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ACTUALIDAD DE ESPAÑA                          ENERO DE 2003

 

27/01/04: Carod Martínez – Soria en “La Alta Política no es para mí”

Asistimos estupefactos a la última “bomba” política de una campaña cada vez más estresante: Josep Lluís Carod – Rovira mantuvo hace tres semanas una reunión con ETA para negociar ¿? no se sabe muy bien qué. En unos momentos en que los problemas para el PP se acumulaban (iniciativa política en manos de Zapatero, escandalillos de “cuatro sinvergüenzas” que se resisten a perecer, CiU buscando el pacto de “todos contra el PP”…), la noticia, y sobre todo las consecuencias que ahora pueden atisbarse, sitúan al PP de nuevo en el mejor de los mundos posibles (la mayoría absoluta), pues si el miedo a la ruptura de Españaza no se ha desvelado por ahora como un poderoso aglutinante de voto, no del ya depositado en el PP desde que el mundo es mundo (el que votaría al PP casi en cualquier citrcunstancia), sino el voto de los indecisos, que los amigos del malo malón que quiere destruir Españaza, José Luis Rodríguez Zapatero, se dediquen a hacer proselitismo barato en asuntos que en ninguna circunstancia deberían ocuparles ya es una cuestión distinta.

La noticia: Carod se reúne con ETA no se sabe muy bien para qué (pero es muy fácil asumir que para buscar una “relación especial” de ETA con Catalunya, aunque no sea cierto y lo que buscara Carod fuera, sencillamente, notoriedad, en plan “Yo, Carod, el superpolítico del siglo XXI, he acabado con ETA, mientras vosotros, españolazos, nunca lo habríais conseguido, pues ETA es síntoma de un conflicto más arraigado entre el pueblo vasco y Españaza, y bla bla bla”; desde los albores de la Edad Media, la Caverna está que no cabe en sí de gozo), sin conocimiento del president de la Generalitat ni de nadie remotamente legitimado para asumir una responsabilidad así. Uno no entiende qué clase de aventurerismo político ha llevado a Carod a jugar con fuego de forma tan infantil, pero de lo que no cabe duda es de que ha logrado dilapidar la mayor parte del crédito político que él mismo, y el Gobierno al que representa, habían logrado acumular durante años / meses, respectivamente. Y tampoco cabe discutir, desde luego, la no legitimidad de Carod para negociar nada con ETA, pues él no representa a nadie con autoridad para hacerlo. No es de recibo refugiarse en un voluntarismo partidista del estilo de “siempre es positivo el diálogo”. Sí, pero con unas reglas, marcadas por los legítimos depositarios de la función de dialogar (el Gobierno), y partiendo de la base de que no hay igualdad de condiciones, que hay una parte culpable (ETA), y que esa parte ha de dar un primer paso (en la situación en la que estamos, con el Plan Ibarretxe por el medio y tras la infausta tregua de hace cinco años, el único paso adelante posible es el abandono definitivo del terrorismo) previo a cualquier negociación. Lo que ha ocurrido aquí es que Carod se ha lanzado a una piscina que en modo alguno le correspondía con la alegría –y la ignorancia- de quien se cree un genio de la política, capaz de desfacer entuertos en plan Don Quijote (y con los mismos resultados que Don Quijote).

Las consecuencias: el problema, en efecto, no está en Carod. Carod es muy libre de tirar por la borda su carrera política, y paradójicamente es posible que una acción así no le reste demasiados votos, y ni siquiera le haga tambalearse al frente de ERC, habida cuenta de las características del electorado de su partido. No estoy diciendo, obviamente, que los votantes de ERC sean proetarras –para decir eso ya está la Caverna-, pero sí que su visión de ETA, y del terrorismo en el País Vasco, difiere en buena medida de la más común en España, y es enormemente proclive a la búsqueda de una solución negociada.

Pero, con independencia de lo que haga Carod, la patata caliente ya está trasladada a su socio de Gobierno. La cuestión se ha puesto exactamente donde quería el PP: si Zapatero quiere tener alguna posibilidad de ganar las elecciones debe romper el pacto con ERC. Por eso nos encontramos, por ahora, con llamativas desavenencias entre Zapatero (que busca la dimisión de Carod para evitar males mayores) y Maragall (que quiere minimizar lo que para él serían males mayores, la dimisión de Carod y, muy posiblemente, la ruptura del tripartito).

Personalmente no creo que una eventual permanencia de Carod Rovira en el Gobierno fuera letal para las expectativas de voto del PSOE, pero sí importante: en un contexto en el que lo que se está jugando no es la victoria de un partido u otro, sino que la victoria del PP no sea por mayoría absoluta (porque, si así fuera, en el mejor de los casos Zapatero podría formar un Gobierno de “todos –o casi todos- contra el PP”, por mucho que ahora haga el paripé de “sólo gobernaré si gano en votos al PP”), cosas como éstas pueden decantar el voto de la seguridad hacia el PP que le acabe concediendo los 170 diputados (en los que, en la práctica, se sitúa la mayoría absoluta). Nada mejor para el PP que el debate se desvíe de sus errores (vivienda, seguridad ciudadana, “España ha dejado de ser un país simpático” para convertirse en Españaza, etc.) para pasar a sus aciertos, en particular si sus aciertos (la lucha antiterrorista, en este caso) salen a la arena política como consecuencia de los errores de la oposición.

Es decir, la cuestión no es sólo la salida de pista de Carod Rovira (lo cual, al fin y al cabo, debería afectarle a él, y sólo a él), sino el efecto que algo así puede tener en la campaña electoral. Por eso, por muy drástica que parezca la reacción de Zapatero (y por mucho que todos sepamos cómo va a responder el PP haga lo que haga Zapatero, me viene a la memoria la reacción del PP a la ya mencionada promesa de Zapatero de “gobernar sólo si superamos en votos al PP”. Tras decir esto Rafael Hernando (PP), tan pancho, suelta un “eso demuestra que Zapatero está dispuesto a pactar con los que sea con tal de echar al PP”, un auténtico hito en la historia de la falacia política), a la espera de lo que pase en Cataluña es la única factible por el momento; en un país donde la Caverna mediática cuenta con tanto peso no parece probable que se pueda desactivar el efecto electoral de la infausta entrevista con un público acto de contricción.

Por tanto, el mejor de los mundos posibles para Zapatero, en estos momentos, pasa por la dimisión de Carod (aunque no necesariamente por la salida de ERC del tripartito), y así lo ha entendido el otrora Bambi: en caso contrario corre el riesgo de convertirse en la madre de Bambi, un cadáver politico generado, además, no por sus errores sino por los que se han mostrado impresentables compañeros de viaje.

Guillermo López (Valencia)

 
La Radio Definitiva