que la ejecución
de Clavelitos vaya mejorando con los años.
d) Los pardillos de las guitarras.- Son los clásicos tímidos,
enfermos mentales o con problemas de sociabilidad que creen que
el uniforme de la tuna hará el mismo efecto en las féminas
que el de general o almirante. Funcionan como cuota solidaria del
grupo en tiempos de corrección política, ya que calman
las conciencias de los bandurrias, intrumento que, por supuesto,
no son dignos de llevar debido a sus limitaciones en cuanto a afabilidad,
gracia, simpatía e ímpetu.
e) El tío de la pandereta.- Es la mascota y avanzadilla del
grupo. Actúa como vanguardia, a modo de simio, dando cabriolas
y golpeándose con la pandereta. Su función es sacar
un suspiro (de alivio) a las chicas, al comprobar que el resto de
la panda, si ser gran cosa, no es igual que este anormal.
f) El tío de la bandera.- Porta un antiguo estandarte que
se supone es el escudo de la tuna primigenia de la facultad en cuestión,
y que suele ser un logotipo hecho por el cuñado del gordo.
No hace nada y se lleva todos beneficios de ser tuno, y casi sin
rozar el ridículo (si esto es posible en una tuna). Es a
este gremio lo que el funcionario a la sociedad, un ejemplo de la
evolución que ha llegado a la cúspide de la cadena
trófica.
Una
vez activo, este grupo trata de aparearse con todas las mujeres
posibles. Para ello, suelen tocar Clavelitos debajo de un
balcón, a modo de reclamo. Al margen de esa mínima
excusa musical, no ocultan sus bajas pasiones, lo que los eleva
a un punto casi insólito de ética en una sociedad
que siempre trata de disfrazar tales impulsos con un traje más
espiritual. Asimismo, tampoco ocultan olores, intensos grados de
ebriedad, incultura o salivación excesiva, imprimiendo a
sus apariciones un sello de autenticidad bastante escaso en cualquier
ámbito. Su porcentaje de éxito es mínimo, pues
ni la policía ni las doncellas son tontas, y no es extraño
ver a los tunos deambular por las calles, de bar en bar, a la caza
de turistas japonesas, que quizá vean en sus ropajes una
reminiscencia de los samuráis.
La
tuna promueve la mejora de las relaciones con el País del
Sol Naciente y, volvemos a insistir, refleja al menos un atisbo
de la verdad en las artes, sin complejos ni subterfugios. Patéticos,
ridículos, fracasados, desesperados... son otros adjetivos
que vienen a la mente de muchos al hablar de la actividad de estos
músicos callejeros. Sin dejar de ser ciertos, no desnivelan
la balanza hacia el lado del exterminio propugnado por sus más
acérrimos enemigos (con linchamiento incluido mediante persecución
y gorrazos). Hoy día, la tuna es símbolo de la transparencia.
Sólo por eso merecen respeto y una subvención, a cambio
de que mantengan su actividad en el extrarradio de las ciudades.
Alfredo
Martín-Górriz (Córdoba)
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