VÍDEOS
ELECTORALES
Elecciones
Generales 2004
Cuando
comenzó la democracia en nuestro país se arbitró
un sistema en virtud del cual la publicidad política se desarrollaría
en función de las subvenciones públicas, sin impedimentos
para poder promocionarse en cualquier medio de comunicación.
Desde entonces, los políticos nos bombardean cada cuatro
años con cartas pidiendo el voto, mensajes radiofónicos
pidiendo el voto pero, sobre todo, alertando del terrible peligro
que supondría votar a los demás, carteles en que podemos
ver cómo nuestros eximios representantes, pese a la terrible
carga física y moral que implica la función pública,
mejoran a ojos vista (sobre todo desde que existe el Photoshop),
pins, pegatinas, y toda la parafernalia que implica la democracia
entendida como sistema sujeto a, y centrado en, la discusión
pública.
La
única excepción a esta prodigalidad electoral la constituye
la televisión. Dadas las condiciones en que se desarrolló
la ley electoral (con un solo canal de televisión, de carácter
público), y también a raíz del respeto que
imponía el medio televisivo a los políticos de entonces
como “el más poderoso”, se arbitró un
sistema en virtud del cual la única ocasión que tendrían
los partidos políticos de hacer propaganda electoral en la
televisión sería en unos espacios cedidos por TVE
a cada partido en función de su representatividad (algunos
dicen que también se añadió a la ley una cláusula,
escrita en tinta invisible, que rezaba “el partido en el Gobierno
podrá utilizar la televisión pública como le
parezca oportuno a lo largo de su mandato”).
Esta
medida garantizaría, por un lado, la igualdad de oportunidades,
y sobre todo evitaría la mercantilización de las campañas
electorales al estilo de lo que ocurre, sin ir más lejos,
en EE.UU. (pero entonces… ¿Por qué no se prohíbe
la publicidad en otros medios? El respeto reverencial al medio “más
poderoso”, unido al sugestivo poder de la cláusula
secreta, que hacía pensar al partido que ocupaba el poder
“para qué quiero propaganda de pago en TV si la tengo
gratis”, explican que esta medida se circunscriba a la televisión).
En
otro momento hablaremos de cómo últimamente los
partidos se están saltando con todo desparpajo la Ley Electoral
para hacer propaganda en la televisión, aprovechando el “eslabón
débil”, a todos los efectos, del medio: las televisiones
privadas. Ahora nos centraremos en las características del
principal producto propagandístico con que los partidos nos
regalan la vista cada cuatro años: los vídeos electorales.
-
Los primeros vídeos electorales de los que tengo noticia
son los correspondientes a las elecciones de 1977 (tenemos noticias
de vídeos electorales anteriores emitidos en TVE diariamente,
en especial en Fin de Año, y también en los cines,
pero las peculiaridades de nuestra anterior democracia orgánica
y la densidad de esos primitivos vídeos electorales, centrados
en complejísimas argumentaciones sobre el aumento de la producción
de algodón y los peligros de la masonería en lugar
de banalidades fundamentadas en la imagen, nos obliga a excluirlos
de este informe). En aquel momento era complejo saber exactamente
qué representatividad tenía cada partido, así
que se permitió hacer publicidad a aquellos partidos que
se presentaran en 25 o más circunscripciones.
En
realidad sólo he podido ver unos fragmentos (correspondientes
a la eximia serie “La Transición” en la que se
explica cómo nuestro Campechano nos salvó a todos
de la Dictadura, el Comunismo Internacional e incluso, si se tercia,
de Sadam Husein), pero estos fragmentos son más que suficientes
para comprobar hasta qué punto las cosas han cambiado: algunos
políticos aparecían mirando al tendido (tanto Fraga
como Arias Navarro parecían hablarle a un retrato del Caudillo
situado fuera de plano; el caso de Arias era particularmente espectacular,
si bien hay que tener en cuenta que quizás a este último
todo eso del marketing político le había llegado un
par de siglos tarde; además, Arias ya tuvo su momento de
gloria televisivo con la lectura del testamento de Franco, una pieza
dramática de primer orden) en lugar de mirar a cámara,
es decir, al espectador; en el caso de Carrillo, la “acción”
tenía lugar en una especie de biblioteca en la que el líder
del PCE comentaba sus propuestas mientras fumaba; Suárez
ejercía su carisma televisivo con un seductor primer plano
en el que, sin embargo, de vez en cuando el entonces presidente
medio desaparecía de la pantalla para leer los folios que
tenía en la mesa… un show, vamos.
