ACTUALIDAD INTERNACIONAL ABRIL DE 2002 |
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23/04/2002: España, reducto democrático de Occidente Tras años de haber constituido la "reserva espiritual" del mundo civilizado, España va en camino de convertirse en, sencillamente, uno de los pocos reductos simplemente civilizado del planeta. En estos momentos, en Europa, la extrema derecha gobierna en coalición en Austria e Italia, ha demostrado en las municipales danesas una fuerza cercana al 25% de los votos, puede obtener un 15% en las próximas elecciones holandesas, es el partido bisagra al que ha recurrido la derecha portuguesa para gobernar e inspira el discurso de Stoiber en Alemania, que pretende dar una lección al rojeras de Schröder aplicándole las recetas alemanas de toda la vida. Pero el seísmo, el shock, acaba de producirse en Francia, donde tras la primera vuelta de las elecciones francesas, y con gran sorpresa de todos los analistas, medidores de opinión y, por supuesto (aunque esto no merece ni ser resaltado), especialistas en demoscopia, el viejo patriarca del ultraderechismo europeo ha eliminado a Lionel Jospin, Primer Ministro francés, de la segunda vuelta de las Elecciones Presidenciales en el país galo. Evidentemente, ante la extravagancia de la situación, los análisis menudean. Pero es absurdo tratar de analizar mucho más lo que no es sino una clamorosa demostración de trazos psicológicos del carácter francés que, por mucho que pretendan tratar de matizar u ocultar sus representantes culturales y políticos (la "imagen" de una Francia progresista y de resistencia contra el fascismo que nunca ha sido real), existió, persiste y seguiremos viendo. El pueblo francés no es especialmente racista. Es una tontería pretender señalar tal o tal pueblo como más racistas que otro. Todas las personas llevamos dentro el miedo a la diferencia y la peligrosa tendencia a cerrarnos hacia lo que, viniendo de fuera, se instala entre nosotros. Y más cuando lo que viene de fuera es, muchas veces, violento y desagradable. Expresado en términos clásicos de Le Pen, cuando lo que viene de fuera "se oye y se huele". El pueblo francés, simplemente, ha padecido una situación que España ni ningún otro país de Europa ha vivido. Y es que a la masiva inmigración (y además una inmigración muy agresiva culturalmente, preñada de islamismo intransigente, con derivas violentas) se ha unido una exigencia por parte de las élites francesas (que no conviven ni con negros ni con moros y los ven muy de uvas a peras) para con sus conciudadanos trabajadores, a los que han impuesto una convivencia las más de las veces difícil y a los que, además, han recriminado cualquier amago de queja, tratándoles de "fascistas y racistas". Con estos mimbres, con esta ceguera institucional hacia problemas reales, los resultados no pueden ser sino que las clases populares, los más pobres (que son quienes padecen la inseguridad y quienes viven en la miseria y la desesperanza), acaben asumiendo la estigmatización y comportándose de acuerdo con la etiqueta que les ponen los intelectuales bienpensantes. El fenómeno del Frente Nacional francés (que unida a su escisión capitaneada por Bruno Mégret ha obtenido un 20% de los votos, o sea unos 5.000.000 de votos) se explica así, de forma sencilla. Y su ascenso no es de un día, sino que constituye una imparable progresión desde hace 20 años. Lo de este domingo es únicamente un escalón más. Porque el éxito de Le Pen no ha sido provocado por un crecimiento espectacular y repentino de su electorado. Éste, de hecho, ha sido más bien escaso. No han sido las clases populares las que, abandonadas a Le Pen, le han coronado victorioso. Paradójicamente, han sido de nuevo las elites ilustradas francesas las que, con su tendencia al exhibicionismo ideológico, ha acabado coronando a Le Pen. Porque Francia en lo político, además de semillero de racismo y ultraderecha, cuenta con una importantísima parte de la población, la que se siente y se ve a sí misma como una elite cultural, política e intelectual no sólo de Francia sino de Europa, que se siente en la obligación, pedantería obliga, a afirmar elección tras elección su "diferencia" y su carácter de vanguardia de la izquierda