ACTUALIDAD DE ESPAÑA AÑO
2005
29/04/2005:
Confirmado, no hay oposición
Ha pasado más o menos un
año desde que ZP dio la sorpresa y ganó las elecciones
cuando sólo él, Carmen Alborch y Ben Laden le concedían
alguna oportunidad. Pasado ese tiempo, con la rapidez propia de
los años no bisiestos, puede empezar a aventurarse un juicio
sobre la situación que empieza a vivir España: un
período sin oposición política a la labor gubernamental.
De los partidos nacionalistas de diverso pelaje, unos están
en sus cosas (así, los vascos), otros recuperándose
de la sucesión de sustos (CiU) y el resto conforman una curiosa
amalgama de apoyos críticos a ZP a cambio de las correspondientes
caricias en la Corte. Los restos del naufragio del sorpasso, por
lo demás, tratan de sobrevivir como buenamente pueden en
los huequecillos para la acción política que, amablemente,
les cede el PSOE. Así las cosas sólo el PP está
llamado a ejercer oposición, pero lleva un año lamiéndose
la heridas, quejándose cual plañidera a sueldo de
la FAES y sin atreverse a afrontar la dura realidad: las elecciones
que tiene que ganar son las de 2012, no las de 2004.
Afortunadamente para la salud democrática
del país, la ausencia de oposición a la acción
gubernamental no es por el momento preocupante porque, en paralelo,
se ha producido un fenómeno misterioso, quizá producto
de la paridad, a lo mejor consecuencia del talante o mera excrecencia
de una conjunción astral: si no hay oposición, tampoco
tenemos desde hace un año Gobierno.
La gestión de Zapatero y
su gente, por el momento, se ha basado en una reconstrucción
política guiada por el origen de los picores sociológicos
de la ciudadanía. Limitándose a restaurar míninamente
algunos de los más espectaculares encontronazos legislativos
del PP con los españoles, ZP lleva un año instalado
en la Moncloa y todavía no se sabe muy bien para qué.
Porque largarse de Irak, aprobar leyes contra la violencia de género
vacías de contenido, recuperar un modelo educativo de principios
del siglo XX que sustituya a la normativa de la época Moyano
o tomar nota de que el país se había puesto perdido
de rumanos, marroquíes, ecuatorianos, colombianos, senegaleses…
que trabajaban y trabajaban mientras todos mirábamos para
otro lado no es gobernar. Es tomar tierra, aterrizar en la realidad,
de vuelta de las Azores y de El Escorial.
Contra estas medidas, como le ocurre
al PP paradigmáticamente con la aprobación de la ley
que permite el matrimonio homosexual, es complicado hacer oposición
(caso de que Acebes y compañía estén en condición
psicológica de afrontar esta tarea) sin caer en el peligro
de lograr convertir medidas en nada atrevidas o controvertidas en
verdaderos estandartes de coraje gubernamental frente a la Caverna.
Pero a Rodríguez Zapatero
y su Gobierno habría que empezar a pedirle que gobernara.
Porque el desastre económico que es España y las carencias
sociales y educativas del país merecen de un mínimo
de atención, como problemas gravísimos que son, y
no la anomia gubernamental actual.
ABP
(València)
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