Las
cosas fueron mejorando con los años, hasta alcanzar el profesionalismo
absoluto en las reñidas elecciones de 1996 (¿se nota
mucho que no tengo los vídeos electorales de las anteriores
convocatorias?). Las elecciones del 96 fueron una convocatoria en
la que los dos principales partidos políticos invirtieron
sus papeles:
-
El PP presentó un vídeo “en positivo”
ofreciendo su modelo de sociedad ideal, sin hacer apenas referencia
alguna a los siniestros años de corrupción, despilfarro
y crimen de Estado que todos habíamos vivido con los socialistas
(y que el propio PP llevaba años y años recordándonos
todos los días). En una bucólica ciudad española
nos encontrábamos a multitud de ciudadanos felices por su
circunstancia: eran fidedignos representantes de la Nueva Mayoría
moderada que todos íbamos a disfrutar, ciudadanos de primer
orden en un país ajeno a los malvados años del felipismo.
La idea que subyacía a aquel vídeo era que el PP ya
había ganado las elecciones por los errores del Gobierno
socialista, así que mostraba lo que iba a venir: ante todo,
tranquilidad. Una decisión sorprendente para un partido de
oposición, cuyo principal cometido es criticar al Gobierno
para, a continuación, confirmar a los ciudadanos lo que se
presupone en un vídeo de propaganda electoral: que ellos
lo harán infinitamente mejor. El problema de una apuesta
así es que, en teoría, el eje de un partido de oposición
debería ser la crítica, y no la autocomplacencia.
-
Pero además, el PSOE presentó un vídeo entonces
revolucionario, que se constituiría en el eje principal de
la campaña (y en el causante, según prominentes líderes
del partido conservador, de la movilización electoral que
casi le lleva a perder las elecciones al PP). Fue un vídeo
en el que se contraponía la labor de oposición del
PP en los anteriores cuatro años (“todo les parece
mal”, “la derecha no es la solución: es el problema”,
etc.), presentada a través de imágenes en blanco y
negro distorsionadas que mostraban a Aznar y Álvarez Cascos,
con el famoso doberman que daría nombre al vídeo como
punto fuerte, con los logros de gobierno, reales y supuestos (impagable
una imagen de Induráin, o un corredor sospechosamente parecido
a Induráin, como producto de la política del PSOE),
de la etapa del PSOE, que todos, incluido el PSOE, asumían
que estaba llegando a su fin. Un vídeo nauseabundo desde
el punto de vista de la consideración que le merecían
los ciudadanos al PSOE (ya saben, aquello tan manido de “que
viene la derecha” y sacar a continuación la cartilla
de racionamiento), pero que, al ser considerado por el PP el causante
de su ridícula victoria, permitió aclarar, sobre todo,
que lo de tomar a los ciudadanos por débiles mentales no
era privativo de los socialistas.
En
el año 2000 PP y PSOE mantuvieron, en líneas generales,
el modelo de vídeo electoral presentado en 1996, pero ahora
partiendo cada uno desde la posición correcta:
-
El vídeo del PP era, en realidad, una combinación
de vídeos sectoriales dedicados a la vivienda, el paro, las
pensiones, la familia, etc., en los que una voz en off comentaba
lo majestuosamente bien que iban las cosas y Ánsar, siempre
Ánsar, completaba lo expuesto al principio explicando cómo
el PP había creado empleo y crearía más, había
apoyado a la familia y la apoyaría aún más,
había fomentado la vivienda (o, al menos, la construcción
de receptáculos para la vivienda) y la fomentaría
más, etc (y hay que decir que, en efecto, el PP cumplió
las promesas expuestas en estos vídeos sectorales; menos
mal que no había ninguno sobre la política exterior).
Todo muy moderado, incluso Ánsar.
-
Por el contrario, el PSOE nos ofreció una reproducción
del vídeo del doberman (incluso ofrecían algunos planos
extraídos directamente del vídeo de 1996) en el que,
en torno al slogan central “mintiendo se han hecho populares”,
se repasaban todos los tópicos supuestamente falsos en los
que se sustentaba aquello del “España va bien”.