europea. En un país en el que José Bové es aclamado y los partidos trotskystas menudean como setas (alcanzando un 12% de los votos en total) unoi podría suponer que se trata de fenómenos de raigambre obrera y proletaria. Pues no. La adulación a esta forma de hacer política, que tiene su máxima expresión intelectual en el reducto ideológico de cerrazón que es "Le Monde Diplomatique", se afirma entre las elites económicas y sociales del país, que han tenido acceso a la cultura y se sienten en la constante obligación de demostrar al mundo (y a los amigos) que a su izquierda no existe nada. Desde sus barrios ricos y sus buenos empleos y coches satanizan a la ultraderecha y a las personas que la votan. Y, también, a la izquierda que ha venido gobernando, a la que han calificado de derecha encubierta. Toda esta gente, que es la que ahora se lanza a la calle y va a pasarse unos meses dando la tabarra con el rollo de "tengo vergüenza de ser francés" o "la honte", que organiza manifestaciones anti-Le Pen con la rapidez del rayo, es la que está en el origen de su victoria: por no dejar otra opción a quienes la necesitan desesperadamente, y por su labor de deslegitimización de una acción de gobierno como la de Lionel Jospin. Porque a Lionel Jospin le ha eliminado su gente, la izquierda. Universitarios, estudiantes de Sciences-Po, hijos de la clase media-alta de izquierdas a los que, entusiasmados y ensimismados en su ultraizquierdismo de pandereta, han pasado los últimos cinco años dedicados a criticar la que califican de política derechista de Lionel Jospin. Mientras el Primer Ministro lograba el inédito milagro de culminar cinco años de cohabitación con una mayoría parlamentaria inestable y plural (con radicales, verdes, soberanistas, comunistas y socialistas), logro espectacular si se tiene en cuenta que 5 años no había durado Primer Ministro francés alguno desde hace años (y eso con mayorías parlamentarias homogéneas), y lo hacía poniendo en marcha el programa de izquierda económica y justicia social más avanzado de Europa (35 horas semanales, rebaja del paro por primera vez en Francia desde hacía 25 años, empleos para los jóvenes, medidas medioambientales y sociales de diverso tipo...). Mientras tanto, la irresponsabilidad de las enfermizas y ególatras elites políticas francesas exigían más y más. Y decidieron emplear el "premier tour" de las Elecciones Presidenciales Francesas en "dar una lección a Jospin" o en "enviar un mensaje para que se de un giro a la izquierda" (así me lo han comentado personalmente todos los jóvenes franceses de izquierdas con los que he hablado, pertenecientes a medios culturales instruidos). Evidentemente, todos ellos ponían mala cara cuando se les comentaba que, a pesar de todo, Jospin no era como Chirac. Y de mala gana te decían que bueno, sí, a lo mejor irían a votar en la segunda vuelta contra la derecha. Esta gente, ahora, está avergonzada. Ayer lloraban y se arrepentían de su deriva protestataria. Y acabarán teniendo que ir a votar en la segunda vuelta, pero a Chirac. Porque son así, porque son franceses: primero se encargan de colocar a Le Pen en la segunda vuelta y luego ellos mismos son los que más se escandalizan y se rasgan las vestiduras. En realidad, Le Pen sigue con su lenta subida, que sólo su inminente retiro de la política detendrá (y eso si no se encuentra un sucesor). Estas elecciones no supoene un cambio tan grave en este sentido para Francia. Y la campaña masiva anti-Le Pen que se avecina a cargo de toda la burguesía bienpensante y de toda la clase política no puede provocar sino que incluso acabe superando en la segunda vuelta con amplitud el 20% de los votos y roce el 30 o el 35%. Porque el drama del que todavía la izquierda francesa no se ha percatado (al menos todos aquellos que han pretendido castigar a Jospin y sus socios de gobierno y que son los más "gauchistes" enntre los "gauchistes") no es Le Pen. Le Pen da igual. El drama es que se han acabado 5 excelentes años para los franceses y para la izquierda europea, que una labor de gobierno seria, rigurosa, honrada y eficaz, ha sido derrotada en las urnas a manos del diletantismo de la izquierda más rancia (por mucho que se vea a sí misma como moderna y "cool").
