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FEBRERO DE 2005

 

09/02/2005: Esclavillos de Todo a 100

El Gobierno de España ha decidido regularizar a los inmigrantes ilegales que tienen trabajo. La medida en general es comprendida por casi todo el mundo, aunque ha generado ciertos recelos en Europa. Pero nada grave, porque nadie en su sano juicio prefiere que se aprovechen de los neo-esclavillos indios y negros únicamente las mafias y los empleadores sin escrúpulos. El Estado, la Seguridad Social y los ciudadanos de bien también queremos algo de lo ganado con el trabajo animal que se compra en el Todo a 100. Y eso, cuando se les explica y lo analizan en serio, lo entienden los alemanes y los holandeses antes que nadie.

La política de inmigración de la Unión Europea y de los Estados Unidos es en sí misma escandalosa. Y la regularización del Gobierno de Rodríguez Zapatero no hace sino poner de manifiesto alguna de sus contradicciones más dolorosas. Para empezar, quienes aplauden la medida (Wall Street Journal incluido, aunque en esta ocasión sin el aval de Ángel Acebes) están poniendo de manifiesto una realidad: es un sinsentido tener a tíos trabajando, que son necesarios y que hacen funcionar la economía (España, de hecho, lleva casi un lustro creciendo únicamente por el incremento de la mano de obra disponible y poco más), en un status de oficial ilegalidad. Adicionalmente, el mínimo sentido de la piedad que casi todos compartimos se ve afectado ante la tesitura de deportar a un tipo que lleva años trabajando en España, viviendo aquí y que no ha hecho nada más que tratar de ganarse la vida lo mejor que puede.

Por supuesto, todas estas razones son válidas, como demuestra la política de inmigración de Estados Unidos o la Unión Europea, mientras se trate de gente que, efectivamente, pueda trabajar. Y, a ser posible, en aquellos empleos donde se necesita fuerza animal para funciones que las máquinas todavía no logran desarrollar óptimamente. Esto de la fuerza animal, como es poco elegante y agotador (y deja inválido a los 50 años) se lleva poco entre los blancos, que preferimos trabajar sentados. Aunque cobráramos más deslomándonos. Es una elección perfectamente racional. Con lo que imaginen lo necesarios que son los esclavillos que están dispuestos a hacérnoslo y, además, por cuatro perras.

En tales situaciones ni siquiera Ynestrillas tiene la desfachatez de asegurar que esta gente "quita el trabajo a los españoles". Porque españoles para esas cosas quedan pocos. A pesar de la afición por pedir pensiones de invalidez de los ciudadanos de este país, solemos preferir hacerlo estando en realidad más bien sanotes. La obra, el campo... ¡uff! Miren los andamios y los bancales de este país y descubrirán que, por debajo de los 30 años, es complicado encontrar a un español.

Regularizaciones se hacen constantemente en Europa y Estados Unidos porque vivimos en sociedades enfermas. Que han cerrado sus fronteras pero que ni pueden ni quieren blindarlas. Prefieren utilizarlas como mecanismo de selección. Los más atrevidos y osados, los más necesitados, acabarán llegando como ilegales y estarán en condiciones de ser explotados un tiempo de manera directamente esclavista. Como recompensa, al cabo de unos años, les daremos papeles. Y podrán, años después, empezar a recuperar a su familia. E incluso, con el tiempo, llevar una vida digna. ¿Acaso somos los europeos unos desagradecidos explotadores?

La ciudadanía española, que ha sido la menos racista de Europa durante años (en concreto, mientras no había ni un negro por las calles de nuestras ciudades), acepta mayoritariamente por los motivos expuestos esta tendencia occidental, europea. ¡Qué remedio! Alguien tendrá que construir nuestras casas para que podamos seguir con la burbuja que es el centro de nuestra economía. Sin cuestionársela en exceso, mirando para otro lado y tratando de mezclarse lo menos posible con la inmigración. Sin denunciar que es una auténtica vergüenza.

No puede potenciarse y premiarse a quien incumple la ley, frente a quien pide un visado y se lo deniegan. No puede funcionarse de esta manera, que es justamente lo que ocurre con nuestra permisividad (interesada) con las irregularidades para luego, a posteriori, regularizar. Así sólo se fomenta... el espectáculo que tenemos ahora: pateras, mafias, muerte y neoesclavismo. Aderezado, en estos lares, con elementos propios de la España cañí, como el invento del Gobierno de hace unos años del reparto de los irregulares esparciéndolos por la geografía española cual repoblación forestal. Y con unos centros de "retención" de extranjeros que son, sencillamente, la más triste muestra del absoluto desprecio que por la mano de obra animal tenemos los españoles (iba a decir que sus condiciones son peores que una cárcel de hace 40 años, y eso que ahí están personas que no han cometido delito alguno; pero probablemente es mejor comparación pensar en un establo fuertemente vigilado para que las vacas no escapen).

Pero claro, ¿qué puede esperarse de un sistema en que el cupo de extranjeros aceptados para trabajar en el sector agrícola en la provincia de Alicante para el año 2003 era de 3 inmigrantes (TRES)? ¿O en el que la Seguridad Social de Valencia asegura que no puede legalizar la situación de una empleada del hogar sudamericana por tratarse de un sector económico donde hay una alta tasa de paro entre los españoles que quieren dedicarse a esta actividad?

La Unión Europea, en vez de campos de transición en suelo africano, regularizaciones y demás historias peregrinas (por no mencionar la aventajada propuesta del PP canario de devolver a los "africanos a África" y si no se sabe de dónde son "meterlos en Ceuta y Melilla, que al menos están en su contienente", ciertamente reveladora, y no sólo de desconocimiento de la geografía más básica), haría bien en avanzar en dos direcciones:

- dejar de degradarse amparando esta nueva versión de trata (a la vez que se proclaman bonitos listados de derechos para los ciudadanos europeos)

- si no, cuando menos, teniendo la valentía política de plantear contingentes realistas y un eficaz sistema de expedición de permisos que, junto a la extrema severidad con los irregulares, enviara el mensaje menos indecente dentro del estercolero que es la gestión de la inmigración: no hay sitio para mafias o para quienes pretendan obtener ventajas del incumplimiento de las normas.

Lamentablemente, es dudoso que exista un Gobierno (y no parece que Rodríguez Zapatero y compañía tengan la más mínima intención de ir en esta dirección) con el coraje político de plantear a la ciudadanía algo así como "Señores, en los próximos años necesitamos un millón de inmigrantes y vamos a dar los correspondientes permisos a través de nuestras embajadas". Ni una oposición que no sea capaz de dejar pasar una ocasión como esta de acusar al Gobierno de llenar el país de negros.

Es mucho más fácil, en la actual Unión Europea (de la Constitución sin derechos para los inmigrantes, de los países que siguen sin reconocerles, por supuesto, ni un solo derecho político),optar por la política del hecho consumado, de la esclavización del otro y su graciosa regularización, aquietadora de nuestra conciencia.

ABP (València)


 

 
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