Imposturas
intelectuales
Alan Sokal, Jean
Bricmont
Alan
Sokal es un físico de la Universidad de Nueva York que hace unos
años llevó a cabo un interesante experimento, que por cierto poco
tenía que ver con la física: envió a una prestigiosa revista de
estudios culturales norteamericana, Social Text, un artículo de
rimbombante título, "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica
transformativa de la gravedad cuántica", en el que mezclaba de una
forma más bien absurda conceptos físicos y matemáticos pasados por
el prisma de varios pensadores de prestigio en el campo de las ciencias
sociales y humanísticas. Naturalmente, el texto resultante era un
engendro totalmente vacuo, absurdo y carente de sentido, pero para
sorpresa de algunos no sólo fue aceptado en Social Text, sino que
fue publicado en un lugar preeminente, a modo de respuesta a esos
"petulantes científicos" que osaban acusar a los Cultural Studies
de frivolidad.
Hasta
aquí, tenemos poco que decir; cualquiera de Ustedes que haya asistido
a varios congresos en el campo de las ciencias sociales y, sobre
todo, las humanidades, habrá comprobado, en calidad de asistente
o participante, que las comunicaciones y conferencias que se presentan
a este tipo de eventos muy a menudo rayan lo absurdo o inaceptable.
Si a ello añadimos que el texto de Sokal al menos estaba bien escrito
y sin un conocimiento siquiera superficial de la física y las matemáticas
era difícil desentrañar las imposturas, la experiencia tampoco resulta
particularmente reveladora.
Sin
embargo, la revelación por parte de Sokal de su pequeña gamberrada
generó un auténtico debate intelectual en EE.UU., que fue aprovechado
por los autores de este libro para, a partir de las barbaridades
descubiertas por Sokal en los textos de varios intelectuales europeos
y estadounidenses de prestigio, elaborar un libro en el que se ponía
al descubierto precisamente lo que reza el título, las imposturas
intelectuales de dichos popes de las letras en muchos de sus textos.
El
ataque de Sokal y Bricmont va dirigido particularmente a muchos
pensadores provenientes del posmodernismo francés, que en los últimos
30 años han generado escuelas de pensamiento compuestas por discípulos
histéricos que guardan muchas similitudes, en nuestra opinión y
en la de los autores, con algunas sectas religiosas de corte destructivo.
En este caso, destructivo del pensamiento crítico, porque Sokal
y Bricmont con su libro intentan dar cuenta de varios problemas
que aquejan a estos supuestos "intelectuales":
- Sus
textos, generalmente muy oscuros y difíciles de interpretar, no
esconden muy a menudo sino la vacuidad más absoluta.
- El
afán de los autores por impresionar a los lectores y la frivolidad
con que se apropian de términos científicos para ilustrar sus teorías
sociales les lleva, en muchas ocasiones, a incurrir en errores científicos
de primero de Secundaria (bueno, quizás no tanto, pues aún no he
visto que Lacan suspendiera una asignatura tras otra y, sin embargo,
la Ley le permitiera pasar al siguiente curso).
- Por
último, y este es un tema en el que ahondaremos más adelante, los
autores realizan una durísima (y muy valiente, por cierto) crítica
a determinadas escuelas de pensamiento interrelacionadas entre sí
(el psicoanálisis, el posmodernismo, los Cultural Studies) cuyos
postulados se han adueñado de una parte del pensamiento de izquierda
y, precisamente por la liviandad de su base teórica, acaban dejando
las posturas de corte progresista en la más absoluta indefensión
ante el llamado "pensamiento único".
Como
Ustedes comprenderán, el libro es, sencillamente, delicioso. En
ocasiones, los que provenimos de disciplinas humanísticas nos sentimos
un tanto perdidos, pues aunque nos creemos las explicaciones de
Sokal y Bricmont sobre por qué el autor en cuestión está diciendo
una barbaridad cuando utiliza alegremente determinado término científico,
nuestra falta de capacidad nos impide observar el calibre de cada
impostura. Pero en contrapartida, somos precisamente los que provenimos
de las humanidades los que más hemos tenido que sufrir a estos popes
del pensamiento occidental que durante años nos han amargado la
vida con sus atrabilarias, frágiles y carentes totalmente del sentido
del ridículo teorías sobre el hombre y la sociedad. Ya sabíamos
que mucho de lo que decían eran cosas sin sentido o absurdas, pero
comprobar que ni siquiera se molestaron en indagar mínimamente si
lo que decían, cuando despreocupadamente se metían en terreno pantanoso
(ciencias puras), era cierto es aún más placentero. Hablamos de
intelectuales de postín como Gilles Deleuze, Jacques Lacan, Julia
Kristeva, Luce Irigaray, Jean Baudrillard, ... que durante treinta
años, y aún hoy, siguen monopolizando parte de las disciplinas humanísticas
en la Universidad. Después de años de luchar (positivamente) contra
el insomnio con los sesudos y, por lo visto, prescindibles estudios
de estos señores, el libro de Sokal es un delicioso ejercicio de
venganza intelectual (con algunas excepciones, naturalmente; en
mi caso, me dolió descubrir la falta de seriedad con la que Baudrillard
elabora sus escritos, pues estos siempre me resultaron más incisivos
e interesantes de lo habitual).
