PROSPECTIVA:
La provincia de Ávila se complace en constituirse
en centro de uno de los fenómenos electorales más
surrealistas de la Historia de España: el apoyo cerrado
y espectacular a su compatriota Adolfo Suárez. Miren
los resultados de 1977, mírenlos: pleno de la UCD
con un 68% de los votos, repetido en 1979. Y la cosa no
queda ahí: A partir de 1982, cuando Suárez
formó su CDS, Ávila se convertiría
en su más sólido bastión electoral,
llegando a las cotas de surrealismo de que en 1982, de los
dos escaños que sacó el CDS, uno perteneciera
a la circunscripción de Ávila (recuerden:
tres escaños, modelo de circunscripción imposible
para partidos pequeños de carácter nacional);
en 1986 el CDS repite escaño, pero consiguiendo además
la victoria (y a puntito estuvo de llevarse dos), y en 1989
mantuvo su eterna representación electoral por Ávila
(imagínense las hondonadas de yoyah que habría
entre los "cuneros" del CDS para ir por Ávila
como fuera).
A
partir de 1993, las cosas volvieron a la normalidad, que
en Castilla y León significa que gane el PP, con
una ratio de 2 a 1. Ese debería ser nuestro pronóstico,
y de hecho ese es, pero para que no nos acusen de facilones
vamos a sembrar dudas: si el PSOE hubiera sacado un 21%
de los votos el PP habría hecho pleno en 2000. Así
que para devolver Ávila al lugar que le corresponde
(el de la psicodelia electoral) una de dos: o ETA hace un
comunicado en el que proclama una tregua para todo el territorio
español salvo Ávila, o el PP lleva en sus
listas electorales, como número tres, a Adolfo Suárez
Illana, preclaro hijo del gran abulense (aunque en este
último caso, por desgracia imposible, convendría
que Suárez Illana no hablara más de lo necesario,
esto es: lo mismo que Rajoy).