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MARZO de 2004

 

24/03/04: El dilema exterior de ZP

La victoria de ZP en las Elecciones Generales ha supuesto una hecatombe, también, en el plano internacional. Las razones son conocidas: ZP prometió en su día o bien la retirada de las tropas españolas de Irak antes del 30 de Junio o bien ubicarse bajo “un mandato claro de la ONU”. En aquella época las posibilidades de ZP de alcanzar la presidencia del Gobierno venían a ser las de LPD para convertirse en un negocio rentable, así que nadie se tomó excesivamente en serio la promesa. Ni siquiera LPD, órgano oficioso de ZP desde Julio de 2000 (pese a lo cual sigue sin ser un negocio rentable, y aún estamos esperando una miajilla de subsecretaría o dirección general), tuvo demasiado en cuenta las repercusiones internacionales de una medida así.

Sin embargo, nada más ganar las elecciones, y con cierto apresuramiento derivado del “no nos falles” y “el poder no me va a cambiar”, líneas de fuerza de su discurso de la noche electoral, ZP dejó bien claro que pensaba seguir adelante con esta promesa, provocando la airada reacción de distintos representantes de la Administración Bush y parte de los medios de comunicación estadounidenses, que en un análisis típicamente testosterónico acusaron a los españoles, ni siquiera a ZP, de metrosexuales.

Esta acusación constituye un repugnante insulto en el contexto del atentado más grave de la historia de España; al contrastarla con la reacción generalizada que merecieron los atentados del 11 – S el insulto resulta aún más sangrante, y justifica por sí solo romper cualquier coalición con semejantes canallas (por no hablar de la catadura moral de los voceros ultraderechistas que, llevados de su desaforado amor a una España, la suya, no vacilan en insultar a los españoles y coincidir con el diagnóstico efectuado desde la ignorancia más absoluta). En un mundo justo, ZP llamaría a consultas a su embajador en Washington como mínima manifestación de enfado por la absoluta desconsideración con los muertos, y con los españoles, que ha demostrado la Administración Bush.

Lamentablemente, las cosas son como son: ZP no puede permitirse el lujo de convertir la relación superespecial de Ánsar con Bush en una relación de abierta hostilidad. No hay más remedio que llegar a un pasteleo. Si el presidente de EE.UU. fuese un hombre razonable es posible que pudiera procederse a la retirada de las tropas atendiendo a la promesa electoral y a los deseos de los españoles, “compensando” a EE.UU., como ya ha indicado Zapatero, con una mayor presencia española en Afganistán. El problema, por si Ustedes no lo saben, es que el Presidente actual de EE.UU. no es un hombre razonable, sino un inepto psicópata. Y las consecuencias que podría tener para España un enfrentamiento abierto con EE.UU. (y para llegar al enfrentamiento es totalmente irrelevante lo que España pueda decir o hacer para “justificarse”, basta con lo que opine EE.UU. al respecto) son sencillamente inasumibles: parece imposible que ZP retire, hoy por hoy, las tropas de Irak. Cabe la posibilidad de que el recuento electoral de Noviembre no resucite a los suficientes negros de clase baja votantes republicanos de toda la vida y el candidato demócrata, John Kerry, acabe ganando las elecciones. Pero aún así lo que parece indudable a estas alturas es que retirar las tropas tampoco será leído como un favor electoral a los demócratas.

Por otro lado, lo que es bastante obvio es que ZP no puede incumplir su promesa electoral. Cuando González montó su referéndum sobre la OTAN disponía de un capital social muchísimo mayor que el de ZP, y aun así estuvo a punto de perderlo (y tampoco es comparable la contingencia de retirar las tropas con la de salir de la OTAN y cerrar las bases de EE.UU.). El destino político de Ánsar es el mejor recetario para que ZP se ahorre tentaciones de dar la espalda al electorado en una de sus promesas, sobre todo después del atentado, fundamentales de la campaña; si EE.UU. no se aviene a ningún tipo de razones, ZP no tendrá más remedio que retirar las tropas.

Así que la mejor solución para ZP, probablemente la única, sea el pasteleo en Naciones Unidas. Hoy por hoy, la gran mayoría de analistas ven esta opción como la más improbable. Haciendo gala de mi absoluto desconocimiento de los entresijos de la diplomacia, indicaré que es público y notorio que la gran mayoría de analistas no tienen ni puta idea. A Bush le conviene darse el pisto de estadista dialogante con “los aliados” para legitimar mínimamente la Acción Humanitaria, aunque sea a posteriori, desactivando así parcialmente uno de los principales argumentos de Kerry para atacar la (alucinante) política exterior de los neocavernarios. Y ZP tiene que agarrarse como un clavo ardiendo al paraguas de la ONU, aunque sea sólo nominal (es ilusorio pensar que la capacidad de ZP para alcanzar puntos de acuerdo llevará a la Administración Bush a permitir que la ONU se haga cargo del proceso democrático en Palestina II, no digamos a poner su Ejército bajo el mando de una organización “irrelevante”, como ZP hasta hace dos semanas y Ánsar desde el 14-M); el mantenimiento de las tropas bajo “un mandato claro de la ONU” sí que es una opción apoyaba por una mayoría de españoles, permite a ZP lavar la cara e incluso darse el pisto de estadista mundial perpetrador de consensos imposibles. Obviamente, la relación superespecial de España y EE.UU. se perderá en cualquier caso, incluso dejando las tropas en Irak “contra viento y marea”, pero, con independencia de si consideramos el 11-M parte de los Grandes Beneficios de este giro atlántico de Ánsar, las condiciones de indignidad y vasallaje en que se forjó la relación superespecial con EE.UU. aconsejan darle carpetazo cuanto antes.

Luego igual ZP vuelve a sorprendernos con un “no cambié” y retira las tropas obviando las presiones de EE.UU., pero una acción así, aunque lo convertirían en un elogiable modelo de dignidad moral (más aún vista la simpática reacción de la Administración Bush ante el resultado electoral y la promesa, apoyada por una mayoría aplastante de los españoles, de Zapatero), también comportaría unas “Graves Consecuencias” que se me antojan totalmente inasumibles para un país simpático como España. Todos sabemos que no es culpa de ZP encontrarse con esta situación, sino parte del legado “con la cabeza bien alta y las manos limpias” de Ánsar, pero al menos yo no acabo de ver cómo puede salir del chapapote “unilateralmente” sin unas Graves Consecuencias quizás más sutiles que las que padeció Irak, pero que no por ello dejarán de ser Graves. ¡Qué bien se vivía en el Rincón de la Historia...!

Guillermo López (Valencia)

 
La Radio Definitiva