Veamos,
brevemente, algunos ejemplos, no tanto de los comentarios de Sokal
y Bricmont cuanto de las citas en sí, pues hablan por sí mismas:
Jaques
Lacan: Se puede mantener que todo se desarrolla alrededor de
lo que yo propongo sobre la correlación lógica de dos fórmulas,
cuya expresión matemática es "x * Fx y $x * Fx, y que se enuncian
como sigue: La primera, para cualquier valor de x, Fx se cumple,
lo que se puede traducir como V, que denota valor de verdad. Y esto,
traducido al discurso analítico -el arte de dar sentido a las cosas-
'quiere decir' que todo sujeto, por el hecho de ser tal, ya que
es ahí donde radica el envite de este discurso, se inscribe en la
función fálica para prevenir la ausencia de relación sexual (el
arte de dar sentido a las cosas consiste precisamente en referirse
a este sentido ausente); La segunda, existe por excepción el caso
-familiar en matemáticas (el argumento x = 0 en la función exponencial
1/x)- según el cual existe una x para que la función Fx no se cumple,
es decir, que al no funcionar queda de hecho excluida.
Luce
Irigaray: ¿La ecuación E = mc² es una ecuación sexuada? Tal
vez. Hagamos la hipótesis afirmativa en la medida en que privilegia
la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vitales
para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibilidad de la naturaleza
sexuada de la ecuación no es, directamente, su utilización en los
armamentos nucleares, sino por el hecho de haber privilegiado a
lo que va más aprisa.
Gilles
Deleuze: En primer lugar, las singularidades-sucesos corresponden
a series heterogéneas que se organizan en un sistema ni estable
ni inestable, sino "metaestable", dotado de una energía potencial
en la que se distribuyen las diferencias entre series (...) En segundo
lugar, las singularidades gozan de un proceso de autounificación,
siempre móvil y desplazado en la medida en que un elemento paradójico
recorre y hace resonar las series, envolviendo los puntos singulares
correspondientes en un mismo punto aleatorio, y todas las emisiones,
todos los lanzamientos, en un mismo gesto de lanzar. En tercer lugar,
las singularidades o potenciales aparecen en la superficie. Todo
sucede en la superficie, en un cristal que no se desarrolla sino
por los bordes.
Podríamos
incluir muchos más ejemplos, pero para no fatigarles lo dejaremos
aquí. Los impresionantes tres párrafos anteriores dejan muy claro,
creo, en qué consiste el libro. Espero cinco minutos a que lo compren
a través de La Página Definitiva y continúo.
Como
Ustedes comprenderán, la publicación de este libro les supuso a
sus autores una gran notoriedad, pero también muchos problemas.
Por un lado, se trataba de dos sucios y repelentes científicos que
habían osado atacar la cúspide de la intelectualidad francesa. Y
ya saben Ustedes que en una sociedad tan culturalmente endogámica
como Francia, eso constituye un pecado de lesa majestad. En segundo
lugar, se les dijo que su ataque constituía un ejemplo de prepotencia
científica tendente a menospreciar los ámbitos de estudio de las
ciencias sociales y las humanidades. Por último, se les acusó de
estar en connivencia con el pensamiento conservador, tratando de
deslegitimar posturas intelectuales de la izquierda. Es en esta
tercera cuestión en la que querría detenerme.
Es
muy común desechar rápidamente críticas incómodas apelando al adjetivo
universal, "fascista". Cuando alguien dice algo que no nos gusta
porque nos deja en mala situación, se le llama fascista y ya está.
Más o menos lo que vino a ocurrir aquí es esto. Sokal y Bricmont
se defendieron afirmando que precisamente lo que buscaban era acabar
con una asociación maligna entre ciertas corrientes intelectuales
enormemente vacuas y la izquierda, dado que, en su opinión, esta
asociación era muy perjudicial para la izquierda.
