El
Federalista
HAMILTON, MADISON
Y JAY
El
Federalista es una de las obras más interesantes en materia
de filosofía política, motivo por el que en justa correspondencia
es absolutamente despreciada e ignorada por casi la totalidad de
los que en España son responsables de la enseñanza de estas cuestiones.
Si la
búsqueda de menciones a este importante testimonio en libros de
texto de educación primaria o secundario suele ser infructuosa,
el desalentador panorama no cambia excesivamente en el mundo de
la Universidad. Muchos de quienes durante un curso tras otro han
estudiado exactamente lo mismo sobre Rousseau, Voltaire, montesquieu
y su influencia en la Revolución Francesa permanecen simplmente
ajenos a la misma existencia de la obra que podemos considerar,
sin temor a exagerar, dió carta de naturaleza al régimen constitucional
estadouniense.
El
Federalista es redactado inicialmente como una serie de artículos
de periódico publicados por "Publio" en el período de debate sobre
el texto constituyente norteamericano, que transformaría la antigua
Confederación (que había mostrado sus deficiencias a lo largo de
la Guerra de Independencia) en una Unión Federal. Esta pretensión
era fuertemente discutida por quienes pretendían preservar ciertas
atribuciones ligadas al concepto más clásico de soberanía y veían
en consecuencia con malos ojos la potenciación del Gobierno federal.
La obra es iniciativa de Hamilton, que busca como colaboradores
a otros dos notables políticos de la época, Madison (que llegaría
a ser Presidente de los Estados Unidos) y Jay (que acabaría siendo
Gobernador del Estado de Nueva York). La autoría de ciertos pasajes,
una vez desvelado el nombre de sus autores, sigue siendo un misterio,
pues el primero y el segundo se la disputaron en vida.
En cualquier
caso la obra, escrita por tres políticos, demuestra que este noble
arte no merece las duras críticas que en ocasiones se le dirigen.
O, al menos, que si bien en la actualidad una afirmación semejante
sería arriesgada, podemos asegurar que los padres de la patria yanqui
distaban mucho de ser ágrafos. Y no sólo escribían, sino que lo
hacían con indudable sentido, retratando cuestiones siempre atentos
a su vertiente práctica y haciendo gala en ocasiones, incluso, de
algún conocimiento teórico (Locke, Montesquieu ...) impropio de
gentes tan ocupadas.
La obra
no ha perdido vigencia porque muchas de las discusiones que en la
actualidad vivimos no se distancian tanto de las que sacudieron
a los constituyentes de Estados Unidos. Es el caso del fructífero
debate que desde hace 50 años sacude a Europa sobre la conveniencia
o no de avanzar en la integración comunitaria, siendo la alternativa
la potenciación de mecanismos intergubernamentales. Esta cuestión,
apasionante por mucho que la política comuniatria se encargue de
convertirla en casi insoportable, no es tan disímil a la discusión
en cuyo eje se inserta El Federalista, referida a la necesidad
o no de una Unión Federal y cómo deben articularse sus instituciones.
Un valor
añadido más de El Federalista es la propia personalidad de
sus autores y especialmente de su principal impulsor, Hamilton,
que no rehuyeron en ningún momeno la polémica. A fin de cuentas
Hamilton murió en un duelo al que fue retado por un antiguo candidato
a la Presidencia de los Estados Unidos. Este buen hombre, al estilo
Bush, era un gran partidario de las armas de fuego, pero no compartía
sus dotes para la alta política. Perdida la Presidencia por los
jugosos ardides de un Hamilton, viejo zorro burócrata de Washington,
la inquina apareció y llegó a un punto tal cuando la historio se
repitió con motivo de unas elecciones a Gobernador que retó a Hamilton.
Éste, en el duelo, se limitó a disparar al aire mientras su rival
aprovechaba para herirlo de muerte.
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