19/04/2002 : A unas horas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas Francia sigue demostrando que la " excepción cultural ", a lo mejor ya no vigente en materia de libros, música o cine, sigue plenamente vigente en el mundo de la política. Aunque la primera vuelta de las elecciones no deparará grandes sorpresas (está garantizado el paso a la segunda vuelta de Lionel Jospin como representante de la izquierda y de Jacques Chirac como campeón del conservadurismo), a diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones , una verdadera fronda de pequenyos candidatos, cada día con más fuerza, van a lograr que los resultados de ambos apenas alcancen el 20% (caso de que los sondeos acierten). Estos pequeños candidatos reflejan el espíritu libre de una Francia que en materia política es tan complicada como el pequeño esbozo que sigue : - Extrema derecha : 2 candidatos. El incombustible Le Pen sigue gozando de la popularidad que merece un paracaidista que demostró lo que valía en la guerra de Argelia y que odia por igual a negros, moros y judíos. El mérito de rizar el rizo de esta forma es innegable, y Le Pen es recompensado con numerosos votos de negros (para luchar contra los políticos corruptos blancos), de judíos (que esperan una victoria de Le Pen que permita limpiar a la escoria mora de Francia) y de árabes (quienes ven en Le Pen la más segura muralla contra el sionismo internacional). Con un 10% de los votos más o menos asegurado fruto de tan acertada síntesis, no es de extrañar que Bruno Megret, candidato de la extrema derecha disidente, apenas obtenga votos, y pene en torno al 2% en las estimaciones. Dado que a Le Pen votan todos los negros, moros y judíos de extrema derecha , Megret debe conformarse necesariamente con los votos, únicamente , de los ultraderechistas franceses de pura cepa que, por lo que se ve, ya no son lo que eran. El programa de Megret está bien claro: " reponer orden en Francia ". - Extrema izquierda : 3 candidatos. La extrema izquierda encarna paradójicamente la mejor asimilación del mundo televisivo y superficial en el que vivimos. Si bien el Partido de los Trabajadores presenta el típico candidato gris que se dedica a hablar de la plusvalía y que a buen seguro hará el más absoluto de los ridículos, en la Liga Comunista Revolucionaria y en Lucha Obrera saben que al capitalismo se le vence empleando sus propias armas y explotando las contradicciones de las sociedades comunistas. De forma que LCR ha dedicado su campaña a potenciar como candidato a un chaval desconocido, guapo y bien plantado (machacado en gimnasio como buen obrero) con un slogan propio de las rebajas de unos grandes almacenes que haría las delicias de Luis Moya: " 100% a la izquierda ". LO, por su parte, ha decidido explotar al máximo el carisma mediático de su portavoz y candidata, la famosa Arlette Laguilier, única candidata revolucionaria que mientras preconiza la llegada al poder por la vía violenta de la dictadura del proletariado compagina estas actividades con apariciones en las revistas del corazón posando en su apartamento de los suburbios parisinos o aventando rumores sobre sus romances en los programas dedicados a los cotilleos rosas. Tales actividades han tenido un gran éxito y la LCR está ya en el 3% en los sondeos (un 3% por encima de sus más optimistas expectativas) mientras que LO aparece bordeando el 10 %. - Derecha no extrema : Además de Chirac, la representación de la derecha moderada francesa se compone de la inevitable ecologista cuya función nos es desconocida y de François Bayrou y Alain Madelin. El primero de ellos hace honor a su imagen de marca, la moderación, haciendo campaña con excursiones a los suburbios más conflictivos del país, donde se pone a repartir leches a los chavales de 10 años de familias moras. Tan enérgica actuación ha sido muy bien acogida en un país en donde estos gestos han sido interpretados como " propios de un padre de familia " en palabras de la mujer de Chirac o como una