ACTUALIDAD
INTERNACIONAL
Octubre
de 2.003
7/10/03:
El misterio de las armas
La
verdad, es de justicia reconocerlo, que las malditas armas de destrucción
masiva que poseía el dictatorial y sanguinario régimen
de Sadam sigan sin aparecer (y parece a estas alturas que ya no
lo harán nunca) es una sorpresa.
No
porque, como patéticamente sostienen con diversa fruición
ahora los gobiernos de Bush, Blair o Ánsar, todos los servicios
de inteligencia, gobiernos y ciudadanos (incluyendo a los amigos
del tirano) estuvieran convencidos de su existencia antes de la
guerra, lo que les hace sostener que la quiebra producida en las
democracias occidentales se refirió por tanto a una discusión
sobre el "tratamiento" y no sobre la "enfermedad".
Por mucho que la propaganda oficial pretenda convencernos de ello,
conviene recordar que en Europa a la guerra fuimos porque Sadam
era un peligro inminente y cierto para la seguridad de los ciudadanos.
En Estados Unidos, como de lo que se trataba era de librar una cruzada
que respondía a otras motivaciones, esta cuestión,
es cierto, fue siempre un tanto secundaria. Pero los gobiernos británico
y español se fueron a la guerra con escala en las Azores
porque Irak tenía armas de destrucción masiva (¡si
hasta nos aprendimos todos la jerigonza militar que las llamaba
NBQ, tras años de denominarlas ABQ!), la intención
de usarlas y reconocidos contactos con organizaciones terroristas
internacionales a los que no dudaría en suministrárselas.
Únicamente
al amparo de esta justificación entró España
en guerra. Porque hasta la Ministra de Asuntos Exteriores era consciente
de que el debilísimo amparo jurídico de la "Operación
Humanitaria" dependía única y exclusivamente
de las supuestas reticencias de Irak a desarmarse. La famosísima
Resolución 1445 de Naciones Unidas que fue empleada como
cobertura versaba sobre estas cuestiones, en el marco del programa
de control impuesto por la ONU a ese país tras la Primera
Guerra del Golfo.
La
legalidad internacional no permitía una invasión de
Irak decidida unilateralmente. A pesar de lo cual ésta tuvo
lugar, para lo que se invocó ese peligro inminente derivado
de la posesión de Irak de tales armas y su negativa a destruirlas.
Negativa que, en la actualidad, todos comprendemos a la perfección.
Como las causas de la "incompetencia" de los inspectores
de la ONU, que no las encontraban por mucho que buscaran. Y es que
si algo estaba claro, y hasta los más encendidos apologetas
de la intervención coincidían en ello, es que otros
motivos no permitían encaje alguno con la legalidad vigente.
De ahí la importancia del tema de las armas.
Así
que, recordemos un poco, ¿de verdad creían todas las
gentes y Gobiernos que se oponían a la guerra que Sadam,
en efecto, disponía de tales armas y estaba dispuesto a usarlas
contra nosotros? Pues, evidentemente, no. Que los españoles
(o el 92% por ciento de los españoles) pueden ser amigos
de los terroristas y reflejos del estigma de nuestro país
de ser más "simpático" que serio, pero tampoco
unos suicidas. Obviamente, si hubieran (hubiéramos) creído
que en efecto Sadam constituía la amenaza que nos decían,
no es razonable pensar que la oposición a la guerra hubiera
sido tanta. O, simplemente, que hubiera sido. Cuando una persona
está convencida de que otro lo quiere liquidar y que dispone
de los medios para ello, por muy "simpático" que
sea, no suele reaccionar pretendiendo protegerle.
Frente
a la mentira que se empieza a deslizar conviene recordar no sólo
que quienes se opusieron a la guerra no pensaban que Irak tuviera
armas de destrucción masiva que supusieran una amenaza grave
e inminente (puede verse, por ejemplo, el dicharachero tratamiento
que LPD hizo del asunto en su sección "Armas
de destrucción masiva" durante la invasión),
sino que precisamente por este motivo, precisamente porque no
consideraban a Irak una amenaza es por lo que lo hicieron.
No
obstante lo cual, al menos en España, la sorpresa ha sido
mayúscula cuando tras meses de posguerra y miles de militares
americanos en su búsqueda, éstas siguen sin aparecer.
¿Por qué? Porque los españoles estamos acostumbrados
a una actuación impresentable de los poderes públicos
que, es de justicia reconocer, ni los Gobiernos británico
ni el estadounidense han tenido la desfachatez de mostrar en el
caso de Irak. En España los gobiernos, por ejemplo, son capaces
a través del Ministerio Fiscal de empeñarse en meter
en la cárcel a una señora por un asesinato realizado
por una persona que según todos los indicios fehacientes
recogidos en el lugar de los hechos era de sexo masculino. Lo que
sigue alucinando al español medio es que, ganada la guerra,
EE.UU. no se haya encargado de preparar las armas que habrían
de ser descubiertas a continuación.
España
es un país donde los ciudadanos saben que su Gobierno, a
posteriori, tiene una especial gracia para sembrar de pruebas cualquier
actuación dudosa. Que no haya aparecido armamento NBQ en
Irak no ha dependido tanto de que Sadam dispusiera de él
o no, como del ridículo peso del Ejército español
en la "pacificación". Recordemos que, en Perejil,
nos bastaron unos minutos para encontrar las pruebas indubitadas
de que la operación del Ejército marroquí era
una avanzadilla para invadir la península.
ABP
(València)
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