El
rumor de los desarraigados
Ángel
López García
Que
el problema de los nacionalismos (ahora eufemísticamente
llamado no "problema" sino "fenómeno"
en un ingenuo -aunque en ocasiones loable- intento por apaciguar
los ánimos) es uno de los más candentes y de más
difícil resolución en España es algo que parece
incuestionable. No tanto por el sustrato ideológico del pensamiento
nacionalista, sino por las peculiaridades
históricas y sociales en las que nos encontramos y, también,
por el empecinamiento de políticos irresponsables que, de
uno y otro lado, se esfuerzan en tergiversar hechos y visiones para
llevar los argumentos al terreno de cada cual. Como si la aparición
de las distintas lenguas modernas en la Península Ibérica
fuese un episodio de nuestra historia comparable al nazismo al que
hay que borrar de nuestro inconsciente con la construcción
gaullista de una nueva mitología de héroes
y villanos.
Sea
como sea, en España existe un problema de convivencia basado
en una serie de susceptibilidades y recelos mutuos a los que pocas
soluciones se aportan. Y, además, ese problema está
ligado a una base lingüística, ya que cada bando utiliza
su lengua como bandera y argumento de veracidad. Publicado en 1985,
y merecedor del XIII Premio Anagrama de Ensayo, "El rumor de
los desarraigados" constituye un ensayo magnífico que
cumple a la perfección el objetivo de cualquier obra de este
género que se precie: poner sobre el tapete asuntos de actualidad,
con una formulación teórica coherente para llevar
a la reflexión y al cuestionamiento de las verdades establecidas
como oficiales.
El
punto de partida del ensayo surge de una pregunta: ¿es el
español una lengua de imposición? Pregunta importante
puesto que parece ser la base histórica de los graves desencuentros
entre las naciones que, a lo largo de la historia, han venido conformando
el estado español. La pregunta surge de una serie de sospechas
frente a esa "verdad oficial": la constatación
de que el problema de las naciones no es un problema de estado (puesto
que las lenguas no pertenecen a los estados, sino a los individuos);
o la inexistencia de un nacionalismo castellano paralelo al resto
de nacionalismos peninsulares (es decir, la existencia de un nacionalismo
denominado así, "castellano", y no "español");
o la extrañeza que supone la grandísima expansión
territorial del castellano, cuando Castilla no constituía,
en la Alta Edad Media, una potencia militar, económica ni
demográfica superior a los territorios orientales y septentrionales
de la Península.
El
apunte del autor, claramente documentado y argumentado, hacia la
consideración del español como una koiné
(es decir, una lengua de intercambio entre diversas comunidades
lingüísticas), es un hecho que pocas veces se recuerda
en nuestra educación escolar, pero que se convierte en una
consideración elemental y básica para comprender no
sólo el origen y desarrollo de nuestra/s lengua/s, sino también
nuestro actual sistema de relaciones sociales. La línea histórica
y argumentativa de López García resulta clara: el
euskera (que ocupó en su momento una zona territorial mucho
más amplia que la presente) tomó como base la lengua
de Castilla para la creación de una koiné destinada
a entenderse (en un sentido más amplio que el meramente idiomático,
como puede ser el económico) con lenguas como el catalán.
Así, la expansión del "español" (de
este modo se denominaría la koiné, y no "castellano",
ya que el uso del castellano habría producido rechazo en
el resto de comunidades) se entiende como esta voluntad de los pueblos
de la Península por entenderse entre sí. Y las pruebas
apuntan a ello, pruebas que señalan las pocas reticencias
que mostraban muchos escritores catalanes a expresarse en la koiné,
o la implantación de esta lengua de intercambio en amplios
territorios de la Corona de Aragón.
Los
problemas llegan, según el autor, con los Decretos de Nueva
Planta de principios del XVIII, y con la implantación de
un modelo de estado francés que rompe la convivencia y armonía
entre las diversas comunidades lingüísticas de la Península
Ibérica. El centralismo avasallador que tanto éxito
ha dado en Francia, resultará un fracaso estrepitoso en nuestro
país, por cuanto los hablantes que no usen la koiné
pasarán a ser considerados, por la administración
de Madrid-Castilla, como ciudadanos de segunda categoría.
Así pues, lo que se había venido desarrollando como
una convivencia pacífica, se convierte en un odio hacia lo
castellano, al apropiarse la administración gubernamental
de algo tan incontrolable y libre como una lengua de intercambio.
Los traumas posteriores no serán (por si fuera poco) más
que una profundización en la herida provocada por hacer desaparecer
la idea de una lengua de intercambio y convivencia (el "español")
por la de una lengua impuesta sobre el resto (el "castellano").
El idioma que había empezado como un "rumor de desarraigados",
es decir, como una herramienta básica de relaciones sociales
carente de una localización geográfica concreta (de
ahí el precioso título del ensayo) cobra, mediante
esta serie de procesos, una imagen de marca basada en la imposición
y la intolerancia.
La
variedad y profusión de ejemplos que sustentan esta argumentación
da fe de la solidez de su base teórica. Por lo que las conclusiones
cobran una especial relevancia porque se quedan abiertas al lector,
y sólo se apunta un camino elemental: la necesidad de la
eliminación de esta hostilidad en la que estamos inmersos
hoy en día. Sin dejar de ser duro con las posiciones demagógicas
de ambos bandos, López García traza un camino basado
en el respeto y, por qué no, en la utilidad práctica
del conocimiento mutuo:
"Muchos
europeos aprenden normalmente tres lenguas a lo largo de su currículum
académico: la materna, una lengua extranjera en calidad de
primera koiné, y un segundo idioma como koiné
cultural (
). No es mucho pedir que los españoles, europeos
a pesar de todo, hagamos lo mismo; con una salvedad: aquí,
por la razones indicadas, lo conveniente sería estudiar:
la koiné española central que nos pone en relación
a todos; las lenguas catalana, gallega o vasca para los habitantes
de los territorios en que se hablan como idioma materno, pero también
para los hispanoparlantes de otras zonas, y en cada caso aquella
que históricamente se ha relacionado de forma más
directa con ellos; una lengua extranjera (
) De nada sirve
prepararse idiomáticamente para la vida comercial moderna,
y aprender inglés a conciencia, si no se está preparado
al mismo tiempo para convivir con quienes la geografía ha
puesto, queramos o no, en el disparadero de nuestros horizontes
vitales" (pp. 124-125).
Texto
polémico porque huye de los dogmatismos y toma la ciencia
como base de análisis, porque argumenta de manera sensible
sin por ello caer en ningún tipo de victimismo ni loa triunfalista,
"El rumor de los desarraigados" necesita de una reivindicación
para situarlo como texto de referencia que nos ayuda a entender
nuestro sistema social. Urge, por ejemplo, una reedición
que vuelva a mostrar el valor educativo de un texto imprescindible.
Manuel
de la Fuente
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