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2005

 

20/12/2005: Exportando democracia

¿Quién osó afirmar que analizar la realidad política internacional y la historia de los últimos quinientos años es una tarea compleja? LPD se enorgullece de poder emplear la simplificación como método, generalizando como si fuéramos científicos pre-popperianos y extrayendo de acontecimientos pasados convenientemente medidos a nuestro antojo para que los resultados sean publicables en Science las conclusiones que más nos interesen. Y, al hacerlo, plantear algunas pocas míajillas de verdades absolutas que explican el mundo y nuestra civilización.

Cada país, cada gran nación que en el mundo ha sido (esclavizando a otras, que es como las grandes naciones vienen a serlo) ha creado hijuelas bastardas que penan, siglos después, con el triste legado que los colonizadores dejaron. Si todavía alguno de Ustedes tiene dudas, por ejemplo, sobre la indeleble influencia legada por España y los españoles en toda Hiapanoamérica, matricúlense en algún instituto de idiomas mientras realizan una estancia en el extranjero. Y verán cómo a pesar de lo diferentes que puedan sentirse de argentinos, mexicanos, ecuatorianos o gautemaltecos el paso de los días y las semanas permite concluir con la triste constatación de que los que han faltado reiteradamente a clase, junto a los españoles, han sido todos ellos mientras chinos, coreanos, japoneses, europeos de toda laya, turcos e incluso estadounidenses acudían a clase con cierta regularidad.

Mientras Inglaterra ha legado guerras civiles eviternas a todo territorio que holló el Imperio de Su Majestad debido a su tendencia a azuzar las querellas intestinas entre los indígenas como medio de perpetuarse en la poltrona colonial o Francia ha dejado destrozados a todos los países por los que ha pasado por la vía de promocionar a una elite local vendida a los franceses y convenientemente untada para que se encargaran del trabajo sucio (todo ello rematado con el legado de la francophonie para que esa gente ya no pudiera salir del hoyo nunca más), los chinos han ido propiciando la reproducción de autoritarismos destinados a producir y producir las 24 horas del día y los Estados Unidos han optado por comprarse países y dirigentes en vez de colonizarlos pues pronto descubrieron que ésta es una forma mucho más cómoda de poder instalar prisiones y centros de tortura (la deslocalización es lo que tiene) que la gestión directa. España, por el contrario, no sólo exportó una relación digamos que especial con la cultura del trabajo, sino la querencia por las dictaduras militares y las revoluciones anarco-proletarias.

Fidel Castro o el Che Guevara son fenómenos íntimamente ligados a la esencia de lo español. Tanto o más que Augusto Pinochet o Videla. Así son las cosas. Los franceses han llenado África de dictadores y revoluciones de opereta, pero para vender armas o expoliar recursos. Nosotros hemos legado estas cosas uno diría que casi por amor al arte, por gusto por la juerga y la francachela política. Que la cosa haya degenerado en la actualidad en Carod Rovira y Ángel Acebes no es probablemente culpa nuestra sino consecuencia de la contingencia geográfica. De la puta Unión Europea, para más señas.

Con la herencia cultural que corre por sus venas no es de extrañar lo convulso de la historia de Hispanoamérica. Y, por supuesto, tampoco ha de sorprender la proliferación de personajes como Fidel Castro (o si nos ponemos en plan exquisito como Evo Morales o Hugo Chávez –o si nos ponemos en plan “centro reformista” como Néstor Kirschner o Lula Da Silva-). Lo extravagante de estas gentes dadas a la nacionalización de recursos y a la demagogia populachera es, más allá de estas derivas reciamente españolas, su afecto por los usos democráticos (aquí, si nos ponemos puristas, la verdad es que habría que excluir a Castro, pero es que es el único que viene de otra época, el pobre). La culpa es, sin duda, de la globalización.

Llevados por el catastrofismo podríamos culpar a los tiempos y llorar por esa Sudamérica de toda la vida, con sus asonadas y sus coroneles golpistas, hoy desaparecida. ¡Si hasta Chávez, siendo milico, ha optado por otro procedimiento! Pero no conviene deprimirse demasiado pronto. Todas estas rutilantes democracias cuentan con estrechos vínculos con España. Y no nos referimos sólo a las visitas de Sus Majestades Campechano I y Políglota de Grecia o de Su Alteza El Príncipe Niñato. Los gobernantes serán elegidos democráticamente, sí, pero conservan ciertos rasgos que los hacen perfectamente encuadrables en la tradición de buen gobierno latinoamericana.
Esto es lo que no se entiende, por ejemplo, desde Estados Unidos. Aunque les compren gas y petróleo están muy enfadados con ellos, y creen que la democracia tiene que estar fallando si esa “fórmula mágica” tan preciada al imperialismo cultural yanqui produce los efectos que produce. Hablan de tongo y cosas de esas. Porque, por lo visto, la participación es baja en las presidenciales y bordea el 30% del censo en las parlamentarias. Si además de esos dos datos se diera un resultado conflictivo con votos mal contados y una decisión final en manos de jueces puestos a dedo por el padre del candidato al que se otorga la victoria estaríamos, directamente, hablando de la cuna de la democracia.

El gran mérito de la revolución perverto-democrática que asuela América Central y del Sur, país tras país, ha sido la aparición de una generación de líderes que se ha dado cuenta de que las bondades del sistema democrático, que deja todo “atado y bien atado” en beneficio de las clases medias y tranquiliza el panorama en beneficio de la oligarquía quiebran y se convierten en verdadero agente revolucionario si la tasa de exclusión social no está dentro de los límites considerados “aceptables” en las sociedades maduras (¿un15%?, ¿un20%?, ¿un 25% si hablamos de Francia?, ¿un 30% si hablamos de EE.U.?...). O sea, que el invento de la democracia, si lo que pretendemos es evitar sustos, puede fallar cuando más del 60% de la población vive en una miseria cuasi-extrema.

¿Qué podemos reprochar, en el fondo, a Chávez o a Evo Morales? ¿Que busquen los votos de las personas condenadas por los tradicionales ostentadores del poder? ¿Que gracias a que estos son una abrumadora mayoría de la población puedan llegar democráticamente al poder cuando antes la vía era sólo la asonada o la revolución? No parece muy sensato, la verdad, ponerse en serio a jugar esta partida. Y es como mínimo hipócrita que se critique las decisiones de estos gobernantes de nacionalizar recursos y emplear la riqueza nacional en programas sociales o directamente en dar pasta a los más necesitados. Son acciones de gobierno que responden a una lógica democrática impecable. Mientras sean actuaciones de este tipo las que se reprochan a Chávez y compañía sólo queda esperar tranquilamente: si poco a poco logran en los países afectados un cierto reequilibrio social (una tasa de desheredados “aceptable”, digamos que sólo de un 30%, por ejemplo) la dinámica electoral acabará por excluir a la escoria de las sociedades y los europeos podremos volver a vivir tranquilos pensando en lo bien que funcionan las instituciones latinoamericanas y cómo van, poco a poco, avanzando. Si no ocurre siempre podremos esperar que, desencantados, vuelvan al redil de los partidos moderados o, sencillamente, dejen de votar, los muy analfabetos. Pero, por si todo falla, recordemos que estamos en zonas donde antaño ondeaba la rojigualda. Vamos, que no hace falta que se preocupen tanto nuestros bienpensantes demócratas, porque siempre quedará la opción de un golpe de Estado que devuelva las cosas a la normalidad democrática.


ABP (València)

 
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