demostración de que Bayrou no es el maricón que aparentaba (el candidato comunista se ha apresurado a aclarar que él vive también en " banlieue " y que a pesar de eso nadie ha osado nunca acercarse a él con intenciones agresivas, algo que Jospin también ha comentado). Los franceses también admiran el gesto, no sólo la clase política ; y gracias a él Bayrou ha doblado sus previsiones (de un mísero 3% ha pasado a un también mísero pero espectacular 6%). Por su parte Alain Madelin está haciendo el ridículo y nadie le hace caso en esta campaña, por mucho que él reivindica, con su moderacion habitual, que el ultraliberalismo imperante en Europa es deudor de sus ideas. Y no le falta razón, ya que el tipo lleva más de 20 años exigiendo medidas tan " siglo XIX " como el despido libre o la desaparición de los impuestos sobre los capitales. Al margen de estas dos figuras también se presenta la defensora de las familias pero en versión femenina (la versión masculina y más violenta es Le Pen) en forma de Christine Boutin, figura de la derecha católica que trata de perpetuar la gloria que vivió cuando fue la voz de la oposición contra la infame pretensión del Gobierno Jospin de otorgar derechos a las parejas de maricones distintos a sesiones gratuitas de electro-shock para ver si se vuelven normales. - Ecologismo: Un aburrimiento. Un candidato de derechas y otro de izquierdas. Este último sacará un resultado digno, pero luego pactará con Jospin, como hasta ahora, pues si bien Paris valía una misa un par de Ministerios valen todas las centrales nucleares del país. Sólo da algo de pimienta a esta sección " naturalista " la presencia de un candidato dedicado a defender a " la otra Francia " , la de los pueblos y los campesinos hartos de burócratas y de Bruselas. ¿Por qué? Esencialmente porque no les dejan cazar como les da la gana, sin respetar esas absurdas normas reguladoras de tal actividad tan en boga actualmente. " caza, pesca y tradiciones " puede llegar al 5% de los votos. - Lq izquierda : Además de Jospin y el ecologista señalado , la izquierda moderada ve convivir desde un gaullista republicanista (Jean-Pierre Chevenement) hasta una negra de las colonias (radicales de izquierda). El comunista Robert Hue puede ser considerado, en efecto, como izquierda moderada, ya que ser el único partido comunista del continente que no ha abjurado del socialismo científico no le convierte en radical desde el momento en que al menos un 10% del electorado, como vimos, vota a opciones que preconizan la toma violenta del poder por parte de los trabajadores. Esta tibieza va a condenar a Robert Hue a unos miserables resultados, similares a los que logró Julio Anguita en sus últimas y recordadas peripecias (5%). La negra de las colonias (Christiannne Taubira) no aporta más que una nota de color a la campaña, pues sólo ha logrado remontar en los sondeos (hasta un 2% que sin embargo es considerado un éxito) a base de dejar cualquier mínimo de seriedad o vergüenza a un lado y convertir los mítines en espectáculos de música étnica en los que ella sustituye los discursos por bailes sabrosones. Por último, Jean-Pierre Chevenement ha sido la sorpresa de la campaña, y aspira desde la nada a llegar al 10% de los sufragios, gracias al maridaje que sólo es posible en Francia de la izquierda y la derecha policial. Todo ello es posible si se combina el espíritu laico y republicano típico de Francia con nacionalizaciones de empresas y con una visión de Francia contaminada por moros y negros (pero no por nada, oiga, sino porque son " delincuentes " que van contra la moral republicana y además practican religiones contrarias a la laicidad de la república con insolente descaro y evidente exhibicionismo). Semejante programa, que en cualquier país sería calificado de extrema derecha, en Francia es tenido como el no va más de la nueva izquierda y puede convertir a Chevenement en una figura. - Los candidatos de verdad : Chirac y Jospin, pero de ellos ya hablaremos en la segunda vuelta.
