ACTUALIDAD
INTERNACIONAL
2005
29/04/2005:
Blair y la fuerza de las convicciones
Del “Saddam tiene armas de
destrucción masiva, créanme” a las barrabasadas
múltiples de Tony Blair hay pocas diferencias más
allá del estilo y la inteligencia de los respectivos personajes.
Pero el caso es que, enfrentado por primera vez desde entonces a
la posibilidad de enviar un recadito en forma de coz a la arpía,
el ciudadano inglés se debate entre qué haya de ser
más importante, en conciencia: librarse de quien les trató
como a súbditos de cualquier país de herencia colonial
española o evitar cualquier riesgo, por ínfimo que
sea, de encontrarse con el líder conservador británico
de servicio en estas elecciones para defender el programa político
tory de mínimos (desarticular comandos sanitarios públicos
y meterse naranjas en la boca en los ratos que deja libre la onerosa
carga de desmantelar cualquier rastro de participación ciudadana
en la vida social y pagar a empresas privadas para que ocupen estos
espacios).
El lado tenebroso de la fuerza de
las convicciones, ese sabio pragmatismo, mueve a los británicos
a mostrarse prudentes y encontrar consuelo en las astracanadas de
Mourinho, personaje clave para suplir el vacío dejado por
Lady Di como Emperadora del Oportunismo. Prefieren casi ni recordar
que hubo un tiempo en que sus soldados fueron a luchar y a morir
para evitar que Europa, el mundo libre y la tía abuela que
vive en Nottingham estuvieran bajo la constante amenaza del ataque
termonuclear y/o químico que en 45 minutos podía lanzar
Irak contra cualquier ciudad occidental. La alternativa a esta selectiva
pérdida de memoria sería colocar en el poder a quien,
por otra parte, jaleaba con entusiasmo estas excursiones al Golfo
Pérsico. Con la sutil diferencia de que los conservadores
británicos no han ocultado nunca que, desde que dieron por
perdidas definitivamente las 13 colonias allá por 1941, su
imagen de cómo han de arreglárselas para pintar algo
en el mundo es la pública genuflexión frente al amo.
En su línea sado-maso, lo que más les pone de la situación
es hacerlo delante de todos, exhibiéndose mientras el ocasional
inquilino de la Casa Blanca les fustiga con saña. Tiene esta
alternativa la ventaja de que, al menos, no pretenden engañar
a nadie con su jueguecito, sino convencer de que ha de resultar
placentero.
Lamentablemente
para Blair el reciente bipartidismo inglés está últimamente
en cuestión, lo que deja a muchos electores con aficiones
sexuales más en la órbita de lo aceptado por Benedicto
XVI y a los que les sienta mal que les tomen miserablemente
el pelo, con la posibilidad de votar a los liberal-demócratas.
Esta alternativa es como votar al PSE en Euskadi o a favor del Real
Madrid en la sección “El Lector arbitra de As”:
una manera de dar rienda suelta al buen rollete electoral sin miedo
a que tenga consecuencias políticas.
En tal tesitura, parece asumido
por todos que Blair repetirá cómodamente su victoria,
con un leve descenso que irá en beneficio de los sempiternos
centristas de convicciones. Y la cosa extraña sobremanera,
porque, ¿hasta qué punto los ciudadanos británicos
van a sancionar alegremente desmanes como los de este sujeto? La
permanente agresión a la dignidad personal del ciudadano
es más difícil de lavar que la cometida contra correligionarios
de partido que, a fin de cuentas, han de aspirar a volver a disfrutar
de su condición de honorables Members of the Parlement. Y
no da la sensación de que Tony Blair haya hecho mucho por
restaurar la confianza de sus bases. Recuerden que dice la teoría
que los americanos son unos patanes y los europeos no (y Bush estuvo
a punto de lograr perder la reelección), que sostiene el
pensamiento políticamente correcto que los ingleses están
mejor y más libremente informados que los estadounidenses
y, sobre todo, que los anglosajones “no perdonan que se les
mienta”. Con estos datos, a la espera de los resultados, parece
claro que Blair tendría que empezar a pasarlo mal. Si no
fuera así, hemos de empezar a revisar el tópico sobre
las pautas de la democracia inglesa y compararlas con modelos latinos.
Porque en España ciertos errores (sí, por supuesto,
minúsculos, pero eso precisamente refuerza la idea que desarrollamos)
sí fueron causa de un fiasco electoral sin precedentes. E
incluso en Italia, donde a diferencia de lo que ocurría en
España no hay una infame coalición de medios de comunicación
públicos y privados unidos en su propósito de derrocar
al Gobierno ni se contó con la ayuda del terrorismo internacional
para alterar el resultado de las elecciones, los ciudadanos pasan
factura a sus alegres combatientes en pro de liberar al mundo de
la amenaza nuclear y bacteriológica iraquí.
ABP
(València)
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