Elecciones
País Vasco 2001
El
sistema electoral vasco, miserias y curiosidades
La
contienda electoral vasca se juega en dos terrenos de juego distintos.
Las peculiaridades de su régimen electoral hacen que, dependiendo
del reparto de los sufragios, es relativamente sencillo que la lista
más votada no obtenga una correlativa mayoría en la
representación parlamentaria.
El
Estatuto de Guernika, como es de todos conocido, refleja todas las
obsesiones del PNV en lo que se refiere a la preparación
de la "nación" vasca. Debido a su foralismo tradicional
la importancia concedida a las Juntas y su marco provincial es mucho
mayor a la de las estructuras correlativas en el resto de España.
Y, dado que la inclinación por la independencia o por el
nacionalismo de la provincia de Vitoria no era excesiva, el PNV
entendió inteligente primar políticamente a esa provincia,
"mimarla", para inducir así a la población
a ver con buenos ojos el proyecto peneuvista. Así que la
sede del Ejecutivo vasco se fija en Vitoria y, sobre todo, se opta
por establecer un reparto de los escaños en el Parlamento
que sobreprima espectacularmente a los vitorianos. Con una población
tres veces inferior a la de Vizcaya, Álava está representada
por los mismos diputados: 25. Todas las provincias, las tres, tienen
en efecto un idéntico peso parlamentario, algo que beneficia
enormemente a las menos pobladas, especialmente Álava, y
penaliza a Vizcaya. Lo que viene a querer decir que el partido político
que vence en Álava se ve igualmente beneficiado en enorme
medida, y esta prima es tanto mayor cuanto más grande sea
la diferencia porcentual obtenida en esa provincia.
No
nos encontramos ante un sistema único en el mundo. Desajustes
semejantes, aunque menos exagerados, podemos encontrar también
en otras regiones españolas. En la Comunidad Valenciana,
por ejemplo, Valencia está subrepresentada y Alicante y sobre
todo Castellón tienen una prima, aunque los escaños
no sean los mismos en las tres provincias. Idéntica situación,
agravada por el desequilibrio demográfico de Barcelona, se
da en Cataluña y es la responsable de que en las pasadas
elecciones autonómicas Maragall se quedara con tres palmos
de narices a pesar de que las listas del PSC habían obtenido
varios miles de votos más que las de CiU.
El
elemento realmente exótico del desequilibrio vasco es que
un sistema montado por el PNV es el que precisamente puede acabar
costándole las elecciones. Lo que pretendía ser un
sistema para afianzar la vía soberanista puede acabar, con
el paso de los años, siendo el caballo de Troya que permita
la conquista de las fuerzas llamadas por el PNV "españolistas".
¿Significa esto que la legitimidad de un hipotético
Gobierno PP-PSOE que gobernara gracias a la prima de Álava
sería menor? Sinceramente nos parece un aspecto menor y más
ornamental que otra cosa. Pasada la emoción inicial y la
situación en esencia poco democrática de que el menos
votado gane las cosas suelen acabar como hemos visto en Catalunya
o Estados Unidos: la fuerza de los escaños acaba silenciando
estos pretendidos déficits de representatividad.
Otra
cosa es que sería muy apropiado que estas elecciones dieran
lugar a una reflexión sobre los problemas que plantea un
sistema tan proporcional como el español (el sistema D'Hont
en efecto es muy respetuoso con las listas menos votadas siempre
y cuando el número de escaños a repartir por circunscripción
sea suficientemente amplio, al menos de 8) cuando hay interferencias
de sobrerepresentación de ciertas regiones. Con estas derivas
se logran reunir los problemas de los sistemas proporcionales respecto
de los mayoritarios (especialmente la falta de estabilidad) sin
lograr ninguna de sus ventajas (la lista mayoritaria nunca puede
perder en un sistema mayoritario).
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