09/04/2002: Elecciones presidenciales en Francia El Consejo Constitucional francés, convalidando 16 candidaturas a la Presidencia de la República del pais vecino, ha dado el pistoletazo de salida definitivo a la que promete ser la campaña presidencial más esperpéntica de las que se recuerdan, al menos en sus primeras semanas. Al tratarse de unas elecciones en las que se elige a una persona, todos los candidatos parten, en teoría, en igualdad de condiciones. No les presentan sus partidos, sino que deben obtener más de 500 firmas de dignatarios públicos (valen también los concejales) que avalen la candidatura. De forma que, en principio, no se puede saber quién tiene más o menos apoyos, ni vale contar los votos obtenidos en pasadas elecciones por candidatos o por sus partidos: todos, los 16, deben disponer exactamente del mismo tiempo en antena en la televisión según la rígida Ley electoral francesa (incluyendo no sólo la propaganda oficial pública sino tambien el espacio, por ejemplo, en telediarios). De forma que se va a montar inevitablemente un "joli bordel". Veamos algunos ejemplos: - Cualquier telediario desea informar de los actos de campaña de los dos grandes candidatos, Lionel Jospin (Primer Ministro que desea convertirse en Presidente en lugar del Presidente) o Jacques Chirac (actual y ocioso Presidente), y emplea para ello un tiempo prudente, un par de minutos para cada uno. Pues bien, automáticamente la ley obliga a dedicar sendos 2 minutos a cada uno de los 14 candidatos restantes, con lo que a continuación el informativo debe consagrar media hora a informar de los actos de dos candidatos ultraderechistas (Le Pen y un disidente más derechista e intelectual), tres trostkystas (record guiness incluso para Francia), a los cuatro elementos de la "gauche plurielle" que desean desmarcarse de Jospin (ecologistas, comunistas, radicales, chevenemistas), a un representante de los cazadores, una ecologista de derechas (por lo visto los hay que no lo son), una antiabortista histérica.... - Por si esta obligación no fuera suficiente para dormir a la audiencia, imaginen Ustedes los posibles debates a 16 que deberán celebrarse (evidentemente, sin la participación de pesos pesados, por motivos obvios) - Además, para rematar el absurdo, las cadenas públicas deben emitir en estricta igualdad los 16 vídeos institucionales de los diferentes candidatos. Con el agravante de que, para hacerlo todavía más "sovientizante", la legislación francesa obliga a que los vídeos sean grabados todos con los mismos medios, el mismo esquema (el clásico "busto parlante"), por los mismos equipos (los de la television pública) y sin permitir ninguna floritura estética. Y este coñazo multiplicado por 16. Sólo falta que les obliguen a todos a decir lo mismo (algo, por otra parte, que sería superfluo en muchos casos). En cualquier caso, Francia siempre resultara entrañable gracias a sus peculiaridades y obsesiones. Es enternecedor ver a los diferentes trotskystas acusarse unos a otros de estar vendidos al capital, al eurocomunismo, al revisionismo marxista o, lo que es la peor acusacion de todas, a la socialdemocracia. De momento los programas de estas candidaturas representan diferencias notables: unos pretenden prohibir los despidos y otros obligar a contratar; unos desean colgar al último cura con las tripas del último patrón y otros linchar al cura primero y emplear sus intestinos para colgar al patrón... Pero eso es una cosa y otra ver una sucesión de ecologistas y a François Bayrou de regalo por la tele en plan masivo.
04/04/2002: Israel
En primer lugar, resulta ocioso hacer hincapié en si los palestinos o los israelíes tienen razón en el conflicto. Tras varias décadas de enfrentamiento, ambos bandos se han hecho acreedores a toda pérdida de legitimidad. Los palestinos, alentados por los países árabes, por exigir durante años la simple desaparición de Israel, y posteriormente aspirar a más territorios de los que les corresponden según las resoluciones de la ONU. Los israelíes, por pretender quedarse con unos territorios que, también según la ONU, ocupan de forma ilegal y corresponderían bien a algunos de esos países árabes que en su día constituyeron alianzas de considerable eficacia para destruir Israel, bien al supuesto Estado palestino. Si me apuran, y asumiendo que dichos territorios fueron conquistados por Israel en sucesivas guerras creadas por los árabes, habría que poner en duda la ilegitimidad de la ocupación desde un punto de vista legal. Pero, en segundo lugar, también es preciso tener en cuenta el plano "moral", el desplazamiento de millones de palestinos de la tierra en la que habían vivido durante siglos a causa de una resolución de