Estamos
hablando fundamentalmente del posmodernismo y los Cultural Studies;
el posmodernismo, a grandes rasgos, es una corriente filosófico
- ideológica nacida en Francia que se basa en la afirmación de que
la ciencia y la cultura emanadas de la Ilustración han muerto y
que ya no podemos pretender aspirar al todo, o a un conocimiento
objetivo de las cosas; todo lo que afirmemos o creamos descubrir
lo será siempre desde nuestra perspectiva, y por lo tanto, falible,
sujeto a crítica y, en suma, carente de valor. Los Cultural Studies,
por su parte, nacidos en Inglaterra y extendidos posteriormente
con gran rapidez en los EE.UU., vienen a partir de la misma base
para afirmar que hasta el momento las cosas se han estudiado siempre
desde una perspectiva determinada, que ya está agotada, y para conseguir
resultados válidos deberemos adoptar ahora puntos de partida nuevos,
llegando a conclusiones por cierto siempre parciales y sobre ámbitos
de estudio muy concretos (por ejemplo, "El consumo de golosinas
en el barrio de Chamberí en la década de los 90 desde la perspectiva
gay"). Los Cultural Studies han acabado invadiendo casi todo el
campo de las humanidades, al menos en EE.UU., de tal forma que allí
actualmente es inviable acometer un estudio de "Hamlet", por ejemplo,
si no es desde un punto de vista feminista, afroamericano o gay
(quizás Ustedes se pregunten qué quiere decir estudiar a Shakespeare
desde la perspectiva gay; yo también, aunque les puedo asegurar,
por algunos estudios emblemáticos a los que he tenido acceso, que
no quiere decir mucho; sólo estaría en disposición de aceptar que
se puede estudiar Othello desde la perspectiva afroamericana, por
aquello de que el moro celoso protagonista es negro, pero sigue
pareciendo una tontería como un piano, ¿no creen?).
¿Por
qué el posmodernismo y derivados son perjudiciales para la izquierda?
Sokal y Bricmont consideran que la falta de rigor de estas disciplinas,
su gusto por el irracionalismo, su pasión por acentuar las diferencias
entre las minorías (lo que, erróneamente, se ha llamado "multiculturalismo",
que cada vez más tiende a perpetuar, en mi opinión, lo peor, y no
lo mejor si es que hay algo, de cada cultura), les dejan en una
situación de absoluta inferioridad ante el pensamiento conservador.
¿Cómo tomarse en serio las políticas de izquierdas si estas han
renunciado a la racionalidad, a la ciencia, y a muchas de las ideas
tradicionales de la izquierda sustituyéndolas por una amalgama de
misticismo, oscurantismo y gusto por los debates estériles? En un
mundo en el que todo es relativo y nunca se puede estar seguro de
que "lo real" exista, no tiene sentido denunciar las injusticias,
porque al fin y al cabo todo lo vemos desde nuestro subjetivismo,
que, según los casos, podrá ser falocéntrico, creacionista, o muchas
cosas más, pero en ningún caso útil para establecer políticas de
izquierda que compitan, con ciertas posibilidades, con el paradigma
dominante.
Sokal
y Bricmont consideran que la desaparición del comunismo dejó con
el paso cambiado a la izquierda clásica, y que esta ha sido sustituida,
al menos en parte, por un agregado de doctrinas que acaban confluyendo
en el no - pensamiento. En el epílogo del libro, en un brillante
alegato reivindicador de las ideas de izquierda (que por cierto
desmiente, al menos en parte, la pretensión de los autores de no
inmiscuirse en lo que se salga de física y las matemáticas por no
ser su campo), los autores explican su deseo de que, si estas disciplinas
siguen desarrollándose en su inanidad, al menos no lo hagan asociadas
a la izquierda política, pues en ese caso sería "poner el último
clavo en el ataúd del cadáver".
En
resumen, excelente libro que no sólo critica con acierto muchos
de los excesos de algunos intelectuales excesivamente valorados
en ciertos círculos de pensamiento (posiblemente porque, a día de
hoy, nadie ha entendido bien lo que querían decir, habitualmente
nada), sino que va más allá y sagazmente descubre que estas "imposturas
intelectuales" muy a menudo transgreden su ámbito de acción para
convertirse en imposturas políticas, lo cual, obviamente, es mucho
más peligroso. Al que esto escribe le queda el regusto amargo, deslumbrado
por la inteligencia de los autores, de que una vez más las ciencias
exactas le han metido un gol a las disciplinas humanísticas, ante
lo cual este modesto utillero de la Selección Humanidades (Malta)
no puede sino entristecerse al ver el lamentable estado de su ámbito
de estudio.
Y por
cierto, ¿no nos criticaban algunos (con bastante razón, por cierto)
que en La Página Definitiva nunca hablábamos bien de nadie? Pues
ahí tienen, una exégesis en toda regla de los autores de este libro
(aunque pueda ser paradójico, o más bien paradigmático, que para
poner bien a alguien tengamos que hacerlo... con quienes ponen a
parir a un montón de gente).
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