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ACTUALIDAD DE ESPAÑA                         AÑO 2004

 

31/12/2004: Propósitos de fin de año y planes para 2005

Ayer aprobó el Parlamento vasco, finalmente, la propuesta de reforma de su Estatuto de Autonomía conocida como Plan Ibarretxe. Se trata de una decisión adoptada por los representantes legítimos de la ciudadanía vasca que plantea un órdago político a España como estructura política constitucionalmente entendida como única y soberana de demensiones nada despreciables. Asimismo, constituye un ejemplo más del grave deterioro de la solidaridad y vocación de convivencia mínimas para poder aspirar a avanzar entre todos que campa en algunas regiones españolas. Manifestación por lo demás muy clara de que, a lo mejor, es que la población de las mismas sencillamente ni creen en ese proyecto ni prefiere seguir en él. O, quizá, de que están dispuestas a tomar cualquier tipo de ventaja, por desleal que sea, siempre que ello sea posible. Sea una cosa u otra, lo que parece evidente a estas alturas es que el resto de los ciudadanos ni tenemos porqué aguantarlo ni debemos hacerlo.

La aprobación del Plan Ibarretxe, con todo lo que ello supone, es incluso una excelente noticia. Un regalito de Navidad de Otegui a los españoles, a la vez que su apoyo al mismo es peligrosísimo para el PNV. Porque aclara mucho el panorama de hasta dónde están dispuestos los vascos (o los nacionalistas vascos) con tal de conseguir y acrecentar privilegios, fueros y cupos. Y hace patente que para ello les vale cualquier cosa, pasando por la expresa ruptura del marco constitucional y las exigencias de igualdad mínima entre los ciudadanos del país. Que se haya llegado a ello sin que, en realidad, el propio PNV y el Lehendakari que da nombre al engendro lo acaben de desear sólo añade imbecilidad al asunto. El proyecto de reforma de estatuto es todavía jurídicamente una propuesta, porque en nuestro sistema constitucional sólo tiene valor si es aprobado por las Cortes Generales, pero conlleva una declaración política de ruptura institucional. Por eso lo ha apoyado Batasuna, para obligar al PNV a meterse en un jardín monumental en el que sólo pueden perder. Mientras Cataluña se preocupa muy mucho de encajar su reforma en el marco constitucional existente o futuro (y trabaja por arrimar el ascua de la reforma constitucional a su sartén), y parece que la cosa le irá bien, el PNV se ve condenado a proseguir su política de extremar la tensión, pensada y programada en un contexto de brutal enfrentamiento con Ánsar-y-cierra-Españaza, con un Gobierno como el de ZP, al que podría haberse ganado por otras vías.

Es posible que todo quede en agua de borrajas y el PNV, consciente de lo que se le viene encima (en primer lugar, electoralmente, que no es lo mismo hacer este juego contra Ánsar que meter al País Vasco en el berenjenal mientras Cataluña, a buenas, va haciendo camino), acabe reculando mientras trata de no perder en exceso la cara. Sería un pena, porque llevando las cosas al extremo al que las han llevado sólo puede esperarse, al final del camino, una reacción sensata (¡al fin!) por parte del Estado.

Y es que el PNV y el nacionalismo vasco en general vienen jugando desde hace años con los temores y absurdas obsesiones del españolismo más rancio para tomar el pelo a todo el mundo. Aunque no se reconozca, y se oculte bajo la manida expresión "¡por mí que se vayan de una vez si quieren!", lo cierto es que España tiene un extraño interés porque el País Vasco se quede. O lo ha tenido siempre, entre su clase dirigente, como reflejo de una concepción de las cosas y de la vida en común explicable, sobre todo, por motivos generacionales. De manera que, aprovechando esta verdadera pasión anti-secesionista, los vascos han conseguido mil y un chollos absolutamente indecentes (no es la primera vez que comentamos el absurdo de un país donde los ciudadanos de las regiones pobres subsidian los excelentes servicios públicos de las ricas) por la vía de amagar (y al final aceptar no dar) a cambio de las prebendas de rigor. Un Gobierno tras otro (con el del Generalísimo incluido, aunque aquí también había un componente de pago de favores prestados en la Guerra Civil) ha cedido, y así tenemos incluso una Constitución española con cláusulas tan lamentables como las que se aceptaron para conseguir un voto favorable del PNV que luego, al final, ni siquiera se dio.

Lo que ocurre es que haría bien el PNV en calibrar cómo, con el cambio generacional, empieza a preocupar menos a los españoles la unidad de la patria. Y un sentimiento que vale menos es más difícil de utilizar para el chantaje. Extorsión que, por lo demás, siempre puede llegar un momento en que se rechace por simple dignidad.Cuando lo que se pretenda sea demasiado. Como ante peticiones tan claramente ventajistas como ... ¿las del Plan Ibarretxe?

Los vascos, a través de sus representantes, se han manifestado por primera vez de manera muy clara a favor de funcionar por su cuenta. De manera extravagante y pacata, sí, en la línea del nacionalismo vasco, pero una primera vez es una primera vez. Con sus balbuceos, pero con su significado último bien claro. Y no podemos perderlo de vista, se trata de algo muy relevante. Si en las próximas elecciones los votantes confirman esta tendencia, o en un hipotético y conflictivo referéndum, quizá, por una vez, de verdad, se pudiera tomar nota. Porque no pasaría nada. Una nación, un Estado, al margen de cuestiones jurídicas (es claro que ni en la Carta de Naciones Unidas ni en la Constitución española cabe derecho de autodeterminación alguno) ha de basarse en la voluntad de convivir. Y al igual que un matrimonio requiere de la voluntad de ambas partes (aunque sea el homosexual) y es positivo que se permita su disolución en cuanto esta situación no se de (esto es, en cuanto una de las partes ya no desee seguir conviviendo) no pasa nada por aceptar que si políticamente hay quien quiere separarse lo haga. Pero de verdad. Más que nada porque, a la hora de la verdad, es peor el remedio que la enfermedad. Si no se quiere convivir, si todo son problemas y follones, si la cosa deja jirones emocionales o físicos cada dos por tres, ¿para qué seguir? Mejor liquidar los gananciales de la manera más pacífica posible y quedar como amigos. E incluso mejor liquidarlos a la greña y no volverse a hablar, pero perderse de vista.

Lo que no puede aceptarse es la constante amenaza de la marcha como medida de presión. El Plan Ibarretxe, en este sentido, podría haber llevado las cosas tan lejos en sus pretensiones para "no acabar de irse" que quizá haga llegar a esta reflexión incluso al españolismo más feroz. No por nada, sino porque es posible que, por una vez, decidan que no están dispuestos a tragar. Los españoles, en general, lo aceptaríamos de buen grado. Porque las cosas han cambiado, la gente sabe más y, sobre todo, es más pragmática que idealista. Vende menos la noción de Ejpaña que una rebaja impositiva. Por lo que , conocido el percal, es normal que el sentimiento sea más bien que basta ya de pagar anualmente un dineral para preservar la Unidad de la Patria, amén de aguantar mil y una tonterías.

Ante un planteamiento de este jaez, crudamente abierto a sus pretensiones secesionistas, sería divertido ver la reacción de PNV y ciudadanía vasca. Que, por lo demás, si fuera aprovechar la coyuntura para irse, pues no dejaría de constituir un bonito ejercicio de autonomía política en libertad. Porque, si quieren hacerlo y vivir por su cuenta, no pasa nada porque lo intenten. Y nosotros que lo veamos, deseándoles que lo disfruten.

ABP (València)


 
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