El
vídeo del PSOE en 2000 constituyó un error de bulto
(al igual que el conjunto de su campaña), porque se basaba
en los mismos principios que el de 1996 (“que viene la derecha”),
pero sin percatarse de que la derecha ya había venido, y
desde luego la cosa no había sido para tanto. Técnicamente
impecable, con un ritmo frenético en la sucesión de
imágenes, el vídeo fallaba de plano en el objetivo
de su mensaje (y también hay que decir que la parte final,
basada en la “mirada limpia” de Joaquín Almunia,
no contribuía demasiado a suscitar el entusiasmo del público).
Y
por fin (espero que quede alguien despierto), llegamos a los vídeos
electorales de estos comicios, donde ambos partidos políticos
siguen sus grandes líneas maestras pero con cambios sutiles
que, sin embargo, no carecen en absoluto de importancia:
-
El PP presenta, como en 2000, la eficaz ideología del “España
va bien”, plasmada mediante un vídeo dividido en dos
partes:
- En la primera se ofrecen imágenes de un grupo amplio de
personas, felices, naturalmente, y donde la cámara se detiene
unos momentos en algunos casos particulares para, en ese momento,
insertar una voz en off que explica la satisfacción con que
“nuestro caso particular” observa los años de
gobierno del PP: así, cuando sale un anciano el mensaje es
“me han garantizado las pensiones”, cuando sale un discapacitado
“me han facilitado la vida”, y la estrella del vídeo,
un señor que afirma que “a partir de ahora lo tendremos
mucho más fácil para comprarnos una vivienda”;
y lo dice el tío sin asomo de hilaridad, aunque en su descargo
hay que decir que el señor aparenta tener unos treinta y
cinco años, y si hasta ese momento ha vivido en la calle
es normal que esté contento con este positivo cambio en su
situación. Al final del vídeo una mujer mira a cámara
para informarnos de algo así como “juntos podemos.
Con la Constitución, unidos en la diversidad”, única
alusión verbal, en el discurso que ofrece el vídeo,
al programa del PP en algo que no se refiera al bienestar económico.
En el momento en que termina la intervención de la mujer
se abre el plano y todos los alegres ciudadanos configuran un bello
mapa de España.
Hasta
ahí, todo va bien. Un discurso de perfil bajo, centrándose
en el factor principal que a la hora de la verdad, más allá
de entusiastas Reconquistas de España de los cómplices
del terrorismo que quieren disgregarla, importa a los votantes del
PP: su bienestar económico, y la promesa de que este bienestar
seguirá. El problema viene después, en la segunda
parte del vídeo.
-
El vídeo finaliza, como ya habíamos dicho, con una
intervención de Mariano Rajoy diciendo, en esencia, lo mismo
que se apuntaba en la primera parte, y prometiendo que con cuatro
años más de Gobierno del PP España se homologará
a los países más avanzados de Europa. El problema
está en la forma de presentar al candidato, pues Rajoy no
aparece solo, sino ubicado en pleno centro del colectivo de ciudadanos
felices que, se supone, representan el mapa de España:
o Así que, en primer lugar, si los ciudadanos son España
y Rajoy está en el centro… ¿A quién representa
Rajoy? En efecto, Rajoy es Madrid. Madrid explica a los incautos
ciudadanos de provincias qué se propone hacer y éstos
se limitan a escuchar embelesados por la autoridad que Madrid desprende.
Esto, en unas elecciones con circunscripción provincial,
quizás no sea una buena idea.
o Pero además, ¿qué tipo de mensaje es el que
implica presentar a Rajoy rodeado de gente? El mensaje deja de ser
implícito cuando el propio candidato lo verbaliza, haciendo
referencia al “sólido equipo del Partido Popular”.