la ONU; la asimetría del conflicto entre un Estado desarrollado que ejerce el práctico monopolio de la violencia frente a un enemigo desvalido salvo para explosionarse a sí mismo en autobuses y restaurantes. Israel deslegitima diariamente su posición, en el momento actual, con sus ataques indiscriminados a los palestinos; los palestinos, o mejor dicho Yasir Arafat, quien siempre se arrogó la representación de "su pueblo" incluso por medios tan cercanos al mundo de la moda antiglobalización como llevar un turbante con la forma de Palestina, quedan deslegitimados por su gusto por usar el terrorismo como forma de acción política. Si bien es cierto que el terrorismo es la forma más eficaz que tiene el débil de ejercer la violencia, me concederán que, en un ejercicio de apoyo a las posiciones sionistas que me da asco hasta a mi, me permita poner en duda que un líder político que, primero de forma explícita y en la actualidad subrepticiamente, alienta la autoinmolación de sus supuestos conciudadanos en diversas acciones de terrorismo suicida, sea el más adecuado para llevar a cabo un proceso de paz. Los medios de comunicación se regocijan en poner de relieve que el líder israelí, Ariel Sharon, es un siniestro carnicero que no tiene ningún interés en el proceso de paz. Esto constituye un juicio totalmente cierto que suscribiría sin dudarlo el propio Sharon, pues así ganó las elecciones. Sharon no engañó a nadie, y desde un principio dejó muy claro que a él no le interesaba negociar con los palestinos, sino exterminarlos. El problema es que Sharon llegó al poder con este programa político (leña a los palestinos, negociación cero) en unas elecciones democráticas, y obtuvo el apoyo de una aplastante mayoría de la población judía, posiblemente entusiasmada con el poderío de Sharon, quien, según nos explican algunos sesudos analistas internacionales, puso en marcha la Intifada simplemente dándose un paseo por la Explanada de las Mezquitas (imagínense que el rey de Marruecos se pasea, en plan desafiante, por la Catedral de Sevilla y España, sin comerlo ni beberlo, le declara la guerra a Marruecos). Sin embargo, sabemos que en Israel, junto a una minoría (importante, pero minoría al fin y al cabo) de ultraortodoxos intransigentes deseosos de poseer la mayor parte de desierto posible, conviven otras colectividades de talante moderado y progresista, en principio proclives a la negociación con los palestinos. A nadie le gusta que aparezca un palestino - bomba en su restaurante favorito, a pocos les gusta avalar a un Estado que periódicamente ejerce la fuerza y los asesinatos "selectivos" con un enemigo al que, aunque sea odiado, le asiste la razón de los débiles. Y entonces, ¿por qué votaron los judíos a Sharon? La respuesta está en el fracaso del proceso de paz, valientemente llevado a cado por el laborista Ehud Barak, que finalmente se estrelló ante las exigencias, cambiantes y siempre al alza conforme avanzaba el proceso, del líder palestino, Yasir Arafat. El premio Nobel de la Paz 1993, que ya había dado muestras de su buen gobierno en la Autoridad Palestina instaurando uno de los gobiernos más corruptos del mundo, ejerciendo el autoritarismo y la violencia política con tal tino que cualquiera diría que estudió en el mismo colegio que Sharon, quizás tuvo miedo de tener que enfrentarse a las exigencias de gobernar un Estado sin subvenciones a fondo perdido de la Unión Europea, quizás no tenía claro que podría mantener el bello sistema electoral de candidato único propio de democracias como Túnez, en las que el presidente gana sistemáticamente con más del 90% de los votos, ante el aplauso de la supuesta oposición. Arafat, hoy por hoy, es también un líder totalmente deslegitimado para la parte israelí, y para reiniciar el proceso de paz parece evidente que si Sharon debería ser sustituido por un político con interés en alcanzar acuerdos con la otra parte, con Arafat debería ocurrir lo propio. No estamos hablando, necesariamente, de un líder de talla mundial como José María Aznar, que ejerciendo su firmeza conseguiría exactamente lo mismo que Sharon (nada) pero sin recurrir a la violencia, pero sí de dos dirigentes auténticamente moderados (Simon Peres, por ejemplo, y del lado de los palestinos alguno debe haber, digo yo, que no considere un éxito enviar a niños a enfrentarse a los tanques israelíes, o a explosionar) que se ciñan a lo que fue el proceso de paz de Oslo: paz por territorios, los territorios ocupados por Israel en 1967, ni más ni menos lo ofrecido por Israel en la anterior negociación. |
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Debate sobre los Nacionalismos |
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