Rajoy es sólo un gestor, un administrador del trono, que
ya no existe puesto que se ha convertido en cooperativa; lo importante
es la gestión, no se fijen demasiado en el candidato que
tenemos que si lo hacen igual no nos votan.
o La verdad, a la vista de cómo actúa Rajoy en el
vídeo, esto quizás sea una buena idea. Su discurso
es correcto (aunque con su irritante dicción plagada de eses
sibilantes), quizás algo impostado, pero con la terrible
costumbre (importada de Ánsar) de mover continuamente las
manos para apoyar todo lo que dice. El momento álgido se
produce al final, cuando dice que su gobierno tiene “las manos
limpias” (y muestra las manos a cámara) y a continuación
afirma ser el representante de un equipo sólido por enésima
vez (y apoya este comentario con un equívoco movimiento de
las manos que se supone significa solidez pero, al dirigirse a los
genitales, parece indicar que “tenemos unos huevos que pa
qué”).
o Para rematar la faena, presentar a Rajoy rodeado de “ciudadanos
anónimos” es una estrategia ideal para desviar la atención
respecto del candidato y su discurso. Probablemente sea ésta
una opción asumida voluntariamente en el vídeo, pero
el problema es que las expresiones de entusiasmo y signos admirativos
y de concordancia con lo que está diciendo el candidato resultan
sencillamente ridículos.
Así
que la principal conclusión que uno puede sacar de este vídeo
es que Rajoy, el pobre, da pena. Y dar pena es una buena estrategia,
sobre todo, si eres el candidato en dificultades, el que va a perder
(también es una estrategia desesperada: Almunia daba mucha
pena, el pobrecillo, pero ni siquiera este recurso fue de utilidad).
Si buscas la victoria puedes desalentar a los tuyos y encontrarte
con lo insólito en las filas del PP: la derrota por incomparecencia.
El
vídeo del PSOE sigue exactamente el mismo formato (“ciudadanos
anónimos” + candidato hablando), y también parte
de una idea original, pero que se me antoja más efectiva:
-
La primera parte del vídeo comienza con una chica escribiendo
en un papel “No a la guerra”. A continuación
se levanta de su asiento y mete este papel en una urna. A partir
de ahí, se suceden los “ciudadanos” votando “no”
a algo: “no a los contratos de diez días”, “no
a la especulación inmobiliaria”, “basta de manipulación”,
etc (algunos son exclusivamente visuales, por ejemplo una mujer
que introduce en la urna, simplemente, una bandera de la UE, y una
persona ataviada con el mono blanco de los voluntarios del Prestige
que inserta un papel manchado de petróleo).
- Una vez termina el rosario de “noes”, aparece Zapatero
delante de una urna, hace un breve discurso sobre la necesidad de
cambio en el gobierno y, para ello, acaba introduciendo el programa
del PSOE en la urna.
El
vídeo, en resumen, se fundamenta en un mensaje claro, que
es el único que le puede dar la victoria al PSOE: apela a
las responsabilidades eludidas por el PP, remite a los ciudadanos
la posibilidad de ejercer un voto de castigo, y se ofrece para liderar
un cambio político a la vista de los errores del PP, anteriormente
mencionados. A mi juicio, este vídeo tiene algunas virtudes
que cabe resaltar, más allá de su factura técnica,
que se resumen en su eficacia narrativa (y la eficacia y sencillez,
por tanto, de su mensaje), la moderación (una de las principales
aportaciones que cabe reconocer a Zapatero respecto a los “entusiastas”
de la vieja guardia) y, sobre todo, naturalmente, que el PSOE de
2004 tiene muchos más argumentos que el de 2000 para pedir
un voto de castigo al Gobierno (que es, al fin y al cabo, como siempre
gana las elecciones la oposición).
Por
eso yo tiendo a pensar que convendría tener todas las precauciones
con el impacto electoral de los vídeos de propaganda política;
en realidad, su eficacia deriva directamente de la situación
política, y aunque es posible hacerlo mal (como creo que
ocurre con el vídeo del PP), desde luego no basta con hacerlo
bien: el vídeo del PSOE en 2000 era excelente en cuanto a
la factura técnica y la narración, pero sencillamente
vendía un estado de las cosas que no era percibido de igual
manera por los ciudadanos; sin embargo, es indudable que una parte
importante de éstos sí cree ahora que es necesario
un cambio político. Al final, este tipo de propaganda electoral
se limita a cristalizar un estado de la opinión que, así
lo esperan los autores de la propaganda, corresponde con el modo
de pensar de una parte sustancial del electorado. Su principal función,
en este contexto, reside en movilizarlo, aunque sólo sea
recordándole que hay elecciones y la súbita importancia
de su voto.
Guillermo
López (Valencia)
Publicado
originariamente en el weblog
de "Democracia y Poder"
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